El verano de 1943 fue un periodo de intensa actividad en el perfeccionamiento de las estrategias de engaño. Mientras Harris y Pujol sofocaban el incidente desatado en Hendon, el MI5 ultimó un plan para desconcertar a Alemania sobre el desembarco en Sicilia. La idea partió del comandante Ewen Montagu, responsable de Inteligencia Naval en el Comité de la Doble Cruz. La estratagema se ideó en marzo de 1943 tomando como modelo un accidente real ocurrido unos meses antes en la costa española. En septiembre de 1942 un avión británico se estrelló en el mar y el cadáver de uno de sus ocupantes, el subteniente M. V Ebel, fue arrastrado por la marea hasta la playa de San García, en Huelva. Entre los objetos del suboficial, se encontraron diecisiete documentos, diligentemente analizados por la sección segunda de inteligencia del Estado Mayor de la armada española, y entregados posteriormente al servicio alemán. El Abwehr consideró los documentos de escaso interés, pero la pauta seguida indicó a Londres un modelo de actuación que sería rápidamente aplicado.
El plan ideado por Montagu era esencialmente reproducir lo ocurrido en 1942, pero bajo el control del MI6.La operación fue bautizada con cierta dosis de humor negro con el nombre de Mincemeat (carne picada). Se eligió como señuelo a un indigente galés llamado Glyndwr Michael, fallecido en el hospital londinense de Saint Pancrass. Cumplía las dos condiciones necesarias: ser varón de entre treinta y cuarenta años y que nadie reclamara su cadáver. El cuerpo fue tratado por médicos forenses y se le vistió con un uniforme de oficial de Infantería de Marina con documentación y efectos personales, incluida una carta y una foto de una inexistente novia, a nombre del comandante William Martin. A su muñeca se esposó un maletín que contenía varios documentos, entre ellos una carta personal del 2.° jefe del Estado Mayor Imperial, el teniente general sir Archibald Nye, para ser entregada en mano al general Alexander, comandante británico en el norte de África. Se adjuntó un segundo escrito de lord Louis Mountbatten, jefe de operaciones combinadas, dirigido al almirante Cunningham, comandante en jefe de las operaciones navales en el Mediterráneo. Ambas cartas contenían las indicaciones precisas para interpretar que el proyectado ataque sobre Sicilia sólo era una maniobra de distracción con la que ocultar un desembarco en Grecia y una operación paralela en la isla de Cerdeña. El hombre que nunca existió partió de Inglaterra el 19 de abril de 1943 en un contenedor de latón cubierto con hielo seco, a bordo del submarino inglés HMS Seraph. Once días después, el 30 de abril, el cuerpo fue arrojado al mar a una milla de la costa de Huelva.
El falso comandante Martin fue encontrado por un pescador, José Antonio Rey, a las 9:30 de esa misma mañana, en la laguna del Portil. La Operación Mincemeat iniciaba con éxito uno de los engaños más perfectos de la estrategia aliada. Según lo previsto, un juez levantó acta del cadáver y la Comandancia de Huelva dio parte al Ministerio de Marina y al Alto Estado Mayor. El AEM, siguiendo la cadena de actuaciones lógica, envió a un grupo de oficiales de la sección de información al mando del comandante de caballería José Caruana Gómez de Barreda. Caruana recibió instrucciones personales del propio ministro Moreno para que analizara con todo detalle el material hallado y se pusieran a su disposición todos los medios necesarios. Para resaltar la importancia de la falsa documentación, el agregado naval inglés, Alan Hillgarth, reclamó con insistencia la entrega del cadáver y el maletín desde el momento en que fue informado de su aparición. La premura con la que la Embajada británica solicitó la devolución del cuerpo no hizo sino confirmar la impresión del comandante Caruana de que se encontraban ante valiosos documentos. A partir de esta conclusión, se decidió alertar al Abwehr.
El responsable del Abwehr en España, Wilhelm Leissner, puso el caso en manos del eficiente agente local del servicio alemán en Huelva, Adolf Clauss. Éste acudió con una cámara Leica y, actuando a contrarreloj, gastó varios rollos en obtener copias precisas de los papeles del comandante Martin. Horas después, los documentos ya estaban a disposición de Leissner en Madrid, quien interpretó su valor de tal trascendencia que inmediatamente radió un mensaje a Berlín anunciando el contenido de los documentos, sin sospechar que en ellos estaba diseñado el fracaso militar alemán en el sur de Europa. Londres recibió con entusiasmo la interceptación del mensaje, que confirmaba el éxito de su plan. El 2 de mayo el cadáver del capitán Martin fue enterrado en el cementerio de Nuestra Señora de la Soledad de Huelva por las autoridades consulares británicas. No faltaron flores, ni fotos enviadas por sus supuestos familiares y compañeros de armas; incluso se publicó su esquela en The Times.
