El molino de los rumores había estado actuando entre los cuellodesnudos y asistentes torques grises desde el inicio del Gran Torneo, triturando dos temas principales en las mentes de los ayudantes Humanos no privilegiados: la posibilidad de una inminente guerra, y la posibilidad de un escape a través de un bucle temporal al Medio. No fue hasta el inicio del Cuarto Día que los rumores, alusiones, temores y sospechas empezaron a hallar su anclaje en hechos innegables.
Ítem: Veinticinco aeronaves rho del Real Cuerpo Aéreo tomaron posición permanentemente a 4.000 metros sobre el Campo de Oro (Rumor fresco: ¡Un ansioso técnico rastreador gris mantenía que las armas de las naves estaban apuntadas directamente hacia la tribuna Firvulag!)
Ítem: El campamento de la Pequeña Gente entre los árboles del lado norte del campo, que había recibido de buen grado a los visitantes Inferiores durante los primeros tres días del Torneo, estaba ahora acordonado por sonrientes pero resueltos ogros. (Rumor fresco: ¡Tanto los Aulladores como los Humanos veían negada la entrada debido a su dudosa lealtad a la causa Firvulag!)
Ítem: El Rey Aiken-Lugonn había desaparecido del palco real tras la primera ronda de duelos en la Manifestación Heroica de Poderes. Su falta de cortesía real no había impedido que Bleyn, Alberonn y Celadeyr de Afaliah se anotaran importantes victorias sobre Galbor Gorro Rojo, Tetrol Aplastahuesos y Betularn Mano Blanca, situando así a los Tanu muy por delante en el tanteo. (Rumores frescos: ¡Un ex navegante de ojo agudo entre los cuellodesnudos insistía haber visto el despegue de la nave insignia de Aiken-Lugonn, y que su vector era una auténtica línea recta hacia el Castillo del Portal! ¡La puerta del tiempo estaba a punto de abrirse! ¡El dispositivo de la puerta del tiempo era irremediablemente defectuoso! ¡El Rey estaba preparándose para trasladarse al Medio! ¡No había ni había habido nunca un Proyecto Guderian trabajando en una nueva puerta del tiempo!)
Ítem: Los Aulladores se habían «retirado con la mayor reluctancia» de participar en los encuentros definitivos previstos para aquella tarde, alegando los muchos deberes que tenían supervisando el equipo que iba a ser necesario para el acontecimiento deportivo culminante del torneo. (Rumores frescos: ¡Los realistas Firvulag estaban lívidos de rabia ante la defección! ¡Los ciudadanos Humanos de Nionel habían aludido a un pacto secreto entre Sugoll y Aiken-Lugonn que subordinaba las mentes mutantes a la causa Tanu! ¡El juego del Hockey/Shinty que debía ser jugado el Quinto Día no era ni más ni menos que una versión exótica del fútbol gaélico… y cualquier aficionado a los deportes civilizado sabía que tales confrontaciones degeneraban invariablemente en una sangrienta lucha cuerpo a cuerpo! ¡Aquella iba a ser la apertura del Crepúsculo!)
Ítem: La misteriosa mujer, Elizabeth Orme, estaba sentada en el palco real al lado de un Humano desconocido. (Rumor fresco: ¡El tipo en cuestión no era otro que Marc Remillard, el instigador de la Rebelión Metapsíquica, el legendario Adversario en carne y hueso!)
Los acontecimientos de la mañana alcanzaron su clímax, el duelo final de las Manifestaciones Heroicas de Poderes. Los ayudantes de campo Aulladores hicieron que se incrementaran los vítores, prendiendo fuentes de fuego que partieron altas hacia el cielo y lanzando entremezcladas nubes de humo negro y rosa. El monstruoso caballo de frisa de hierro en el centro de las llamas resplandeció al rojo blanco. Las trompetas de cristal hicieron sonar una fanfarria, los tambores resonaron, y entonces el Árbitro de los Juegos hizo su sorprendente anuncio.
—El héroe Tanu Kuhal el Sacudidor de Tierras, que tenía previsto enfrentarse en esta Manifestación final contra el Maestro de Batalla Firvulag Medor, se ha retirado.
Un poderoso rugido de decepción brotó de los partidarios Tanu. La Pequeña Gente vitoreó alegremente, y los corredores de apuestas corrieron precipitadamente a aprovechar las últimas oportunidades.
