Capítulo VI
Al servicio de su majestad

Pujol llegó a Plymouth con las últimas luces del atardecer del viernes 24 de abril de 1942. Desde la ventanilla del hidroavión se divisaba el contorno abrupto de la costa y, a lo lejos, el relieve urbano de la ciudad portuaria. Olvidó por un instante la intensa sensación de frío que sentía desde que abandonó Gibraltar y se deleitó con su particular visión de la tierra prometida. Cuando el avión amerizó en la terminal de hidroaviones de Mount Batten, la estampa de la ciudad desde el mar le resultó acogedora y agradable, a pesar de los evidentes signos de que el país se encontraba en guerra. Había pequeñas lanchas militares y piezas de artillería que apuntaban al mar desde la bocana del puerto. Un retén de soldados vigilaba el muelle, y entre ellos, dos civiles aguardaban pacientes el amarre de la lancha que le trasladaba. Cuando pisó por primera vez tierra británica, uno de ellos se dirigió a Pujol en un perfecto castellano:

—Bienvenido a Inglaterra, señor Pujol, mi nombre es Tomás Harris, mi compañero es mister Grey: ambos nos encargaremos de acompañarle a Londres.

EL BAUTISMO DE GARBO

Pujol saludó con sorpresa. Le tranquilizó escuchar una voz familiar en un castellano tan correcto. Fue su primer contacto con Harris y la primera impresión positiva de él. Su acompañante se presentó en inglés. Era un hombre alto, de constitución fuerte, con ojos claros y voz grave. Cuando Pujol le dio la mano, no sabía que mister Grey era en realidad Cyril Mills, la persona que había intentado encontrarle en Lisboa. Menos aún podía imaginar que cuarenta años después sería el hombre cuyo emocionado abrazo le rescataría para siempre del olvido. Mills procedía de una familia canadiense dedicada al espectáculo, propietaria de un famoso circo de la época, el Circo Mills. Al comienzo de la guerra había ingresado en la sección Bl(a) del MI5. Durante un tiempo, Pujol seguiría llamándole simplemente mister Grey. Hechas las presentaciones, Pujol intentó aparentar una tranquilidad y serenidad que sólo eran parcialmente reales. La humedad y el frío de Plymouth le sirvieron de excusa para hacer un comentario sobre el clima, que Mills y Harris acogieron con una sonrisa comprensiva y una apostilla educada de este último acerca de la calidez del clima mediterráneo, tan distinto al de Inglaterra.

No tenía prisa por dirigir la conversación a la cuestión que le había traído. Prefirió tomarse un tiempo y obtener una primera impresión de la actitud de sus dos acompañantes. Ellos tampoco presionaron. Harris justificó su fama de buen anfitrión y, con una conversación distendida, se hizo merecedor de una confianza que ayudó a vencer la incertidumbre de las primeras horas. Aquella noche se alojaron en un hotel de la ciudad. Durante la cena, Harris informó a Bovril[1] del plan de trabajo para los próximos días. Iría a Londres para ser interrogado sobre sus actividades y se alojaría en una casa del MI5, en un tranquilo barrio de la capital, habitualmente a salvo de los bombardeos alemanes.

A la mañana siguiente, les esperaba un coche oficial conducido por Jack Horsfall, chófer habitual del MI5 y durante los siguientes días conductor y escolta del agente español. En el trayecto hablaron de su estancia en Lisboa y de algunos de sus imaginativos engaños, a los que Harris solía responder con una risa franca y jovial, mientras fumaba compulsivamente un cigarrillo tras otro, de tabaco negro español, que él mismo liaba con sus dedos amarillentos, contagiados del color cetrino del tabaco. Esta cordialidad convirtió el trayecto en un viaje cómodo, incluso divertido, que permitió a Pujol relajarse y afrontar con serenidad la que sabía que era la prueba más difícil de su nueva etapa.

Se instaló en una vivienda en Elliott Road, 55[2], en Hendon, una zona residencial situada al norte de la ciudad. La casa era un inmueble de dos plantas, de fachada blanca y tejado rojo, de apariencia cuidada e interior confortable, atendida por un ama de llaves de origen ruso y de la plena confianza del MI5, miss Titoff. Su habitación estaba amueblada con austeridad. Una cama, una mesa y una silla era todo de cuanto disponía en su cuarto, con vistas a un pequeño jardín trasero, aislado del vecindario. La vivienda fue el centro provisional de los interrogatorios y de las primeras actuaciones de Pujol, aunque poco después se decidió habilitar una pequeña oficina situada en Jermyn Street, muy próxima a la sede del MI5, donde Harris tenía su propio despacho. El 26 de abril comenzó el implacable cuestionario. Mills hacía las preguntas y Harris ejercía como traductor. Más tarde se incorporó a la investigación Desmond Bristow, en calidad de supervisor de la sección V, que fue presentado al español como el capitán Richards. Pujol adoptó una actitud totalmente colaboradora, tranquila y confiada, reflejada en sus informes tanto por Mills como por Bristow, quien periódicamente iba comentando a Philby los avances del caso:

Kim me sonrió a través del humo de los cigarrillos que flotaba en la estancia y me preguntó:

—Bien, Desmond, ¿có-có-cómo es nuestro amigo?

—¡Muy bien! —repliqué—. Es increíblemente relajado y parece que disfruta contestando las preguntas que le hacemos. Le encantó la recepción que se le dio y el tratamiento que ha recibido de todo el mundo. Le gustan sobre todo los huevos con tocino que le sirven en el desayuno; al parecer, desde 1936 no había visto en su plato nada parecido al tocino… Sin lugar a dudas, era él quien remitía las notas a nuestros enemigos en Berlín. Él es Arabel —le contesté.

—¿Estás completamente seguro, Desmond? —preguntó Kim.

—Sí, totalmente seguro. Pujol conoce las fechas y el contenido de los mensajes y no creo que sea un agente alemán. Al parecer se ha inventado un personaje propio a partir de ciertas nociones románticas sobre el espionaje, o quizá lo hace por dinero. Aparentemente, los alemanes le estaban pagando muy bien.

—Bien, aún es prematuro para decirlo, pero de lo que sabemos hasta ahora se desprende que podría sernos de utilidad —dijo Kim[3].

Los interrogatorios sirvieron a Harris para formarse una idea precisa y completa de Pujol y de sus actividades antes de llegar a Londres. Al parecer, también inventó algún episodio ficticio, para dar más consistencia a sus argumentos. Bristow cita que, preguntado por los motivos de su antinazismo, aseguró que un hermano suyo exiliado en Francia había sido asesinado por la Gestapo. Harris, sin embargo, no menciona este hecho en su informe oficial y sí describe con detalle el pormenorizado estudio al que fueron sometidas las copias de sus cartas. El texto cuadraba perfectamente con las transcripciones inglesas de los mensajes ISOS y ULTRA captados al Abwehr sobre Arabal. Por último, le pidieron que redactara un mensaje similar a los que solía enviar a Madrid. Únicamente necesitó diez minutos para probar que la letra y el estilo de las cartas en posesión del MI5 y las del texto que acababa de escribir eran iguales. Fue la prueba definitiva que confirmó la identidad entre Pujol y Arabal. Cuando terminaron los interrogatorios, Mills, Harris y Bristow recomendaron su incorporación como agente doble.

Imagen

Casa de Londres donde vivió Pujol, en Elliott Road, 55.

EL MI5 y el MI6 aceptaron la propuesta. Harris fue nombrado oficial encargado de Pujol (case officer), enlace entre éste y el servicio secreto. Bristow se retiró del caso y poco después sería nombrado jefe de la estación del MI6 en Gibraltar. Cyril Mills completó la nueva personalidad de Pujol, distinguiéndole con el nombre en clave con el que sería siempre conocido. A Mills, un entregado admirador de Greta Garbo, le pareció que la actuación del español había sido digna de un actor del nivel de la diva sueca. Así, entre la ironía y la convicción, Bovril se convirtió en Garbo[4].

Harris propuso a Pujol servir como agente doble desde Londres, lo que suponía prolongar indefinidamente una estancia inicialmente pensada para un mes. Pujol estuvo de acuerdo, siempre y cuando el MI5 se comprometiera a traer a su mujer y a su hijo desde Lisboa. Como cobertura para justificar su estancia, Harris le facilitó documentación falsa a nombre de Juan García, y una tapadera laboral como traductor en la BBC y asesor en la sección española del Ministerio de Información. García, como se presentaba ante nuevos conocidos, comenzó a desarrollar junto a su misión una vida paralela y cotidiana en la que aprendió a disfrutar de su rutina londinense. Por la mañana, se dirigía desde Hendon a la oficina en Jermyn Street, solía almorzar con Harris en el restaurante Martínez de Swallow Street, típicamente español, o en el Garibaldi. Por la tarde, acudía a clases para aprender inglés y al anochecer regresaba a Hendon. Nada extraordinario, pero suficientemente regular y pausado para recobrar cierta normalidad en sus hábitos y el gusto por los destellos de lujo y diversión que Londres aún permitía disfrutar, a pesar del escenario bélico.