La participación de la red Garbo en esta operación fue secundaria, a excepción del agente número 6, Dick, quien desde el desembarco aliado en el Marruecos francés se encontraba en el norte de África. Dick contribuyó al trabajo de desinformación previo, advirtiendo en sus informes que se preparaba una ofensiva anfibia posiblemente en Córcega o en Niza. En los días previos al inicio de los ataques, se repitió el mismo plan desarrollado durante la Operación Torch. Dick fue sacrificado para no exponer a ningún riesgo el éxito del desembarco. Su muerte fue atribuida a un accidente aéreo mientras se trasladaba de África a Inglaterra.
Ignorando el engaño del que había sido víctima, el Estado Mayor alemán en Zossen, a las afueras de Berlín, procedió a un detallado estudio de los documentos británicos enviados desde Madrid. El 9 de mayo el general Jodl recibió los informes del comandante Martin con una anotación del FHW, el departamento encargado de evaluar las informaciones del Abwehr sobre el frente occidental, en la que consideraba posible la autenticidad de los documentos. Dos días después calificó la información de absolutamente convincente.
La aplicación de estas órdenes significó el refuerzo de las tropas alemanas en los Balcanes con diez divisiones, frente a las ocho estacionadas, mientras que en Grecia se reforzó la única división acantonada con siete más. El 10 de julio de 1943, 160000 hombres, apoyados por 600 carros de combate y 4000 aviones, invadieron Sicilia. Las defensas italianas apenas resistieron la primera oleada del ataque. Sólo entonces Berlín comprendió que el desembarco aliado en Sicilia era el único asalto previsto y no una simple maniobra disuasoria. Pero ya era demasiado tarde. El error se demostró fatal. En el ámbito militar abrió irreversiblemente un nuevo frente en Europa. En el aspecto político supuso el principio del fin para el aliado fascista de Hitler. Diez días después de la invasión, Mussolini fue destituido por el Gran Consejo del Fascismo y el rey Víctor Manuel III encargó formar gobierno al mariscal Giuseppe Badoglio. Ante el avance lento pero imparable de las tropas aliadas, Italia proclamó el armisticio el 8 de septiembre. Cinco días después declaró la guerra a Alemania. El más antiguo aliado del Estado nazi había sucumbido y resurgido como nuevo enemigo en tan sólo una semana. Con Mussolini se desplomaron también los restos del sistema fascista, que simbólicamente intentó resucitar formando un nuevo Estado títere al norte del país. La República Social Italiana de Saló murió con el propio Mussolini, ejecutado por los partisanos el 28 de abril de 1945 junto a su amante Clara Petacci. Sus cuerpos quedaron colgados boca abajo y expuestos en la calle.
Esta decisiva victoria aliada se inició con el servicio póstumo de un mendigo británico, que recibió tras su muerte todos los honores que nunca cobró en vida. Su lápida en el cementerio de Huelva estuvo cuidadosamente atendida durante décadas por un ingeniero inglés empleado en las minas de Río Tinto, y después por su hija, Isabel Naylor, encargada de velar su tributo y de que nunca faltaran flores. El 28 de abril de 2003, sesenta años después de los hechos, Naylor fue recompensada por el Gobierno británico con la medalla de la Orden del Imperio Británico. Los restos de Glyndwr Michael reposan aún frente a las costas que le otorgaron inmortalidad en los anales de la historia de la Segunda Guerra Mundial. En la tumba número 14 del sector San Marcos del cementerio de Nuestra Señora de la Soledad de Huelva aún se puede leer: «William Martin, nació el 20 de marzo de 1907, murió el 24 de abril de 1943. Hijo muy querido de John Glyndwr Martin y de Antonia Martin, de Cardiff, Nueva Gales. Glyndwr Martin sirvió como el Mayor William Martin, RM».
A medida que el esfuerzo bélico exigía una colaboración más estrecha entre el Reino Unido y Estados Unidos, ambos países se dotaron de sistemas de coordinación entre sus estados mayores y los servicios de inteligencia. Respecto a estos últimos, la inexperiencia de Estados Unidos lo situaba en una clara desventaja respecto a su aliado, ya que hasta enero de 1942 Washington no contó con una estructura militar de información. La colaboración británica les aportó la experiencia y el prestigio de los que la OSS[1] carecía. Políticamente, la organización entre ambas potencias se planificó al más alto nivel. En la conferencia de Casablanca, en enero de 1943, Roosevelt y Churchill decidieron la invasión de Francia en 1944 y con este objetivo diseñaron la creación de un nuevo mando conjunto encargado de todos los preparativos. Este nuevo órgano se denominó COSSAC (Chief of Staff Supreme Allied Command)[2]. El general Morgan fue designado como su responsable y el cuartel general se estableció en St. Jame's Square, Londres, en abril de 1943.
