XVII

Film confiscado

Advirtió que había nacido y vivido cuando, en una Sala Velatoria «Cristiana» convencional, sus familiares y allegados rezaban por el «Eterno Descanso de su Alma».

En cada esquina del féretro, cuatro personas desconocidas [de las utilizadas por la empresa funeraria] realizaban el ritual ridículo de «Guardia de Honor». En la calle, quienes fueron sus acreedores protagonizaban un escándalo y emplazaban a su esposa, hermanos y padres para que les pagaran las deudas que el difunto tuvo con ellos.

Lo sucedido fue impredecible: el cadáver levantó la cubierta del ataúd, irguió, saltó, le quitó la subametralladora al vigilante privado del local y disparó sucesivas veces contra los impertinentes cobradores.

Pronto llegaron los policías y, después de arrestar a los denunciados en luto y espectadores, confiscaron las cámaras filmadoras con sus accesorios.

Un grupo de paramédicos, que llegó casi simultáneamente en una ambulancia, recogió, de prisa, a los muertos.

Todos se introdujeron en sus respectivos vehículos, activaron las sirenas y partieron velozmente.

—¡Qué lástima! —exclamó uno de los vecinos del establecimiento—. Habría sido una nueva y, como siempre, magnífica película de la Macabros Pictures Company.

En pocos minutos, irrumpieron en el lugar los desinfectadores del Ministerio de la Sanidad Pública [SP] para limpiar la Escena de los Crímenes.

Uno de ellos repartió tarjetas de presentación con el emblema de su distribuidora de películas, números telefónicos, dirección electrónica y de oficina.

—A partir de las 8 a. m. de mañana, mi secretaria podrá satisfacer sus pedidos del cortometraje confiscado —les aseguraba a los curiosos, clientes y entremetidos descuentos para quienes comprasen más de una copia.