III

Decir que la identificación del cuerpo de Jackie había sido traumática era quedarse corto. En el momento en el que el técnico del depósito de cadáveres levantó la sábana para mostrar el rostro de su esposa, Mark prácticamente se desplomó, y Bronson tuvo que agarrarlo del brazo para que recuperara el equilibrio. El oficial de policía que los había estado esperando en el exterior del depósito abrió su cuaderno y preguntó de manera formal, y con un inglés aceptable, si el cuerpo era el de Jacqueline Mary Hampton, pero lo único que Mark pudo hacer fue asentir con la cabeza, antes de marcharse de la sala de observación y tropezar. Bronson lo sentó en la sala de espera y más tarde volvió para hablar con el oficial.

Bronson simplemente mantenía la compostura. Si Mark no hubiera estado de pie junto a él, confiando en su apoyo, probablemente nunca habría sido capaz de soportar ese momento. Había estado en depósitos de cadáveres decenas de veces como oficial ayudante, esperando a que los desesperados familiares confirmaran sus pesadillas e identificaran el cuerpo situado encima de la mesa, pero esta era la primera vez en su vida que se encontraba al otro lado.

Jackie irradiaba una sorprendente paz, como si simplemente estuviera dormida y fuera a abrir los ojos en cualquier momento y sentarse, y estaba tan hermosa como siempre. Alguien se había esmerado mucho para que tuviese buen aspecto. Tenía el pelo cepillado hacia atrás y parecía recién lavado; y su cutis tenía un aspecto impecable. Bronson hizo un esfuerzo por acercarse, en un intento por ser imparcial, y entonces vio la enorme cantidad de maquillaje en su frente y mejillas, que claramente ocultaba enormes moretones. Además estaba pálida, mucho más pálida que a lo largo de toda su vida.

Le dio la mano al oficial de policía, lanzó una última y prolongada mirada a la mujer que había sido su primer y gran amor, y salió dando tumbos de la habitación.

Una vez completada toda la documentación, Bronson y Mark salieron en busca del Alfa Romeo que estaba aparcado.

—Lo siento, Chris —dijo Mark, sin poder reprimir las lágrimas, y con los ojos enrojecidos e hinchados—. Solo he sido consciente al ver su cuerpo tendido en esa mesa.

Bronson simplemente movió la cabeza, sin atreverse a hablar por temor a desmoronarse.

En su camino de salida del pueblo, pasaron por una farmacia. Bronson detuvo el coche a un lado de la carretera, entró en el establecimiento y salió minutos más tarde con una pequeña bolsa de papel.

—Esto te ayudará —dijo, mientras entregaba la bolsa a Mark—. Son tranquilizantes suaves. Te ayudarán a relajarte.

En la casa, Bronson le sirvió un vaso de agua a su amigo e insistió en que se tomara un par de pastillas.

—No voy a poder dormir, Chris. No paro de darle vueltas a la cabeza.

—Por lo menos ve a tumbarte arriba. Necesitas descansar, aunque estés despierto toda la tarde.

De mala gana, Mark se tomó las pastillas y se dirigió a las escaleras.

Parecía que había pasado un siglo desde el desayuno, y Bronson notó que tenía hambre. Miró en la despensa y en el enorme frigorífico americano y encontró jamón, pan y mostaza, así que se preparó un par de bocadillos y una cafetera como acompañamiento. Cuando hubo terminado de comer, introdujo los platos en el lavavajillas y subió a la planta de arriba. Se detuvo en el dormitorio de Mark para escuchar a través de la puerta y pudo oír un suave ronquido, los tranquilizantes habían cumplido su función. Esbozó una breve sonrisa y volvió sobre sus pasos.

Bronson había recorrido la casa esa mañana, pero deseaba comprobar la propiedad una vez más. Seguía preocupado por el «robo», y estaba seguro de que se le había pasado algo por alto, alguna pista que revelara por qué habían entrado en la propiedad.

Comenzó de una forma metódica por la cocina, donde la puerta había sido forzada, y más tarde recorrió el resto de la casa. Comprobó incluso el garaje y las dos construcciones anexas en las que Mark guardaba la máquina de cortar el césped y otras herramientas de jardinería. Parecía que no faltaba nada, y no pudo encontrar ninguna otra prueba de daño o de entrada forzada en ningún otro sitio de la casa. Simplemente no tenía sentido.

Bronson se encontraba de pie en el vestíbulo, mirando las escaleras por las que Jackie se había caído, cuando oyó el crujido de unos neumáticos en el camino de gravilla. Miró por la ventana detenidamente y vio que un coche de policía se había detenido en el exterior de la casa.