Dentro del COSSAC se creó un departamento específico para dirigir toda la labor de engaño y desinformación paralela a los preparativos del desembarco, conocido como Ops(b), bajo el mando del teniente coronel John Jervis Read. La sección Ops(b) trabajó en coordinación con otro cuerpo constituido en junio de 1943 y cuyo anodino nombre, London Controlling Section (LCS), no indicaba la importancia de su auténtica naturaleza. La Sección de Control de Londres, al frente del coronel John Bevan, amplió el alcance y las funciones del Comité de los Veinte, supervisando todas las labores de información y coordinando la totalidad de los esfuerzos aliados.
En enero de 1944 el general Eisenhower integró el COSSAC dentro de un nuevo sistema de mando conjunto: el SHAEF (Supreme Headquarters Allied Expeditionary Forces)[3], del que el propio Eisenhower asumió la dirección. Este cambio afectó también a la sección Ops(b), a partir de entonces dividida en dos subsecciones. Una estaba encargada del engaño con medios físicos, tales como simular concentraciones de lanchas y buques de atrezo, mientras que la segunda, dirigida por el también coronel Roger Hesketh[4], se dedicó en exclusiva a las medidas especiales, incluyendo la campaña de intoxicación informativa promovida por la red de agentes dobles. Hesketh sería a partir de entonces uno de los principales conductores en la sombra de la actuación de Garbo y, junto con Harris, uno de los mayores artífices de su éxito. Sin embargo, el inicio de sus planes comenzó con un sonoro fracaso.
Durante las últimas semanas del verano de 1943, el COSSAC diseñó una operación cuya principal finalidad consistía en hacer creíble la amenaza de una invasión inmediata en la costa francesa y aliviar así la presión en el este sobre el ejército soviético. El propósito secundario, supeditado al primero, consistía en aprovechar este amago de ofensiva para asestar un golpe definitivo a la aviación alemana. La red Garbo asumió la responsabilidad de transmitir la mayor parte de los informes. La operación, bautizada como Cockade, fue aprobada en marzo de 1943, aunque su ejecución se retrasó hasta el mes de agosto. La estrategia dependía de tres tácticas; tres puntos distintos donde localizar los falsos desembarcos:
Starkey y Wadham eran, de hecho, operaciones complementarias; la segunda debía suceder a la primera, o bien anularse en caso de que Starkey fracasara. Estos supuestos ataques debían estar precedidos de una serie de catorce incursiones costeras con el propósito de capturar prisioneros y minar la relativa tranquilidad del ejército alemán estacionado en la costa occidental gala.
En el desarrollo de la Operación Wadham el agente número 7 fue el encargado de suministrar la información más valiosa y exclusiva. En una carta fechada el 2 de agosto de 1943 Garbo remitió a Madrid el detallado relato de unas maniobras militares realizadas en el sur de Gales, de las que Dagobert había sido testigo. El agente número 7 llegó a la conclusión de que el objetivo de este ejercicio era adiestrar a las tropas en un hipotético desembarco sobre la costa de Bretaña. Dos días después, el agente número 1 confirmó que el propósito último de las maniobras era un ataque sobre el continente. El 6 de agosto Pujol inició de forma paralela la operación Tindall. En una nueva carta informaba de que él personalmente, junto al agente 3, había recorrido Escocia y llegado a la conclusión de que existían grandes posibilidades de que se estuviera preparando una ofensiva sobre Noruega. Pujol basó esta afirmación en la supuesta construcción de improvisados campos de alojamiento de fuerzas paracaidistas cerca de varios aeródromos. Para dotar de mayor credibilidad a sus informes, aseguró haber presenciado una importante concentración de aviones de transporte y un movimiento de tropas muy superior al observado durante su último recorrido por Escocia. Regresó a Londres dejando al agente número 3 encargado de vigilar los preparativos para el falso ataque sobre Noruega.
El 26 de agosto, el agente número 4 remitió nuevas evidencias desde Dover. Numerosas embarcaciones de asalto se estaban agrupando en las proximidades de Dover y Folkestone, donde, aseguraba, también se almacenaban grandes cantidades de munición destinada al bombardeo aéreo previo al desembarco. Madrid parecía seguir detenidamente la secuencia de movimientos descrita por la red Garbo. A primeros de septiembre el Abwehr remitió un mensaje en el que, además de las áreas señaladas con anterioridad, solicitaba extremar la observación en Scapa Flow, el río Humber, Plymouth, Lerwick y las islas Shetland. Supuestamente, los agentes 1, 3 y 7 se dedicaron en exclusiva durante este periodo a peinar la costa enviando sus anotaciones, todas coincidentes en señalar la inminencia de un desembarco. El 5 de septiembre el agente número 1 señaló que la 54.ª División británica y dos divisiones canadienses, una de ellas acorazada, se habían sumado a un número indeterminado de tropas en el área de Southampton, convertida en la principal zona de concentración de fuerzas.
