XL

La macilenta

Nebula exigió a su novísimo esposo que debía procurarle una existencia sedentaria plena.

Quería vivir sin moverse, pero era evidentemente imposible sin el auxilio suyo o de otras personas.

—Si anhelas continuar existiendo, tendré que hacer ciertas y fundamentales cosas por ti —expresó Famulos mientras ella se cobijaba hasta el cuello—: limpiar la casa, asearte, cocinar para ti y traer tu comida a nuestro lecho matrimonial.

Al cabo de pocos meses, la mujer había aumentado ciento cincuenta kilos. Ahora pesaba doscientos veinte, y no podía levantarse de la cama sin ayuda.

—Te he complacido, Nebula —le recordó el marido a su extremadamente obesa mujer—. Empero, ¿qué más puedo hacer para que continúes feliz?

—Siempre me sentí atraída por tu portentosa imaginación, amado mío —respondió la macilenta y casi monstruosa figura—. Podría ser más dichosa el próximo fin de semana, y ello está sujeto a tus inteligentes ocurrencias.

Famulos, que, diariamente, recogía un mínimo de cinco kilos de materia fecal que su cónyuge depositaba en una excreta portátil colocada bajo su trasero, decidió suspenderle los suministros de alimentos y líquidos durante tres días. Luego de lo cual le dio a beber un purgante especial, para hacerle un lavado estomacal e intestinal completo.

El sábado siguiente ofreció, puertas abiertas, un gratuito banquete —con abundante licor— a los vecinos de la Urbanización Villaverde.