El término «Edad Media» lo acuñaron los europeos en el siglo XVII para expresar su postura de que después de los magníficos logros de Grecia y Roma se había extendido un largo y sombrío período de interrupción hasta la «Edad Moderna». El término alcanzó tanta popularidad que forma parte imborrable de nuestro vocabulario histórico, pero ningún investigador serio lo emplea hoy con el sentido de desdén que en otro tiempo conllevaba. Por el contrario, la mayoría de los estudiosos sostendría que fue durante la Edad Media —aproximadamente los años comprendidos entre 600 y 1500— cuando se establecieron los cimientos culturales, políticos y religiosos de las tres civilizaciones occidentales. Hablemos de Bizancio, el mundo islámico o Europa, la Edad Media fue un período formativo y creativo en la historia de las civilizaciones occidentales.

Sin embargo, los años comprendidos entre 600 y 1500 sólo constituyen una verdadera «edad media» con respecto a Europa. Para el mundo islámico esos siglos presenciaron el nacimiento, la expansión y la maduración de una nueva civilización que se inspiró mucho en el pasado clásico, pero fundió dicho pasado con una visión religiosa nueva y arrolladora. Para Bizancio, la denominada Edad Media finalizó en 1453 con la conquista de su imperio por los turcos otomanos. Incluso para Europa la metáfora de una edad media es en cierto modo engañosa. Al igual que la civilización islámica, la europea comenzó a tomar forma a partir del siglo VII, pero no fue hasta el siglo XII cuando surgió una tradición europea verdaderamente característica en política, religión y arte.