Dolor.
Durante un instante, eso fue lo único que sintió Eric, como si algo hubiese estallado en su interior. Por encima de él vio a Stacy, que parecía inmensamente triste y asustada. Quiso hablar, decirle «gracias» y «lo siento» y «te quiero», pero las palabras no llegaron.
Una tarde habían ido al cutre zoológico de Cancún, para cachondearse. Albergaba sólo una docena de animales, uno de los cuales tenía un cartel que decía «Zebra» aunque se veía a la legua que era un burro con las rayas blancas pintadas en la piel. Algunas rayas tenían chorretones de pintura. De repente, mientras los cuatro lo miraban, el animal había abierto las patas y meado un auténtico torrente. Amy y Stacy se echaron a reír a carcajadas. Por una misteriosa razón, esto es lo que pasó por la cabeza de Eric en aquellos instantes, la imagen del burro orinando, las chicas abrazándose y el sonido de sus risas.
«Gracias —intentaba decir—. Lo siento. Te quiero».
El dolor se desvaneció poco a poco… y todo se fue… alejando… alejando… alejando…