Stacy y Amy estaban sentadas en el suelo, a un metro de la camilla de Pablo. Cogidas de la mano, miraban cómo Jeff examinaba la rodilla de Eric. Éste se había bajado el pantalón con cuidado, haciendo muecas de dolor cuando la tela se separó de la herida y levantó la costra de sangre seca. Jeff se arrodilló y trató infructuosamente de valorar la gravedad de la herida en la oscuridad. Al final se dio por vencido; habría que esperar a la mañana siguiente. Lo único que importaba ahora era que había dejado de sangrar.
Mathias estaba construyendo un refugio para Pablo, usando la cinta adhesiva, la tela y los palos que habían sobrado de la tienda azul, para montar un cobertizo de aspecto frágil.
—Uno debería hacer guardia mientras los demás duermen —dijo Jeff.
—¿Para qué necesitamos un vigilante? —preguntó Amy.
Jeff indicó a Pablo con la cabeza. Le habían quitado los cinturones y estaba tendido en la camilla, con los ojos cerrados.
—Por si necesita algo —respondió—. O… —Se encogió de hombros y miró hacia el sendero que conducía al pie de la colina. «Los mayas», pensó, pero no quiso decirlo—. No lo sé. Parece lo más sensato.
Nadie habló. Mathias cortó un trozo de cinta adhesiva con los dientes.
—Haremos turnos de dos horas —dijo Jeff—. Podemos eximir a Eric. —Éste estaba sentado en el suelo, con los pantalones alrededor de los tobillos y la mirada perdida. Jeff no supo si lo había oído—. He pensado que quizá también deberíamos empezar a juntar nuestra orina.
—¿La orina?
Jeff asintió con la cabeza.
—Por si nos quedamos sin agua antes de que llueva. Podemos aguantar un poco si…
—Yo no pienso beber pis, Jeff.
Stacy la secundó:
—Ni yo. De ninguna manera.
—Si llegamos al punto en que tenemos que elegir entre beber nuestra orina o morir…
—Dijiste que vendrían los griegos —protestó Amy—. Dijiste que…
—Sólo intento ser prudente, Amy. Ser sensato. Y eso significa pensar en lo peor que puede suceder. Porque si llega ese momento, desearemos haber hecho planes, ¿no? —Amy no respondió—. Nuestra orina se volverá más concentrada a medida que nos vayamos deshidratando —continuó Jeff—, así que ahora es el momento de empezar a juntarla.
Eric sacudió la cabeza y se restregó la cara con un ademán cansino.
—Dios —dijo—. Me cago en Dios.
Jeff no le hizo caso.
—Mañana, en cuanto amanezca, comprobaremos cuánta agua tenemos y pensaremos en cómo racionarla. Lo mismo con la comida. Ahora, creo que lo mejor es que cada uno beba un poquito y trate de dormir. —Se volvió hacia Mathias, que seguía trabajando en el cobertizo—. ¿Tienes la botella vacía?
Mathias se dirigió a la tienda naranja. Su mochila estaba en el suelo. La abrió, rebuscó y sacó la botella vacía. Se la pasó a Jeff.
Jeff la levantó, enseñándosela a los demás. Era una botella de dos litros.
—Si tenéis que mear, usad esto, ¿vale? —Nadie respondió. Jeff dejó la botella junto a la puerta de la tienda—. Mathias y yo terminaremos el refugio para Pablo. Después, yo haré la primera guardia. Los demás deberíais intentar dormir.