Hay catalanes que creen que todavía es posible transformar España y encontrar en ella un encaje justo y cómodo para Cataluña. Quizás tú seas uno de estos catalanes, quizás tu indecisión sobre la independencia esté basada en esta esperanza.
Es difícil que los independentistas de toda la vida seamos creíbles a la hora de argumentar sobre la imposibilidad de transformar España. Primero, porque nunca hemos tenido esta esperanza y, por lo tanto, no hemos pasado por el proceso de perderla. Y segundo porque puede parecer que pretendemos demostrar que en el fondo siempre hemos tenido razón y que la mayoría de los catalanes estaba equivocada cuando pensaba que sí, que era posible transformar España.
Así pues, en este terreno serán siempre más convincentes los argumentos de los nuevos independentistas, aquellos que en el pasado (e incluso en el pasado más reciente) han creído en la idea de transformar España y finalmente han acabado llegando a la conclusión de que no es posible.
Entre estos nuevos independentistas, uno de los casos que me parece más interesante es el de Germà Bel. Déjame hablarte de él. Germà Bel (1963) es un economista importante. Doctor en Economía por la UB, máster en Economía por la Universidad de Chicago y catedrático en Economía Aplicada en la UB. Pero además de ser un economista brillante, Germà Bel ha hecho política desde muy jovencito. Con diecisiete años entró en las Joventuts Socialistes de Catalunya (JSC) y, con diecinueve años se hizo de PSC. Formó parte del gobierno de Felipe González (PSOE) como asesor del ministro Josep Borrell. Fue incluso diputado socialista en el Congreso, desde el año 2000 hasta 2003.
Por lo tanto, no hay duda alguna: Germà Bel no solo ha creído toda la vida en la posibilidad de una España respetuosa con Cataluña, sino que ha trabajado activamente para que sea posible y, además, lo ha hecho desde dentro del Estado. Desde 1980, cuando ingresó en las Juventudes Socialistas, hasta 2003, cuando dejó de ser diputado socialista en el Congreso, su faceta política siempre estuvo vinculada a la misma esperanza: la España plural o la España federal, llamémosla como queramos.
Pues bien. Germà Bel ha tirado la toalla y lo ha contado en un libro titulado Anatomía de un desencuentro, publicado por Destino. Es el testimonio de alguien que creyó que era posible y ha llegado a la conclusión racional de que es imposible. En una de las entrevistas que concedió para promocionar el libro, a preguntas formuladas por el periodista Josep Casulleras (Vilaweb), Bel hacía una reflexión que me hizo pensar: «Obligar a cambiar al otro es una cosa que me parece fea. No debes obligar al otro a cambiar». Dejando aparte el hecho de que es una frase de aplicación en muchos ámbitos de la vida, la gracia de este planteamiento es que invierte la manera tradicional de enfocar este problema. La frase no reprocha al Estado español que sea como es, que ha sido siempre el planteamiento del catalanismo, sino que reprocha al catalanismo la insistencia de querer cambiar a alguien que ya se gusta tal y como es, y que no siente la necesidad de cambiar. ¿Tenemos derecho a ser la mosca cojonera que eternamente dirá al Estado español que no es suficientemente plural, que no es suficientemente respetuoso, que no nos sentimos suficientemente cómodos, que queremos que sea diferente? ¿Es eso respetuoso con la voluntad de la mayoría de los españoles, que ya está bien organizada como está?
Este mes de enero tuve una conversación vía Twitter sobre el tema con Rosa Cullell, una catalana que todavía cree en la reforma federal de España. Rosa Cullell es una persona formada e informada. Ejerció unos años como periodista y después saltó al mundo de la gestión empresarial. Tuvo responsabilidades importantes en La Caixa, donde llegó a ser directora general adjunta. Después fue, consecutivamente, consejera delegada de Grup 62, directora general del Gran Teatre del Liceu y directora general de la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals, o sea de los medios de comunicación públicos de Cataluña. Actualmente es consejera delegada de Media Capital, una importante empresa de comunicación portuguesa propiedad del Grupo Prisa, empresa editora del diario El País. Rosa es una alta ejecutiva del establishment. En nuestra conversación, ella defendía la vía de la reforma constitucional, en la línea de lo que propugnan el PSC y el PSOE, y yo le argumentaba que esa vía era, en la práctica, imposible. No la convencí, pero por lo menos tuvo que admitir que era «muy difícil».
Quiero proponerte que seas tú quien juzgue si la reforma constitucional federal es muy difícil o simplemente imposible, si tiene razón ella o la tengo yo. Quiero contarte, de manera descriptiva y sin valoraciones, cuál es el mecanismo legal para reformar la Constitución española. Lo explica la misma Constitución en su título décimo:
En primer lugar, es necesario que el proyecto de reforma sea aprobado por dos tercios del Congreso y dos tercios del Senado. Eso significa que la reforma es aritméticamente imposible sin el concurso de los dos principales partidos españoles, PP y PSOE. No es suficiente que lo quiera uno de los dos, tienen que quererlo los dos.
¿Qué hago? ¿Detengo aquí mismo la descripción del proceso o continúo? Venga, seguiremos, que no se diga.
En segundo lugar, una vez aprobado el nuevo texto constitucional por estas mayorías cualificadas, deben disolverse inmediatamente las dos Cámaras y convocarse elecciones generales.
En tercer lugar, el nuevo Congreso y el nuevo Senado surgidos de estas elecciones deben ratificar la decisión de continuar con el proceso de reforma (para ratificar la decisión de continuar es suficiente la mayoría absoluta).
Seguidamente, son nuevamente necesarios dos tercios de los votos de las dos Cámaras (PP+PSOE otra vez) para aprobar el proyecto de reforma.
Y, finalmente, el texto debe someterse a referéndum al conjunto de la ciudadanía española.
Este es el único procedimiento legal que existe para transformar España en un Estado federal. Ahora permíteme que aplique este procedimiento legal a la realidad política española, como quien superpone dos mapas o dos dibujos para ver si cuadran o se complementan.
Sería necesario que el PP y el PSOE se pusieran de acuerdo en cuanto a la necesidad de hacer algo que solo se reclama desde Cataluña (bueno, de hecho en Cataluña solo lo reclama el PSC). No hay otro territorio en el Estado que haya planteado la pretensión o la necesidad de reformar la Constitución. Ni uno.
Sería necesario que los dos partidos, juntos, redactaran un proyecto de reforma federal de la Constitución. El partido de Rajoy, Cospedal, Montoro, Wert y la FAES a un lado de la mesa, y el partido de Rubalcaba, Valenciano, Chacón, Patxi López y Alfonso Guerra del otro. De narradores mediáticos de la reforma, El País, El Mundo, ABC, La Razón, Cadena Ser, COPE, Onda Cero, Antena 3, Tele 5, Cuatro, la Sexta, Canal Sur, Tele Madrid, Intereconomía y 13TV. Y de claque, los barones territoriales de los dos partidos en las dieciséis autonomías que no son Cataluña.
Una vez aprobado este proyecto de reforma, deberían convocarse elecciones en toda España para formar un nuevo Congreso y un nuevo Senado, que debería continuar con el proceso de reforma y aprobación de la nueva Constitución federal.
Y finalmente, la Constitución federal hecha para satisfacer las demandas catalanas debería ser aprobada en referéndum por todos los españoles. Desde Madrid a Murcia, desde Extremadura a Cantabria, sería necesaria una mayoría social para el federalismo. Porque lo piden los catalanes (de hecho, no lo piden, ya que los partidos federalistas son muy minoritarios).
¿Difícil, muy difícil o imposible? Lo dejo a tu consideración.