Vindicta contracientífica
—No me hables de piedad cuando ya he desenfundado mi venganza —irascible, le decía un hombre a una mujer que mantenía atada a un poste de alumbrado público mientras amagada con degollarla con una daga.
—Maldito, soy una importante científica —repetía su aterrada víctima—. La Humanidad, a la cual pretendo salvar de la «Peste Infalible», necesita de mis conocimientos para salvarse.
—¡No execres mi vindicta cuando todavía exhibo las secuelas de la flagelación que me infligieras, esputo de Luzbel!
—Sólo te pido que me indultes porque no tiene sentido que me asesines para no ser exonerado de padecer esa ya, entiende, pandémica enfermedad…
—Porque las praderas estén húmedas, la Naturaleza no tiene que cesar sus precipitaciones.