Eric no paraba de suplicarle a Mathias que lo operase, pero éste se negaba a hacerlo en la oscuridad.

—Tenemos que sacarla —insistió Eric—. Se está extendiendo por todas partes.

—Eso no lo sabemos.

—¿No la palpas?

—Palpo una hinchazón.

—No es una hinchazón. Es la enredadera. Es…

Mathias le dio una palmada en el brazo.

—Chsss —dijo—. Cuando haya más luz.

En la tienda hacía un calor húmedo y sofocante, y Mathias tenía la mano sudorosa. Molesto por su contacto, Eric se apartó.

—No puedo esperar tanto tiempo.

—Amanecerá pronto.

—¿Es porque te llamé nazi? —Mathias no respondió—. Era una broma. Estábamos hablando de la película que harán cuando volvamos y dijimos que te convertirían en el malo. Porque eres alemán, ¿sabes? Así que te transformarán en un nazi. —No regía bien, lo sabía, y hablaba demasiado rápido. Estaba aterrorizado y pensó que quizá no se le entendiera. Pero una vez que se metió por ese camino, fue incapaz de detenerse—. No es que lo seas, pero harán que lo parezcas. Porque necesitarán un malo. Es indispensable. Aunque la mala podría ser la planta, ¿no? Entonces no tendrías que pasar por nazi. Podrías ser un héroe, igual que Jeff. Los dos seréis los héroes. ¿Tenéis boy scouts en Alemania?

Oyó que Mathias suspiraba.

—Eric…

—Dame el puto cuchillo, ¿vale? Lo haré yo mismo.

—No tengo el cuchillo.

—Pues ve a buscarlo.

—Cuando empiece a aclarar.

—Llama a Jeff. Él lo hará.

—No podemos llamar a Jeff.

—¿Por qué no?

Hubo una pausa y Eric notó que Mathias dudaba.

—Ha ocurrido algo malo —dijo.

Eric pensó en el pequeño cobertizo y en el olor a pis y mierda que salía de allí. Asintió con la cabeza.

—Ya lo sé —dijo.

—No creo que lo sepas.

—Es Pablo, ¿no? Ha muerto.

—No. No es Pablo.

—¿Entonces?

—Es Amy.

—¿Amy? —Eric no se lo esperaba—. ¿Qué pasa con Amy?

Otra pausa parecida para buscar las palabras apropiadas.

—Se ha ido.

—¿Se ha ido?

Sintió que Mathias sacudía la cabeza en la oscuridad.

—Ha muerto, Eric. La planta la mató.

—¿Qué demonios…?

—La asfixió mientras dormía.

Eric no dijo nada; estaba demasiado horrorizado para hablar.

«Muerta».

—¿Estás seguro? —preguntó, consciente de que era una pregunta tonta.

—Sí.

Eric sintió que la cabeza le daba vueltas, como si estuviera en un coche que ha perdido la tracción. «Muerta». Quería levantarse para comprobarlo en persona, pero no sabía si sería capaz. Primero, alguien tendría que cortar la planta y quitársela de la pierna y el pecho. «Muerta». Sabía que era verdad, y al mismo tiempo no podía aceptarlo. «Muerta». Era una tontería, pero la película que habían inventado en broma había conquistado su imaginación: Amy era la chica buena, la repipi y se suponía que debía sobrevivir, escapar con Jeff en un globo aerostático.

«Muerta, muerta, muerta».

—Dios mío —dijo.

—Lo sé.

—Quiero decir que…

Otra palmada en el brazo, y de nuevo el contacto con la mano sudorosa.

—Calla. Tranquilo. No hay nada que decir.

Eric dejó caer la cabeza de nuevo sobre el suelo de la tienda. Cerró los ojos durante unos instantes y luego los abrió, buscando indicios de claridad en las paredes de nailon. Pero sólo había oscuridad; estaba rodeado por la oscuridad.

Cerró los ojos otra vez y esperó el amanecer con una palabra resonando en la cabeza:

«Muerta, muerta, muerta, muerta, muerta, muerta…»