—¿Desea su representado hacer una declaración?
Sentada en la sala de interrogatorios del cuartel general de la policía del condado de Sussex junto a Ed Grayson, un sheriff descomunal llamado Mickey Walker y un poli joven que atendía por Tom Stanton, la letrada Hester Crimstein repuso:
—No te lo tomes mal, tío, pero esto es un chiste.
—Me alegra que lo encuentres divertido.
—Así es. De verdad. Esta detención es de risa.
—Tú cliente no está bajo arresto —dijo Walker—. Solo queremos hablar.
—¿Una especie de reunión social? Mira qué bien. Pero habéis conseguido órdenes de registro para su casa y su coche, ¿no?
—Exactamente.
Hester asintió.
—Muy bien. Magnífico. Una cosilla antes de empezar. —Puso sobre la mesa una hoja de papel y un bolígrafo.
—¿De qué vas? —preguntó Walker.
—Me gustaría que apuntaras aquí nombres, rangos, direcciones profesionales, direcciones personales, números de teléfono, todo tipo de contactos y cualquier otra cosa que le resulte de utilidad a mi mensajero para localizaros a la hora de entregaros la citación cuando os demandemos por detención improcedente.
—Te lo acabo de decir. Nadie está detenido.
—Y yo también te lo acabo de decir, guapetón: has recurrido a las órdenes de registro.
—Pensé que a tu cliente le gustaría hacer una declaración.
—¿De verdad?
—Tenemos una testigo que le vio ejecutando a un hombre —afirmó Walker.
Ed Grayson abrió la boca, pero Hester Crimstein le agarró del brazo para silenciarlo.
—No me digas.
—Una testigo fiable.
—¿Y tu testigo fiable vio a mi cliente ejecutar (por cierto, qué palabra tan pomposa: ni matar ni asesinar, sino ejecutar) a un hombre?
—Correcto.
Hester esbozó una sonrisa falsamente amigable.
—Sheriff, ¿te importa si vamos paso a paso?
—Paso a paso.
—Pues sí. Primero, ¿quién es el hombre en cuestión? ¿Quién es la víctima de esa ejecución?
—Dan Mercer.
—¿El pedófilo?
—Da igual lo que fuese. Y esa acusación en concreto fue desestimada.
—Bueno, eso es cierto. Tus compadres jodieron el caso. Pero da igual. Paso a paso. Primer paso: dices que Dan Mercer fue ejecutado.
—Correcto.
—Siguiente paso: enséñanos el cadáver.
Silencio.
—¿Eres duro de oído, grandullón? El cadáver. Me gustaría que mi examinador médico le echara un vistazo.
—No te pases de lista, Hester. Sabes perfectamente que aún no ha sido localizado.
—¿No ha sido localizado? —ahora Hester fingía indignación—. Vaya, hombre, ¿podrías decirme qué prueba tienes de que el tal Dan Mercer esté realmente muerto? Espera, déjalo correr, tengo un poco de prisa. No hay cuerpo, ¿verdad?
—Aún no.
—Vale, muy bien. Siguiente paso. ¿Sostienes, pese a la ausencia de cadáver, que Dan Mercer fue ejecutado?
—Sí.
—Supongo que se utilizó algún tipo de arma, ¿no? ¿Podríamos examinarla, por favor?
Más silencio.
Hester se puso una mano detrás de la oreja.
—¿Sigues ahí?
—Aún no la hemos localizado —dijo Walker.
—¿No hay arma?
—No hay arma.
—No hay cuerpo y no hay arma. —Hester abrió los brazos y sonrió—. ¿Ves ahora a qué me refería con lo de, «tío, esto es un chiste»?
—Esperábamos que tu cliente quisiera hacer una declaración.
—¿Sobre qué? ¿La energía solar y su papel en el siglo veintiuno? Espera, que aún no he acabado. Ya hemos hablado del cadáver y del arma… ¿Qué nos queda? Ah, sí. La testigo.
Silencio.
—Tu testigo vio a mi cliente ejecutar a Dan Mercer, ¿no es así?
—Correcto.
—¿Le vio la cara?
Otra pausa.
Hester volvió a hacer el numerito de la mano tras la oreja.
—Adelante, machote. Dilo.
—Llevaba un pasamontañas.
—¿Cómo dices?
—Que llevaba un pasamontañas.
—O sea, ¿una máscara que le cubría la cara?
—Eso es lo que ella testificó, sí.
—¿Y cómo consiguió identificar a mi cliente?
—Por el reloj.
—¿El reloj?
Walker se aclaró la garganta.