Pujol también se acostumbró con facilidad a su modesta oficina: un cuarto pequeño escasamente iluminado, con el espacio justo para instalar dos mesas y unas sillas, sobre las que se reflejaba la luz de una pequeña lámpara, casi siempre encendida. Solía sentarse junto a la pared, entre un escritorio envejecido y un archivador en el que se apilaban hojas en blanco y copias de los borradores redactados. Junto a Pujol y Harris también trabajaba en el despacho Sara Bishop, contratada meses antes por el MI5 y cuyo dominio del español extendía sus funciones más allá de las habituales de una secretaria. Bishop fue la traductora, ayudante y confidente de Garbo cuando Harris no estaba en la oficina. A partir de 1943, se instaló una cuarta persona, Charles Haines, el operario de radio, que transmitiría y recibiría los mensajes de Garbo a través de una pequeña emisora instalada en el patio trasero de la casa de Hendon. A finales de mayo de 1942, Garbo ya estaba completamente instalado en Londres, dispuesto a desarrollar junto a Harris la que iba a ser la mayor operación de engaño diseñada contra el Abwehr alemán.

Una vez establecido, Pujol pidió al MI5 que trajeran a Londres a su mujer y a su hijo. La petición, aparentemente sencilla, no lo era tanto. Araceli no tenía pasaporte propio, sino que estaba incluida en el de su marido, y enviar este documento a Lisboa para facilitar su salida suponía exponerse a que alguien pudiera comprobar que la llegada de Pujol a Inglaterra se había producido en abril de 1942 y no en julio de 1941, como creía el Abwehr. Finalmente y no con pocas dificultades, Araceli y su hijo Juan llegaron a Londres. Entretanto, Federico aguardaba en Madrid. Como cobertura a su salida de Lisboa, Pujol había alegado que una neumonía le tendría en cama bastantes días, alejado de la observación sobre el terreno. Desde la fecha de su viaje hasta el final de los interrogatorios en Londres habían transcurrido casi tres semanas. Pero antes de restablecer la comunicación debían hallar un sistema para las cartas, sin que Madrid advirtiera ninguna diferencia respecto al anterior. Risso-Gill se convirtió de nuevo en el hombre clave. Londres remitiría la correspondencia por valija diplomática a Lisboa y él se encargaría de franquearla por correo ordinario a las direcciones facilitadas por el Abwehr. Él sería también el encargado de recoger los informes remitidos por Federico a la caja de seguridad contratada por Pujol.

La primera carta desde Londres fue enviada el 27 de abril de 1942, aunque realmente se fechó el día 12. La carta iba dirigida a don Isidro Crespo, un empresario madrileño con quien supuestamente Pujol debía tratar algunos asuntos relacionados con licencias de importaciones y exportaciones. En su texto oculto, notificó a Federico la obtención de un empleo en la BBC que le permitiría prolongar su estancia en la isla.

Desde un principio, los responsables del MI5 se dieron cuenta de que la colaboración entre Harris y Pujol era perfecta, un binomio complementario en el que Garbo aportaba sus contactos y su imaginación, y Harris su intuición brillante y la información procedente del servicio secreto. En ocasiones se ha querido devaluar la función de Pujol, al asegurar que era un mero transmisor de las instrucciones de Harris, un aspecto que este último siempre negó, atribuyendo a su colaborador español una amplia iniciativa, especialmente eficaz en la extensión de la red ficticia de sub-agentes por toda Inglaterra y a terceros países:

No es nuestra intención dar la impresión de que él actuó simplemente como un mero redactor y que bajo nuestro control su iniciativa y su destreza fueron suprimidas. Todo lo contrario, su completa colaboración permitió continuar con éxito el trabajo que él brillantemente había iniciado, además de supervisar y ayudar al desarrollo de la organización nacida de su imaginación. Garbo examinaba celosamente el desarrollo de todo el trabajo, excepto la elección del material que debíamos pasar al enemigo a través de él[5].

El MI5 aumentó progresivamente su confianza en Garbo, pero siempre bajo las cautelas impuestas a todo informador cuyo origen no hubiera sido supervisado por el propio servicio inglés. El estricto sistema de seguridad marcado a los agentes dobles suponía una regla de obligado cumplimiento, que implicaba no conocer al resto de los agentes o ignorar la procedencia de la información que transmitían. Este recelo motivó que, durante los años que estuvo en Londres, apenas pisara ningún departamento oficial, ni siquiera la propia oficina de Harris en la sede del MI5. Su teléfono privado estaba pinchado y su correspondencia personal con sus familiares en España, sometida a censura. Durante las primeras cinco semanas que permaneció en Inglaterra, un funcionario le acompañó las veinticuatro horas del día. Jamás se le permitió utilizar la tinta invisible sin la presencia de un miembro del servicio secreto, ni se le explicó la compleja organización que operaba en torno a él. Al comienzo tampoco supo exactamente en qué departamento trabajaba. Transcurrieron bastantes meses hasta averiguar que colaboraba para el MI5. Desde el primer día, Pujol afrontó está obligada desconfianza con un exquisito equilibrio. Intuía mucho de lo que supuestamente desconocía, pero nunca intentó averiguar más de lo que se le quería decir. Esta modestia en sus planteamientos facilitó y acrecentó su excelente relación con Harris.

La tutela del Gobierno británico se tradujo en una mejora inmediata en la calidad de la información enviada a Madrid y en una frecuencia más fluida de las cartas. Igualmente se diversificó el destino de las mismas. Pujol comenzó a utilizar de forma habitual el apartado de correos de Kuhlenthal en Madrid, a nombre de Germán Domínguez. También solía escribir a dos supuestas familiares, como contactos: a Carmen Fernández en la madrileña plaza de Callao, y Concepción Fernández. Otra de las direcciones de cobertura fue la de Manuel Rodríguez Iglesias, de quien constaban dos domicilios distintos, en la calle Lista y en la calle Ayala de Madrid. El propio Pujol, según quién fuera el destinatario, adoptaba identidades distintas. Así, a Manuel Rodríguez le escribía como Rodolfo, y a Germán Domínguez como Jaime Martínez o Jorge Garrigan, haciéndose pasar por un empresario con negocios pendientes en la capital británica. En el caso de otra de las direcciones tapadera, la de Petra García, en la calle San Bernardo de Madrid, incluso asumió la identidad de una mujer que firmaba con el nombre de Antonia[6]. A su vez, Pujol recibía cartas de Federico bajo el seudónimo de José Jiménez o de Ramón González, este último su cuñado, hermano de Araceli, cuya identidad era usurpada frecuentemente por los funcionarios germanos para enviar a Londres pequeños objetos en los que camuflar las pastillas de tinta incolora o los microfilmes, en los que notificaban a Pujol qué nuevos intereses eran prioritarios para Berlín.

Uno de los primeros objetivos a los que se entregaron Pujol y Harris consistió en extender la red de colaboradores. Crear nuevos agentes no significaba añadir nombres a la lista. Había que dotarles de una personalidad, un objetivo y un motivo creíble de colaboración, ideas o dinero, que les hiciera parecer reales y convincentes. Este trabajo requería un increíble esfuerzo de organización, dado que en su momento de mayor expansión la falsa organización Garbo/Arabal llegó a contar con veintisiete[7] personas inexistentes, pero que bajo la perspectiva del Abwehr operaban, espiaban y enviaban cualificados informes. Esto incrementó el trabajo de Pujol, obligado a acumular horas en su escritorio a medida que aumentaba la organización. Sus primeros informes, cuya extensión apenas ocupaba unas líneas, un folio a lo máximo, fueron poco a poco sustituidos en su etapa londinense por amplias descripciones que llegaron a superar las veinte hojas. La precisión organizativa de Harris era tal que incluso cuantificaba el número de palabras escritas en ellos:

El volumen de su trabajo se incrementó notablemente. Él [Garbo] redactó no menos de 315 cartas con tinta invisible del total de 423 escritas por la organización. Ninguno de los documentos tenía menos de 500 palabras e incluso algunos de ellos fueron textos de unas 8000 palabras, estimando que sus cartas incluían una media de entre 1500 y 2000 palabras. Él era también el responsable de escribir el texto de cobertura en tinta normal de todas estas cartas, un considerable esfuerzo que desarrolló con gran habilidad. Además, ultimó la versión final de unos 1200 mensajes de radio, de una media de 75 letras cada uno, del total de 1339 mensajes trasmitidos por la organización[8].

Desde su intuitiva imaginación, Pujol contribuyó a diseñar el perfil y la identidad de sus futuros cómplices. Éstos eran de dos tipos: los que pasaban información, conscientes de que su destino último era Berlín, y los que facilitan datos sin conocer el alcance de sus hechos. A los primeros el MI5 les denominaba agentes y se les asignaba normalmente un nombre en clave. A los segundos se les definía como colaboradores inconscientes y se les adjudicaba un número precedido de la letra J, que indicaba su pertenencia a la red de Juan Pujol. A este último grupo pertenecía el primer ayudante falso de Pujol, el piloto de la KLM identificado como J(1). En el grupo de agentes se integraban las tres adquisiciones de Pujol inventadas en Lisboa: Carvalho (agente número 1), Gerbers (agente número 2) y Benedict, el venezolano que sería la mano derecha de Pujol (agente número 3). Sobre esta base, Garbo y su oficial al cargo trazaron progresivamente nuevas incorporaciones hasta completar la red. Pujol aconsejaba, Harris analizaba y juntos creaban personajes que iban adquiriendo dimensión propia en el cuaderno de notas de Harris, el auténtico diario de navegación de la singladura de la organización. Cada nueva creación era sometida a la aprobación del Comité de la Doble Cruz y, una vez autorizada, se informaba a Madrid.