El 7 de septiembre todos los informes de la organización subrayaron el hecho de que la acción se podía iniciar en las siguientes horas si las condiciones climatológicas lo permitían. La inmediatez de la operación fue atestiguada por la presencia en Dover del general Anderson, comandante en jefe del 2.° Ejército, según comunicó el propio Pujol a Madrid. En la madrugada del 8 de septiembre se inició la fase final y más importante de la Operación Starkey. Las tropas embarcaron en Southampton y en varios puertos próximos, sumando una flotilla de veintiún barcos que cruzó el canal hasta situarse a quince kilómetros de la costa francesa. La escuadra de desembarco estaba precedida de una importante protección aérea, en previsión de una decisiva batalla en la que la superioridad aérea aliada infligiera un severo desgaste a la Luftwaffe alemana. Sin embargo, nadie respondió a la provocación. El ejército alemán estaba en alerta desde hacía días, pero decidió no anticipar ninguna acción defensiva hasta el momento del esperado desembarco. La aviación alemana tampoco hizo acto de presencia, y la armada se refugió en los seguros puertos bretones, protegida por las baterías costeras. La flota regresó a Inglaterra y la aviación volvió sin entablar combate. Fracasado el plan principal, Wadham fue anulado. Tindall languideció en los informes de Pujol hasta su supresión definitiva en noviembre.
La BBC ofreció una puntual y escueta información en la que aseguraba que el fallido amago de desembarco sólo había sido un ejercicio de entrenamiento, en el que las tropas aliadas habían logrado situarse a escasa distancia de la costa francesa, sin que el enemigo diera señales de oposición. Pujol intensificó sus mensajes esa misma tarde manteniendo la teoría de que el desembarco no había sido un ejercicio, tal y como informaba la prensa; noticias consideradas por él como ridículas y falsas. Completó su argumento con el testimonio del agente número 7, según el cual la actitud de los soldados no era la de unas tropas de regreso de unos inofensivos ejercicios, sino que manifestaban visiblemente su sorpresa y disgusto.
Al día siguiente, Garbo relacionó este repliegue con la proclamación del armisticio italiano, anunciado el mismo 8 de septiembre, y la consiguiente necesidad del mando aliado de replantearse su estrategia en todos los frentes. Añadió que la rendición italiana, el fallido desembarco en Francia y otros rumores de difícil confirmación habían instaurado un periodo de confusión y nerviosismo en la opinión pública, que algunos confundían con un optimismo, según él, completamente injustificado. En realidad, Harris y Pujol estaban especialmente preocupados por la escasa repercusión que la Operación Cockade había provocado en el mando alemán. Preveían que la credibilidad de la red podría haberse resentido. Para su tranquilidad, los comentarios con los que Kuhlenthal había interpretado sus mensajes ofrecían pocas dudas sobre la estima de la que aún gozaba. Madrid remitió a Alemania, casi en su integridad, los informes enviados desde hacía semanas por Garbo. Kuhlenthal incluso compartió el falso análisis de Pujol sobre la naturaleza del desembarco y la decepción que causó entre las tropas el haber abortado la operación. Una semana más tarde, el 19 de septiembre de 1943, cualquier temor fue definitivamente superado por la concreción de un mensaje interceptado entre Berlín y Madrid, en referencia a dos comunicaciones de la red emitidas a principios de septiembre:
Ambos informes son de primer nivel… Por favor, mantenga a su agente alerta sobre cualquier preparativo, movimiento de tropas o posible embarque, especialmente en el este y sudeste de Inglaterra. Cualquier novedad en relación con estos informes debe tener la máxima prioridad[5].
La valía de la organización parecía estar a salvo. El Abwehr no cuestionó la veracidad de sus informes ni dudó de los juicios emitidos por Pujol, aunque éste, para asumir también su grado de responsabilidad decidió prescindir del agente número 1 como informante de la red.
Todos los servicios involucrados en Cockade coincidieron en atribuir su fracaso a la escasa movilización de tropas, insuficientes para convertir la amenaza en un peligro cierto. De este error se extrajeron importantes lecciones, que permitieron no reincidir en los mismos fallos en la ejecución de próximas operaciones. Una de las más importantes fue la necesidad de integrar a todos los ejércitos en el desarrollo de los planes de engaño de manera más decidida. De hecho, un análisis posterior desveló la escasa implicación que la marina y la aviación habían mostrado en Cockade. La Royal Navy se había negado a utilizar ningún barco de importancia como señuelo, mientras que la RAF consideró toda la operación como un escenario teatral. Se determinó que si la disponibilidad real de fuerzas no era posible, al menos se debían simular estos efectivos con técnicas de engaño, de tal modo que los aviones espía fueran incapaces de apreciar la diferencia. Otro de los errores detectados fue el laborioso proceso que seguía cada informe antes de ser emitido. En primer lugar, la oficina del COSSAC comunicaba los datos a Harris a través de la LCS o el MI5. Después, Pujol redactaba el mensaje en español. Posteriormente el COSSAC lo supervisaba y, en muchos casos, hacía añadidos al texto, que era necesario de nuevo traducir y presentar para una última aprobación. Este sistema imposibilitaba actualizar en tiempo real los cambios adoptados por la autoridad militar y comprometía la efectividad de la red.
