XIV

La traducción

Nacido durante el invierno de 1952, J. Bardus recibió una carta en cuyas líneas (escritas de modo conspicuo) se le anunciaba la aparición de su cortísima novela llamada Loufoque.

Una institución que precipita la fobia en los impacientes, en Venezuela denominada Instituto Postal Telegráfico, puso en sus manos el mensaje con un atraso de siete meses. Es decir: durante igual número de agrupadías, el citado libro estaba en las mejores tiendas especializadas de París.

Bardus no conocía Francia. Sólo parcialmente recorría su nación: solía visitar Caracas, Barquisimeto, Mérida. Había aprendido, al final de su infancia, el Inglés. Pero, ya inmerso en el Español, incomparablemente hermoso, olvidaba la pronunciación y gramática de la única lengua auténticamente universal.

—Mi libro más reciente, Chiflado, ha sido publicado en Francia —le dijo a su editor personal—. Esta carta lo advierte.

—Déjame leerla —rogó el otro.

Aquella breve novela mostraba la vida de quien, con cierta inconsciencia, tuvo el Don de la Prognosis. Si mal no preciso, en sus páginas Bardus (el protagonista) culminaba en el suicidio tras quedar atrapado en un devenir que —de facto— vivía.

No me ocuparé de contar al lector, profanamente, tan apreciada ficción. Pero, si le esclareceré que Bardus empezó a recibir centenares de cartas. Sus admiradoras y seguidores le confesaban el impacto que provocó en ellos y ellas el lisiado que logró desarrollar un poder mental extramuros.

Presa del estupor, Bardus escribió a la Editorial Contour de París. Junto a la protesta manuscrita, devolvía cinco mil próceres impresos en dólares que recibió por «Derechos de Autor».

La razón era obvia: Loufoque fue mal traducida, al extremo de transformarse en una historia inimaginada por él.

La empresa le respondió con un correo electrónico formulándole explicaciones y disculpándose, aparte de darle la dirección de El Traductor. De inmediato, Bardus envió una misiva internetiana al hombre:

Mérida, Venezuela, Abril de 1983

Señor El Traductor

[traductor@hotmail.com]

«Usted, despreciable señor, se ha burlado de mi reputación. Logró que la Editorial Contour publicase una novela que no es la mía. Usó, fraudulentamente, mis apellidos y nombre para difundir su propia historia. Aparte de cobarde, es un reptil».

Antes de recibir cualquier contestación de El Traductor, el escritor fue notificado (mediante el diario El Nacional) que Loufoque obtuvo el Premio Casa de los Imbéciles: el más codiciado reconocimiento literario de Europa.