En su primer mensaje desde Londres, fechado el 12 de abril, Pujol notificó la existencia de unas baterías antiaéreas en Hyde Park. La información procedía de un supuesto piloto de la Real Fuerza Aérea (RAF), amigo de Pujol y que pasó a ser descrito como el colaborador J(2). Su relevancia en la red resultó mínima y sólo se recurrió a él en contadas ocasiones. Las nuevas adquisiciones realmente importantes consistieron en un alto cargo del Ministerio de Información y un camarero gibraltareño. El primero no fue identificado, simplemente se le mencionó como J(3). Su creación fue idea de una de las hermanas de Harris, Enriqueta[9], quien también trabajaba en el ministerio y estaba al corriente de la misión de Tomás. El Abwehr tuvo conocimiento por primera vez de este confidente el 16 de mayo de 1942, y aunque nunca se mencionó su nombre, Garbo ofreció suficientes indicios como para que Madrid creyera que J(3) era el alter ego de W. B. McCann, el auténtico jefe de la sección española del Ministerio de Información. Se le consideraba una de sus referencias más fiables y categóricas para cuestiones políticas y estratégicas de alto nivel. «Cree que Garbo es un exiliado republicano español y le trata como íntimo amigo personal. Es un colaborador inconsciente.»[10] Obviamente, al igual que el resto de los integrantes de la red, J(3) nunca existió, o mejor dicho, sólo cobró vida en las mentes de Harris, Pujol, y sus contactos alemanes en Madrid. La segunda incorporación de peso al equipo fue Fred (agente número 4), identificado por los alemanes como Camillus, un gibraltareño que trabajaba de camarero en Londres y con el que Pujol aseguró haber entablado amistad. Fue captado por su odio a los británicos, acrecentado después de haber sido evacuado del Peñón. Garbo informó a Madrid sobre Camillus por primera vez el 27 de mayo de 1942.

Para valorar la acogida que los nuevos miembros de la red merecían en el servicio alemán, Harris contaba con la transcripción de los informes a Berlín, que describían los avances de Arabal. En ellos se apreciaba un constante reconocimiento en la consideración del Abwehr y, por tanto, una demostración de que la estrategia emprendida era correcta. Esta impresión fue ratificada por el propio Federico, quien el 14 de mayo envió una nueva carta en la que expresaba el temor a que Pujol hubiera sido detenido en las semanas en las que cesó la comunicación. Comprobado que todo había sido una falsa alarma, alabó su trabajo, le envió nuevas direcciones tapadera en Madrid y Lisboa y se comprometió a mandar más dinero. Había otro punto del texto de sumo interés: se autorizaba a utilizar el correo aéreo ordinario para enviar sus cartas cuando existieran problemas en su método habitual. Esto suponía un cambio sustancial y ventajoso respecto al complejo sistema de la valija diplomática y la recepción en Lisboa. Ofrecía, además, la posibilidad de franquear las cartas en Londres, con lo que los alemanes tendrían la certeza de que su colaborador español se encontraba realmente allí. El correo aéreo ordinario fue utilizado a partir de entonces con relativa frecuencia.

A través de los mensajes captados, el MI5 también tuvo una idea precisa de los nombres que el Abwehr[11] adjudicaba a los ficticios agentes de Pujol y la forma en que se transmitían sus informes a Berlín. En un procedimiento que no sufrió alteraciones durante el resto de la guerra, la Embajada de Alemania en Madrid identificaba la red de Pujol como la red Arabal y los mensajes firmados por él mismo se enviaban a Berlín con el alias de Alaric o el nombre en clave de V-mann 319. Para informar de su procedencia, Kuhlenthal encabezaba los informes con su nombre en clave de Felipe y, en menor medida, como Carlos. De este modo, los informes que Madrid enviaba a Berlín los iniciaba como: «V-mann 319 vía Felipe informa sobre… o V-mann Alaric de la red Arabal asegura que…»[12]. Los mensajes eran radiados al cuartel general del Abwehr en Berlín con una numeración específica y consecutiva, haciendo constar la fecha, la hora y la persona a la que debían ser entregados, normalmente a un agente denominado Harold y, en algunas ocasiones, a otro conocido como Erizo.

Con el tiempo, Pujol no sólo perfeccionó la redacción de sus textos, también corrigió hábilmente el tono de los mismos. Creía haber llegado a un equilibrio que le permitía cierto dominio de la situación. Ya no incurría en algunas de las dudas ni cometía los errores de sus primeros mensajes. Ahora sus informes eran más seguros, precisos e incluso arrogantes, pero este estudiado cambio de actitud no sólo fue producto de la cobertura del servicio secreto británico, sino que se gestó antes de su salida de Lisboa. A raíz de algunas respuestas alemanas, dedujo que el grado de confianza depositado en él sólo era superado por el desconocimiento que el Abwehr tenía sobre la realidad británica y su situación militar. Superado el recelo inicial de Madrid y su propia inexperiencia, pensó que el mejor modo de disimular sus carencias era infundir seguridad en el contenido de sus mensajes, a veces, incluso, con un tono enérgico, sin quebrar por ello el entendimiento fluido que mantenía con Federico y Kuhlenthal. Para Harris, extrañado testigo de un estilo personal que respetó y mantuvo, ésta fue la primera indicación clara de que era necesario tomar la iniciativa y adoptar una posición firme ante la más mínima alusión de engaño. Cuanto más autoritario se mostraba, mayor era la colaboración alemana; cuanto mayor era el talante desafiante de sus mensajes, mejor era la consideración que recibía en las repuestas. Pujol iniciaba su ascenso en el escalafón de la red de agentes dobles avalado por la confianza alemana y el creciente respeto que su influencia generaba en el MI5. Londres empezó a tenerle como una valiosa adquisición a la que debía cuidar y proteger.

El 14 de junio de 1942 Pujol notificó que había sido captado un nuevo agente venezolano, hermano de Benedict. Su nombre nunca fue mencionado, aunque para Berlín fue conocido como Ahorn o Moombeam (agente número 5). Se describió a este quinto miembro de la red como un aventurero que actuaba siguiendo los pasos de su hermano sin temor al riesgo. Fue enviado ficticiamente a la isla de Wight, donde los alemanes tenían interés en desplazar un espía. Su entrada en la isla fue narrada en términos casi novelescos, pero nuevamente aceptados como verídicos por Berlín. El agente número 5 sería posteriormente el responsable de la extensión de la red a Canadá, donde se le destinó en 1943. Dos meses después, en agosto de 1942, Garbo anunció que había reclutado a un ciudadano de Sudáfrica residente en Londres, al que identificó como Dick (agente número 6). Su perfil ideológico era el de un anticomunista radical y simpatizante del nazismo que aceptaba colaborar por convicción. Intelectualmente, se le presentó como una persona de amplia formación, un lingüista de primer nivel que llegaría a ser contratado por la Oficina de Guerra debido a su conocimiento de varios idiomas. Éste fue el equipo inicial con el que Garbo operó hasta prácticamente finales de 1942.

En esa misma época, Harris y Garbo acometieron un nuevo engaño con el que financiar sus actividades gracias a los fondos alemanes. El recién incorporado agente número 6, Dick, fue el mentor de esta estratagema denominada Operación Dream. Desde hacía semanas, Pujol intentaba convencer a Madrid del envío de más dinero para hacer frente a los gastos de la organización. Estas remesas en dólares o escudos se depositaban en su caja de seguridad en Lisboa. Kuhlenthal creía que una vez allí eran cambiados a libras por Joseph Smith Jones y remitidas a Pujol en Londres a través de su enlace aéreo de la KLM. Sin embargo, el aumento de las sumas hizo de este sistema un método poco práctico e inseguro.

Pujol había empleado un tono de queja y amargura en sus últimas cartas, con el fin de obtener más recursos; incluso propuso sin éxito que se abriera una cuenta en un banco portugués, desde el que transferir los fondos a Londres. Mientras discutían esta cuestión, Harris fue informado de que varios empresarios españoles, dedicados a la importación de fruta en Londres, disponían de 30000 libras esterlinas que querían cambiar en pesetas españolas o escudos portugueses. Harris ideó un sistema para financiar con este dinero las actividades de la red. Cyril Mills se identificó ante ellos como representante de una compañía aseguradora que tenía retenidos en Madrid tres millones de pesetas, disponibles para canjear por libras. Los importadores aceptaron el trato y pactaron un cambio de cien pesetas por cada libra esterlina. Pujol notificó a la Embajada alemana que el agente número 6 había acordado una operación para conseguir libras, pendiente tan sólo de su autorización. Pujol rebajó la cifra a cinco mil libras para que fuera aceptada por Federico y sus superiores. El sistema parecía sencillo: él recibiría en Londres las cinco mil libras de los empresarios españoles, y la Embajada alemana tendría que entregar en Madrid su contravalor, quinientas mil pesetas, a la persona y dirección que les indicara. Este procedimiento no sólo funcionó en esta ocasión, sino que fue utilizado durante bastantes meses y se convirtió en la principal fuente de ingresos de la organización Arabal.

Paralelamente, Pujol había demandado a Madrid documentación falsa para acreditar su coartada ante el Ministerio de Información como republicano exiliado. El 8 de diciembre de 1942, Federico le respondió en su carta número 37:

En nuestro poder todas sus cartas hasta la 113 inclusive. Espero de un momento a otro con interés suya 114, igualmente nuestro poder su declaración respecto propiedad libras resultante de operación cambio pesetas. Comunícole que bolitas para nuevo revelador no fueron enviadas hasta hoy, pues esperábamos confirmación suya haber recibido instrucciones nuevo sistema de revelado. Respecto a su colocación en un departamento oficial estamos conformes, pues le servirá de magnífico camuflaje. Estoy preparando documentación roja para usted que enviaremos tan pronto esté lista. No dudamos de la veracidad de sus informes, los cuales son valiosísimos[13].