No obstante, hubo también experiencias positivas. Entre éstas, resultó pionera la utilización de los noticieros cinematográficos de forma planificada como instrumento de intoxicación informativa. En uno de ellos, elaborado como respaldo a Cockade, se mostraba al ejército norteamericano realizando ejercicios de entrenamiento. El documento se había grabado en agosto, pero se quiso dar la impresión de que las prácticas de desembarco se llevaban realizando desde antes de la primavera. Con esta intención se colocaron a la vista calendarios oportunamente situados en los meses anteriores, y se podaron los árboles que aparecían en la filmación para aparentar que aún no habían florecido. Una última conclusión fue que los alemanes habían creído en la existencia de dos ejércitos inexistentes: el 6.° Ejército, imaginariamente estacionado en Luton, y el 4.° Ejército, en Edimburgo. Este último se convirtió en una pieza clave en la falsa disposición de fuerzas diseñada en Fortitude. El 6.° Ejército nunca volvió a utilizarse como arma de desinformación, a pesar de que Berlín se mantuvo hasta el final de la guerra en el convencimiento de que constituía una unidad real.
Coincidiendo con el desarrollo de la Operación Cockade, la red se amplió con la incorporación de una ficticia secretaria del Ministerio de la Guerra, desconocedora de las actividades de Pujol y que poco después se convirtió en su amante. El español describió a la joven funcionada —J(5)— como una cualificada informante, dado su puesto en el departamento en el que trabajaba. En lo personal, Pujol construyó una imagen de mujer modesta, poco agraciada físicamente y receptiva a las insinuaciones que él le brindaba, sin sospechar la auténtica finalidad de sus atenciones:
No es nada atractiva y viste de forma desaliñada. Aunque tiene poco más de treinta años, se muestra claramente poco habituada a recibir atenciones del sexo opuesto. Esto la convierte en persona muy accesible a mi interés. Ya se muestra deliciosamente indiscreta[6].
Al igual que el resto de sus colaboradores inconscientes, J(5) consideraba a Pujol como un exiliado republicano integrado en los círculos antifranquistas que operaban en Londres. Una de sus valiosas aportaciones a la red consistió en la entrega de un extracto de la Conferencia de Moscú, obtenido supuestamente gracias a los comentarios que el asistente del jefe de la misión británica hizo a la amante de Pujol. Pero su auténtica valía estaba todavía por descubrir. Garbo reservó su complicidad más útil para las semanas previas y posteriores al desembarco de Normandía.
El 1 de octubre de 1943 se informó a Madrid que el agente número 3 había reclutado a un nuevo colaborador inconsciente, un teniente de la 49.ª División de Infantería británica al que había conocido en un trayecto en tren de Glasgow a Londres. El agente 3(2) se convirtió en un locuaz conversador sobre su traslado a una nueva unidad especializada en desembarcos anfibios. El contacto entre el agente número 3 y el indiscreto oficial inglés se mantuvo durante meses. Cuando se inició el desembarco de Normandía, se alegó que esta unidad especial seguía en Escocia para devaluar la trascendencia de esta operación en favor de una hipotética ofensiva sobre el Paso de Calais. Al mismo tiempo, el agente número 7 también entabló amistad con un soldado de la 9.ª División Acorazada, conocida como la «División Panda», debido a su distintivo, y por la que el Abwehr había demostrado un especial interés. El SHAEF dedujo con acierto que Alemania desconocía que esta división había sido disuelta, y decidió confundir al enemigo, manteniéndola activa en los informes de la organización Garbo.
Hasta el momento, la correspondencia de Garbo había llegado sin demasiados problemas a Madrid. El Abwehr pensaba que sus sistemas de envío continuaban siendo el piloto de la KLM —J(l)— y el correo ordinario, alternando estas comunicaciones con el creciente flujo de emisiones de radio. En el verano de 1943 la censura británica extremó su vigilancia sobre los países neutrales, y adoptó por norma la vigilancia de toda la correspondencia remitida desde el Reino Unido con destino a España y Suiza.
El primer efecto sobre la red Garbo fue, intencionadamente, el descubrimiento de dos cartas redactadas por el agente número 1 durante los preparativos de la Operación Starkey y la consiguiente expulsión de todos los extranjeros no residentes en el área de Southampton. Pujol no fue ajeno a este filtro y durante las siguientes semanas un total de trece de sus cartas no llegaron a destino. Todo formaba parte de una nueva estrategia para desenmascarar la red de colaboradores que el servicio alemán tenía en Lisboa. El Gobierno británico sopesó también la presentación de una protesta diplomática para denunciar la acogida que las autoridades portuguesas brindaban a los agentes del espionaje alemán, pero finalmente descartó esta opción. La falsa desaparición de sus escritos constituía la primera fase del plan. La segunda consistía en hacer creer al Abwehr que el MI6 estaba buscando denodadamente a los autores de los textos, a los que se relacionó con una organización de espionaje operativa en el interior de Inglaterra.