El Árbitro declaró:
—Por consentimiento del Comité de Jueces, el lugar de Lord Kuhal será ocupado por Minanonn el Orgulloso, llamado también el Herético, antiguo Maestro de Batalla de los Tanu.
Un nuevo y tumultuoso júbilo se apoderó de los espectadores Tanu y Humanos mientras los Firvulag abucheaban, silbaban burlonamente, y cambiaban de formas con obscenas figuras ilusorias para expresar su vejación. Los puntos que se jugaban en la confrontación eran suficientes para devolver la ventaja a la Pequeña Gente si ganaba Medor… y las apuestas se habían hecho en su mayor parte contra Kuhal debido al status de este último como un inválido precariamente curado. Ahora, sin embargo, Medor se enfrentaba no a un convaleciente sino a alguien que había sido el primer guerrero metapsíquico de su raza antes de retirarse a su exilio voluntario.
El humo de la pira central cambió. Humaredas azules y verdes se mezclaron con las anteriores negras y rosas. Los dos héroes entraron en el campo. Medor iba armado con placas de azabache embutidas con diamantes anaranjados y retorcidas púas topacio. Minanonn llevaba una magnífica panoplia envolviendo sus triples metafunciones coercitiva, creativa y psicocinética. El triskelión estaba engastado en oro sobre su enorme coraza, y un delfín alado de oro coronaba su casco. Los campeones Firvulag y Tanu ocuparon sus posiciones en los lados opuestos del creciente fuego. Los oficiales Aulladores tendieron a cada contendiente un extremo de una recia cadena de vidrio pirostático, que pasaba por el centro de la llameante fuente y el incandescente hierro lleno de mortales púas que ardía en su corazón. Luego el Árbitro hizo una señal, la multitud aulló, y la final de la Manifestación de Poderes empezó.
En la tribuna Tanu, la pareja observó con ojos que no veían y mente distraída.
Ella dijo: Así fue entre Lawrence y yo.
Él dijo: De esta forma fue entre yo y Cyndia.
Ambos estuvieron de acuerdo: Una tan perfecta consonancia de almas puede llegar a conseguirse pero solamente una vez y cualquier intento de reproducirla está condenado a la futilidad. Si esto es cierto incluso entre las mentes pequeñas cuán odioso puede llegar a ser un esfuerzo de este tipo entre Grandes Maestros. Y tres veces condenado cuando ambos son orgullosos y desconfiados.
Ejerciendo tanto el poder metapsíquico como la fuerza física, Minanonn y Medor tiraron el uno del otro. Al principio su tirón de la cadena fue firme. El héroe Firvulag se vio arrastrado más y más cerca del infierno y las dos masas de resplandeciente metal sangre en su interior. Los Tanu y los Humanos que presenciaban el espectáculo aullaron en anticipación de una rápida victoria. Pero el mañoso Medor saltó de pronto por impulso propio hacia las llamas. La multitud chilló. Minanonn tuvo que readaptar el equilibrio a fin de compensar el repentino cambio de tensiones cuando la cadena colgó repentinamente fláccida.
Medor dio un poderoso salto hacia atrás al mismo tiempo que su mente regaba la arena con un icor ectoplásmico. El héroe Tanu vaciló y resbaló. Su propia creatividad entró en funciones para anular la manifestación de su rival. Medor siguió retrocediendo con salvajes y bruscos tirones, con la intención de impedir que Minanonn recuperara una presa firme sobre la cadena. (Si el Herético la dejaba deslizar de sus manos, perdía la confrontación.) Inexorablemente, el antiguo Maestro de Batalla Tanu fue arrastrado hacia la fuente de fuego. En aquellos momentos su fuerza metapsíquica estaba dividida entre escudar su cuerpo del terrible calor y retroceder antes de que Medor consiguiera arrastrarlo contra las terribles púas de venenoso hierro al rojo blanco.
Los dos Humanos ni siquiera se dieron cuenta de nada de ello.
Ella dijo: Vivimos y amamos la Unidad. Trabajamos duro formando a las fuertes mentes jóvenes asegurando los fundamentos de una función madura. Fue tan maravilloso. Hizo que me sintiera realizada.
Él dijo: Yo sembré la inhumanidad a miles y conduje el gran esquema y ella pareció ayudarme en amorosa aceptación. Y por amor a ella engendré a los Chicos en su cuerpo y planté la semilla de la muerte del amor.