Estas bolitas para el revelado fueron entregadas en el envoltorio de un lápiz que Federico, bajo la identidad de José Jiménez, hizo llegar a Pujol a través de la caja de seguridad, con una carta enviada el 9 de diciembre de 1942. Su texto de cobertura es un brillante modelo del doble sentido que camuflan sus palabras:

Mi querido y estimado amigo:

Sirva la presente para enviar a usted, en vísperas de las próximas Navidades, los más cordiales saludos y felicitaciones, rogándole que acepte como obsequio el pequeño regalo que a la presente le acompaño en forma de un lápiz.

Ruego a usted no mire el valor del mismo, pues bien poco es, pero sí debe usted saber que con este pequeño regalo quiero demostrar a usted una vez más el gran afecto que a usted tengo[14].

La ampliación de la red Garbo no sólo pretendía aumentar su eficacia, sino que también cumplía otros dos objetivos de extrema importancia para el MI5. En la medida en que la organización de Pujol extendía su radio de influencia, disminuía la necesidad del Abwehr de enviar espías propios. Asimismo, resultó un medio eficaz y discreto de averiguar si existían más agentes operando en el país. De las averiguaciones de Pujol y del resto de la red de agentes dobles, Londres llegó a la conclusión de que no. Todos los informadores alemanes habían sido arrestados o trabajaban como agentes dobles.

EL SISTEMA DE LA DOBLE CRUZ

Una de las claves para entender el éxito obtenido por Pujol reside en la experiencia que los ingleses ya habían acumulado en casos similares. En el momento en que Pujol llegó a Londres, operaban más de una docena de agentes dobles trabajando al servicio del coronel T. A. Robertson, TAR, en la sección Bl(a) del MI5. Cada agente doble, como ocurría con Garbo, funcionaba como un comando autónomo, aislado del resto de los espías, y bajo la supervisión de un oficial británico.

Antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, el Abwehr no había considerado a Inglaterra como un objetivo prioritario. Hasta entonces sus mayores esfuerzos se habían centrado en los Balcanes, la península Ibérica o los países limítrofes con Alemania. El signo de los intereses de Berlín cambió con la contienda. El Reino Unido adquirió un interés preferente para el servicio secreto alemán, necesitado de introducir agentes ante la inminencia de la Operación León Marino, el nombre con el que se había bautizado el plan de invasión de Gran Bretaña. Esta precipitación, así como la atenta vigilancia del MI5 y el MI6, convirtieron el desembarco clandestino de agentes en uno de los más sonoros fracasos de Canaris. Diecinueve agentes fueron lanzados en paracaídas o trasladados por mar hasta el Reino Unido. La mayoría, trece, llegó entre septiembre y noviembre de 1940. Todos fueron detenidos, interrogados y juzgados. Sin embargo, la mayor parte de los colaboradores del Abwehr no entraron en el país ilegalmente, sino que lo hicieron con su documentación en regla, camuflados entre la multitud de refugiados que huía a Inglaterra escapando de la ocupación nazi, o como residentes de países neutrales. Según los archivos del Campo 020, de los cuatrocientos ochenta sospechosos de actuar al servicio de Berlín internados en este centro, catorce fueron fusilados, uno se suicidó, cincuenta y cinco fueron liberados y once se convirtieron en agentes dobles. El resto cumplió condena hasta el final de la guerra[15].

El número de agentes dobles osciló desde un único caso en 1939 a diecinueve en los meses finales del conflicto. En el momento de máxima actividad de la red Garbo, coincidiendo con la planificación de Fortitude en enero de 1944, había quince falsos espías alemanes trabajando al servicio de Londres, de los que siete operaban con transmisores de radio[16].

El primer caso conocido de agente doble, y en buena medida responsable de la detención de muchos otros espías, se remonta a los meses previos al estallido de la guerra y tuvo como protagonista a Arthur Owens, un ingeniero galés de ideología independentista y nacionalidad canadiense. En 1936 Owens se ofreció al servicio de inteligencia naval británico para enviar la información obtenida en sus frecuentes visitas a Hamburgo por motivos de negocios. En septiembre de ese mismo año Londres descubrió que Owens trabajaba en realidad para el Abwehr. Sometido al dilema de enfrentarse a la justicia o al MI5, Owens aceptó cooperar como agente doble bajo el seudónimo de Snow (nieve). En septiembre de 1938 fue designado por el servicio alemán como el coordinador de las operaciones de espionaje en Inglaterra. Desde su estación de enlace en Hamburgo, se le hizo llegar a la estación Victoria de Londres la emisora de radio con la que habitualmente el Abwehr dotaba a sus colaboradores en el extranjero. Este modelo de transmisor, conocido como AFU, había sido fabricado expresamente por Telefunken para el servicio secreto alemán. Era suficientemente pequeño para ser transportado con comodidad, pero poseía la potencia necesaria para poder emitir desde Inglaterra.

Iniciada la guerra, en septiembre de 1939, Snow fue encarcelado, pero poco después se le liberó, con el propósito de que desarrollara una intensa actividad como agente de inteligencia. Viajó en varias ocasiones a la todavía neutral Bélgica, vigilado por un agente del MI5, supuestamente colaborador suyo. Se trataba de Gwilym Williams, inspector de policía ya retirado que se hacía pasar por un independentista galés, la misma persona que dos años más tarde entablaría contacto con Luis Calvo en Londres. En marzo de 1940, Snow fue informado de la navegación de un barco espía alemán frente a las costas noruegas y se le remitió la clave en la que radiaba sus mensajes. Este hecho permitió al MI5 descifrar numerosos mensajes y acceder a otros códigos similares. El siguiente gran logro de Owens fue poner al descubierto la entrada en Inglaterra de nuevos agentes alemanes, gracias a la información que previamente le suministraban desde la estación base de Hamburgo. A su llegada a territorio británico, los sorprendidos espías no encontraban explicación a su inmediata detención. Su arresto solía ser el paso previo a una condena a muerte, de reclusión o, en el mejor de los supuestos, de una colaboración forzada[17].

El control sobre la infiltración nazi enfrentó al MI5 al problema de hacer compatibles estas detenciones sin despertar las sospechas del Abwehr. En este sentido, la red de agentes dobles se convirtió en un instrumento muy útil. Sus propios miembros informaban en ocasiones a Berlín de la deserción o el arresto de otros informadores, atribuyendo siempre estos hechos a actuaciones policiales aisladas o a indiscreciones de los propios espías. No existen evidencias que indiquen que el servicio secreto alemán conociera la existencia de una red de estas características en el Reino Unido y, menos aún, de la magnitud real que adquirió.

A finales del verano de 1940, la sección Bl(a) contaba con ocho espías de estas características. Para reforzar la actividad del departamento se incorporaron nuevos oficiales, como Cyril Mills o John Marriott, un prestigioso abogado de Londres. Del primero ya conocemos qué papel jugó en la labor de Pujol. El segundo también tendría, desde su puesto como secretario del Comité de la Doble Cruz, una responsabilidad crucial en sus actividades posteriores. El mayor problema que aportaba la red de agentes dobles, desde la perspectiva inglesa, era el suministro de información. Era necesario que los distintos agentes no enviaran datos contradictorios, que fueran convincentes, y que no delataran movimientos reales de tropas ni desenmascarasen operaciones confidenciales. La envergadura de este trabajo fue la labor más compleja, ya que la propia naturaleza de la información exigía que sólo fuera conocida por un exiguo círculo de militares.

Con este objetivo, al comienzo de la guerra se creó un comité especial de coordinación, denominado Consejo Telegráfico, integrado por el coronel Stewart Menzies, jefe del MI6, el mayor general Beaumont-Nesbitt, director de Inteligencia Militar, y el almirante Godfrey, director de Inteligencia Naval[18]. El Consejo Telegráfico decidía qué información y bajo qué condiciones podía ser suministrada a Berlín, recibía informes periódicos de la red de agentes dobles y, en última instancia, evaluaba la valía y el alcance de cada agente. A medida que se incrementaba la red, se hizo necesaria una organización de menor nivel pero más ágil. La responsabilidad recayó sobre un nuevo órgano, creado en junio de 1941 y que se convertiría en el departamento más secreto y reservado del servicio de inteligencia inglés: el Comité de los Veinte o Comité de la Doble Cruz. Se llamó así porque veinte eran las personas que lo integraron en un principio, aunque habitualmente era más conocido como el Comité de la Doble Cruz o Comité XX (que indica la cifra en números romanos). El hombre designado para presidir tan confidencial grupo fue John Cecil Masterman, destacado alumno de Oxford, atleta brillante e influyente miembro del servicio secreto inglés desde su incorporación en 1940. Masterman eligió como secretario del comité y segundo responsable a John Marriot. El número y la identidad de los integrantes variaron durante la guerra, aunque algunos de los más estables fueron TAR Robertson y Ewen Montagu, este último representante de Inteligencia Naval y amplio conocedor de la labor de Garbo. El comité solía reunirse los miércoles, analizaba los avances de la red, coordinaba la información, mediaba ante las distintas unidades a las que se requería colaboración y filtraba la información relevante procedente del Abwehr.

