La mente zen
Antes de que deje de llover ya oímos el canto del pájaro y bajo la densa capa de nieve ya vemos las blancas campanillas y algún retoño.
En Norteamérica no podemos definir a los budistas Zen de la misma manera que lo hacemos en Japón. Los estudiantes norteamericanos no son monjes, aunque tampoco son enteramente laicos. Yo lo veo de esta manera: es claro que ustedes no son monjes, pero lo curioso es que no son tampoco legos. Me parece que son un caso especial, porque desean una práctica que no es exactamente la del monje, pero tampoco la del lego. Ustedes van en camino de lograr una forma apropiada de vida. Creo que así es nuestra comunidad Zen, nuestro grupo.
Pero también conviene que sepamos cuál es nuestro camino original indiviso y cuál es la práctica de Dogen. Dogen-zenji decía que algunos pueden lograr la iluminación y otros no. Ésta es una cuestión que me interesa mucho. Aunque todos seguimos la misma práctica fundamental y la llevamos a cabo de la misma manera, algunos logran la iluminación y otros no. Esto significa que aunque no experimentamos la iluminación, si nos sentamos en forma adecuada, con la actitud y la comprensión de la práctica correctas, eso es Zen. Lo principal es practicar con seriedad y lo más importante es comprender la gran mente y tener confianza en ella.
Decimos «gran mente» o «pequeña mente» o «mente de Buda» o «mente zen». Estas palabras significan algo, como se sabe, pero algo que no podemos ni debemos tratar de entender en términos de la experiencia. Hablamos de la experiencia de la iluminación, pero ella no es formulable en términos de bien o mal, tiempo o espacio, pasado o futuro. Es una experiencia que trasciende esas distinciones o sentimientos. Por eso, no debemos preguntar «qué es la experiencia de la iluminación». Esa clase de pregunta significa que uno no sabe lo que es la experiencia zen. La iluminación no se busca por la vía del modo ordinario de pensar. Cuando uno no está identificado con este modo de pensar tiene cierta posibilidad de comprender qué es la experiencia zen.
La gran mente en la cual debemos confiar no es algo que se pueda experimentar objetivamente. Es algo que está siempre con uno, siempre es parte de uno. Los ojos son parte de uno aunque uno no puede ver los ojos y los ojos no pueden verse a sí mismos. Los ojos ven solamente las cosas externas, los objetos. Cuando uno reflexiona sobre sí mismo, ése sí mismo deja de ser el verdadero sí mismo. Uno no se puede proyectar a sí mismo como algo objetivo sobre lo cual se piensa. La mente que está siempre con uno no es solamente la mente de uno, es la mente universal, siempre la misma, que no difiere de la mente de otros. Es la mente zen. Es una gran, gran mente. Esta mente es todo lo que se ve. Nuestra verdadera mente está siempre con todo lo que se ve. Aunque no se conozca la propia mente, allí está; en el preciso momento en que uno ve algo, allí está ella. Esto es muy interesante. La mente está siempre con las cosas que uno observa. Así, pues, esta mente lo es todo al mismo tiempo.
La verdadera mente es la mente observadora. Uno no puede decir «éste soy yo mismo, la pequeña mente o la mente limitada y la otra es la gran mente». Eso es limitarse a sí mismo, restringir la verdadera mente, objetivar la mente de uno. Bodhidharma decía: «Para ver un pez, se debe observar el agua». En realidad, cuando se ve el agua, se ve el verdadero pez. Antes de ver la naturaleza de Buda, uno observa la propia mente. Cuando se ve el agua, se ve la verdadera naturaleza. La verdadera naturaleza es observar el agua. Cuando se dice «mi zazén es muy pobre», eso es la verdadera naturaleza, pero equivocadamente uno no se da cuenta. Se pasa por alto adrede. El «yo» con el cual se observa la mente tiene una importancia inmensa. Ese «yo» no es el «gran yo», es el «yo» que está activo incesantemente, siempre nadando, siempre volando con sus alas por el vasto cielo. Por alas entiendo pensamiento y actividad. El vasto cielo es el hogar, mi hogar. No hay pájaro ni aire. Cuando el pez nada, el agua y el pez son el pez. No hay otra cosa que pez. ¿Me comprenden? No se puede encontrar por vivisección la naturaleza de Buda. No se puede asir la realidad con la mente que siente o piensa. La verdadera naturaleza es observar constantemente la respiración, la postura. Más allá de esta cuestión no hay secreto alguno.