Ambos estuvieron de acuerdo: Tales recuerdos forman una muralla inseparable entre nosotros.
Minanonn aplastó las llamas. Aferró el extremo de la cadena de cristal y dio un hercúleo tirón. Medor perdió pie. El Herético aferró con más seguridad la cadena y dejó que el fuego creciera a su alrededor, al mismo tiempo que lo hacía en torno a su antagonista. Medor lanzó un aullido telepático, que resonó en todos sus conciudadanos en las tribunas. Ambos héroes se vieron totalmente sumergidos, pero fue Minanonn quien permaneció firme y el Firvulag quien fue arrastrado más y más cerca de las resplandecientes púas de metal.
El hombre y la mujer prescindían de todo aquello.
Ella dijo: Sentíamos temor incluso en medio de la felicidad sabiendo que la vida no valdría la pena de vivirla si nos veíamos separados. Seguro que un Dios amante comprendería esto y se nos llevaría a los dos juntos. Confiábamos en ello. En el accidente yo perdí mis metafacultades y la Unidad. Él resultó muerto. Yo morí con la peor muerte.
Él dijo: En el mismo acto del amor ella me traicionó. Mientras mataba al Hombre Mental lloró y dijo que lo hacía por amor a mí y a toda la Humanidad. Ahora él está muerto en mí para siempre y sólo los Chicos pueden resucitarlo.
Ambos no estuvieron de acuerdo.
Minanonn, agarrando fuertemente la cadena en preparación del tirón fatal, gritó muy alto, con mente y voz:
—¡Ríndete, Maestro de Batalla Medor! Ríndete o empálate en el ardiente metal-sangre, ganando la paz de Tana pero la infamia de la Pequeña Gente al tiempo que la privas de un gran líder.
Medor dejó que la cadena se deslizara de sus manos.
Las llamas murieron. Minanonn permanecía allí de pie, enfundado en una descolorida armadura llena de tizne, sujetando toda la longitud de la cadena de cristal por encima de la semifundida cresta de su casco. La multitud Tanu gritó su nombre una y otra vez y le lanzó una resonante retahíla de Slonshal.
La pareja en el palco real era consciente tan sólo de ellos mismos.
Ella dijo: Tu visión a la que tan obstinadamente te aferras es mala. No es solamente mi juicio o el de Anatoli. Después de veintisiete años el consenso de la Mente Galáctica fue unánime. Si no puedes ver que Cyndia tenía razón y tú estabas equivocado eres simplemente lo que Anatoli te llamó: un arrogante e invencible ignorante pero aún equivocado equivocado equivocado.
Él dijo: ¿Y qué hay contigo? Al menos mi fracaso es grande mientras que el tuyo es simplemente patético. Evades la responsabilidad niegas el implicarte por simple cobardía. Pretendes una noble desesperación cuando en realidad sólo estás lloriqueando egoístamente. Condenas mi ignorancia y arrogancia cuando las tuyas son igualmente grandes… y dices que nunca podrás amar y mientes mientes mientes.
Ella dijo: ¿Qué sabe un monstruo sin corazón como tú del amor?
Él dijo: Déjame mirar en tu mente. Entonces di que no me amas.
Ella dijo: ¡Nunca! Es imposible.
Él dijo: Entonces también lo es la rehabilitación de la Mente de Duat.
Ambos estuvieron de acuerdo.
—¿Y bien, Medor? —aulló el Rey Firvulag.
Ayudantes, preparadores y curiosos huyeron del vestuario del derrotado campeón apenas captaron la ira de Sharn. Pero cuando estuvo a solas con su Maestro de Batalla el monarca se quitó sus ropas, ayudó a untar una buena capa de ungüento en las ampollas de Medor, y las roció con un medicamento anestésico del Medio que se decía que era casi tan eficaz como la Piel Tanu.
—Hice todo lo que pude —dijo el desconsolado general—. Pero supe que iba a perder tan pronto como Heymdol anunció que el Enemigo iba a presentar al Herético como contrincante. Nadie excepto Pallol Un-Ojo estaba al nivel de Minnie. —Al cabo de un momento, añadió diplomáticamente—: Excepto tú por supuesto, Rey Soberano.
Sharn maldijo entre apretados dientes.
