Dar es no apegarse. Dicho simplemente, no apegarse a nada es dar.
En términos relativos, toda existencia de la naturaleza, toda existencia del mundo humano, toda obra cultural creada, es algo que se nos ha dado o se nos está dando. Pero como todo es originalmente uno, en realidad, estamos dándolo todo. En todo momento estamos creando algo y esto es la alegría de nuestra vida. Pero ese «yo» que está creando y siempre dando algo no es el «pequeño yo». Es el «gran yo». Aunque uno no se dé cuenta de la unidad de ese «gran yo» que lo incluye todo, cuando uno da algo se siente bien porque en ese momento se identifica con lo que está dando. Por eso, uno se siente mejor al dar que al recibir.
Tenemos un dicho: dana prajña paramita. Dana significa «dar», prajña es sabiduría y paramita quiere decir «cruzar al otro lado o alcanzar la otra orilla». Nuestra vida puede considerarse como el cruce de un río. El objeto de nuestro esfuerzo en esta vida es alcanzar la otra orilla, el nirvana. Prajña paramita, «la verdadera sabiduría de la vida», consiste en alcanzar la otra orilla en cada paso del camino. El alcance de la otra orilla a cada paso del cruce es la forma del verdadero vivir. Dana prajña paramita es la primera de las seis formas del verdadero vivir. La segunda es sila prajña paramita o la de los preceptos budistas. Luego vienen kshanti prajña paramita o «paciencia»; virya prajña paramita o «fervor y esfuerzo constantes»; dhyana prajña paramita o la práctica del Zen y prajña paramita o «sabiduría». En realidad, estos seis conceptos de prajña paramita son uno, pero como es posible observar esta vida desde distintos puntos de vista, se cuentan seis.
Dogen-zenji ha dicho: «Dar es no apegarse». O sea: no apegarse a nada es dar. No importa lo que se dé. Dar un centavo o dar un pedazo de la hoja de un árbol es dana prajña paramita. Dar un renglón o nada más que una sola palabra de enseñanza es dana prajña paramita. Siempre que se dé con ánimo de no apego, la ofrenda material y la ofrenda docente tienen el mismo valor. Con el correcto estado de ánimo, todo lo que se hace, todo lo que se crea es dana prajña paramita. Por lo tanto, en las palabras de Dogen «producir algo o participar en la actividad humana es también dana prajña paramita». Poner en servicio un barco de trasbordo o construir un puente para el transporte público es dana prajña paramita. En realidad, dar un solo renglón de enseñanza equivale, en cierto sentido, a facilitar a alguien ese barco de trasbordo.
Según la enseñanza cristiana, todo lo existente en la naturaleza ha sido creado para nosotros o nos ha sido dado por Dios. Ésa es la idea perfecta del dar. Mas si se piensa que Dios creó al hombre y que éste está de algún modo separado de Dios, tendemos a pensar que tiene la capacidad de crear algo por separado, algo no dado por Dios. Por ejemplo, construimos aviones y autopistas. Y cuando repetimos «yo hago, yo hago, yo hago», pronto nos olvidamos de quién es en realidad el «yo» creador de todas las cosas y pronto nos olvidamos también de Dios. Éste es el peligro de la cultura humana. En suma, crear con el «gran yo» es dar. No se puede crear y apropiarse de lo creado, porque todo fue creado por Dios.
Conviene no olvidar este punto. Pero como lo cierto es que solemos olvidar quién es el autor de la creación y la razón de ella, nos apegamos al valor material o a lo que este puede proporcionarnos. Esto no tiene valor alguno en comparación con el valor absoluto de algo como lo creado por Dios, aunque al parecer alguna cosa no tenga valor material o relativo para el «pequeño yo», de todos modos, tiene un valor absoluto en sí misma. No apegarse a algo es estar consciente de su valor absoluto. Todo lo que se haga ha de basarse en dicha percatación consciente, y no en conceptos de valores materiales o centrados en uno mismo. Así, cualquier cosa que se haga será verdadero dar o «dana prajña paramita».
Cuando uno se sienta en la postura de piernas cruzadas renueva nuestra actividad fundamental de creación. Podría decirse que existen tres clases de creación. La primera es tomar conciencia de sí mismo después de terminar el zazén. Cuando nos sentamos no somos nada, ni siquiera nos damos cuenta de lo que somos. Simplemente, nos sentamos. Pero cuando nos levantamos ¡ya estamos allí! Ése es el primer paso en la creación. Cuando se está allí todo lo demás está allí. Todo se crea a la vez. Cuando surgimos de la nada, cuando todo surge de la nada, vemos todo como una creación viva y nueva. Esto es no apegarse. La segunda clase de creación es aquélla en que uno actúa o produce o prepara algo, como la comida o el té. La tercera aparece cuando se crea algo dentro de uno, tal como educación, cultura, arte o algún sistema para la sociedad. Así, pues, hay tres clases de impulso creador. Pero cuando se olvida la primera, la más importante, las otras dos vienen a ser como niños que han perdido a sus padres.
Su creación no significa nada.
En general, todos se olvidan del zazén. Todos se olvidan de Dios. Trabajan con mucho ahínco en la segunda y tercera fases de creación, pero Dios no ayuda en esa actividad. ¿Cómo es posible que ayude cuando Él no se da cuenta de quién es Él? Por eso tenemos tantos problemas en este mundo. Cuando olvidamos la fuente fundamental de nuestro impulso creador somos como niños que no saben qué hacer cuando pierden a sus padres.
Cuando se comprende el «dana prajña paramita» se comprende también por qué nos creamos tantos problemas. Desde ya, vivir es crear problemas. ¡Si no hubiéramos aparecido en este mundo, nuestros padres no habrían tenido ninguna dificultad con nosotros! Simplemente, con sólo aparecer, les creamos problemas. Esto es así. Todo crea problemas. Generalmente, se cree que, cuando uno muere, todo termina y los problemas desaparecen. ¡Pero la muerte puede también crear problemas! En realidad, nuestros problemas han de resolverse o disolverse en esta vida. Pero si nos damos cuenta de que lo que hacemos o lo que creamos es un don del «gran yo», no nos apegaremos a ello y no nos crearemos problemas ni tampoco se los crearemos a los otros.
Además, hay que olvidar día por día lo que se ha hecho. Esto es, verdaderamente, no apegarse. Y siempre hay que tratar de hacer algo nuevo. Mas para hacer algo nuevo, por supuesto, debemos conocer bien nuestro pasado, lo cual está bien. Sin embargo, no debemos mantenernos aferrados a lo hecho; solamente hay que reflexionar sobre ello. Y es preciso tener alguna idea de lo que ha de hacerse en el futuro. Pero el futuro es el futuro, el pasado es el pasado. Por el momento hay que trabajar en algo nuevo. Ésta ha de ser nuestra actitud y la forma en que debemos vivir en este mundo. Dana prajña paramita es eso, dar algo nuevo o crear algo para nosotros. Por eso mismo, hacer algo cabalmente es reasumir nuestra actividad creativa. Nos sentamos precisamente para eso. Siempre que no olvidemos este punto, todo se llevará a cabo perfectamente. Pero, en cuanto nos olvidemos de ello, el mundo se llenará de confusión.