La historia de las civilizaciones occidentales comienza en Oriente Próximo hace unos trece mil años. Cuando los glaciares iniciaron su lenta retirada, en el extremo oriental del mar Mediterráneo surgió un nuevo mundo ecológico de pantanos, praderas y animales domesticables, donde los hombres llevaron a cabo una transformación trascendental, pasaron de formar pequeñas bandas de cazadores-recolectores a constituir comunidades mayores basadas en la agricultura. Hubo un segundo «gran paso adelante» hace unos cinco mil años, cuando aparecieron las primeras ciudades verdaderas entre los ríos Tigris y Éufrates, para extenderse después por todo Oriente Próximo.

Las tradiciones de independencia y autonomía urbanas pronto cedieron paso a configuraciones políticas mayores. En Egipto, durante el Reino Antiguo, los faraones gobernaron un territorio integrado que se extendía cientos de kilómetros a lo largo del río Nilo. En Mesopotamia, Sargón de Acad creó un imperio que inspiraría a imitadores durante mil quinientos años. En 1500 a. J.C. ya existía un «sistema internacional» de comercio y diplomacia que abarcaba el mundo mediterráneo oriental entero.

Sin embargo, hacia 1200 a. J.C. este sistema internacional se desplomó por completo, y arrastró consigo a la mayoría de los imperios renombrados de la época. El vacío de poder resultante creó espacio para el surgimiento de nuevos estados, en particular en Oriente Medio. Pero el hiato imperial resultó temporal. Cuando el hierro comenzó a reemplazar lentamente al bronce como materia prima esencial para la fabricación de herramientas y armas, aparecieron nuevos imperios más poderosos: mayores, mejor armados y organizados, así como más expansionistas que los de la Edad de Bronce precedentes. En el año 500 a. J.C. el mayor de estos imperios, Persia, ya era el dueño indiscutible del mundo de Oriente Próximo.

En la vida religiosa y cultural hubo avances igual de trascendentales. Las pirámides de Egipto, La epopeya de Gilgamesh, las obras de Homero y las tradiciones religiosas del zoroastrismo y del judaísmo ya habían tomado forma cuando este período concluyó hacia el año 500 a. J.C. Todas las civilizaciones posteriores del mundo occidental (es decir, mediterráneas) han continuado descansando sobre estos mismos cimientos.