Ajuste de Cuentas
Ambos hombres sentaron sus cuerpos en la esquina de la calle 7 con la avenida principal. El veraniego sol castigaba y pocos transeúntes caminaban en derredor. A uno de ellos, «El Corvo», lo flanqueaba su hermano de diez años. El otro, apodado cariñosamente «Turroncito», se había presentado con una bolsa plástica, negra, y mantenía su mano derecha en el interior de ella:
—¿Crees que no recuperaré lo que te he vendido sin recibir la paga prometida? —interrogó a «El Corvo».
El fortísimo estrépito, similar al producido por los transformadores de energía de los postes de alumbrado público, fue seguido por el desprendimiento y diseminación total de las partes encefálicas y «dediles» que contenían dopamina. «Turroncito» corrió velozmente hacia el río, sin voltear su mirada atrás ni soltar la negra y plástica bolsa.
El hermano de «El Corvo» convocó a sus numerosos amiguitos vecinos que, jubilosos, recogían del pavimento los «dediles» para inhalar, desesperados, el polvillo que contenían.