Por la noche, regreso a mi cuarto y meto la mano bajo el colchón para asegurarme de que la pistola sigue ahí. Rozo el gatillo con los dedos, y la garganta se me contrae, como si sufriera una reacción alérgica. Retiro la mano y me arrodillo junto a la cama, respirando profundamente hasta que remite la sensación.
«¿Qué me pasa? —me pregunto, sacudiendo la cabeza—. Contente».
Y así me sentía, como una presa, conteniendo mis distintos fragmentos para que no me desbordaran. Aunque me asfixiaba, al menos me sentía fuerte.
Veo movimiento por el rabillo del ojo y miro por la ventana que da al manzanal. Johanna Reyes y Marcus Eaton caminan juntos, deteniéndose en el herbario para arrancar hojas de menta de sus tallos. Salgo de mi cuarto antes de poder evaluar por qué quiero seguirlos.
Corro por el edificio para no perderlos y, una vez fuera, redoblo las precauciones. Rodeo el otro lateral del invernadero y, después de ver que Johanna y Marcus desaparecen detrás de una fila de árboles, avanzo con sigilo hacia la siguiente fila, con la esperanza de que las ramas me escondan si alguno de los dos vuelve la vista atrás.
—… me confunde es el momento del ataque —dice Johanna—. ¿Es solo porque Jeanine terminó de planearlo o hubo algún tipo de incidente que lo instigara?
Veo la cara de Marcus a través de un árbol con el tronco dividido.
—Hmmm —responde, apretando los labios.
—Supongo que nunca lo sabremos —comenta Johanna, arqueando su ceja buena—. ¿Lo sabremos?
—No, puede que no.
Johanna le pone una mano en el brazo y se vuelve hacia él. Me pongo rígida, por un momento temo que me vea, pero ella solo mira a Marcus. Me agacho y camino así hacia uno de los árboles, de modo que el tronco me esconda. La corteza me roza la espalda, pero no me muevo.
—Pero tú sí lo sabes —dice Johanna—. Sabes por qué atacó cuando lo hizo. Puede que ya no sea de Verdad, pero todavía percibo cuando alguien no es sincero.
—La curiosidad es interesada, Johanna.
De haber estado en el lugar de Johanna, habría saltado con un comentario así, pero ella responde con amabilidad:
—Mi facción depende de mí para obtener consejo, y, si conoces información crucial, es importante que yo también la sepa para compartirla con ellos. Seguro que lo entiendes, Marcus.
—Hay una razón para que no sepas todo lo que yo sé. Hace mucho tiempo, a los abnegados se nos confió una información muy delicada. Jeanine nos atacó para robarla y, si no tengo cuidado, la destruirá, así que esto es lo único que puedo decirte.
—Pero, sin duda…
—No —la corta Marcus—. Esta información es mucho más importante de lo que te imaginas. La mayoría de los líderes de esta ciudad arriesgaron sus vidas para protegerla de Jeanine y murieron en el intento, y no lo pondré todo en peligro por saciar tu egoísta curiosidad.
Johanna guarda silencio durante unos segundos. La oscuridad es tan completa que apenas me veo las manos. El aire huele a tierra y a manzanas, y yo intento no hacer demasiado ruido al respirar.
—Lo siento —dice Johanna—. Debo de haber hecho algo que te haga pensar que no soy digna de confianza.
—La última vez que confié esta información a un representante, asesinaron a todos mis amigos —contesta Marcus—. Ya no confío en nadie.
No puedo evitarlo: me echo hacia delante para ver lo que hay al otro lado del tronco del árbol. Tanto Marcus como Johanna están demasiado absortos en su conversación para notar el movimiento. Están cerca el uno del otro, aunque no se tocan, y nunca había visto a Marcus tan cansado ni a Johanna tan enfadada. Sin embargo, la expresión de la cordial se ablanda y vuelve a tocar el brazo de Marcus, esta vez con una ligera caricia.