—Y por la estatura y la complexión.
—Uno ochenta, setenta kilos. Ah, y ese Timex tan inusual. Sheriff Walker, ¿sabes por qué ya no sonrío?
—Estoy seguro de que nos informarás al respecto.
—Ya no sonrío porque todo esto es demasiado fácil. ¿Sabes lo que cobro por hora? Por ese dinero, me merezco un desafío. Esto es simplemente insultante. Tu caso, por llamarlo de alguna manera, es una chapuza de lo más espectacular. No quiero que me sigas hablando de lo que no tienes. Quiero que me hables de qué haces.
Se quedó a la espera. Hasta el momento, Walker solo la había informado de lo que ella ya sabía. Ese era el único motivo de que aún siguiera allí. Quería saber qué era lo que tenían.
—Confiamos en que tu cliente haga una declaración —repitió Walker.
—Si eso es todo lo que tenéis, ni hablar.
—No lo es.
Pausa.
—¿Quieres un redoble de tambor? —ironizó Hester.
—Tenemos pruebas físicas que relacionan a tu cliente con Dan Mercer y con la escena del crimen.
—Ay, Señor. A ver, cuéntame.
—Debes entender que todos los análisis realizados son preliminares. Tendremos más detalles a lo largo de las próximas semanas. Pero ya nos hemos hecho una idea bastante aproximada de lo que mostrarán las pruebas físicas. Por eso tenemos aquí a tu cliente. Para que nos explique qué pinta en todo esto. Te lo decimos con tiempo.
—Cuánta amabilidad.
—Encontramos sangre en la caravana. También hallamos manchas de sangre en el Acura MDX del señor Grayson. Aunque un análisis completo de ADN llevará su tiempo, los resultados preliminares nos indican que la sangre coincide. Es decir, que la sangre hallada donde nuestra testigo dice que el señor Mercer fue abatido es la misma que se encontró en el vehículo de tu cliente. También la hemos clasificado. O negativo, como la del señor Mercer. Contamos asimismo con fibras de la alfombra. Sin entrar en detalles, esas mismas fibras fueron encontradas en la caravana alquilada por el señor Mercer y en el Acura MDX de tu cliente. También han aparecido en el fondo de sus bambas. Finalmente, hemos hecho una prueba en busca de residuos de arma de fuego. Había marcas de pólvora en las manos de tu representado. Señal de que acababa de disparar un arma.
Hester se quedó en su sitio, mirándole fijamente. Walker le sostuvo la mirada.
—¿Señora Crimstein?
—Estoy esperando a que termines. Porque eso no puede ser todo lo que tienes.
Walker no dijo nada.
Hester se volvió a Ed Grayson.
—Venga. Nos vamos.
—¿No hay ningún tipo de respuesta? —preguntó Walker.
—¿Respuesta a qué? Mi representado es un agente federal retirado y condecorado. El señor Grayson es un padre de familia, un pilar de la comunidad, un hombre sin antecedentes delictivos de ningún tipo… Pero a ti te ha dado por hacerle perder el tiempo con bobadas. En el mejor de los casos, si es que los análisis salen como tú esperas y no me cargo todas tus supuestas pruebas físicas con mis expertos, mis propios análisis y mis acusaciones de mangoneo e incompetencia… si todo te sale a la perfección, cosa que dudo mucho, puede, solo puede, que consigas establecer algún tipo de nexo sin importancia entre mi cliente y Dan Mercer. Punto final. Y eso es de risa. No hay cadáver, no hay arma, no hay un testigo que pueda identificar definitivamente a mi representado. Ni siquiera tienes pruebas de que se haya cometido un crimen, ni mucho menos de que mi cliente se haya visto involucrado en él.
Walker se echó hacia atrás y la silla crujió ante el ataque repentino.
—¿Me puedes explicar las fibras y la sangre?
—No necesito hacerlo, ¿verdad?
—Lo decía porque igual te daba por ayudarnos. Para acabar con los problemas de tu cliente de una sola vez.
—Te diré lo que voy a hacer. —Hester apuntó un número de teléfono y se lo pasó al policía.
—¿Y esto qué es?
—Un número de teléfono.
—De eso ya me he dado cuenta. ¿De dónde?
—Del campo de tiro Disparama.
Walker se limitó a mirarla. Su rostro empezó a perder color.
—Llámales —dijo Hester—. Mi cliente ha estado ahí esta misma tarde, una hora antes de que lo pillarais. Practicando un poco de tiro. —Hester se despidió meneando los deditos de la mano—. Adiós muy buenas, análisis de residuos.
