Cuando nos inclinamos a algo bello, eso es también actividad de Buda.
Dogen-zenji ha dicho: «Aunque es medianoche, el alba está ya aquí; aunque llega el alba, es de noche». Esta clase de afirmación encierra la comprensión transmitida por Buda a los patriarcas y por los patriarcas a Dogen y a nosotros. La noche y el día no son distintos. Al mismo hecho a veces se le llama noche, otras día. Son la misma cosa.
La práctica del zazén y la actividad cotidiana son una misma cosa. Llamamos al zazén vida cotidiana y a la vida cotidiana zazén. Pero, generalmente, pensamos «ahora terminó el zazén y vamos a emprender nuestra vida cotidiana». Mas ésta no es la comprensión correcta. Son la misma cosa. No tenemos a dónde escapar. Por eso ha de haber calma en la actividad y en la calma ha de haber actividad. La calma y la actividad no son dos cosas distintas.
Toda existencia depende de alguna otra cosa. Estrictamente hablando, no hay existencia individual separada. Hay simplemente muchos nombres para una existencia. A veces la gente enfatiza la unidad, pero ésta no es nuestra comprensión. Nosotros no recalcamos ningún aspecto en particular, ni siquiera la unidad. La unidad es valiosa, pero la variedad es también maravillosa. La gente suele pasar por alto la unidad y recalcar la existencia absoluta única, mas ésta es una comprensión unilateral. En esta comprensión, hay una especie de laguna entre la variedad y la unidad. Pero la unidad y la variedad son lo mismo y por eso ha de apreciarse la unidad de cada existencia y también por eso ha de recalcarse la vida cotidiana y no algún estado mental en particular. Se debe encontrar la realidad de cada instante y de cada fenómeno. Ésta es una cuestión muy importante.
Dogen-zenji ha dicho: «Aunque todo tiene naturaleza de Buda, nosotros amamos las flores y no nos gusta la maleza». Esto es cierto en cuanto a la naturaleza humana. Pero el que nos inclinemos a lo bello es de por sí parte de la actividad de Buda. El que no nos guste la maleza es también actividad de Buda. Conviene entenderlo así. Si se entiende así, está bien gustar de algo. Cuando gustamos de Buda, ésa no es una inclinación negativa. En el amor debe haber odio o no atracción. Y en el odio debe haber amor o aceptación. Amor y odio son una misma cosa. Pero no hay que inclinarse solamente al amor. Hay que aceptar también el odio. Hay que aceptar la maleza, pese a lo que sintamos acerca de ella. Si no gusta, no se la ama; si se la ama hay que amarla bien.
Generalmente, nos criticamos a nosotros mismos por tender a la injusticia con lo que nos rodea; nos culpamos por esta actitud de no aceptación. Pero hay una diferencia muy sutil entre la manera usual de aceptar las cosas y nuestra manera de aceptarlas, aunque quizás parezcan ser iguales. Se nos ha enseñado que no hay interrupción entre la noche y el día ni entre el tú y el yo. Esto significa unidad. Pero no recalcamos ni siquiera la unidad. Si hay unidad, no es necesario recalcarla.
Dogen ha dicho: «Aprender algo es conocerse a sí mismo. Estudiar el budismo es estudiarse a sí mismo». Aprender algo no es adquirir lo que no se sabía ya de antemano. Uno sabe algo antes de aprenderlo. No hay ninguna brecha entre el «yo» antes de saber algo y el «yo» después de saberlo. No la hay tampoco entre el ignorante y el sabio. Una persona tonta es una persona sabia. Una persona sabia es una persona tonta. Pero, por lo regular, pensamos: «Él es tonto y yo soy sabio» o «yo era tonto, pero ahora soy sabio». ¿Cómo podemos ser sabios si somos tontos? Pero la comprensión transmitida desde Buda a nosotros es que no hay diferencia de ninguna especie entre el hombre tonto y el hombre sabio. Así es. Pero al decir esto, la gente tal vez piense que estoy recalcando la unidad. No es eso. No se recalca nada. Todo lo que tratamos de hacer es conocer las cosas tal como son. Si lo logramos, no hay nada que señalar. No hay manera de captar nada. No hay nada que captar. No podemos recalcar ninguna cuestión. Sin embargo, como dijo Dogen: «Una flor se marchita aunque la amemos, y la maleza crece aunque no la amemos». Aunque sea así, ésta es nuestra vida.
Así es cómo hemos de entender la vida. De esta forma, no hay problemas. Al recalcar cualquier cuestión en particular, siempre se presentan inconvenientes. Por eso debemos aceptar las cosas simplemente como son. Ésa es la manera de entenderlo todo y de vivir en este mundo. Este tipo de experiencia es algo que va más allá de nuestro pensamiento. En el terreno del pensar, hay diferencia entre la unidad y la variedad, pero en la experiencia real, la variedad y la unidad son la misma cosa. Cuando se crea cualquier idea de unidad o variedad, la idea lo posee a uno. Y hay que continuar con el pensamiento interminable, aunque en realidad no hay necesidad de pensar.
Emocionalmente solemos tener muchos problemas, pero no son problemas reales. Son algo creado. Son problemas provocados por nuestras ideas o puntos de vista centrados en el propio ser. Hay problemas porque señalamos algo. Pero, en realidad, no es posible señalar algo en particular. La felicidad es pesar y el pesar es felicidad. Hay dificultades en la felicidad y felicidad en las dificultades. Aunque nos sentimos de distintas maneras, no hay real diferencia. En esencia son la misma cosa. Ésta es la verdadera comprensión venida de Buda a nosotros.