—¿Es usted el signor Hampton? —preguntó el oficial con un inglés muy pobre, mientras avanzaba y extendía su mano.

—No —contestó Bronson, en un fluido italiano—. Mi nombre es Chris Bronson y soy un buen amigo de Mark Hampton. Comprenderá que la muerte de su esposa ha sido un duro golpe. Está durmiendo en la planta de arriba y en realidad me gustaría no tener que molestarlo si no es absolutamente necesario.

El oficial, visiblemente aliviado ante el dominio de Bronson del idioma, volvió a hablar en su lengua materna.

—Me han enviado aquí para entregar al signor Hampton los resultados de la autopsia llevada a cabo a su esposa.

—Sin ningún problema —contestó Bronson—. Pase, le explicaré todo cuando se despierte.

—Muy bien. —El policía siguió a Bronson hasta la cocina, tomó asiento y abrió el pequeño maletín que llevaba consigo. Sacó una carpeta de cuero que contenía varias páginas escritas, y algunos diagramas y fotografías.

—Fue un trágico accidente —comenzó, y le pasó dos fotografías a Bronson—. La primera fotografía muestra la imagen de la escalera de la casa, tomada desde el interior del vestíbulo. Si mira aquí —dijo, y sacó un bolígrafo del bolsillo de su uniforme y señaló— y aquí, verá dos zapatillas sobre las escaleras, una junto a la parte inferior y otra más cercana a la parte de arriba. Y esta fotografía muestra el cuerpo de la víctima tendido en el suelo a los pies de las escaleras.

Bronson se preparó para mirar la imagen, pero no era tan terrible como se había temido. Una vez más, las fotografías se habían tomado desde el interior del vestíbulo, y probablemente tuvieran la sola intención de mostrar la posición del cadáver con respecto a la escalera. El rostro de Jackie no era visible, y Bronson supo que podría estudiar la fotografía casi sin sentir nada.

—Reconstruyendo la secuencia de sucesos —continuó el oficial—, parece claro que subió las escaleras corriendo pero perdió el equilibrio cerca de la parte de arriba y las zapatillas se le salieron al tropezarse en las escaleras. Encontramos una pequeña mancha de sangre en el pasamanos con tres cabellos adheridos, que el patólogo ha identificado como los de la signora Hampton. El motivo de la muerte fue la rotura de cuello, provocada por un violento impacto del lado derecho de su cabeza con un objeto contundente. Parece obvio que al perder el equilibrio en las escaleras se golpeó la cabeza con el pasamanos.

Bronson asintió con la cabeza. La conclusión parecía lo suficientemente lógica de acuerdo con las pruebas forenses disponibles, pero aún le quedaban algunas preguntas sin respuesta.

—¿Había alguna otra herida en el cuerpo? —preguntó.

El oficial asintió con la cabeza.

—El patólogo ha encontrado varios moretones en su torso y extremidades, que parecen estar provocados por la caída accidental por las escaleras.

Hojeó las páginas y seleccionó una que contenía diagramas generales de las vistas anterior y posterior de un cuerpo humano. Los dibujos tenían algunas líneas que señalaban las distintas partes del cuerpo, y al final de cada una de ellas había una breve anotación. Bronson cogió la hoja para analizarla en mayor detalle.

—¿Puedo quedarme con una copia de esto? —preguntó—. Me servirá de ayuda para explicarle al señor Hampton lo que le pasó exactamente a su esposa.

—Por supuesto. Esta copia del informe es para el signor Hampton.

Diez minutos después Bronson despidió al policía en la puerta y volvió a la cocina. Esparció las páginas y las fotografías sobre la mesa frente a sí y leyó el informe completo.

A mitad de la segunda página, encontró una única referencia que lo desconcertó. Miró detenidamente los diagramas de las heridas para compararlos con lo que había leído, pero simplemente confirmaban lo expuesto en el informe. Se dirigió al vestíbulo, subió a la parte superior de las escaleras, y miró muy detenidamente el pasamanos y los peldaños de las escaleras. Frunciendo el ceño, volvió a la cocina para echar un vistazo una vez más al informe del patólogo.

Media hora después oyó movimiento en la planta de arriba, y poco después Mark entraba en la cocina: tenía bastante mejor aspecto después de un par de horas de sueño. Bronson le sirvió un café y le preparó un bocadillo de jamón.

—Puede que no tengas apetito, Mark, pero tienes que comer, y luego tenemos que hablar —concluyó Bronson.

—¿Sobre qué?

—Termínate eso y te lo cuento.

