—¿Rosa?
—María, qué suerte que llamás…
—¿Qué pasa?
—¡Tuve un sueño espantoso! Me levanté pensando «Ojalá me llame, así se lo cuento», y acá estás. Soñé que lo había llevado a José María a pasear por esa plaza donde está el lago de Palermo y…
—¿En serio le pusiste José María por mí?
—¿Y vos me decís a mí que no te pregunte más dónde estás? ¡Cada vez que hablamos me decís lo mismo! Claro que se lo puse por vos. ¿Por qué no me creés?
—¡No, sí que te creo! No caigo, que es distinto…
—Hablando de caer… ¿Viste dónde está el Planetario?
—Sí.
—Soñé que lo había llevado ahí a que tomara un poco de sol y de golpe te veo a vos que salís del Planetario. Me quedé helada, hacía años que no te veía… Yo te vi en sueños muchas veces, ya te dije, pero en este sueño hacía mucho que no te veía y me quedé helada. Venías de ver una función sobre la Luna… ¡Tenías barba!
—¿En serio?
—Te juro. Y el pelo largo también.
—Bueno, y lo agarraste a José María y lo tiraste para arriba y lo atajaste y… hasta ahí todo bien… Pero después empezaste a tirarlo cada vez más alto, y más alto, y yo me desesperaba, ¡y al final lo tiraste tan alto que el bebé tardó como media hora en bajar! Mirábamos para arriba y no se veía por ninguna parte…
—Una pesadilla…
—Horrible.
—¿Bajó?
—Sí, bajó y lo agarraste vos. Pero desde que subió hasta que bajó yo casi me muero… ¡Qué angustia, no sabés! Estaba toda transpirada…
—Yo jamás le haría una cosa así.
—Ya sé…
—¿Come bien?
—¡No para!
—¿Y vos? ¿Te cuidás, te alimentás…?
—Sí, normal. ¿Vos soñás?
—¿Cómo?
—Si soñás. Me di cuenta que nunca me contás nada, ni lo que hacés ni lo que soñás ni…
—No sueño nunca yo.
—¿Nunca?
—Tengo un sueño muy liviano. A lo mejor es por eso.
—Dicen que es bueno soñar…
—El sueño ese del Planetario lo tendría que haber tenido yo, que no caigo con lo del nombre.
—…
—…
—Qué angustia que me dio…
—¿Estaba asustado él cuando bajó?
—¡Nada! ¡Se mataba de la risa!
—¿Viste?
—…
—…
—Ay, María…
—Sí, ya sé…
—¿Podrán ser de otra manera las cosas… algún día?
—Vos cuidá al bebé. Ocupate de eso. Es la mejor manera de que las cosas sean de otra forma algún día…
—…
—En serio te digo.
—La señora le compra todos los productos que salen para bebés…
—¿De comer?
—Sí.
—Que no largue el pecho, Rosa. La leche de la madre es fundamental para la salud. ¿Qué productos le compra?
—Unos purecitos que vienen en frasco. El pediatra me dijo que ya puede empezar a comer un poco de sólido y la señora…
—Ojo con el pecho, igual. Que no largue el pecho…
—Sí.
—Hablale mientras toma, poné la radio.
—¡No sabés qué lindo carácter que tiene…! Se ríe de todo y me hace reír a mí… Cualquier cosa le da risa. Le hacés una morisqueta y se ríe, la señora le da un beso en la nariz y se ríe…
—Me hacés acordar de una cosa que dice en Tus zonas erróneas: «Son gente divertida que vale la pena tener cerca»…
—Ahora duerme, divino…
—¿Lo tenés a la vista, no?
—Lo tengo acá al lado… Shh, esperá un segundo…
—…
—Sí, ahí llega la señora… tenemos que cortar…
—Hablale de mí al nene, Rosa. Hablale de mí.
—Sí, sí, le digo, le hablo… Llamame después. Un beso.
−Un beso.