A las reuniones solían acudir también algunos de los oficiales adscritos a la supervisión de un agente si su caso iba a ser tratado ese día. Ser citado por el Comité XX era una distinción de confianza y lealtad un mérito imborrable en el expediente de cada funcionario convocado al santuario más reservado de los servicios de inteligencia. Bristow asistió durante las primeras cuatro semanas de Pujol en Inglaterra, cuando el comité comenzó a interesarse por su caso. Después sería el propio Harris quien asistiría a las reuniones del Comité de la Doble Cruz, toda vez que la creciente importancia de la organización Garbo requería el testimonio de su más directo artífice y conocedor. Sin duda, Harris no hubiera llegado a traspasar el umbral de la sede del MI5 si entonces hubieran pesado las dudas que sobre su lealtad recayeron años después.

HARRIS, EL PINTOR ESPÍA

La entrada lateral del Museo del Prado en Madrid suele estar repleta de visitantes y turistas. Casi nadie repara en dos placas de mármol colocadas entre las columnas de acceso al Museo, donde están inscritos los nombres de numerosos benefactores de la mayor pinacoteca española. Entre ellos es fácil reconocer el de Tomás Harris, el más sencillo de los nombres esculpidos entre tanta proliferación de apellidos compuestos y títulos nobiliarios. Tomás Harris Rodríguez marcó su impronta en la posteridad no como agente de inteligencia, sino con su brillante labor como pintor y su generosa actividad como mecenas y marchante, aunque también poseyó la rara cualidad de provocar un recuerdo memorable y afectuoso en quienes le conocieron.

Físicamente, su aspecto recordaba las siluetas estilizadas y espirituales de uno de sus pintores más admirados: el Greco. Alto, delgado, moreno y de mirada sugerente, Harris personificaba una elegancia peculiar, bohemia pero cuidada, enmarcada en un semblante con ciertos rasgos gitanos heredados de su madre y una expresividad más latina que sajona. Su devoción por la pintura y su talento como artista lo heredó de su padre, Lionel Harris, un inglés de origen judío y considerable fortuna, que vivió varios años en España atesorando una valiosa colección de antigüedades y cuadros. A su regreso a Londres, Lionel Harris fundó, en el elegante y exclusivo Conduit St. Mayfair de Londres, la Galería de Arte Española, una exposición inédita en el Reino Unido especializada en la venta de obras de Velázquez, Goya o el Greco, y que rápidamente se puso de moda entre la aristocracia británica. De su madre, la sevillana Enriqueta Rodríguez, adquirió su apasionado carácter y su amor por España.

Tomás Harris nació en Londres en 1908. Creció entre lienzos y óleos, y sobre ellos construyó una portentosa imaginación y un talento precoz. A los quince años, la Slade School of Fine Art de la Universidad de Londres, la escuela inglesa más importante de arte, hizo de su caso una excepción al concederle una prestigiosa beca destinada a artistas consagrados y de mayor edad. Fue el inicio de una formación artística en pintura y escultura que le llevaría también a Roma y España. A los veintidós años entró en el negocio de su padre, compaginando su labor de pintor con la de galerista, una difícil combinación en la que Harris ya dio muestras de su tacto personal, consiguiendo el aprecio de críticos y artistas. Hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial, Harris experimentó su sensibilidad plástica no sólo con la pintura: también cultivó la cerámica, los tapices, la talla y la escultura.

Durante la Guerra Civil, realizó numerosos viajes al norte de España para comprar cuadros y muebles antiguos. Según Bristow, fue en uno de estos viajes a Burgos donde conoció por primera vez a Philby. En 1937 su padre decidió organizar una exposición con su amplísima selección de obras de Goya para recaudar fondos con destino a la Cruz Roja española. La exposición fue inaugurada por Anthony Blunt, amigo de Harris y ya consagrado como crítico e historiador de arte.

Tras la muerte de su padre, Tomás y su esposa Hilda heredaron la casa familiar de Chesterfield Gardens, una de las zonas más exclusivas y céntricas de la capital británica. La vivienda reunía el lujo de una suntuosa mansión y el hecho insólito de ser un auténtico museo habitado, decorado con alfombras orientales y tapices medievales, donde cada rincón ocultaba un tesoro artístico, con las firmas de Goya o el Greco. Los Harris supieron convertir esta exquisita residencia en un hogar acogedor, una referencia para sus amistades, que hallaron en el matrimonio unos excelentes anfitriones, conocidos por el talento de Hilda para la cocina y el de Tomás para el vino. Chesterfield Gardens acabó siendo el lugar de reunión de muchos de los miembros del servicio secreto conocidos por Harris. Guy Burgess, el introductor de Philby en el SOE, también contribuyó a la incorporación de Harris al mismo departamento. Compañeros y amigos, quizás cómplices de una relación menos confesable, solían prolongar sus encuentros de oficina en las nutridas reuniones domésticas en el hogar de los Harris. Invitados habituales fueron el propio Philby, Burgess, Blunt, Maclean, Tim Milne o Desmond Bristow[19].

Entre estas amistades, la de Philby fue la más estrecha y la que más condicionó su futuro. Harris no sólo le postuló con éxito para dirigir el departamento ibérico de la sección V del MI6; también fue el padrino de John, el segundo hijo de Kim, y pagó su educación durante los años en los que la situación de Philby no se lo permitía. La consideración de este último hacia su amigo quedó reflejada en los elogios que le dedicó en sus memorias:

No obstante, nuestra personalidad más destacada en el SOE era indudablemente Tommy Harris, un comerciante en arte de extrema distinción. Fue contratado a sugerencia de Guy como una especie de glorificado anfitrión, principalmente porque él y su mujer eran unos formidables cocineros. Fue el único entre nosotros que estableció, durante aquellas primeras semanas, contacto personal con los reclutas. El trabajo era, desde luego, indigno de su mente brillantemente intuitiva, aunque en absoluto cultivada. Pronto pasó al MI5, donde habría de concebir y dirigir una de las operaciones de inteligencia más imaginativas de todos los tiempos [el caso Garbo]. Aquellos días de Brickendonbury [sede del SOE] fueron de aburrimiento casi constante en cuanto a mí se refería. Tan sólo se iluminaron con el comienzo de una estrecha y en extremo valiosa amistad con Tommy Harris[20].

Aunque las memorias de Kim Philby suelen ser más elocuentes por lo que silencian que por lo que cuentan, el calificativo «valiosa amistad» con el que se refirió a su relación con Harris fue interpretado en su momento como la demostración de sus especiales vínculos con Philby y, por extensión, con el espionaje soviético.

Tras la Segunda Guerra Mundial, y una vez redactado el informe oficial sobre la Operación Garbo, Harris y su mujer abandonaron Inglaterra y se retiraron a vivir a su finca mallorquina de Camp de Mar. Compartían su estancia en Mallorca con frecuentes viajes a Londres y también a Madrid, donde residían en la vivienda de unos familiares, en el número 58 de la calle Alfonso XII, a doscientos metros de la residencia en Madrid de Otto Skorzeny y muy próxima al domicilio madrileño de Alcázar de Velasco en la calle Ibiza. En Mallorca reanudó su actividad artística, olvidada durante la guerra, y se entregó en el anonimato a su labor de mecenas. Algunos de sus amigos en la isla, como el galerista José María Acosta, han corroborado el altruismo del pintor hispano-inglés al adquirir cuadros de artistas jóvenes por encima de su precio, con la única condición de no desvelar quién había sido el comprador. Más sorprendente aún es el recuerdo del psiquiatra Bartolomé Mestre:

Tomás Harris era una persona especial. Yo le conocí por motivos profesionales y desde el primer momento comprendí que era un hombre extraordinariamente inteligente y culto. Era muy generoso. Cuando no quería cobrarle mis visitas a Camp de Mar, él me regalaba litografías de Goya y Durero. Más tarde me enteré de que eran auténticas estampaciones de gran valor[21].

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Tomás Harris Rodríguez y su esposa, Hilda, en Camp de Mar, Mallorca (hacia 1950).

Su época más ingrata fue también la última de su vida. Tras la huida de Philby a Moscú en 1963, Harris no pudo evitar ser señalado por muchos como un topo soviético más. Demasiadas coincidencias le relacionaban con Philby, Burgess y Mclean. Su nombre aparecía como el de un amigo y compañero de todos ellos. Tras el descubrimiento de Blunt, en 1964, fue de nuevo designado por el dedo acusador del MI5, a quien no le pasó desapercibida la colaboración de ambos durante y después de la guerra. Blunt había contribuido con su firma al reconocimiento internacional de la obra de su amigo, escribiendo, entre muchas otras críticas elogiosas, la portada del catálogo de la prestigiosa galería Lefevre de París, donde Tomás expuso en 1954. Sin embargo, la implicación de Blunt se descubrió unas semanas después de la muerte de Harris. Falleció el 27 de enero de 1964 en un accidente de tráfico. Había ido a Palma de Mallorca a una reunión con su marchante, José María Acosta, y a entregar unas cerámicas al taller para su cocción. A la vuelta, Harris recogió a Hilda camino de Camp de Mar. Durante el trayecto discutieron, de nada importante, una discusión más de las muchas que tenían últimamente, pero Harris volcó su enojo contra el acelerador del vehículo. Tras cruzar un puente, el coche se salió de la carretera y chocó contra un árbol. Tomás murió en el acto. Hilda sólo sufrió algunas contusiones y heridas leves, pero siempre, en cierto modo, se culpó de la muerte de su marido.

