Einstein cambió el universo pero murió como un fracasado. Su teoría de la relatividad le sitúa como la mente científica más prodigiosa desde Newton. La relatividad supuso el fin de nuestra concepción del espacio y del tiempo y dejó entrever un mundo inconcebible anteriormente. Su célebre fórmula e=mc2 demostró que la materia se podía transformar en energía y, de este modo, anunció la era nuclear, además de realizar una importante aportación a la teoría cuántica. Sin embargo, en última instancia, Einstein no fue capaz de aceptar las implicaciones de sus descubrimientos, en especial en lo referente a la teoría cuántica. En consecuencia, desperdició más de un cuarto de siglo buscando una teoría global que su propio trabajo había hecho imposible.
Durante la última mitad de su vida Einstein se convirtió en una institución pública: «el mayor genio del mundo», un absurdo que aceptó de buena gana y que utilizó de un modo ejemplar para luchar incansablemente contra los males, desde el antisemitismo hasta las armas nucleares. La imagen que dio al mundo fue la típica del genio distraído. El Einstein hombre era ambicioso, muy consciente de sus dotes excepcionales y, en el fondo, una figura trágica. El mérito social le importaba poco en comparación con su fracaso a la hora de explicar el mecanismo esencial del universo con su teoría del campo unificado.