Nosotros, budistas, no tenemos ninguna idea de la materia aislada, la mente aislada, de los productos de la mente o de la mente como atributo del ser. De lo que siempre estamos hablando es de que la mente y el cuerpo, la mente y la materia son constantemente una misma cosa. Pero cuando se escucha sin poner atención, suena como si estuviéramos hablando de algún atributo del ser o de algo «material» o «espiritual». Eso quizás sea una versión posible. Pero, en realidad, estamos refiriéndonos a la mente que está siempre de este lado, que es la verdadera mente. La experiencia de la iluminación entraña el descifrar, el comprender, el darse cuenta de esa mente que está siempre con nosotros y que no podemos ver. ¿Comprenden? Cuando se trata de obtener la iluminación como si se viera una estrella brillante en el cielo, eso será hermoso y quizás se piense «¡ah, ésto es iluminación!», pero no lo es. Esa actitud es literalmente herejía. Aunque uno no se percate, en esa actitud se tiene una idea de la materia aislada. Docenas de las experiencias de iluminación son así: algunas son tan sólo materia, otras son objeto de la mente de uno, como si por medio de la buena práctica pudiera encontrarse esa brillante estrella. Ése es el concepto de «sí mismo» y de «objeto», pero no es la manera de buscar la iluminación.
La escuela zen se basa en nuestra naturaleza real, en nuestra verdadera mente tal cual se expresa y se ve en la práctica. El Zen no depende de ninguna enseñanza en particular, ni sustituye la práctica por la enseñanza. Practicamos el zazén para expresar nuestra verdadera naturaleza y no para alcanzar la iluminación. El budismo de Bodhidharma es ser la práctica, ser la iluminación. Al principio quizás se trate de una especie de creencia, pero más adelante es algo que el estudiante siente o que ya tiene. La práctica y las reglas físicas no son fáciles de comprender, especialmente, tal vez, para los norteamericanos. Estos tienen una idea de la libertad que se concentra en la libertad física, en la libertad de acción. Esta idea les causa cierto sufrimiento mental y pérdida de libertad. Les parece que quieren limitar su propio pensamiento. Les parece que algo de ese pensar es innecesario, doloroso o enredado. Pero no les parece que quieran limitar su actividad física. Por esta razón Hyacujo estableció las reglas y la forma de vida zen en China. Hyacujo estaba interesado en expresar y trasmitir la libertad de la verdadera mente. La mente zen se transmite en nuestra forma de vida zen, basada en las reglas de Hyacujo.
Yo creo que, naturalmente, necesitamos alguna forma de vida como grupo y como estudiantes de Norteamérica, y de la misma manera que Hyacujo, estableció nuestro modo de vida monástica en China, creo que debemos establecer una forma norteamericana de vida zen. No estoy hablando en broma, lo digo en serio. Pero no quiero ponerme demasiado serio. Si nos ponemos demasiado serios, perderemos el camino. Si jugamos, perderemos el camino. Poco a poco, con paciencia y tenacidad, debemos encontrar el sendero que nos convenga, y averiguar cómo hemos de vivir con nosotros mismos y entre nosotros. De esta manera, descubriremos nuestros preceptos. Si practicamos con ahínco, nos concentramos en el zazén y organizamos nuestra vida de modo que podamos sentarnos bien, descubriremos lo que estamos haciendo. Pero hay que tener cuidado con las reglas y camino que establecen. Si éste es demasiado estricto, se fracasará; si es demasiado libre, las reglas no funcionarán. Nuestro camino ha de ser lo suficientemente estricto para que tenga autoridad, una autoridad que todos han de obedecer. Las reglas han de ser tales que resulte posible cumplirlas. Así fue instituida la tradición zen, decidida poco a poco, creada por nosotros en nuestra práctica. No podemos forzar nada. Pero una vez decididas, han de obedecerse al pie de la letra hasta que se cambien. No se trata de un asunto bueno o malo, conveniente o inconveniente. Uno simplemente lo hace sin cuestionarlo. De esa manera, la mente queda libre. Lo importante es obedecer sin distingos. Así se logra la mente zen pura. Tener nuestra propia forma de vida significa alentar a las personas, como seres humanos a llevar una forma de vida más espiritual y adecuada. Y me parece que algún día, los norteamericanos tendrán su propia práctica. La única manera de estudiar la mente pura es la práctica. Nuestra más íntima naturaleza requiere algún vehículo, algún modo de expresarse y comprenderse. Este requisito íntimo se lleva mejor por medio de nuestras reglas y los sucesivos patriarcas, uno tras otro, nos han presentado su verdadero pensar, lo cual nos dará una idea precisa y profunda de la práctica.