Agentes del MI6 en Lisboa vigilaron e interrogaron discretamente a varias de las personas cuyas direcciones figuraban en las cartas extraviadas. En total, diez destinos postales fueron quemados con este procedimiento. El 8 de octubre Harris pidió al MI6 que interrogara a Odette da Conceiçao, la mujer a la que meses antes se había enviado el pastel con el manual de aviación, y que Alemania consideraba el contacto más secreto y exclusivo de Pujol en la capital portuguesa. Al saber que agentes británicos le habían preguntado sobre sus vínculos con una organización de espionaje en el Reino Unido, el Abwehr hizo saltar la alarma. Se estaba indudablemente tras la pista de Arabal. El 12 de octubre Madrid radió un mensaje advirtiendo a Garbo de los hechos:
Casi todas las direcciones de Lisboa han sido interrogadas sobre el origen de las cartas. Parece ser una medida general en todo el país. De acuerdo con las instrucciones recibidas estas personas no han dicho nada. Ninguna carta más ha conseguido llegar. Nuestro agente se ha dirigido a Lisboa. Cese toda correspondencia por otra vía que no sea su correo original —J(1)— hasta que no reciba otras noticias. Haga extensivas estas medidas a toda la correspondencia de sus agentes. Estudiaremos otro procedimiento para evitar la censura británica y el control portugués. Continuaré manteniéndole informado del resultado del viaje de nuestro representante. No es necesario decirle que se mantenga en alerta[7].
Tras confirmar mediante este informe el temor alemán, el MI5 decidió añadir más tensión. Garbo aseguró que entre la correspondencia perdida figuraba un paquete enviado a uno de sus contactos en Lisboa, la señora Oliveira, en cuyo interior se había camuflado información parcialmente escrita con tinta normal, no invisible. Su contenido era altamente comprometedor y sin duda posibilitaría al servicio secreto inglés estrechar el cerco sobre la organización Arabal si llegaba a sus manos. El paquete había sido devuelto a la oficina postal y el Abwehr dio absoluta prioridad a su búsqueda, hasta que finalmente lo encontró el 28 de octubre. Ese mismo día Madrid radió un mensaje en el que confirmaba su hallazgo y enviaba un conjunto de instrucciones para extremar la seguridad de la red. Pujol debía hacer desaparecer cualquier papel o documento de su casa, limitar las emisiones a asuntos de máxima importancia y, a ser posible, emitir no más de una vez cada diez o quince días. Durante las siguientes seis u ocho semanas la organización debía reducir al máximo sus actividades y evitar todo contacto entre sus miembros.
Esta estratagema británica permitió inutilizar veintitrés direcciones tapadera del Abwehr, lo que en la práctica anuló la red de cobertura de la correspondencia alemana en Portugal. Jamás recuperó una organización de esa amplitud. En lo que a Pujol afectaba, esta operación mermó sus actividades temporalmente. Se prescindió durante un tiempo del correo aéreo ordinario y se recurrió exclusivamente al falso enlace de la KLM para trasladar sus informes. Además, Madrid pidió que comenzara la numeración de sus cartas desde la número 1[8] para controlar con más facilidad cualquier nuevo extravío, y aparentar ante la censura británica, en caso de ser descubiertas, que constituían una nueva línea de comunicación sin relación con las cartas ya detectadas. Como medida adicional de seguridad, Madrid dejó de enviar cartas a Pujol y todos sus mensajes escritos fueron remitidos desde entonces en microfilmes. Sólo a partir de diciembre, el Abwehr pudo restablecer nuevas direcciones de correo en Lisboa, enviadas a Pujol con la mayor de las cautelas y asegurando que por el momento eran contactos confidenciales y seguros. El MI6 no volvió a repetir su actuación, aunque sí mantuvo bajo vigilancia hasta el final de la guerra a las nuevas personas y direcciones captadas por el servicio alemán.
A finales del verano de 1943 los estrategas del COSSAC decidieron extender al extranjero las actividades de la red Garbo. Únicamente existía el precedente del agente número 6 en el norte de África, pero los éxitos obtenidos animaron a probar fortuna en otras latitudes. El país elegido, y no casualmente, fue Canadá.