—Aún no hemos terminado con esto, de todos modos. He enviado las correspondientes protestas; pero no hay ninguna razón válida para impugnar a Minanonn o a cualquier otro miembro de la Facción de Paz como participante de los juegos, puesto que sus preciosas conciencias les dicen que el Gran Torneo no es una guerra ritual sino diversión simple y honesta. La impugnación del Herético ha sido solamente un asunto de política. Si Aiken desea aceptarlo en el equipo Tanu, no hay ninguna maldita cosa que nosotros podamos hacer por impedirlo.
—Entonces, ¿Minanonn va a participar en la culminación del metaconcierto de esta tarde?
—Me temo que es una conclusión lógica —dijo el Rey. Ayudó a Medor a vestirse con ropas nuevas y una nueva armadura—. Pero alégrate, muchacho. En la culminación son tan sólo mentes, no músculos, lo que cuenta. Y ellos siguen siendo solamente trece mil… y nosotros ochenta mil.
Tanto Elizabeth como Marc vieron la nave insignia tomar tierra en una zona rápidamente acordonada detrás de la tribuna Tanu. Poco después el Rey aparecía en el palco real buscando a Elizabeth. Iba acompañado por Creyn, Basil Wimborne, Peopeo Moxmox Burke y el hermano Anatoli.
—Me temo que tendrás que perderte el resto de los juegos, muchacha —le dijo Aiken—. Vamos a emprender un pequeño viaje.
Ella saltó en pie de su asiento.
—¿Está… está preparada?
—Ven conmigo —se limitó a decir el Rey.
Marc se reclinó con una sonrisa indiferente. Llevaba, con considerable estilo, el vistoso uniforme ciruela y ocre de la Guardia de Élite del propio Rey, completo con torque de oro e insignias de comandante. Dijo:
—La puerta del tiempo aún no es operativa, Elizabeth. El Rey está simplemente anticipando. O tal vez pensando con anhelo. Si el dispositivo de Guderian funcionara, toda la Tierra Multicolor lo sabría.
Aiken se limitó a repetir hoscamente:
—Ven conmigo.
—Espero que te apresures a volver —dijo Marc—. Tus héroes te echaron en falta durante las Manifestaciones Heroicas.
—Pero vencieron igual —restalló Aiken—. Y ahora estamos en cabeza en la puntuación.
—No quedaría bien que te perdieras la última competencia, sin embargo. Ni siquiera por… razones estratégicas. Tus súbditos no te lo perdonarían nunca. Realmente estoy ansioso por ver cómo tus técnicas de metaconcierto se enfrentan a las de Sharn y Ayfa.
—¿Estás planeando entrar de nuevo en liza al lado de los Firvulag? —inquirió suavemente Aiken.
—Ni lo soñaría. Me enseñaste muy efectivamente mi lección.
El Rey condujo a Elizabeth y a los otros hacia la salida. Dijo por encima de su hombro:
—No es nada personal, Marc… pero cuando vuelva sería mejor que no estuvieras aquí. Ya hemos llegado al final del camino en esta rutina de los enemigos amistosos. Es un consejo leal.
Marc asintió.
—En garde pues, Pequeño Rey. —Y a Elizabeth—: Au revoir.
La verdadera disparidad entre el número de Tanu y Firvulag se hizo evidente en los preparativos para la confrontación mental definitiva. Vacía de todos los Humanos no metafuncionales, la tribuna Tanu mostraba ominosas extensiones de asientos vacíos, pero la acomodación de los Firvulag estaba a rebosar.
Greggy y Rowane habían sido echados del recinto real de la Pequeña Gente junto con el resto de los Aulladores no participantes. Pero en vez de unirse a Sugoll y Katlinel en los laterales, se deslizaron a la cabina entre las tribunas que albergaba la sala de control del personal de Escenificación y Efectos.
—El rango tiene sus privilegios —dijo el Maestro Genético a su maravillada protegida—. Y aquí debajo veremos no solamente los dragones sino también los paneles de monitorización que muestran qué mentes están fallando y listas para interrumpir el metaconcierto.
—¡Oooh! —dijo Rowane.
Fuera en el Campo de Oro se había erigido una sorprendente invención en lugar del llameante fuego de la mañana. Su base era una colina artificial tan amplia como las tribunas juntas y de quince metros de alto. Era burdamente cónica, con enormes aberturas como cuevas en los flancos derecho e izquierdo y un cráter en la cima.
