II

Mandino tenía razón, Bronson había tomado la autopista, y girado hacia el norte en dirección a la frontera italiana.

—¿Crees que nos seguirán? —preguntó Mark, mientras el Alfa tomaba una suave curva a doscientos kilómetros por hora.

—No, a no ser que dispongan de un helicóptero o algo así —dijo Bronson, sin quitar la vista de la carretera—. Perdimos de vista el Fiat y el Lancia mucho antes de coger la autopista.

—¿En qué dirección vamos?, lo pregunto para poder programar el navegador por satélite.

—Por si esos tipos están planeando bloquear la carretera o algo similar, tomaremos el camino más corto para salir de Italia. La frontera más cercana es la de Suiza, pero como esos banqueros suizos todavía no pertenecen a la UE, probablemente nos pidan el pasaporte. Así que nos dirigiremos al norte, después de salir de Módena, luego hacia Verona, hacia Trento, hasta llegar a Austria, y a través de Innsbruck a Alemania y a Bélgica.

»Este va ser un viaje vertiginoso. Voy a parar para poner gasolina, para comer, para tomar café, y para ir al váter, y nada más. Cuando estemos muy cansados de conducir, buscaremos un hotel en algún sitio, pero esto será cuando hayamos cruzado por lo menos dos fronteras y estemos en Alemania.