Pelota de fútbol
—Has vivido casi un siglo, padre mío —musitó Europa Samuelle—. Hoy cumplo cincuenta y me aterra pensar en el fututo, en el tiempo indeterminado que tendré que vivir: en los innumerables problemas que podría afrontar y que ignoro si estoy preparado para resolver.
—Pareces pedirme que te aconseje, muchacho —balbuceó el viejo Lion Samuelle—. Yo no tengo mundo: ni nadie que lo presuma…
En la Maternidad Divino Sendero un bebé recién nacido pedía leche a su madre quien, con lágrimas en los ojos, le besó la frente mientras le prometía:
—Te criaré y cuidaré como una madre y como el padre que no conocerás porque me ha abandonado.
—No fui, soy ni seré —pronunció la criatura, provocándole estupor cuando lo amamantaba.
En compañía de una enfermera, el médico de guardia se presentó ante la mujer para examinarla. Ella, todavía un poco ofuscada y con voz entrecortada, le reveló:
—El bebé me habló, doctor. Me asusté muchísimo.
Médico y enfermera se miraron antes de que él, en actitud recia, le informara:
—No le extraje un bebé, señora. Fue una pelota de fútbol. Me pregunto cómo pudo tragarse algo tan voluminoso o introducírselo en su vientre. Antes de practicarle la cesárea, usted no tenía marcas de cortes con bisturí. No había sido quirúrgicamente intervenida.
—¿Qué pretende que yo piense? ¿Dónde está esa pelota?
—La confiscaron los funcionarios de la Policía Antidrogas [PAD], quienes la obligarán a explicar la procedencia de la cocaína.
En la Maternidad Divino Sendero un bebé recién nacido pedía leche a su madre quien, con lágrimas en los ojos, le besó la frente mientras le prometía: «Tu nombre será Europa. Contigo ganaré mucho dinero, como un jugador del Mundial de Fútbol».
Europa indagó dónde vivía su progenitor. Cuando supo que era un ermitaño y propietario de una apartada cabaña al pie de una de las más altas montañas, lo visitó. Se identificó, ulterior a lo cual le platicó:
—Has vivido casi un siglo, padre mío. Hoy cumplo cincuenta y me aterra pensar en el futuro, en el tiempo indeterminado que tendré que vivir: en los innumerables problemas que podría afrontar y que ignoro si estoy preparado para resolver.
[…] «Pareces pedirme que te aconseje, muchacho» —balbuceó el viejo Lion Samuelle—. […] «Yo no tengo mundo: ni nadie que lo presuma…».
Se abrazaron fuertemente. Luego Lion extendió una porción de polvo blanco a Europa e inhalaron.
—Cierto: ninguno lo tiene. «Nada es fuera de nuestra imaginación».
La Señora de Samuelle mira el cielo a través de la ventanilla de su celda. Sabe que su confinamiento se prolongará hasta su escisión física, que Principio y Fin son sensaciones. No fue, es ni será.