Tomás Harris Rodríguez fue enterrado en el nicho número 47 del cementerio civil de la ciudad de Palma el 29 de enero de 1964. Enemigo de la notoriedad, en su lápida sólo figura su nombre junto a los años de nacimiento y defunción. En el momento de introducir el féretro en la oquedad del nicho, una persona desconocida tomó varias fotografías del sepelio y de los asistentes. Era el tributo a pagar por su muerte en el momento álgido del escándalo Philby; la indiscreción de un hombre discreto que alimentó las especulaciones sobre sus vínculos con el espionaje soviético, e incluso sobre las causas de su muerte, muchos años después de haber fallecido.

Las sospechas nunca confirmadas sobre la posible intencionalidad del accidente se han acrecentado en la actualidad, al conocerse que, unos días antes de fallecer, Tomás Harris modificó su testamento[22]. Las mismas dudas ya surgieron entonces, dada la coincidencia en el tiempo entre la huida de Philby, la muerte de Harris y el descubrimiento de Blunt. Sobre su relación con Moscú, el único dato objetivo es que nunca se ha podido demostrar. Algunos periódicos británicos llegaron a afirmar que Harris se había retirado a su estudio-refugio de Camp de Mar para pagar a los espías soviéticos de distintos países de Europa y utilizar el lugar como punto de reunión de los mismos. Pero la denuncia nunca concluyó en ningún hecho probatorio, excepto el de la relación personal que mantuvo con los integrantes del círculo de Cambridge. Entre sus conocidos, Bristow aseguró estar convencido de su actividad pro-soviética. Pujol siempre lo negó, se limitó a decir que no lo creía: «Si hubiera trabajado para la URSS yo lo habría sabido»[23]. Philby, el que con más autoridad hubiera podido desvelar el secreto, siempre calló. El propio Harris nunca ofreció pistas. No le gustaba hablar de política. Uno de sus escasos comentarios lo hizo al médico Bartolomé Mestre:

En una ocasión me comentó que le había horrorizado una película que había visto en Londres sobre los campos de exterminio nazis. Y cuando le pregunté qué necesidad tenía de vender cuadros de su colección particular, me respondió que era mejor así, porque quizá un día todo el mundo sería socialista y ya no podría conservar más obras de arte[24].

La faceta del Harris espía, lamentablemente, anuló en gran parte el mérito artístico de su obra, menos conocida pero más perdurable, de trazos luminosos que recuerdan a Van Gogh. En vida fue uno de los mayores expertos mundiales en Goya. Su ensayo Goya, grabador, publicado el mismo año en que murió, continúa siendo considerado hoy como el estudio más completo sobre los aguafuertes del pintor aragonés. Su familia donó parte de su patrimonio artístico a varios museos españoles, entre ellos al de Palma de Mallorca y al Prado de Madrid. A este último legó varios cuadros de Goya, el Greco y Zurbarán. Cuarenta años después de su muerte, su nombre inscrito en mármol reposa junto a las firmas de los artistas a los que consagró su vida. Su mayor contribución será la más duradera. La única por la que este inglés de sangre española, genial, millonario, alegre, extravagante y a veces colérico, creía que merecía ser recordado.

LA RED SE EXTIENDE. OPERACIÓN TORCH

En septiembre de 1942 la organización Garbo estableció un sencillo sistema de clasificación de sus mensajes. Desde entonces, se dividieron en tres categorías: A, B y C. La letra A indicaba que la información había sido obtenida por la observación personal de uno de los agentes; B significaba que la fuente correspondía a una tercera persona que había facilitado datos inconscientemente, como era el caso de la mayoría de los colaboradores de la red; la letra C representaba el grado mínimo de fiabilidad, ya que con ella se señalaban rumores o sensaciones extendidos entre la opinión pública sin mayores comprobaciones. Junto a la letra, los mensajes se encabezaban con el número de cada agente y el lugar de procedencia de la información. Así, un mensaje iniciado con el indicativo 1(A) Avonmouth quería decir que la información había sido obtenida por el agente 1, por sus propios medios, en Avonmouth. La primera ocasión en la que Garbo tuvo oportunidad de desarrollar esta nueva técnica fue durante la labor de engaño previa a la operación Torch: el desembarco aliado en el norte de África en noviembre de 1942.

La Francia de Vichy y la propia prensa británica especulaban desde hacía tiempo con la posibilidad de un desembarco aliado en las posesiones francesas de África en el área de Dakar. Inicialmente, Pujol desmintió estos rumores atribuyéndolos a una campaña promovida por el propio Gobierno de Londres para desviar el interés sobre otros posibles objetivos. Sus siguientes mensajes incidían en esta hipótesis, asegurando que la concentración de tropas en el sur de Inglaterra, en concreto de la 1. ª División de Infantería canadiense y la 5.ª División Acorazada, y en Escocia, donde se había entrenado la 52.ª División de Montaña británica, no hacía descartable un ataque combinado sobre Francia y Noruega. Con esta primera serie de informes se intentó desorientar al Estado Mayor alemán sin ofrecer una información concreta y precisa.

A finales de octubre de 1942 se puso en marcha la segunda etapa de la operación, centrada, ahora sí, en dar fuerza a la posibilidad de un desembarco aliado en el norte de África. No informar ya sobre este hecho hubiera restado crédito a la fiabilidad de la organización, pero se tomaron dos precauciones básicas: no facilitar datos fundamentales y confirmar el inicio real del desembarco sólo en el último momento. El 29 de octubre de 1942 Garbo notificó a Madrid la salida desde Inglaterra de una gran flota de buques de guerra y transporte de tropas con destino desconocido. Tres días después, en una segunda carta, informaba sobre la partida de nuevas unidades militares, probablemente rumbo a algún lugar del Mediterráneo.

El mensaje decisivo fue enviado el 7 de noviembre por correo aéreo a Lisboa, aunque se fechó el día 2. En él Pujol informaba de que había podido leer un documento confidencial de J(3) en el Ministerio de Información en el que situaba el objetivo de un ataque inminente en Argelia o en el Marruecos francés. También anunciaba el envío de Dick (agente número 6) al norte de África para confirmar los hechos. Ese mismo día las tropas aliadas desembarcaron de forma combinada en Argelia y cerca de la ciudad marroquí de Casablanca, en territorio de la Francia de Vichy. La información había llegado tarde, pero había demostrado ser cierta. Los dos objetivos fijados, desinformar sin por ello devaluar a la red, se habían logrado. Así lo evidenciaba la respuesta del Abwehr del 26 de noviembre:

Su último informe era magnífico, pero lamentablemente llegó demasiado tarde, especialmente los aspectos referidos al desembarco anglo-norteamericano en África. Debe permanecer en Londres y continuar sus investigaciones con sus colaboradores en el Ministerio de Información[25].

Para evitar cualquier sospecha, Pujol y Harris adoptaron otra ingeniosa cautela en relación con el agente número 2. Gerbers operaba supuestamente desde Liverpool, el área de donde partieron la mayoría de los barcos que participaron en la Operación Torch. Sus informes no podrían haber obviado este movimiento de tropas sin dañar el conjunto de la organización. Su imprescindible silencio sólo podría estar justificado por una causa de fuerza mayor. Su muerte fue planificada con antelación al comienzo del embarque de tropas. Incluso se publicó una esquela en el Liverpool Daily Post el 24 de noviembre de 1942: «Gerbers. Nov. 19 en Bootle, después de una larga enfermedad, a los 52 años de edad, William Maximilian. Se celebrará un funeral privado. Se ruega no enviar flores». En el relato que envió al Abwehr, Pujol aseguró que Gerbers nunca le habló sobre su enfermedad. Extrañado por la ausencia de mensajes, afirmó haberse desplazado personalmente a Bootle, donde su viuda le confirmó el fallecimiento. Entre los supuestos papeles que Garbo encontró, había anotaciones de Gerbers escritas en alemán que confirmaban algunas observaciones realizadas antes de su convalecencia. Las notas, junto con la esquela, fueron enviadas a Madrid para probar la muerte del primer agente de la red. Madrid respondió con un mensaje de condolencias a la viuda, en el que no había el más mínimo reproche sobre la actuación de su esposo. Mrs. Gerbers ocuparía meses después el papel de su difunto marido como integrante de la red. A pesar de que nunca aportó información valiosa, Pujol la contrató ficticiamente como asistente doméstica en su casa de Londres y desempeñó un importante trabajo de apoyo en el descifrado de mensajes y como intermediaria entre los distintos agentes. Pasó a ser conocida como la agente 2(1), o simplemente como «la viuda».

El éxito de la Operación Torch en el norte de África avivó los recelos alemanes sobre la posible intervención de España en la guerra. El alto mando alemán confeccionó un plan en abril de 1943 —plan Gisela— para invadir el norte del país. En el supuesto de un desembarco aliado en el sur de España, Berlín había dispuesto el envío de cinco divisiones motorizadas, cuatro de ellas para un rápido avance hacia Madrid y una destinada al área de Bilbao y la cornisa cantábrica. El Reino Unido también se había preparado para esta eventualidad y había planificado la ocupación de las islas Canarias (Operación Pilgrim). Pujol advirtió a Madrid que si España entraba en guerra quedaría en una situación muy comprometida. Podría ser movilizado por su Gobierno o bien arrestado por el británico, como ciudadano de un país hostil. Cualquiera de estos supuestos supondría el fin de su actividad encubierta. Ésta fue la exposición de motivos que envió por carta a sus controladores alemanes para reiterar la demanda de documentación que le acreditara como un exiliado republicano de pasado antifranquista. Esta falsa identidad le permitiría burlar la prisión en Inglaterra y el regreso a su país. Con este motivo llegó a enviar a Federico varias direcciones relacionadas con el Hogar Español de Londres, dirigido por el ex presidente del Gobierno de la Segunda República Juan Negrín, a las que poder remitir parte de su correspondencia. Exigió también que se le facilitaran contactos en Latinoamérica donde enviar sus informes en caso de que España se declarara beligerante. El Abwehr rechazó esta segunda petición, pero sí aceptó remitirle la documentación solicitada. El hombre de las múltiples identidades añadía así un nuevo rostro a su triple perfil de espía inglés, agente alemán y combatiente republicano.