El 10 de diciembre de 1942 la Real Policía Montada del Canadá (RCMP) detuvo al único espía alemán enviado a aquel país desde el comienzo de la guerra. Su documentación falsa le acreditaba como mister Braunter, un vendedor de artículos de radio residente en Toronto. Pero bajo esta identidad se ocultaba, en realidad, un oficial de la marina alemana llamado Janowskyn, desembarcado la noche anterior por un submarino en Chaleur Bay. Su llegada no pudo ser más llamativa para los tranquilos habitantes de esta turística zona de Quebec. En una cadena de errores que se demostró fatal para el agente, el Abwehr no había tenido en cuenta que la población de esta área estaba especialmente prevenida contra la posible aparición de espías alemanes. Para mayor indiscreción, Janowskyn llegó fuera de temporada turística a la apacible población de New Carlisle, intentando cambiar moneda canadiense que ya no estaba en circulación. En tan sólo unas horas, la Real Policía Montada del Canadá acumuló tantas sospechas sobre él que su detención fue inmediata. Janowskyn confesó su misión en los interrogatorios, condujo a los agentes a la playa donde había desembarcado, y desenterró su uniforme de capitán. Su plena colaboración permitió convertirle sin demasiados esfuerzos en el primer y único agente doble operativo en Canadá. A pesar de haber iniciado con éxito sus primeros contactos con la estación receptora en Hamburgo, la policía canadiense no contaba con el adiestramiento necesario para manejar una situación de este tipo. De hecho, sólo había adscrito un funcionario a labores de inteligencia, aunque tenía el apoyo externo de un veterano ex agente del servicio secreto británico llamado Gottfriend Treviranus.
Treviranus se puso en contracto con el MI5 en Londres para solicitar ayuda y explorar todas las posibilidades que este nuevo caso ofrecía. Tras debatir la propuesta, el Comité de los Veinte decidió enviar a Ottawa a Cyril Mills, aprovechando su origen canadiense, y a una funcionaria de la sección Bl(a), Pixie Verrall. Para rentabilizar también esta operación en beneficio de la red Garbo, Pujol informó que el agente número 5 estaba en condiciones de viajar a Canadá e instalar allí una red de espionaje desde la que suministrar información sobre este país y Estados Unidos. Kuhlenthal aceptó, tras advertir que este despliegue no debía poner en riesgo las actividades del resto de la organización en el Reino Unido. En agosto de 1943 Mills se trasladó a Canadá con la doble misión de suplantar al agente número 5 y ejercer como oficial de enlace de Janowskyn, conocido con el nombre en clave de Watchdog (perro guardián). Pocas semanas después, el caso Watchdog concluyó sin demasiados frutos y el agente alemán fue enviado a Londres bajo la custodia del MI5. De esta manera, Mills se pudo centrar de lleno en su principal cometido.
Los resultados de la conexión canadiense no fueron demasiado brillantes, aunque sí sirvió de supuesto refugio a algunos de los integrantes de la red cuando decidieron abandonar el Reino Unido en los siguientes meses. Los mensajes de Mills, por cierto, causaron cierto estupor y sorna entre los receptores del Abwehr, ya que pronto delató una faceta ridículamente cicatera. En su listado de gastos al servicio alemán incluía todo tipo de presupuestos menores y absurdos. En una ocasión, llegó a descontar del dinero que le enviaba el Abwehr el jornal del operario que retiraba la nieve del acceso a su vivienda. Cuando Madrid pidió una aclaración, respondió indignado que cómo querían que buscara información si no podía salir de su casa. En el haber del agente número 5 se anotó también la falsa captación de un primo suyo residente en Buffalo (EE UU) como colaborador de la red —agente 5(1)—, convirtiéndose en el único miembro de la organización que llegó a operar en Estados Unidos. Sus extensos informes empezaron a ser enviados en fecha tan tardía como enero de 1945, pero el Abwehr les dio una importancia ya innecesaria y, como tal, fueron transmitidos de Madrid a Berlín.
A pesar de la planificación de la conexión canadiense, las primeras semanas del otoño fueron especialmente tranquilas. La menor frecuencia de las comunicaciones impuesta por Madrid se unió a la escasa información suministrada por el Comité de los Veinte y el COSSAC. Este paréntesis, entre octubre y diciembre de 1943, no fue sinónimo de inactividad para Pujol, quien aprovechó para escribir un diario, con el propósito de enviarlo posteriormente a Madrid. La mayoría de las anotaciones se centraban en movimientos militares obtenidos por sus colaboradores, pero también introdujo curiosas referencias a su vida doméstica en Londres. Detalló, por ejemplo, que el inaccesible escondite donde ocultaba los códigos y la documentación más reservada estaba situado en un pequeño gallinero construido en el patio de su casa para poder abastecer a su familia de huevos frescos. La nota de humor fue incluso subrayada por el mismo Pujol para demostrar que él y su organización estaban tranquilos, en contraste con las reiteradas advertencias alemanas de que extremaran la seguridad. Para moderar el tono frívolo de esta confesión, concluía agradeciendo la preocupación expresada por Federico. Buen conocedor de la condición humana, el astuto catalán sabía que cuanto más estrecha fuera su relación personal con sus controladores alemanes, más sólida sería la confianza depositada en él. Y de momento, esa confianza le permitía seguir ganando adeptos.
