XXII

La felación

Laurie Moon Martínez conoció a Bill Sade cuando apenas era candidato a alcalde de Fornicattores City, en la Unión de los Estados del Norte (UEN). Laboratorista auxiliar, estudiaba en el Major Claustrofalaz: institución para estudios superiores en «Ciencias Jurídicas y Políticas», «Medicina», «Bioanálisis» y «Filosofía».

Sade no tenía más de 25 años. Muy joven había egresado, precisamente, del Major Claustrofalaz.

Casó con Himena, a quien conoció en la institución universitaria de la cual egresaría con excelentes calificaciones.

Desde sus primeros días en el Major Claustrofalaz, el politólogo se acostumbró al disfrute de lo que se conocía como Succión Rápida y de Aula. La mayoría de los estudiantes admitía que era el más buenmozo de los inscritos para cursar la carrera de «Ciencias Jurídicas y Políticas». Durante los recesos oficializados entre una hora de clase y otra, las muchachas peleaban por mamarle a Bill el único miembro de la Academia Universal que es obligado por las sociedades del mundo a mantenerse oculto.

Durante la exitosa «campaña electoral» que lo condujo a ocupar el cargo de Alcalde de Fornicattores City, vio por primera vez a Laurie. Nunca imaginaría que aquella desprejuiciada y hermosa mujer perturbaría, en el futuro, su gestión presidencial (sí: Bill alcanzaría la máxima posición política de la Unión de los Estados del Norte).

Desde un improvisado podium y cansado de tanto hablar frente a sus seguidores, Sade miró hacia un punto cualquiera y ella se levantó el vestido para mostrarle las nalgas. El candidato, que —por exceso de «trabajo proselitista»— acumulaba días sin practicar el sexo con Himena de Sade, sintió que el inquieto de la Academia (ese que le colgaba en la entrepierna) le crecía. Advirtió que a Moon Martínez la Naturaleza la dotó de carnosos labios: de los especiales para la ejecución de actividades falofágicas. El Señor Bill Sade le envió una misiva con uno de sus guardaespaldas: «Te espero en el Secreto de Estado Motel. A las 8 p. m., tomarás el taxi que te llevará y cuyo costo yo asumiré. Estaré esperándote en el umbral del establecimiento citado».

Todo sucedió de acuerdo a lo planeado por él. Laurie llegó y Bill le pagó al conductor. De inmediato, caminaron hacia la habitación.

—Estoy desesperada —le confesó Moon Martínez al «prometeo» del ambiente político en la UEN.

Humedeciéndose los labios con su enrojecida lengua, rápido le desajustó la correa y le bajó el pantalón. Lo empujó suavemente hacia la cama. Lo sentó e inició una intensa succión que culminó cuando del orificio orinario del glande de Bill Sade Moon brotaron, aproximadamente, cinco centímetros cúbicos de semen.

La seductora liberó y cerró su boca para correr hacia el cuarto de baño donde vertiría, en uno de los tubos de ensayos que guardaba en el bolso, el espeso líquido. Retornó a la alcoba y esta vez sí se quitó sus ropas.

Después de una hora de plática política, nuevamente Laurie logró excitar a Bill. Sentada encima de su estómago, se deslizó hacia atrás. Sintió que el falo le rozaba la hendidura de su trasero. Fue cuando se levantó un poco y se lo tragó con su vagina. Los movimientos de la dama eran similares a las ondulaciones de las aguas en mar agitado. La acción sólo duró tres minutos. Para evitar embarazarla, de la blanda cavidad Sade sacó su pene antes de eyacular.

Los compromisos políticos de Bill lo obligaban a marcharse. A las 11 p. m., numerosas personas lo esperarían en una conocida «casa de festejos» para cenar. Anotó el número telefónico de la dama a quien, a causa de sus múltiples ocupaciones frente a la Acaldía de «Fornicattores City», no volvería a ver.

Transcurrieron treinta años. Bill Sade ya era Presidente de la Unión de los Estados del Norte y en su contra se urdía una confabulación de naturaleza moral. Vio, asombrado, cómo una mujer de quizá cincuenta y cinco años lo acusaba de haberla violado en el Secreto de Estado Motel. A más de doscientos millones de televidentes, revelaba que —después de haber sido abusada por el candidato a la Alcaldía— mantuvo vivos los espermatozoides de su «victimario». Más tarde, ya doctorada en Medicina (mención «Genética Evolutiva»), con ellos insemiraría algunos óvulos de una burra que cuidaba en la finca de su padre.

Logró, inicialmente en una atmósfera cúbica «in vitrio» preparada, reproducir varios híbridos con la esperanza de que gobernasen en cada uno de los «Estados de la Unión»: animales con cabezas humanas (cuyos rostros eran idénticos al de Sade) y cuerpos de asnos. De centáurico aspecto, esas criaturas exhibían unos asombrosos falos que ella —gustosa y frecuentemente— chupaba para calmarles las ansias sexuales. Sin ambages, así lo confesó.