La falsa montaña exhibía dos monstruosas serpientes gemelas.
La de la derecha, el lado Firvulag, era resplandecientemente negra, con colmillos y ojos tan rojos como carbúnculos. Su opuesta tenía escamas doradas y ojos y dientes de brillante amatista. Las cabezas de las serpientes emergían de sus respectivos cubiles con las mandíbulas abiertas de par en par. Parecía como si en algún lugar en las profundidades de la montaña sus cuerpos se encontraran, se enrollaran, luego ascendieran por el cráter central asomándose por su boca para formar un gran nudo muy arriba en el aire. A partir de ese nudo celeste las colas de las serpientes se curvaban hacia abajo en arcos idénticos, la cola negra devorada aparentemente por la serpiente dorada y la cola dorada por la negra. El efecto general ofrecido por el enorme escenario era el de una enorme rueda, medio dorada y medio negra, montada en posición erecta y parcialmente enterrada en la base imitando roca.
—Yo la llamo la doble Ourobouros —informó el jefe de los dos técnicos Humanos a cargo del espectáculo a Greggy y Rowane—. Pero al viejo Lars, aquí en los monitores del gran escenario, le gusta más llamarlas las Mithgarthsormr siamesas.
—¿Me explicarás su funcionamiento, Maestro Baghdanian? —pidió Rowane—. Debes perdonar mi simplicidad, pero no soy capaz de comprender cómo algo así puede ser utilizado en una confrontación metapsíquica.
—¡Yo también estoy intrigado! —rió Greggy—. Mi torque de oro es honorífico, ¿sabéis? Pero debo decir que el artilugio es locamente impresionante.
—Espera a ver los electrostáticos en acción —ofreció Lars con una hosca sonrisa—. Desearía solamente que el voltaje fuera lo bastante alto como para freír a esos exóticos hijosdeperra en vez de hacer simplemente cosquillas a sus cerebros.
Baghdanian lanzó a su colega una mirada de resignación.
—Olvidad la xenofobia de Lars, amigos, y observad a cambio los displays frente a él que monitorizan las tribunas de los Tanu y los Firvulag. Luces rojas para la Pequeña Gente, ámbar para los Tanu y Humanos torcados. La intensidad de las luces es más o menos proporcional a su vatiaje cerebral.
—El puntito amarillo parpadeante en el display Tanu es nuestra Brillante Esperanza, Aiken-Lugonn en persona —dijo Lars.
El mayor de los dos hombres escuchó un mensaje que le llegó a través de sus auriculares. Accionó algunos controles, comprobó algo y dijo:
—Será mejor que lo hagáis rápido, muchachos. Ya casi estamos listos para empezar. De acuerdo… toda la gente en las dos tribunas es incorporada en el circuito eléctrico del juego durante tanto tiempo como se mantengan en sus asientos. Si se levantan, eso significa que renuncian a seguir. ¿De acuerdo?
—Hummm —dijo Greggy, reprimiendo una risita—. ¡Antagonismo fundamental!
—¿Sabes algo acerca de la energía mental, de la metafunción poseyendo componentes electromagnéticos? —preguntó el técnico, más bien dubitativo.
Greggy suspiró.
—En mis momentos menos irracionales soy doctor en medicina, en ciencias genéticas, en filosofía y en letras Humanas (honorífico).
—Correcto —dijo Baghdanian—. Ahora echa simplemente una atenta mirada al montaje de las serpientes ahí fuera. Lo que tenemos realmente es un anillo gigante, puesto de pie como el armazón de una noria. Las colas de las serpientes terminando en las bocas forman un círculo completo que pasa por el interior de la montaña y también a través del nudo ahí arriba. La parte central simplemente disimula el armazón que apoya ese enorme anillo escamoso hecho de material electroconductor.
—El anillo en su conjunto no es conductor —interrumpió Lars.
Baghdanian le lanzó otra mirada.
—Como iba a decir, la conductividad del anillo queda rota por material aislante, cristal, en dos partes: arriba en el nudo, donde no podéis verlo, y justo dentro de las mandíbulas de las cabezas de las dos serpientes. La entera sección de arco que hay dentro de la montaña central no es conductora en este momento. ¡Pero! Si el anillo gira, digamos hacia nuestra derecha, parecerá como que la serpiente negra Firvulag ha dejado que la cola dorada de la serpiente Tanu se deslice fuera de su boca. Al mismo tiempo, por supuesto, la cola de la serpiente Firvulag parecerá que penetra más y más profundamente en la boca de la serpiente dorada.