Se sentó en silencio mientras Mark apuraba su taza de café y se reclinó en la silla.

—Bueno, cuéntame, Chris —le pidió.

Bronson permaneció en silencio un segundo o dos, mientras elegía cuidadosamente sus palabras.

—Te costará aceptar esto, Mark, pero creo que tenemos que enfrentarnos a la posibilidad de que Jackie no haya muerto debido a una simple caída.

Mark parecía perplejo.

—Pensé que la policía había dicho que se golpeó la cabeza contra el pasamanos, ¿no es así?

—Puede que lo hiciera, pero creo que hay algo más. Mira esto.

Bronson se levantó y condujo a Mark hacia la puerta de la cocina. La abrió y señaló el área de madera comprimida de la parte del marco cercana a la cerradura.

—Esa marca —dijo— ha sido hecha por una palanqueta o algo similar. Cuando comprobé la cerradura desde el interior, vi que todos los tornillos habían sido arrancados. Sin embargo, la cerradura había sido colocada de nuevo y los tornillos recolocados en su sitio. Alguien entró en esta casa e hizo todo lo posible para que nadie se diera cuenta.

—¿Te refieres a un ladrón?

Bronson negó con la cabeza.

—No, a no ser que se trate de un robo muy extraño. He investigado decenas de robos en Gran Bretaña y nunca me he topado con ninguno en el que los delincuentes intenten ocultar el hecho de haber entrado. La mayoría de los ladrones eligen la forma más sencilla de entrar, cogen todo lo que pueden y se vuelven a ir lo más rápido posible. Les interesa ser rápidos y no sigilosos. He recorrido la casa y no he notado que falte nada. Es difícil de decir, por las obras que se están llevando a cabo, pero los aparatos de televisión y el ordenador siguen en su sitio, e incluso hay algunas joyas y algo de dinero sobre el tocador del dormitorio principal. Ningún ladrón ignoraría algo así.

—Así que, ¿me estás diciendo que alguien entró pero no se llevó nada? Eso no tiene ningún sentido.

—Exacto. Y otra cosa, me he dado cuenta de que todo tiene que ver con Jackie. Siento mucho tener que decirte esto, pero tenemos que contemplar la posibilidad de que no se tratara de una simple caída. Puede que la empujaran.

Durante un momento, Mark analizó la expresión del rostro de su amigo.

—¿Que la empujaran? —repitió—. ¿Quieres decir que alguien…? —Bronson asintió con la cabeza—. Pero si la policía dijo que fue un accidente.

—Lo sé, Mark, pero mientras dormías, un oficial de policía ha traído a la casa el informe de la autopsia, y cuando se ha marchado lo he analizado meticulosamente. Hay algo que no tiene sentido. —Bronson eligió una de las hojas de papel y se la mostró a Mark—. El cuerpo de Jackie tiene numerosos moretones, claramente provocados por la caída en las escaleras, y no tengo ninguna duda de que lo que realmente acabó con su vida fue el golpe que se dio en la cabeza contra el pasamanos. Sin embargo, esta herida de aquí me tiene realmente desconcertado.

»En el lado izquierdo de la cabeza el patólogo ha encontrado una única fractura por compresión del cráneo, que es el lado opuesto al de la herida de mayor gravedad. En su opinión, esa herida ha sido provocada por un objeto más o menos esférico de aproximadamente tres o cuatro centímetros de diámetro. Habría sido una herida dolorosa, pero no fatal, y ha sido causada aproximadamente en el mismo momento en que la muerte tuvo lugar.

Mark asintió con la cabeza.

—Probablemente se golpeara la cabeza contra las escaleras o contra algo al caer.

—Está claro que eso es lo que la policía pensó, pero la herida me preocupa. He recorrido todas las escaleras y el vestíbulo y no he podido encontrar nada con el tamaño y forma adecuado como para provocar la herida, o con lo que se hubiera podido golpear al caer.

Durante un momento Mark no contestó.

—Bueno, ¿qué estás insinuando? —preguntó finalmente.

—Sabes perfectamente lo que estoy insinuando, Mark —dijo Bronson—. Ten en cuenta que está claro que alguien ha entrado en la casa, y que hay una herida en el cuerpo de Jackie que no creo que pueda haber sido causada por la caída, por lo que hay una única conclusión posible. Creo que sorprendió a los ladrones y recibió un golpe en la cabeza con una porra o algo parecido. Y luego, cayó contra el pasamanos.

—¿Asesinada? ¿Quieres decir que Jackie ha sido asesinada?

Bronson lo miró fijamente.

—Sí, creo que ha sido asesinada.