En noviembre de 1943, el agente número 4 informó que había contactado con un sargento norteamericano de origen hispano, quien le había confundido con un ciudadano español, sin reparar en su origen gibraltareño. Su falsa nacionalidad fue excusa para conversar sobre la Guerra Civil española, en la que el militar se mostró radicalmente partidario de Franco. Pronto sus convicciones depararon más sorpresas. Su profranquismo sólo era comparable a sus sentimientos antibritánicos. Sobre la base de una supuesta identidad de ideas, Camillus cultivó la interesante amistad del sargento norteamericano —agente 4(3)—, destinado como administrativo en el cuartel general norteamericano en Londres.
Por otra parte, la marcha del agente número 5 a Canadá obligó a reforzar la cobertura en Escocia, donde sólo operaba Benedict. En diciembre de 1943 se incorporó a la red un marinero de origen griego residente en Glasgow. Se describió a este nuevo informador —agente 3(3)— como un convencido comunista que vivía con serias dificultades económicas. Tras ganarse su confianza, Benedict se presentó como un espía soviético que intentaba informar a Moscú sobre los preparativos aliados en Inglaterra para la invasión del continente. A cambio de una generosa suma, el marino aceptó convertirse en un estrecho colaborador en la costa oriental de Escocia. La red perfilaba su diseño definitivo, pero todavía faltaban por incorporarse las nuevas adquisiciones del más activo de todos los reclutadores de Pujol.
Fruto exclusivamente de la imaginación de los estrategas del MI5, bajo este siniestro nombre se agrupaba una ficticia organización independentista escindida del Partido Nacionalista Galés. El grupo, minúsculo y clandestino, según la versión de Pujol transmitida al Abwehr, se había pasado casi en bloque a la organización de Garbo en diciembre de 1943, gracias a la persuasión de uno de sus principales integrantes, Dagobert, el agente número 7. De entre sus filas, fueron reclutados un total de seis nuevos agentes, con Dagobert como responsable de la suborganización. Sus postulados fanáticos fueron un argumento creíble para justificar su adhesión y reforzar la estructura de la red ante el inicio de la Operación Fortitude, cuyas líneas maestras estaban siendo ultimadas. Al agente 7(2) se le presentó como David (Donny, según la asignación del Abwehr), marinero retirado y nacionalista radical al que se encomendaría la cobertura del área de Dover. Rags, un hindú convencido de la superioridad de la raza aria y de la necesidad de acabar con el dominio británico en su país, se trasladó al área de Brighton como agente 7(4) y con el nombre en clave de Dick. Al agente 7(5) se le adjudicó el alias de Drake con destino en la zona de Exeter. El agente 7(6), Drommond, se quedó en el sur de Gales, y al agente 7(7), Dorrick, se le ordenó desplazarse a Harwich.
Pero el caso más exótico, que permitió abrir un horizonte hasta entonces inexplorado, lo representó la única mujer del grupo. Era conocida por el M15 como Theresa Jardine —agente número 7(3)— y por los alemanes como Javelin. Había llegado a la hermandad a través de su relación sentimental con Dick, el agente 7(4), aunque sus destinos se separaron de forma drástica. Llamada a incorporarse al Servicio Naval Femenino, se la destinó a la escuela de entrenamiento de Mill Hill y posteriormente fue enviada al cuartel general del Mando del Sudeste de Asia en Ceilán (actual Sri Lanka). El auténtico asistente de la red en Ceilán, y suplantador de la identidad de Javelin, era en realidad Peter Fleming, un oficial experto en fraude estratégico que confeccionó varias cartas a partir de 1944 para Garbo, que las hizo llegar a Lisboa. Las cartas acabaron en manos del agregado militar japonés en Berlín, y a través de sus transmisiones a Tokio se pudo avanzar sustancialmente en el descifrado de los nuevos códigos nipones.
Por muy inverosímil que resulte esta ficticia red de nazis galeses y por increíble que parezca la ingenuidad del servicio alemán al aceptarla, el MI5 comprobó después cómo la realidad casi siempre supera a la ficción. Meses más tarde un marinero galés fue detenido acusado de actividades subversivas y de hacer apología del nazismo. Entre la documentación incautada se hallaron numerosos emblemas alemanes, esvásticas, panfletos profascistas y, lo más sorprendente, la confirmación de la existencia real de un pequeño grupo cuyo nombre resultaba muy familiar al servicio secreto inglés: Orden Mundial Ario.
A principios de 1944 la red Garbo estaba completa y en su momento de máxima actividad. Contaba con veinticuatro agentes[9], además del propio Pujol, y con ramificaciones en Canadá, Estados Unidos y Ceilán. Era la organización de este tipo de mayor tamaño en el servicio secreto británico y una de las que gozaba de mayor credibilidad dentro del Abwehr. Harris y Pujol podían estar satisfechos, pero ambos sabían que todo su trabajo había sido un ensayo para perfeccionar y preparar su reto inmediato. Y éste no era otro que la más importante operación de engaño acometida durante la Segunda Guerra Mundial para dar cobertura a la mayor operación anfibia de la historia militar: el desembarco de Normandía.