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—Foxtrot One a Big Mother.

Ted se agarraba de nuevo al intercomunicador portátil. Hervía de irritación y sentía que un nerviosismo creciente se apoderaba de él.

—¿Qué pasa, Foxtrot One?

—Fireball está down. ¿Quién demonios le ha disparado?

—Voy a comprobarlo, Foxtrot One —le respondieron —.Standby.

Se quedaron los tres en la esquina de Lexington Avenue con la Cuarenta y tres, junto al edificio de la Chrysler, observando al cuerpo inmóvil de Ahmed. Vieron algunos policías acercarse y un hombre de bata blanca que salía de una ambulancia. El hombre de la bata blanca, obviamente un médico, se arrodilló junto al cuerpo de Ahmed y comprobó sus constantes vitales. Habló luego con los policías. Parecía evidente que les daba instrucciones sobre cómo proceder.

Cuando terminaron de hablar y gesticular, dos guardias levantaron el cuerpo y lo llevaron a la ambulancia, un coche blanco con la cruz roja y el nombre del Bellevue Hospital en la parte inferior. Tumbaron a Ahmed en una camilla y lo metieron en el vehículo por la puerta trasera, que luego cerraron.

—Quizá lo mejor es que vayamos a ver qué pasa —dijo Tomás, inquieto por haber perdido el contacto visual con Ahmed.

—¿Y si el tipo vuelve en sí? —preguntó Rebecca—. Nos verá haciendo preguntas al médico y nos delataríamos. No, quizás es mejor que nos quedemos quietos. Más vale que el FBI se ponga en contacto con los responsables del hospital y que pregunten al médico por los canales habituales.

Ted asintió con la cabeza en señal de que aceptaba la sugerencia y habló de nuevo por el intercomunicador:

—Foxtrot One a Big Mother. ¿Podría comprobar algo, por favor?

—Diga, Foxtrot One.

—Se han llevado a Fireball en una ambulancia del Bellevue Hospital estacionada junto al Chrysler. ¿Podría el hospital preguntar discretamente al médico qué le pasa al paciente?

—Roger, Foxtrot One.

El hombre del FBI pasó la vista por la azotea de los edificios. El perfil lejano de un francotirador le recordó que aún no le habían respondido su otra pregunta, por lo que volvió a pegarse el intercomunicador a la boca.

—Por cierto, Big Mother. ¿Sabemos ya quién ha sido el idiota que abrió fuego contra Fireball?

—Negativo —le respondió—. Aún estamos intentando averiguar qué ha pasado, pero nadie ha dicho nada. Quienquiera que haya sido, no ha dicho ni mu. Probablemente ha sido un francotirador que se ha puesto nervioso, no lo sé…

—No me sorprendería —murmuró Ted entre dientes, bajando lentamente el intercomunicador mientras movía la cabeza—. Han reclutado novatos, y los tipos se cagan. —Volvió a ponerse el intercomunicador delante de la boca y apretó el botón—. Big Mother, ¿tenemos resultados de la inspección con los geiger?

—Afirmativo, Foxtrot One. Hemos puesto varios coches con contadores a recorrer toda la zona y el resto de la ciudad. Casi hemos completado la búsqueda.

—¿Y bien?

—Negativo. No hemos detectado signos de radioactividad en ninguna parte de Manhattan. Está todo limpio. Por lo visto, no hay ninguna bomba, Foxtrot One.

Ted, Tomás y Rebecca se miraron entre sí, sin saber qué hacer ni decir. La situación parecía tomar un derrotero imprevisible: lo que era seguro, al momento se convertía en improbable. Parecía una montaña rusa de emociones.

En un gesto que parecía ya un tic nervioso, el historiador portugués miró el reloj por enésima vez.

—Es la hora.

El hombre del FBI reculó algunos pasos y se paró delante de una tienda de electrodomésticos para ver la CNN en un televisor. Tomás y Rebecca se le unieron. La cadena estaba retransmitiendo en directo desde el interior de la sede de la ONU: un hombre de traje azul oscuro y corbata roja subía tranquilamente al podio de mármol verde para dar su discurso.

Era el presidente de los Estados Unidos.

Crrrrrr.

—Big Mother a Foxtrot One.

—¿Qué pasa, Big Mother?

—Debe de haberse confundido sobre la ambulancia.

—¿Confundido?

—El Bellevue Hospital dice que no tiene ninguna ambulancia en Lexington. Es más, ni siquiera tiene ambulancias en la zona. ¿Puede comprobarlo?

Ted se fijó en el vehículo blanco de emergencias médicas, estacionado al otro lado de la Avenida. Efectivamente, en las puertas de la ambulancia ponía «Bellevue Hospital».

—Disculpe, Big Mother. La ambulancia es del Bellevue Hospital, no me cabe la menor duda al respecto.

—Negativo, Foxtrot One. El hospital dice que no tiene ninguna ambulancia en la zona.

Ted no se dio por vencido.

—¡Se equivocan! —insistió—. La tengo delante…

En un gesto impulsivo, Tomás, que seguía la conversación con creciente interés, le arrancó de las manos el intercomunicador portátil al hombre del FBI y habló directamente con el mando de la operación.

—Big Mother, aquí Tomás Noronha, del NEST —se presentó—. Estoy acompañando a Foxtrot One y necesito saber algo.

Tardaron unos segundos en responder. Daba la impresión de que el comandante de la operación estaba ponderando si debía hablar con un aficionado extranjero que no pertenecía al Bureau. Sin embargo, la gravedad de las circunstancias condicionó su decisión.

Go ahead, mister Noronha.

—¿Han pasado los contadores geiger por toda la ciudad?

—Afirmativo.

—¿Y no han registrado radioactividad en ninguna parte?

—Exacto. No hay nada.

—¿Está diciéndome que la aguja del contador geiger no ha registrado ninguna actividad? ¿Nada de nada?

—Bueno, hay siempre circunstancias en que el geiger indica radioactividad, ¿no?

—¿Qué circunstancias?

—A ver, cuando pasa al lado de hospitales, por ejemplo. Los hospitales están llenos de equipos radioactivos. Siempre que se pasa el contador geiger por un hospital, la aguja se mueve. Pero eso es normal y lo damos por descontado.

El corazón de Tomás latía cada vez más deprisa. Su mirada reflejó el terror que le invadía y tuvo tanto miedo de hacer la siguiente pregunta que casi no la hizo.

Pero la hizo.

—Y… ¿las ambulancias?

—Es lo mismo.

Tomás miró a Ted y a Rebecca. Los tres cayeron en la cuenta: miraron la ambulancia aparcada en la base del Chrysler y sus rostros se paralizaron durante un segundo eterno al interpretar lo que veían desde una perspectiva totalmente nueva. El pavor cayó sobre ellos como una sombra: la ambulancia era la bomba atómica.