A Walker se le cayó el alma a los pies. Miró a Stanton y trató de recuperar la compostura.
—De lo más conveniente.
—En absoluto. El señor Grayson es un agente federal retirado y condecorado, ¿recuerdas? Va a disparar con frecuencia. ¿Hemos terminado?
—¿No hay declaración?
—Ahí va: si la nieve está amarilla, no te la comas. Vámonos, Ed.
Hester y Grayson se pusieron de pie.
—Seguiremos investigando, señora Crimstein. Más vale que lo sepáis. Tenemos una sucesión temporal y revisaremos los pasos del señor Grayson. Encontraremos el cuerpo y el arma. Entiendo por qué hizo lo que hizo, pero por aquí no nos van las ejecuciones. Así que no os confundáis, pues pienso armar este caso.
—¿Puedo hablarte con franqueza, sheriff Walker?
—Por supuesto.
Hester miró hacia la cámara que tenía por encima.
—Apágala.
Walker miró la cámara y asintió: la luz roja se apagó.
Hester apoyó los puños sobre la mesa y se inclinó, pero no mucho: incluso sentado, Walker era casi de su estatura.
—Puedes conseguir el cadáver y el cuerpo y, joder, hasta unas imágenes de mi cliente cargándose a ese violador de niños en el estadio de los Giants delante de ochenta mil testigos… Aun así, conseguiré que lo suelten en diez minutos.
Dio media vuelta. Ed Grayson ya había abierto la puerta.
—Que tengas un buen día —se despidió Hester.
A las diez de la noche, Charlie le envió un mensaje a Wendy: «Pops pregunta por el bar de tetas más cercano».
Sonrió. Era su manera de decirle que estaba bien. Charlie se lo hacía muy bien a la hora de mantenerse en contacto.
Le respondió: «No lo sé. Y nadie los llama así. Ahora son clubs para caballeros». Charlie: «Pops dice que detesta esa mierda políticamente correcta».
Wendy sonrió de nuevo mientras sonaba el teléfono de casa. Era el sheriff Walker, devolviéndole la llamada.
—He encontrado algo en el coche —dijo ella.
—¿De qué se trata?
—De un GPS. Creo que Ed Grayson lo puso ahí.
—Estoy a la vuelta de la esquina —dijo Walker—. Ya sé que es tarde, pero ¿le importa si me acerco a echarle un vistazo?
—En absoluto.
—Deme cinco minutos.
Wendy le recibió en la entrada de la casa, junto al coche. Walker se inclinó mientras ella le recordaba la visita de Ed Grayson, añadiendo en esta ocasión el detalle, carente de importancia, en apariencia, de que le dio por revisar la rueda de atrás. Walker observó el GPS y asintió. Necesitó cierto tiempo para incorporarse.
—Le enviaré a alguien para que lo saque de ahí y le haga unas fotos.
—Me he enterado de que ha detenido a Ed Grayson.
—¿Quién se lo ha dicho?
—La exmujer de Mercer, Jenna Wheeler.
—Está equivocada. Lo llevamos a comisaría para interrogarle. Nunca fue detenido.
—¿Todavía lo tienen?
—No, lo dejamos ir.
—¿Y ahora qué?
Walker se aclaró la garganta.
—Pues ahora seguimos investigando.
—Caramba, qué oficial suena eso.
—Usted es periodista.
—Ya no, pero de acuerdo, mantengamos esta conversación off the record.
—¿Off the record? Pues no hay caso. No tenemos el cadáver. No tenemos el arma. Solo contamos con una testigo, o sea, usted, que no llegó a verle la cara al asesino y que, por consiguiente, no puede identificarle con total certeza.
—Eso son chorradas.
—Ah, ¿sí?
—Si Dan Mercer fuese un ciudadano prominente en vez de un supuesto pedófilo…
—Y si yo pesara cuarenta kilos menos y fuese blanco y guapo, puede que alguien me confundiera con Hugh Jackman. Pero la realidad es que si no encontramos el cuerpo o el arma, no tenemos nada a lo que agarrarnos.
—Da la impresión de que se rinde.
—No es así. Pero los mandos no tienen el menor interés en seguir investigando. Tanto mi jefe como la abogada defensora se han encargado de recordarme, hoy mismo, que mis posibilidades más gloriosas consisten en acusar a un federal jubilado cuyo hijo sufrió abusos sexuales por parte de la víctima.
—Y eso sería muy malo a la hora de hacer carrera política.
—Ese es el punto de vista cínico —adujo Walker.