Debemos adquirir mayor experiencia en nuestra práctica. Y, por lo menos, debemos adquirir también alguna experiencia de iluminación. Se debe confiar en la gran mente que está siempre con nosotros. Se ha de tener la sagacidad de apreciar las cosas en su carácter de expresión de la gran mente. Esto es más que fe. Esto es verdad fundamental y no se puede rechazar. Sea difícil o fácil de practicar, difícil o fácil de comprender, no queda más que practicarla. El que uno sea monje o lego no hace al caso. De lo que se trata es de encontrarse a uno mismo como alguien que está haciendo algo, de retornar al propio ser real por medio de la práctica, de retornar al yo que siempre está con el todo, con Buda, que está completamente sostenido por el todo. ¡En este mismo instante! Quizá se diga que es imposible, ¡pero es posible! ¡En un instante se puede hacer! ¡Es posible en este momento! ¡Es éste el momento! Que se pueda hacer en este momento significa que se puede hacer siempre. Por eso, tener esta confianza equivale a experimentar iluminación. Si se tiene esta gran confianza en la gran mente, ya se es budista en el verdadero sentido, aunque no se alcance la iluminación.
Por eso dijo Dogen: «No esperen que todos los que practican el zazén alcancen la iluminación con respecto a la mente que está siempre con nosotros». Quería decir que es un error pensar que la gran mente es algo que está en algún lugar externo a uno mismo, externo a nuestra práctica. La gran mente está en nosotros. Por eso repito lo mismo una y otra vez cuando me parece que no se me comprende. El Zen no es sólo para la persona que puede cruzar las piernas o que tiene gran capacidad espiritual. Todo el mundo tiene naturaleza de Buda. Cada cual debe hallar alguna manera de darse cuenta de su verdadera naturaleza. El propósito de la práctica es adquirir experiencia directa de la naturaleza de Buda que todos tenemos. Cualquier cosa que se haga, debe ser la experiencia directa de la naturaleza de Buda. La naturaleza de Buda significa estar consciente de la naturaleza de Buda. Los esfuerzos de cada uno deben extenderse para salvar a todos los seres sensibles. Si mis palabras no son lo bastante persuasivas ¡les pagaré! Entonces comprenderán qué quiero decir. Y si no se me comprende ahora, algún día se me comprenderá. Yo esperaré a la isla que, según me han contado, está surgiendo paulatinamente a lo largo de la costa, desde Los Ángeles hasta Seattle.
Creo que los norteamericanos, especialmente los norteamericanos jóvenes, tienen una gran oportunidad de hallar la verdadera forma de vida para los seres humanos. Los que como ustedes estén bastante libres de las cosas materiales y comiencen la práctica zen con mente muy pura, con mente de principiante, podrán comprender la enseñanza de Buda exactamente como Buda la dio a conocer. Pero no debemos apegarnos a Norteamérica, ni al budismo, ni incluso a nuestra práctica. Debemos tener una mente de principiante, libre del deseo de posesión, una mente que sepa que todo está en proceso de cambio fluyente. Nada existe sino momentáneamente con su forma y color actuales. Cada cosa fluye y se convierte en otra y no puede ser aferrada. Antes de que deje de llover, escucharemos el pájaro. Además, bajo la densa capa de nieve, veremos las blancas campanillas de algún retoño. En el este del país, vi que ya había ruibarbo. En el Japón, en la primavera, comemos pepinos.