Otro episodio destacado fue el despliegue de la red para informar sobre el sistema de túneles próximo a Londres, en los que según Pujol se almacenaban armas y material militar. Este plan, denominado Bodega, fue ejecutado por el agente número 4. Según creía el Abwehr, Camillus había acudido al Ministerio de Trabajo por encargo de Pujol para solicitar un empleo como camarero en alguno de los importantes hoteles del centro de Londres, un lugar idóneo como observatorio. Sin embargo, el Ministerio rechazó su solicitud y le ofreció un puesto en Highways Constructions Limited, una importante firma constructora que había obtenido numerosas concesiones de obras de índole militar. Pujol recomendó a Camillus que aceptara el empleo y que a través de él pudiera acceder a los almacenes subterráneos en los que se estaba trabajando.

Agente cuatro. Recibió una noticia de presentarse a la casa Highways Construction para trabajar en ella. Él no lo rechazó sin consultarme antes a mí, puesto que ésta es una de las casas más importantes en construcciones y fortificaciones militares. Por consejo mío, fue a la casa para conocer qué clase de trabajo tenían para él, contestándole que trabajo excavación. Cuando me lo comunicó a mí, creí que esto podría ponernos en una pista para descubrir el lugar de situación donde se construyen fábricas subterráneas, por lo que medité y dije que aceptara. Mi próxima a Damiao.

Saludos de Juan[26].

El agente gibraltareño confirmó con rapidez nuevas excavaciones en la prolongación de algunas líneas del metro de Londres, pero afirmaba que el punto central de almacenamiento estaba situado en las cuevas de Chislehurst[27]. Investigaciones posteriores demostraron, según el agente número 4, que las armas eran transportadas en tren desde las fábricas de las Midlands a Londres y que, desde la estación, se cargaban en un pequeño ferrocarril eléctrico hasta los depósitos subterráneos de Chislehurst. En junio de 1943 Pujol envió una extensa carta a Madrid incluyendo varios dibujos sobre la disposición de los túneles y parte del material almacenado, citando equipamientos y uniformes con destino a la resistencia en Francia, Bélgica y Holanda. Pujol no se limitó a mencionar estos hechos, también aconsejó vehementemente una acción de sabotaje en las obras. Incluso llegó a proponer a Federico que viniese a Londres con documentación falsa a nombre de su propio cuñado, Ramón González, para analizar personalmente esta acción. El Abwehr rechazó rotundamente la propuesta y corrigió los excesos de su agente, recomendándole que en el futuro se ciñera a los hechos y se reservara sus opiniones personales. El plan Bodega quedó anulado con esta respuesta y Pujol apenas volvió a referirse con posterioridad a los depósitos subterráneos de Chislehurst.

Tras la baja de Gerbers (agente número 2) y la retirada al norte de África de Dick (agente número 6), en la práctica sólo actuaban cuatro integrantes de la red: el agente número 1, Carvalho, que enviaba informes con poca regularidad desde Devon y Cornwall; el agente número 3, Benedict, destacado en Escocia; y su hermano, el agente número 5, que había vuelto al sur de Gales tras su periplo por la isla de Wight. Camillus, el agente número 4, estaba dedicado en exclusiva a los trabajos de investigación del plan Bodega. Para compensar esta menor actividad, Pujol y Harris decidieron incorporar nuevos agentes ficticios. El más importante fue un marino galés captado por Camillus en diciembre de 1942 e integrado en la red con el nombre en clave de Stanley, si bien pasó a la historia de la Operación Garbo como Dagobert, el nombre que le adjudicó el Abwehr. El diseño del perfil de Dagobert (agente número 7), parecía emular muchas de las circunstancias del primer agente doble real, Arthur Owens. Al igual que él, fue descrito como un nacionalista galés radical, pero a diferencia de Owens, a Dagobert no le movía únicamente su resentimiento antibritánico; sobre todo actuaba por dinero. Pujol tuvo siempre una impresión negativa de este personaje imaginario al que llegó a calificar como «profundamente indeseable». La creación de Stanley/Dagobert tuvo que vencer los recelos del Almirantazgo inglés representado en el Comité de la Doble Cruz, que vio en su condición de marino mercante una potencial amenaza sobre los movimientos de sus buques.

A finales de 1942 el volumen de información había adquirido tal dimensión que el Comité de los Veinte decidió dotar a Garbo de una radio. Este método representaba una excelente oportunidad para consolidar su influencia en Madrid, pero era imposible que el Abwehr enviara un transmisor a través del correo habitual desde Lisboa. Se optó por conseguir uno en territorio británico. La labor no era sencilla sin despertar las sospechas del servicio secreto alemán. Desde el inicio de la guerra, Londres había prohibido las emisiones de radioaficionados, retirado las licencias y confiscado los transmisores. Algunos habían logrado escapar a la requisa y circulaban en el mercado negro. Pujol se sirvió de Camillus para informar a Madrid de que éste había localizado un transmisor en el Soho londinense. Sometió a consulta la posibilidad de utilizarlo y también su precio: 350 dólares. La respuesta de Madrid fue calurosamente positiva. Adquirida la radio, el reto siguiente fue conseguir un operador. El MI5 designó a Charles Haines, un antiguo empleado de banca sin demasiada experiencia como radiotelegrafista militar. Haines, agente número 4(1), sería desde entonces un asiduo colaborador de Pujol en su oficina de Jermyn Street y en el domicilio de Hendon, donde disimuladamente se instaló el equipo. Ante el Abwehr, el operador fue reclutado en la categoría de los colaboradores inconscientes. Se le describió como un simpatizante del comunismo con convicciones pacifistas que había obtenido el estatus de objetor de conciencia. Estaba convencido de que Pujol era un activo republicano español vinculado al grupo de Juan Negrín. Según la explicación recibida por Federico, el operador creía que los mensajes radiados tenían como objetivo mantener el contacto entre Negrín y el movimiento comunista español en la clandestinidad. Para mayor seguridad, sólo recibiría mensajes cifrados, con lo que nunca podría saber el contenido real que transmitía. Desde ese momento, Haines se convirtió para el Abwehr en Almura, el brazo ejecutor de los informes más destructivos de Garbo.

Madrid aceptó todas las condiciones. Kuhlenthal dio por buena la versión de Pujol y felicitó a su colaborador español por la habilidad con que había conseguido aprovisionarse de un sistema tan eficaz. En febrero de 1943 el transmisor estaba ya operativo y la red había recibido el plan de emisiones. Éste incluía las frecuencias a utilizar, los códigos de llamada para cada día del mes, los tres momentos del día en los que inicialmente se mantendría abierta la comunicación y una nueva clave de codificación de los mensajes. El 7 de febrero de 1943 se realizó la primera transmisión, iniciando un flujo creciente de comunicaciones entre Hendon y la estación receptora denominada Centro (la Embajada alemana en Madrid), que hasta el final de la guerra permitió la emisión de 1339 mensajes. Su utilidad se demostraría decisiva para la labor de engaño de la red Garbo y también para la interceptación de muchos otros mensajes alemanes.

En mayo, Madrid envió a Pujol diecisiete microfilmes con un sofisticado y nuevo plan de emisiones para reforzar la seguridad y el cifrado de las comunicaciones. Londres sabía que el Abwehr había empezado a sospechar de la vulnerabilidad de sus códigos y había introducido sistemas de codificación sumamente complejos, casi inaccesibles para el Servicio de Seguridad de Radio (RSS) y los criptoanalistas de Bletchley. Gracias al código enviado a Pujol, se pudo acceder al resto de las nuevas claves empleadas por el Abwehr y obtener un avance sustancial en la decisiva batalla de las comunicaciones. El MI5 consideró este logro como el triunfo más importante de la red Garbo hasta ese momento.

En los primeros meses de 1943 fueron captados también dos miembros de la red de menor nivel. El primero fue reclutado por el agente número 3. Se trataba de un soldado de la fuerza aérea estacionado en Glasgow, clasificado como agente 3(1). Su importancia fue escasa y desapareció de escena en septiembre de 1944, aunque su nombre quedó ligado a uno de los escasos episodios en los que se sirvió del sentido del humor por ambas partes. El agente 3(1) no conocía los vínculos de Benedict con el espionaje alemán, y creyó que se trataba de un venezolano de paso por el Reino Unido. En una ocasión el soldado le mostró un manual de la RAF con especificaciones y detalles técnicos de todos los aviones utilizados en la fuerza aérea británica. Benedict pensó que podría ser de interés para la organización y le propuso su compra como recuerdo anecdótico de su estancia en Inglaterra y de su afición por la aeronáutica. Lo hizo sin demasiada convicción ni entusiasmo, sin dar importancia al manual ni a su precio. Finalmente lo compró por tres libras, a pesar de que el Abwehr le había autorizado a desembolsar hasta cien libras por su adquisición.