—Pero realmente entra en la montaña —asintió juiciosamente Greggy.
Los ojos de los técnicos resplandecían de una forma extraña.
—Dentro de la montaña tenemos hileras múltiples de Van de Graafs… generadores electrostáticos similares a los de las antiguas películas de Frankenstein. Si la cola de vuestra serpiente es engullida sólo un poco, sentiréis un pequeño choque mental. Pero cuanto más penetre esa cola en las fauces enemigas, más intenso será el golpe mental.
—¡Dios de los cielos! —exclamó Greggy.
—Observa los grandes anillos enjoyados que rodean la cola de cada una de las serpientes a unos tres metros de distancia de los dientes enemigos —dijo Baghdanian—. Los llamamos los brazaletes. Son los lugares donde tienen que aferrarse las mentes… y tirar. Cuanto más poderosamente tire tu equipo del brazalete de cola de tu serpiente, más profundamente será tragada la cola de la serpiente del otro equipo.
—Y más agonizante le resultará al oponente seguir tirando a su vez —añadió Lars.
Greggy se estremeció.
—¡Qué perfecta y bestial pieza de ingenio!
Baghdanian se alzó modestamente de hombros.
—Veintidós años en el departamento de efectos especiales de la Industrial Light and Magic.
—¿Cómo se sabe el vencedor? —preguntó Rowane.
—El tipo que vea devorado su brazalete —dijo Lars—, no solamente perderá, sino que terminará con el cráneo lleno de neuronas medio fritas.
Baghdanian mostró una abstraída mirada mientras escuchaba sus auriculares, comprobaba su reloj digital, y observaba los ocasionalmente parpadeantes esquemas de los monitores de las tribunas Tanu y Firvulag.
—Dos minutos —dijo.
—Empezad a rezar —indicó Lars a Greggy y Rowane—. Si los Firvulag pierden, tal vez apelen a la Guerra del Crepúsculo. ¡Entonces nosotros los Humanos seremos libres de volver a casa a través de la puerta del tiempo y olvidar que vimos alguna vez este loco lugar!
—No todos los Humanos quieren irse —protestó inquieta Rowane—. Algunos odian el mundo futuro y tienen lazos de amor en éste.
—No lo creas —se burló Lars—. Muéstrale a cualquier Humano cuerdo una puerta del tiempo que conduzca de vuelta al Medio, y correrá a saltar por ella. ¡Incluso el Rey Bolsillos Dorados! Atiende a la razón. —Apuntó bruscamente a Greggy con un dedo—. ¿No irías tú?
—Bueno… esto… —murmuró el geneticista.
—¡Mi Tonii no iría! —exclamó Rowane—. ¡Él no lo haría nunca!
—ESG a tope —dijo el jefe técnico—. El equipo FX a punto con la introducción pirotécnica. ¡Adelante con la música! Metaconcierto Tanu establecido. Firvulag ídem. A vuestros puestos… preparados… ¡adelante!
Fuera en el Campo de Oro, las colosales serpientes gemelas parecían retorcerse en medio de un enorme petardeo de destellos. Las fauces de los fabulosos reptiles arrojaron luminosas nubes de humo verde que se alzaron hacia las nubes bajas que ahora formaban como un techo fantasmal sobre el terreno del torneo. Otros diez centímetros de negra cola penetraron en el buche dorado.
—¡Fuerte, Tanu, fuerte! —aullaba la multitud apiñada en los lados, Humanos y Aulladores juntos. Los mutantes ya no se preocupaban de fingir que estaban al lado de sus primos Firvulag.
Allá arriba en el recinto del Rey Aiken-Lugonn, el aura combinada de los triunfantes Grandes era un resplandor solar, con las mentes subordinadas zumbando a su alrededor como un dorado enjambre de luminosas abejas. Su brazo astral parecía aferrar el brazalete de la serpiente Tanu y empujarla firmemente hacia arriba.
El recinto real Firvulag estaba profundamente sumido en un nimbo de escarlata angustia. Su denso racimo de mentalidades de apoyo pulsaba a un ritmo irregular, frenando y luego acelerando, y llameando aquí y allá en nerviosos fulgores de bermellón y furioso blanco. El brazo astral Firvulag era mucho más amplio que el Tanu, pero resplandecía con un color carmín apagado.
