XXIII

Fiscal de Familia

El abogado y Fiscal de Familia Humberto Tabasco recibió a un anciano que lucía presa de un incesante hipo.

—¿Qué puedo hacer por usted, ciudadano? —le preguntó.

—He venido a denunciar que mi esposa, de diecisiete años, me abandonó embarazado —respondió el personaje, que se identificó como el ingeniero Ted Becerráfero—. Le solicito que se avoque al problema para que mi cónyuge asuma la maternidad del bebé cuyo nacimiento está «en ciernes».

Tabasco observó que, realmente, el hombre tenía muy abultado el vientre. Le captó el hinchado ombligo por una abertura de la camisa, a la cual le faltaban dos botones.

—En esta institución no podemos resolverle ese problema —enfatizó el funcionario—. Acuda a un tribunal y consulte su caso con un juez.

—No sea indolente, Fiscal: usted tiene el deber de ubicar y citar a mi esposa para que afronte la situación…

Atribulado, Humberto Tabasco activó su intercomunicador y pidió que se presentase un guardia. Afuera, siempre permanecían varios. Rápido, uno de ellos entró.

El Fiscal le ordenó que sacara al ingeniero de su Despacho y lo trasladara el Hospital Materno Infante.

—No permitiré un nacimiento en mi oficina —nervioso, repetía—. El Señor «rompió fuente». Sería riesgoso y desagradable que pariera aquí…

Se llevaron al hombre, quien había empapado el piso con un líquido amarillento que olía a cebada corrompida. El abogado llamó a la bedel de la Fiscalía para que aseara el sitio. La mujer no tardó en llegar. Escrutó, olfateó y palpó la sustancia, para luego decir:

—Alguien vomitó cerveza aquí, Jefe.