Querella entre alumno y profesor
Apenas llegó al Liceo «Mariscal Herrera», Jonás Campus supo que no había aprobado la última materia que le faltaba para culminar la secundaria: Matemática V. Sus compañeros de curso lamentaron que fuese aplazado: no podría graduarse ese año con ellos.
Cabizbajo, se apartó del grupo y fue hacia un hermoso jardín situado en la parte posterior del establecimiento educativo. Sigilosa, lo seguió Evaluna: su mejor amiga y confidente.
—Tranquilo, guerrero del Campus —infirió prodigándole abrazos por la espalda—. Todos sabemos que el profesor Walter Cianuro te calificó maliciosamente. Exígele una revisión del examen. O, si lo prefieres, «sueña despierto» que le atraviesas el cuerpo con una de las estacas del aspa que sostiene las banderas del Estado y la República. Esa que está a la entrada del Liceo.
A Campus le llamó la atención la última y temeraria propuesta, por cuanto sabía que el docente no claudicaría y que el conflicto entre ambos debía resolverse de cualquier forma.
Cianuro no admitiría una revisión y lo fulminaría, de nuevo, el día previsto para las reparaciones. A causa de una vieja y secreta disputa entre ellos, por el amor de una hermosa estudiante, se detestaban.
—¿Sueño despierto que le atravieso el cuerpo con el aspa? —inquirió a la chica—. ¿Cómo soñar sin estar dormido?
—Es fácil: imagínalo intensamente y verás que el hombre muere. Luego, a quien lo sustituya en el cargo, le ruegas que reconsidere tu examen de Matemática V.
Cuando Jonás abandonaba el Liceo, en compañía de Evaluna, se detuvo a mirar el aspa [de cuatro metros de altura] en cuyos extremos ondeaban las banderas. En ese instante, el profesor Cianuro, quien igual partía del lugar, disminuyó su marcha: observó el aspa y después los ojos de su odiado alumno, en un intento por adivinarle sus pensamientos. El furtivo y desagradable encuentro no trascendió.
Cada uno de ellos regresó a su hogar. Ya en casa, el muchacho se acostó y cerró sus párpados. Con vehemencia, imaginó que arrancaba el aspa del Liceo y le desprendía una de las estacas. De prisa, caminó y buscó a su rival en cada una de las aulas hasta cuando lo halló. Estaba solo, dedicado a corregir exámenes. Segundos más tarde lo escrutó fijamente, corrió en dirección al enemigo y, con inusitada fuerza, le introdujo en el pecho la filosa estaca.
Por su parte, Walter Cianuro —también echado encima de su cama— proyecta una escena en su mente: golpea salvajemente y estrangula a Jonás con una de las banderas del Liceo.
Al día siguiente, numerosos detectives de la Policía Científica [PC] interrogaban a los vecinos del joven Campus y del profesor Cianuro. Necesitaban pistas para dilucidar los motivos por los cuales fueron asesinados y arrestar a sus victimarios.