Cecilia asume un nuevo papel
Al llegar a su casa esa noche, Emily encontró la tarjeta de una visita que había pasado durante el día. La tarjeta llevaba el nombre de la «Señorita Wyvil» y tenía un mensaje escrito que despertó en Emily una gran curiosidad.
Vi el telegrama en el que le informabas a tu sirvienta que regresas esta noche. Espérame mañana temprano por la mañana, tengo noticias que te resultarán muy interesantes.
¿A qué noticias aludiría Cecilia? Emily interrogó a la mujer que había quedado a cargo de la casa, sólo para hallar que no tenía nada que informarle. A la señorita Wyvil se le había encendido el rostro y había parecido entusiasmarse al leer el mensaje telegráfico: eso era todo. Como de costumbre, la impaciencia de Emily era inocultable. La experta señora Ellmother le aplicó el tratamiento adecuado: primero la cena y después retirarse a la cama. El reloj dejó oír las doce cuando apagó la vela de su joven ama.
—¡Diez horas antes de que llegue Cecilia! —exclamó Emily.
—Ni diez minutos, si se duerme —le recordó la señora Ellmother.
Cecilia llegó antes de que se recogiera la mesa del desayuno, tan encantadora, gentil y afectuosa como siempre, pero con un inusual aspecto de seriedad y circunspección.
—¡Dímelo de inmediato! —exclamó Emily—. ¿Qué es lo que tienes que contarme?
—Quizás debería decirte antes que sé lo que me ocultaste cuando vine después de que te marchaste de Monksmoor. No pienses, querida mía, que lo digo a manera de reproche. El señor Alban Morris dice que tenías razones de peso para no divulgar tu secreto.
—¡El señor Alban Morris! ¿Fue de él de quien obtuviste la información que me quieres comunicar?
—Sí. ¿Te sorprende?
—¡Más de lo que soy capaz de expresar!
—¿Soportas otra sorpresa? El señor Morris se entrevistó con la señorita Jethro y descubrió que las sospechas de que el señor Mirabel cometiera un crimen terrible son injustas. Nuestro amable y menudo clérigo es culpable de cobardía, y de nada más. ¿Estás verdaderamente lo bastante tranquila para leer algo sobre el asunto?
Cecilia sacó unas hojas de papel cubiertas de escritura.
—Ahí encontrarás el recuento del propio señor Morris sobre todo lo que conversó con la señorita Jethro —explicó.
—Pero ¿cómo llegó a tus manos?
—Me lo dio el señor Morris. Me dijo: «Muéstreselo a Emily lo antes posible y asegúrese de estar con ella cuando lo lea». Hay una razón para esto último… —a Cecilia se le quebró la voz. Al borde de una explicación, pareció rehuirla—. Te diré dentro de un momento cuál es esa razón —dijo.
Emily contempló el manuscrito nerviosa.
—¿Por qué no me cuenta él mismo lo que ha descubierto? ¿Está…? —las hojas comenzaron a agitarse entre sus dedos temblorosos—. ¿Está enojado conmigo?
—¡Oh, Emily, enojado contigo! Lee lo que escribió y sabrás por qué se mantiene alejado.
Emily desdobló el manuscrito.