—Para ganar la paz, primero hay que ganar la confianza —dice Johanna—, así que espero que cambies de idea. Recuerda que siempre me he contado entre tus amigos, Marcus, incluso cuando no tenías muchos.
Se inclina y le da un beso en la mejilla; después camina hasta el final del huerto, y Marcus se queda quieto unos segundos (al parecer, pasmado) antes de dirigirse de vuelta al complejo.
Las revelaciones de la última media hora me zumban en la cabeza. Creía que Jeanine había atacado Abnegación para hacerse con el poder, pero lo había hecho para robar información, información que solo sabían los abnegados.
Entonces recuerdo otra de las cosas que ha dicho Marcus, y el zumbido para: «La mayoría de los líderes de esta ciudad arriesgaron sus vidas para protegerla». ¿Era mi padre uno de esos líderes?
Tengo que saberlo. Tengo que averiguar por qué estaban dispuestos a morir los abnegados… y a matar los eruditos.
Me detengo un momento antes de llamar a la puerta de Tobias y presto atención a las voces del interior.
—No, así no —dice Tobias, entre risas.
—¿Qué quieres decir con «así no»? Te he imitado a la perfección —respondía una segunda voz, la voz de Caleb.
—No, qué va.
—Bueno, pues hazlo otra vez.
Abro la puerta justo cuando Tobias, que está sentado en el suelo con una pierna extendida, lanza un cuchillo de untar mantequilla a la pared de enfrente. El cuchillo se clava por la punta en un gran trozo de queso que han colocado encima del tocador. Caleb, de pie a su lado, mira primero el queso y después me mira a mí, sin poder creérselo.
—Dime que es una especie de prodigio osado —me pide Caleb—. ¿Tú también puedes hacerlo?
Tiene mejor aspecto que antes; sus ojos ya no están tan rojos y en ellos se ve una pizquita de la antigua chispa de la curiosidad, como si volviera a interesarse por el mundo. Lleva el cabello revuelto y los botones de la camisa en los ojales equivocados. Mi hermano es guapo sin esforzarse, como si la mayor parte del tiempo no tuviera ni idea del aspecto que tiene.
—Puede que con la derecha, pero sí, Cuatro es una especie de prodigio osado —respondo, poniendo el énfasis en la palabra «cuatro»—. ¿Puedo preguntar por qué estáis lanzando cuchillos a un trozo de queso?
Tobias me mira a los ojos al oírme decir «Cuatro». Caleb no sabe que Tobias lleva la excelencia pintada en el apodo.
—Caleb ha venido para hablar de una cosa —dice Tobias, apoyando la cabeza en la pared de atrás mientras me mira—. Y el lanzamiento de cuchillos surgió, sin más.
—Como suele ocurrir siempre con el lanzamiento de cuchillos —respondo, y una sonrisita se abre camino poco a poco por mi cara.
Parece tan relajado con la cabeza hacia atrás y el brazo apoyado en la rodilla… Nos quedamos mirando el uno al otro unos segundos más de lo socialmente aceptable, y Caleb se aclara la garganta.
—En fin, debería volver a mi cuarto —dice, mirando primero a Tobias, después a mí, y vuelta a empezar—. Estoy leyendo un libro sobre los sistemas de filtrado de agua. El chico que me lo dio me miró como si me tomase por loco por querer leerlo. Creo que se supone que es un manual de reparación, pero resulta fascinante. —Hace una pausa—. Lo siento, seguramente vosotros también pensáis que estoy loco.
—En absoluto —responde Tobias, fingiendo sinceridad—. A lo mejor deberías leer ese manual de reparación, Tris. Es la clase de cosas que te gustan.
—Te lo puedo prestar —se ofrece Caleb.
—Puede que después —respondo.
Cuando Caleb se marcha y cierra la puerta, le echo una mirada asesina a Tobias.
—Muy amable —le digo—. Ahora va a estar dándome la tabarra con el filtrado de agua y su funcionamiento. Aunque supongo que lo prefiero al tema del que quiere hablar.
