—Entonces, ¿ahora tenemos que dirigirnos a Barcelona? —preguntó Bronson—. ¿Puedes decirme al menos por qué?
Se encontraban en el interior del Nissan saliendo de Livorno y se dirigían hacia la frontera con Francia. Iba a ser un largo viaje, sobre todo porque Bronson había decidido permanecer en las carreteras secundarias siempre que le fuera posible, para evitar los posibles controles de carretera. Había más de veinte carreteras que atravesaban la frontera franco-italiana, y Bronson sabía que la policía italiana podía estar presente en cada una de ellas, y que sería probable que se concentraran en las autopistas y en las carreteras principales.
En realidad, no le preocupaba demasiado que lo pararan, porque nadie sabía que conducía un Nissan. La policía lo estaría buscando en una Renault Espace, y ese vehículo se había quedado en un rincón del aparcamiento de San Cesáreo.
—Hace aproximadamente diez años —respondió Ángela—, justo después de que empezara a trabajar en el museo Británico, llevé a cabo una investigación de doce meses en el Museu Egipci de Barcelona, en la que trabajé junto a un hombre llamado Josep Puente, que era el papirólogo residente.
—¿Qué quieres decir con eso?
—La papirología es el término genérico del estudio de los textos antiguos escritos en una amplia gama de materiales, entre los que se incluyen los pergaminos, las vitelas (que son las pieles de ovejas o cabras), el cuero, el lino, fragmentos de madera, tablillas de cera y pedazos de cerámica, conocidos como ostraca. Supongo que la disciplina se dio a conocer como papirología simplemente porque el material de escritura más común que ha sobrevivido es el papiro. Josep Puente es un renombrado experto en textos antiguos.
—Y me imagino que sabe latín, ¿no es así?
Ángela asintió con la cabeza.
—Al igual que el pobre de Jeremy Goldman, si te especializas en este campo, acabas adquiriendo un conocimiento aceptable de los idiomas de la antigüedad. De hecho, Josep sabe latín, griego, arameo y hebreo.
Ángela se quedó en silencio, y Bronson le dirigió una mirada.
—¿Qué pasa? —preguntó.
—Existe otro motivo por el que quiero viajar hasta allí —dijo ella.
—¿Cuál?
—No te dije lo que leí en el pergamino, simple y llanamente porque no podía creerlo. Pero si Josep Puente ofrece la misma traducción que hice yo, el museo sería el lugar ideal para anunciar el hallazgo al mundo, ya que Josep cuenta con la credibilidad y experiencia necesarias como para ser creído, y eso va a ser de vital importancia, porque no tienes ni idea de la oposición con la que nos enfrentaremos si nuestra identidad se hace pública. Los hombres con pistolas serán los que menos nos preocupen.
Bronson la volvió a mirar.
—Dime cuál ha sido tu traducción —le pidió Bronson.
Pero Ángela negó con la cabeza.
—No puedo hacerlo, puede que esté equivocada. De hecho, confío en estarlo. Tendrás que esperar hasta que lleguemos a Barcelona.