Durante la mayor parte del siglo XX, los historiadores sostenían que el Renacimiento italiano y la Reforma protestante marcaron una ruptura drástica en la historia europea que puso fin a la Edad Media y anunció la llegada del mundo moderno. Sin duda, los siglos XVI y XVII presenciaron transformaciones decisivas en la vida europea. Por primera vez, los marinos, soldados y comerciantes forjaron redes mercantiles mundiales que introdujeron los minerales y productos agrícolas del Hemisferio occidental en sus puertos atlánticos. La Reforma protestante puso término a la unidad religiosa de Europa, y un siglo de guerras de religión no sirvió más que para cimentar las divisiones. Mientras tanto, comenzaron a extenderse por el resto de Europa nuevas tendencias en la vida cultural e intelectual, muchas de ellas iniciadas en Italia durante los siglos XIV y XV.


Sin embargo, cada vez resultan más patentes las profundas raíces bajomedievales subyacentes en la mayoría de los hechos novedosos de los siglos XVI y XVII. Los viajes que emprendieron los europeos del siglo XVI alrededor del globo se iniciaron en el siglo XV con la conquista del «Mediterráneo atlántico». El estudio intensivo de la literatura clásica romana y griega que caracterizó al Renacimiento italiano desarrolló la renovación clásica emprendida en los siglos XII y XIII. Incluso las doctrinas teológicas de los reformistas protestantes hundían sus raíces en las polémicas teológicas de la Baja Edad Media. Y todos estos hechos tuvieron lugar en el contexto de un intercambio cultural y económico continuado entre Europa, el mundo islámico y Bizancio.