II

Bronson permaneció tumbado debajo de la cama, mientras observaba el pequeño círculo de madera que había destapado. Lo primero que tenía que hacer era localizar su ubicación. Clavó la punta de la navaja en el centro del círculo de madera y lo utilizó como dato para medir su posición exacta con referencia a las paredes de la habitación.

—No estoy segura de que esto sirva de algo —dijo Ángela, mientras Bronson anotaba las medidas en un pequeño cuaderno—. Este suelo ha sido fabricado con tablones de madera que reposan sobre vigas de madera, por lo que no hay posibilidad de que se haya ocultado nada debajo de ellos, simple y llanamente porque no hay parte de abajo. Si bajamos al comedor, podremos ver las vigas y la parte de debajo de los tablones del suelo.

—Ya lo sé —dijo Bronson—. Pero ese círculo de madera ha debido ser colocado ahí de forma deliberada. Debe tener algún significado, de no ser así, ¿por qué tomarse la molestia de hacerlo, y colocarlo en una ubicación tan inaccesible?

—Tienes razón… espera un momento. —Su emoción elevó el tono de su voz—. Acuérdate del segundo renglón del verso en occitano: «Sea arriba como abajo». ¿Supones que el círculo que has encontrado es un marcador, algo que indica la ubicación de algo en el comedor? ¿Una marca en el techo que indica el camino hacia algo oculto debajo del suelo de esa habitación?

—Bravo, Ángela, me alegro de que estés aquí. Si estuviera solo, estaría todavía tomando café y quemando tostadas en la cocina.

Bajaron a toda prisa las escaleras y Bronson la condujo al comedor. Sacó el cuaderno y una cinta métrica de acero, y trató de averiguar dónde debía estar la parte de abajo del círculo de madera. Una vez localizada su posición aproximada, él y Ángela permanecieron uno junto al otro, estudiando meticulosamente los tablones de madera que formaban el techo.

Las mediciones de Bronson habían indicado la posición aproximada de la parte inferior del círculo, pero ni él ni Ángela pudieron verla en las vigas del techo. La parte inferior de los maderos eran de un color marrón oscuro homogéneo, resultado de las innumerables capas de pintura y barniz que habían sido aplicadas a lo largo de los años.

—¿Estás seguro de que es el lugar correcto? —preguntó Ángela—. Yo no veo nada.

—Yo tampoco —contestó Bronson con irritación—. Pero este es el lugar que las medidas indican, y lo he comprobado dos veces.

Estiraron el cuello para mirar hacia arriba totalmente concentrados.

—Allí —dijo Bronson por fin, señalando algo—. Creo que veo una marca circular en ese madero. Tendré que acercarme para estar más seguro.

La imperfección que Bronson creía haber viso estaba situada justamente encima de la enorme mesa del comedor, y con la ayuda de una silla, se subió a la mesa para verla de cerca. El techo de madera aún quedaba lejos de su cabeza, pero pudo ver la marca con mucha más claridad.

—Bueno, ¿qué piensas? —preguntó Ángela—. ¿Es eso?

Durante un momento Bronson permaneció en silencio.

—Creo que sí, sí. Definitivamente, hay una marca circular en la parte inferior del tablón de madera, y parece demasiado regular como para ser una característica natural de la madera.

Se bajó de la mesa y ambos miraron hacia arriba, y luego a la mesa. Era una estructura descomunal, fabricada en madera de roble con sitio más que suficiente para una docena de comensales. Al igual que la cama con cuatro columnas del dormitorio principal, era demasiado grande para que alguien la hubiese podido retirar de la casa en una sola pieza, y era evidente que había sido montada in situ cuando la propiedad fue construida. Debajo de las seis patas de la mesa, que se asemejaban a columnas, había una gran moqueta roja, ajada y descolorida por el paso del tiempo.

—Tendremos que moverla para ver lo que hay debajo.

Bronson se dirigió a uno de los extremos de la mesa, agarró la parte de arriba e intentó levantarla, pero la descomunal estructura apenas se movió.

—Jesús, esto pesa —masculló.

—¿Puedo ayudarte? —preguntó Ángela.

Bronson negó con la cabeza.

—Es imposible que entre los dos podamos levantarla. Lo máximo que podemos hacer es deslizaría a un lado por encima de la moqueta. Vamos a empujar en esa dirección —añadió, señalando hacia un lado de la habitación.

Ángela lo ayudó a retirar las sillas de comedor de ese lado de la mesa para quitar obstáculos.

—Coloca la espalda contra la mesa —dijo Bronson— y empuja con las piernas. Son mucho más fuertes que tus brazos.

Se colocaron a un lado de la mesa, uno en cada extremo, y la empujaron. Durante algunos segundos, no se movió, pero luego notaron un primer y ligero movimiento, y empujaron aun con más fuerza.

—¡Se está moviendo! Sigue.

Una vez que la mesa comenzó a deslizarse, moverla parecía tarea fácil, y en unos minutos la habían trasladado unos tres metros hacia un lado, bastante alejada de su posición original.

—Bien hecho —dijo Bronson, ligeramente falto de aliento—. Vamos a ver ahora qué encontramos.

Se situaron justamente debajo del círculo del techo y miraron hacia el suelo. Al igual que la mayoría del resto de la planta baja, estaba compuesto por paneles de parqué de aproximadamente medio metro cuadrado, y cada uno de ellos contenía alrededor de una docena de pedazos de madera que formaban un dibujo en forma de espiga.

—Este panel parece exactamente igual que todos los demás —dijo Ángela, con un tono de voz que mostraba su decepción.

Bronson sacó la navaja del bolsillo, se agachó y empezó a rascar parte de la pintura y del barniz acumulados, y de inmediato se hizo evidente que las vetas de los pedazos de madera centrales eran diferentes. Limpió las partes de las astillas de madera, y luego realizó el mismo proceso en los cuatro paneles adyacentes.

—Mira —dijo él—. Los cuatro paneles de alrededor han sido fabricados con exactamente el mismo tipo de madera, pero en este los dos pedazos centrales, y solo esos dos, son diferentes. Debe haber sido hecho de forma deliberada.

Bronson colocó la navaja en el borde del panel, deslizó la hoja dentro del hueco e intentó levantarlo haciendo palanca, pero era demasiado pesado como para poder moverlo.

—Espera un momento —dijo él—. Voy a coger algo más fuerte de la caja de herramientas de Mark.

Se dirigió a la cocina, rebuscó por la caja de herramientas, y cogió dos grandes destornilladores, introdujo las puntas en los huecos de los lados opuestos del panel y presionó para unirlas, primero con suavidad y luego aplicando una fuerza mayor. Durante un segundo o dos nada ocurrió, y entonces, con un chirrido, la antigua madera comenzó a levantarse. Volvió a ajustar los destornilladores y volvió a presionar con fuerza, lo que provocó que el panel se levantara algunos milímetros más. Al tercer intento, los destornilladores se cerraron de un golpe hasta tocar el suelo y el panel saltó hacia arriba.

—Excelente —dijo jadeando, mientras se agachaba para coger el panel de madera y echarlo a un lado. Los dos miraron en el interior de la cavidad, que se encontraba ahora al descubierto.