La modestia del gasto asombró a Madrid y enalteció su reputación de honesto y eficiente colaborador, acorde con la imagen que de él querían ofrecer Pujol y Harris. El problema consistía en hacer llegar el libro a España. Recurrieron a un sistema insólito y que nunca repetirían, posiblemente porque les debió parecer demasiado absurdo. Introdujeron el libro dentro de un pastel decorado con una frase escrita en letras de chocolate: «Con mis mejores deseos para Odette». La destinataria era Odette da Conceiçao, residente en Lisboa y utilizada habitualmente como dirección tapadera para la correspondencia de Pujol. El paquete fue transportado en la valija diplomática de la Embajada británica en Lisboa y finalmente enviado mediante el servicio postal portugués. Junto al libro, Pujol adjuntó una pequeña nota no exenta de ironía:

Dentro del pastel encontrarás el manual de aviación obtenido por el agente tres. El pastel ha sido hecho por la viuda (del agente 2) usando productos racionados que hemos preferido entregar a una buena causa. Si no llega demasiado tarde lo podéis comer. Espero que sepáis apreciar el arte culinario de la viuda. Buen apetito[28].

EL MI5 no recibió respuesta inmediata al cómico envío. Un año después, uno de los agentes ingleses desplazados en España remitió un informe en el que describía algunas reuniones de Kuhlenthal con otros miembros del Abwehr. En estos reducidos círculos solía comentar algunas anécdotas de su actividad y, entre éstas, le gustaba bromear sobre un espía español en Inglaterra aficionado a la cocina, cuyos pasteles eran de un sabor incomestible pero de un contenido excelente.

El segundo colaborador captado era uno de los vigilantes de las cuevas de Chislehurst: agente número 4(2). Fue útil mientras el agente número 4 investigó los depósitos subterráneos, pero después su ayuda fue prescindible hasta la supresión de sus informes en septiembre de 1944. Coincidiendo con la incorporación de estos dos nuevos agentes, en abril de 1943 Pujol citó por primera vez su amistad con un censor del Ministerio de Información: colaborador J(4). Garbo le identificó sutilmente como el topo que el Partido Comunista británico tuvo realmente en el Ministerio de Información y gracias al que pudo acceder a diversos informes reservados. La noticia provocó un pequeño escándalo en Inglaterra en 1943 pero, a efectos de la organización Garbo, la utilidad de J(4) fue mínima y se decidió dejar de contar con él en marzo de 1944.

Reforzada la red, el Comité de la Doble Cruz hizo un balance positivo de los primeros doce meses de funcionamiento. En apenas un año se había pasado de tres a once agentes, más cuatro colaboradores. La calidad y la cantidad de los informes enviados habían adquirido la precisión y frecuencia requeridas por Berlín y nada hacía sospechar que hubiera la más mínima señal de inquietud en el Abwehr. El resultado era más que satisfactorio. La conclusión fue estabilizar la estructura de la red en esas quince personas y preparar las operaciones previstas para el verano y el otoño de 1943. En juego estaba nada menos que la apertura de un segundo frente europeo, no en Noruega ni en Francia como había pronosticado Arabal, sino en Italia. Pero antes, Pujol tuvo que afrontar un problema surgido desde el ámbito menos previsible: el de su propia vida personal.

Desde su llegada a Inglaterra, Araceli había sido incapaz de adaptarse al país. Cuando se reunió con su marido en Londres, en mayo de 1942, ya resultó difícil convencerla para que se estableciera en la capital británica. El idioma, el clima, y el ambiente bélico que todo lo condicionaba habían aumentado la desazón que sintió desde el primer día. El MI5 intentó suavizar este rechazo instalando al matrimonio Pujol y sus dos hijos —el segundo, Jorge, nació en Londres en septiembre de 1942— con toda la comodidad posible en tiempo de restricciones. Estas atenciones facilitaron su estancia, pero en absoluto la hicieron desistir de su deseo de regresar a España. Araceli sólo encontraba consuelo en la mínima relación que mantenían con otros españoles, en particular con los Guerra, un matrimonio afincado en Londres con los que solían cenar con cierta frecuencia. Pujol, por razones obvias, era reacio a ampliar sus contactos entre la colonia española, lo que provocó serias diferencias con su mujer, agravadas por sus reiteradas peticiones de viajar a Lugo a ver a su madre. Harris no había negado la posibilidad de hacer este viaje pero dilataba todo lo posible la entrega de los documentos necesarios.

La irritación de Araceli fue convirtiéndose en una fuente de problemas que traspasaron el conflicto personal hasta derivar en una preocupación para el M15. La preocupación alcanzó proporciones de crisis el 26 de junio de 1943. Los Guerra habían invitado a los Pujol a una cena en el Club Español de Londres, a la que también estaba prevista la asistencia de una amplia representación de la Embajada española. Pujol, lógicamente, denegó la invitación. Para su esposa, esta negativa actuó como un detonante que colmó su límite de expectativas frustradas. La reacción fue la más imprevisible y peligrosa. Pujol y Araceli discutieron airadamente y ésta amenazó con denunciar las actividades de su marido a la Embajada española. Fuera una advertencia cierta o un arrebato poco creíble, Pujol telefoneó esa misma tarde a Harris desde una cabina pública para informarle del grado de excitación en que se encontraba su mujer, si bien matizó que no la creía capaz de cumplir su amenaza. Poco después, Araceli llamó a Harris en un tono que no daba lugar a error sobre la auténtica dimensión del problema:

Te digo que si mañana como muy tarde no me entregas mis documentos en regla para poder abandonar este país inmediatamente, iré a la Embajada española. Como puedes suponer, ir a la Embajada me puede costar la vida, con esto te estoy diciendo todo… pero ni ese riesgo me impedirá ir, sé muy bien qué hacer y decir para causaros problemas a ti y a mi marido, al menos tendré la satisfacción de haber estropeado todo. ¿Me entiendes? No quiero vivir un solo día más en Inglaterra[29].

Imagen

Londres, 1944. Juan Pujol con sus dos hijos, Juan y Jorge.

Harris interpretó que la desesperación de Araceli representaba un serio riesgo, y como tal lo reflejó en su informe oficial al MI5, en el que dedica a este incidente casi diez páginas. En el mismo documento también dejó constancia de su negativa consideración sobre la mujer de Pujol, a la que calificó como histérica y egoísta. Pujol y Harris trazaron un drástico plan que se inició con una llamada a la mañana siguiente para decir a Araceli que le darían una respuesta definitiva a las siete de la tarde, después de que el MI5 hablara con su marido. Para asegurarse, Harris envió a un agente a vigilar la Embajada española con la intención de detener a Araceli en el supuesto de que acudiera.

Antes de la hora convenida, Pujol envió una nota a su mujer explicando que estaba detenido y que le enviara una bolsa con utensilios personales y ropa. Ésta, sorprendida e indignada, acudió como se esperaba a Harris para denunciar el trato recibido por su marido. El oficial inglés respondió que la decisión había sido adoptada por las máximas autoridades del MI5 para salvaguardar sus intereses si regresaba a España. La conversación concluyó en un estado de nervios que puso a prueba la frialdad de Harris para mantener la farsa. Pasados unos minutos, Araceli volvió a llamar para advertir, en un tono más ofensivo, que iba a abandonar la casa con los niños dispuesta a todo. A continuación habló con Haines, el operador de radio, para decirle, en un grado aún mayor de desesperación, que fuera urgentemente a su casa. Cuando Haines llegó, poco después de las ocho de la tarde, se encontró a Araceli inconsciente en la cocina con las espitas del gas abiertas. Volvió a intentar suicidarse horas más tarde. Sin embargo, Harris no cedió en la ejecución del plan, convencido de que su comportamiento sólo buscaba doblegar su voluntad:

Existía un noventa por ciento de posibilidades de que estuviera actuando y sólo un diez por ciento de que ocurriera realmente un accidente. Para evitar cualquier riesgo decidimos que un agente pasara la noche en la casa[30].

Por la mañana Araceli pidió reunirse con Harris y aceptó sus condiciones. Si su marido era puesto en libertad, prometía no volver a interferir en su trabajo, ni exigir el regreso a España. Harris le obligó a firmar un documento en el que se comprometía a cumplir ambas promesas. Para superar definitivamente la crisis, se le autorizó a visitar a su marido en el campo de internamiento 020. Araceli fue llevada con los ojos vendados y conducida en todo momento por un oficial. Pujol pidió a su mujer que le diera su palabra de honor de que no había acudido a la Embajada. Ella respondió que no le había denunciado y que nunca, en realidad, tuvo la intención de hacerlo. Su actuación, añadió, había sido un recurso desesperado para que se prestara más atención a sus peticiones. Prometió que si salía de prisión le ayudaría con más empeño que nunca, olvidando sus deseos de volver a Lugo. Araceli explicaría años después, sin más confirmación posible que su propio testimonio, que finalmente pudo viajar a España gracias a la mediación del propio Churchill, con quien se reunió en una ocasión.

En cualquier caso, el primer ministro británico debía afrontar aún los dos últimos años de guerra. La contienda se decantaba hacia el bando aliado, pero la victoria se presumía larga y dolorosa. En su horizonte más inmediato se perfilaban ya las dos operaciones que debían cerrar el cerco sobre Alemania: el desembarco en Italia al sur y la ofensiva sobre Francia al norte. En la primera operación la participación de la red Garbo fue menor. Sin embargo, en el desembarco de Normandía se convirtió en decisiva. Desde hacía meses los aliados se preparaban para ese objetivo. Como el mismo Churchill escribió en sus memorias: «Antes de El Alamein no conocimos la victoria. Después de El Alamein no conocimos la derrota»[31].