En silencio y vibrador
Ossamma se despidió de su novia Tarcila frente a su residencia, con la previa promesa de llamarla durante la noche a su audifonovocal móvil.
—Dejaré mi teléfono «en silencio y vibrador», amorcito —le prometió Tarcila—. Estoy muy cansada e intentaré dormir temprano. Pero, despiértame con tu llamada.
—¿Estás segura? —la interrogó su amable pareja sentimental—. No quiero molestarte […].
—No te preocupes. Me fascinará, me sentiré extasiada. Si no te respondiese en el curso de tus primeros intentos, deberás insistir […] ¡Prométemelo, Ossamma!
—No sabía que perturbar tu sueño pudiera gustarte tanto. ¡Me halagas!
Tarcila cenó, fue a su habitación y se desnudó. Encendió la TV y se recostó en su comodísima cama. Se colocó el teléfono celular en la entrepierna y cayó vencida por el sueño.
Antes de la medianoche, Ossamma comenzó a llamarla: pero, ella no respondía y él no prejuzgó el incidente. Le había prometido ser persistente y así lo hizo. El teléfono de Tarcila repicaba diez veces y aparecía la grabación de la operadora:
—Su llamada será desviada al buzón de mensajes de voz —escuchaba, una y otra vez, frustrado, el hombre.
Treinta minutos después de los ininterrumpidos intentos, mojadísima finalmente Tarcila le respondió y en tono impetuoso le pidió a Ossamma que ya dejase de fastidiarla.