Mathias se levantó.
—No tardaré —dijo.
Stacy dejó la botella y se levantó de un salto.
—Te acompaño —dijo.
Una vez más, Eric intuyó que tenía miedo de él, que le aterrorizaba lo que ocurría en el interior de su cuerpo. Era evidente que no quería quedarse con él.
Mathias miró el desnudo y ensangrentado torso de Eric.
—¿Estarás bien? —preguntó.
«No —pensó Eric—, por supuesto que no». Pero no dijo nada. Estaba pensando en el cuchillo, en la oportunidad de quedarse a solas con él en el claro, libre para hacer lo que deseara. Asintió con la cabeza. Y permaneció tendido al sol, invadido por una extraña paz, mientras ellos desaparecían en el sendero.