—La Pequeña Gente está flaqueando —observó Katlinel a su esposo. Su rostro estaba turbado, en contraste con los jubilosos súbditos Aulladores que cabrioleaban de un lado para otro.
—Es lo que esperábamos —dijo Sugoll—. Habiendo perdido la ventaja inicial cuando Aiken puso en fase sus inesperadas facultades subsumidas, se hallan al borde del pánico. El dolor les pone nerviosos y el metaconcierto les resulta todavía una disciplina demasiado poco familiar como para tener confianza en su potencial superior… ¡Ja! ¿Puedes oír la desesperada confabulación que tiene lugar en el submodo racial? Temen estar perdidos. Pero la Reina Ayfa propone un osado plan. Ella tomará la mitad del metaconcierto y lo transferirá al brazalete Tanu y empujará, mientras las fuerzas de Sharn siguen tirando.
—Los Firvulag nunca han dudado en seguir a sus generalas —observó Katlinel—. Me pregunto…
Los espectadores chillaron. El brazo astral Firvulag se escindió bruscamente en dos. Pero los Tanu respondieron con violentos y demoledores tirones que hicieron que el brazalete Firvulag se deslizara hasta casi medio metro de los brillantes colmillos amatista de la serpiente dorada. El brazo secundario Firvulag se aferró impotente a la base del brazalete Tanu.
—¡Los muy torpes! —exclamó Sugoll—. El incremento del peso del dolor hace que pierdan los ánimos. ¡Buena parte de la fuerza de la Reina Ayfa ha desertado de ella, corriendo a ayudar a Sharn a tirar de la cola de la serpiente negra para sacarla de las castigadoras mandíbulas rivales! El plan de la Reina ha quedado arruinado. Se está retirando en desorden.
El segundo brazo astral comandado por la infortunada Ayfa se apartó en agonizantes destellos y la Reina se apresuró a restablecer el lazo mental con su consorte. En toda la tribuna Firvulag, las mentes gnómicas estaban empezando a abandonar la lucha. Pequeñas ascuas rojas parpadeaban y se apagaban a medida que la gente se ponía en pie y renunciaba.
Aiken y su equipo lanzaron una nueva arremetida. Con un último y poderoso movimiento, el brazo dorado tiró de la cola de la serpiente negra través de las mandíbulas del reptil Tanu. Un enorme y final arco relampagueante rodeó como un halo los cuerpos gemelos serpentinos. Luego la serpiente negra pareció incendiarse, devorada por amarillas llamas. Su cabeza se hundió en la montaña. Su retorcido cuerpo se arrugó, desenredándose de su victorioso antagonista. La llameante serpiente negra se convirtió en cenizas, y solamente quedó un círculo dorado, erguido sobre la base de la montaña artificial como un enorme torque Tanu puesto en pie.
—Tu gente necesitará algunas horas para recobrar sus fuerzas —dijo Marc a Sharn y Ayfa—. Podemos utilizarlas productivamente. Mi programa de metaconcierto no os resultará demasiado difícil de asimilar si ambos os subordináis a mi función coercitiva y me dejáis alimentar forzadamente los datos.
—¿Someternos a ti? —exclamó horrorizado Sharn—. ¡Lo sabía! ¡Pretendes esclavizarnos!
—¿De qué sirve la victoria del Crepúsculo —sollozó Ayfa—, si al final es el Adversario el que lo gobierna todo?
—Estúpidos —dijo Abaddón—. ¿Acaso no os he dicho que no tengo el menor interés en este miserable mundo? Una vez vuestras mentes me ayuden a penetrar en el Castillo del Portal, os dejaré libres… ¡y buena suerte! No quedarán lazos de ninguna clase. Tendréis mi programa del metaconcierto, la habilidad de ejercer un firme control sobre los indisciplinados cerebros de vuestra chusma. Y yo tendré lo que quiero… seguro en un mundo a catorce mil años luz de vosotros. ¡Ahora elegid!
Los comonarcas miraron lúgubremente a la oscura masa de la armadura que se apiñaba en la parte de atrás de su ahora desierto recinto real. La mente inhumana de la cosa se abrió a ellos, mostrando un alucinante atisbo de complejidad, atrayéndolos.
Juntos, pasaron al abismo.