—¿Hay algún otro?
—El punto de vista realista. Contamos con unos recursos muy limitados. Un colega mío, el carcamal de Frank Tremont, sigue buscando a esa chica que desapareció, Haley McWaid, pero al cabo de tanto tiempo… En fin, todo consiste en el presupuesto del que dispongas, ¿no? Es decir, ¿quién estaría dispuesto a derivar recursos de ese caso, sin ir más lejos, para, uno, hacer justicia a un saco de mierda que no se la merece y, dos, montar un caso que no podemos ganar porque ningún jurado condenaría al acusado?
—Se lo vuelvo a repetir: da la impresión de que se rinde.
—Pues no. Pienso reconstruir los pasos de Mercer y averiguar dónde había estado viviendo.
—¿Aparte de la caravana?
—Exacto. Hablé con su abogado y con su exmujer. Mercer cambiaba mucho de sitio: intuyo que no le resultaba sencillo instalarse en ningún lugar. En cualquier caso, la caravana la había alquilado esa misma mañana. Y ahí no hay nada suyo, ni siquiera algo de ropa de recambio.
Wendy puso una mueca rara.
—¿Y qué espera descubrir cuando encuentre su alojamiento?
—Que me aspen si lo sé.
—¿Qué más?
—Intentaré revisar el GPS de su coche, pero me temo que no nos llevará a ninguna parte. Aunque tengamos muchísima suerte y demostremos que pertenece a Grayson… En fin, ¿acaso prueba eso que la estaba siguiendo? Aún tendríamos mucho camino por delante.
—Necesita encontrar el cadáver —dijo Wendy.
—Exacto, esa es la principal prioridad. Tengo que reconstruir el trayecto por carretera de Grayson… Y creo que puedo llegar a hacerme una idea bastante aproximada. Sabemos que dos horas después de salir de esa caravana, Grayson se detuvo en un campo de tiro.
—Está usted de broma.
—Eso mismo pensé yo. Pero la verdad es que resultaba de lo más ingenioso. Los testigos le vieron disparando a unos blancos, con lo que nuestros análisis de los residuos de la pistola se fueron al garete. Revisamos el arma que se llevó al campo y, como era de esperar, los casquillos no coincidían con los que encontramos en el parque de caravanas.
—Pues vaya. O sea, que Grayson se fue a un campo de tiro para joderle a usted los análisis, ¿no?
—Fue agente federal. Sabe lo que se hace. Piénselo. Llevaba un pasamontañas, se deshizo del cadáver, se deshizo del arma, se cargó nuestro análisis de residuos… Y contrató a Hester Crimstein. ¿Se da cuenta de a qué me enfrento?
—Con claridad.
—Sabemos que Grayson tiró el cuerpo por el camino, en alguna parte, pero hay un montón de horas en las que no sabemos qué hizo, y esa zona está llena de terreno vacío.
—Y usted no cuenta con los efectivos necesarios para peinarlo, ¿verdad?
—Como ya le he dicho, no se trata de una chica desaparecida, sino del cadáver de un pedófilo. Y si Grayson lo ha planeado todo lo suficientemente bien, y así parece ser, de momento, puede que cavara un hoyo antes de cargarse a Mercer. Y que nunca encontremos el cuerpo.
Wendy apartó la vista y meneó la cabeza.
—¿Le pasa algo? —preguntó el sheriff.
—Me convirtió en su cebo. Grayson intentó que me pusiera de su lado. Como no lo consiguió, se limitó a seguirme… Y yo le llevé directo hasta Mercer.
—No es culpa suya.
—Da igual si lo es o no. No me guste que me manipulen.
Walker no dijo nada.
—Vaya mierda de final.
—Hay quien lo encontraría muy adecuado.
—¿A qué se refiere?
—El pedófilo le da esquinazo a nuestro sistema legal, pero no a la justicia. Si te paras a pensarlo, es de lo más bíblico.
Wendy dijo que no con la cabeza.
—No me parece bien.
—¿Qué parte en concreto?
Se guardó su opinión. Pero la respuesta era que todo en general. Igual la ex de Mercer no andaba del todo desencaminada. Igual había algo en este asunto que apestaba desde el principio. Igual debería haber prestado más atención a su intuición femenina desde el comienzo, o a sus tripas, o como quieras llamarlo.
De repente, se sentía como si hubiese contribuido a matar a un inocente.
—Usted encuéntrelo —dijo Wendy—. Fuese lo que fuera, se lo debe.
—Lo intentaré. Pero tenga bien claro que este caso nunca será prioritario.