—¿Sí? ¿Y qué tema es ese? —pregunta, arqueando las cejas—. ¿Acuoponia?
—¿Acua… qué?
—Es una de las formas de agricultura que tienen aquí. Mejor que no lo sepas.
—Tienes razón, mejor. ¿De qué quería hablar contigo?
—De ti —responde—. Creo que era la charla de hermano mayor. Lo de «no tontees con mi hermana» y eso —añade, levantándose.
—¿Y qué le has dicho?
—Le he contado cómo acabamos juntos —me explica, acercándose—, de ahí que surgiera lo de los cuchillos, y le he dicho que no tonteaba.
Noto que me envuelve una ola de calor. Me rodea las caderas con las manos y me aprieta con cuidado contra la puerta. Sus labios encuentran los míos.
Ni siquiera recuerdo por qué he venido.
Y no me importa.
Lo rodeo con mi brazo bueno, acercándolo más a mí. Mis dedos dan con el borde de su camiseta y se deslizan bajo él, extendiéndose por la parte baja de su espalda. Es tan fuerte…
Me vuelve a besar con más insistencia, apretándome la cintura. Su aliento, mi aliento, su cuerpo, mi cuerpo…, estamos tan cerca que no hay diferencia.
Se retira unos cuantos centímetros, y casi no se lo permito.
—No has venido para esto —dice.
—No.
—¿A qué has venido?
—¿Qué más da?
Le meto los dedos entre el pelo y empujo su boca hacia la mía de nuevo. No se resiste, aunque, al cabo de unos segundos, masculla mi nombre contra mi mejilla:
—Tris.
—Vale, vale —me rindo, cerrando los ojos.
He venido para contarle algo importante: la conversación que había espiado.
Nos sentamos juntos en su cama y empiezo por el principio. Le cuento que he seguido a Marcus y a Johanna hasta el huerto; le cuento la pregunta de Johanna sobre el momento del ataque de la simulación y la respuesta de Marcus; y le cuento la discusión posterior. Mientras lo hago, me fijo en su expresión. No parece ni perplejo ni curioso, sino que frunce los labios, como hace siempre que se menciona a Marcus.
—Bueno, ¿tú qué crees? —pregunto al terminar.
—Creo que Marcus solo intenta parecer más importante de lo que es —responde, hablando con precaución.
No es la respuesta que esperaba.
—Entonces…, ¿qué? ¿Crees que solo dice tonterías?
—Creo que seguramente los abnegados sepan algo que Jeanine quiera saber, pero también creo que exagera su importancia, que intenta alimentar su propio ego haciendo que Johanna piense que él tiene algo que ella quiere, pero que no se lo va a dar.
—Creo que… —empiezo, y frunzo el ceño—. Creo que te equivocas. No tenía pinta de mentir.
—No lo conoces tan bien como yo. Es un mentiroso experto.
Tiene razón, no conozco a Marcus y, por supuesto, no lo conozco tan bien como él, pero mi instinto me dice que lo crea, y normalmente hago caso a mi instinto.
—Puede que sea eso —respondo—, pero ¿no deberíamos averiguar qué está pasando? Por asegurarnos.
—Es más importante solucionar lo que tenemos entre manos. Volver a la ciudad, descubrir lo que está pasando allí y encontrar la forma de acabar con Erudición. Después puede que podamos investigar lo que ha dicho Marcus, cuando todo lo demás esté resuelto, ¿vale?
Asiento con la cabeza. Parece un plan inteligente. Sin embargo, no me lo creo, no creo que sea más importante avanzar que descubrir la verdad. Cuando me dijeron que era divergente…, cuando descubrí que Erudición atacaría a Abnegación…, esas revelaciones lo cambiaron todo. La verdad acaba interfiriendo en los planes.
Pero es difícil convencer a Tobias para que haga algo que no quiere hacer y más difícil todavía justificar mis sensaciones sin más pruebas que mi intuición, así que acepto. Aunque no cambio de idea.