Minanonn el Herético abrió la puerta de lo que antes había sido el salón para fiestas del refugio, que había sido convertido en nursería para los bebés torques negros. La habitación estaba iluminada solamente por racimos de las fantásticas luces metapsíquicas rojas. Vio una doble hilera de pequeñas cunas con diez redactores sentados en taburetes frente a ellas. Las madres estaban alineadas detrás de los niños, observando. Dionket permanecía de pie a un lado, dirigiendo la operación, débilmente velado por una luminiscencia carmín. Basil Wimborne tocaba una suave melodía en su flauta, y un aura de curación flotaba sobre la estancia.
Está funcionando, pensó Minanonn. El nuevo programa está empezando a ayudar ahora ya a esas pobres cosillas, antes de que el segmento coercitivo del metaconcierto sea puesto en fase. Se curarán, serán de nuevo mentes completas, dentro de una o dos semanas. Y no sólo eso, sino que serán operantes: los primeros de la nueva generación que Brede la Esposa de la Nave anticipó.
¡No debía permitirse que perecieran en el Crepúsculo! Afortunadamente, la sugerencia del Rey proporcionaba la solución perfecta…
Minanonn aguardó. Vio a Elizabeth sentada en un rincón oscuro, su mente lejos de allí, su rostro cubierto por sus manos… no necesitada. Entonces la sesión preliminar llegó a su fin; las jóvenes mentes estaban bañadas con calmantes endorfinas y el dolor estaba en recesión. Basil, casi sin darse cuenta, estaba cantando mentalmente las palabras de la cancioncilla Humana que interpretaba en su flauta.
La alegría vendrá a nosotros por la mañana,
La vida se adornará de esperanza con la salida del sol,
Aunque los sueños tristes puedan dar terribles advertencias,
A lo largo de toda la noche.
Las últimas notas de la canción se desvanecieron. Dionket y la compañía de redactores se miraron entre sí y sonrieron, y luego los sanadores se levantaron y salieron. La urgente advertencia de Minanonn atrajo hacia él la atención del Lord Sanador y de Elizabeth, y abandonaron el refugio por una puerta lateral y se dirigieron al rocoso jardín en penumbra cuando la luna llena empezaba a salir por encima de las colinas.
—Ha habido importantes desarrollos en los acontecimientos —dijo el Herético—. No quería interrumpir el trabajo. El Rey me ha enviado un mensaje hace media hora. —Desplegó una imagen de los portentosos acontecimientos que se habían producido en el Sena superior.
La mente de Elizabeth se oscureció desanimada.
—¡Entonces Marc está en libertad con su equipo intensificador de la mente!
—Pero privado de su base de operaciones y sus confederados —dijo Dionket—. Ésta es una noticia alentadora. Aún con su máquina infernal, el Adversario es incapaz de penetrar en el Castillo del Portal. Y seguramente el Rey tomará precauciones para evitar cualquier nuevo intento contra las minas del disprosio.
Elizabeth frunció el ceño.
—Me pregunto si el Proyecto Guderian es vulnerable a algún otro tipo de ataque indirecto.
—El Rey afirma que no —dijo Minanonn—. Excepto en lo que se refiere al elemento crítico, los trabajadores disponen de todas las materias primas y equipo de fabricación a buen recaudo en el Castillo del Portal. Unos cuantos días más y la operación en Fennoscandia habrá terminado. Según el Rey, el dispositivo de la puerta del tiempo quedará completado en algún momento dentro de la semana del Gran Torneo.
—Qué apropiado. —La mente de Elizabeth estaba de nuevo velada e insondable—. El Campo de Oro no es tan conveniente como el Castillo del Portal… pero por supuesto están las aeronaves…
Los tres llegaron a una gruta ornamental, una cueva poco honda de la que brotaba una pequeña fuente, rodeada de helechos y fragantes plantaciones de reseda. Una linterna de aceite colgada de un árbol arrojaba una cálida luz sobre las rocas que la rodeaban y un par de rústicos bancos. Se sentaron.
—Hermano Herético —dijo Dionket—, nos estás ocultando algo. ¿Cuál es el resto del mensaje del Rey?
La actitud del antiguo Maestro de Batalla era de abatida. Sus enormes hombros se hundieron, y recogió algunos guijarros del camino y los arroyó a la pequeña corriente de agua.
—El Rey ha capturado la gran nave a vela del Adversario. Ha interrogado a los veintidós norteamericanos supervivientes a bordo, aquellos que se amotinaron contra Remillard. Un rebelde llamado Manion cree que la siguiente fase del plan del Adversario puede implicar a los Firvulag. Como participantes en un metaconcierto ofensivo dirigido por Remillard.
Dionket estalló en carcajadas.
—¡La idea es ridícula! El Enemigo nunca permitirá que ningún Humano los dirija… y mucho menos él.
—Tengo que recordarte algunas sagradas tradiciones —señaló Minanonn—. El Adversario no es un mero observador en el Crepúsculo.
Sintiendo que su confianza se tambaleaba, el Lord Sanador dijo:
—¡Pero la Pequeña Gente no son estúpidos! Subordinarse a Remillard en una Mente Orgánica constituye un riesgo permanente de esclavitud mental. Tal como están ahora las cosas, Sharn y Ayfa controlan una fuerza mental que puede ser muy bien superior a la de Aiken. No necesitan ninguna ayuda de este intruso Humano…
—No si los Firvulag saben realmente cómo hacer trabajar el metaconcierto —dijo Elizabeth en voz baja—. Si pueden erigir una estructura de modo que el resultante sea mayor que la suma de sus partes más pequeñas, las comparativamente débiles unidades mentales de los individuos, y mantener el conjunto trabajando eficientemente bajo su dirección. Pero tenemos ya muchos indicios de que la maestría Firvulag en la técnica de orquestación dista mucho de ser completa. Tienden a disgregarse, a ir cada mente por sí misma, cuando se ven acorraladas. Ése es el punto que Sugoll y Katlinel esperaban poder utilizar en sus esfuerzos de conciliación, advirtiendo a Sharn y Ayfa de que nunca conseguirían igualar la disciplinada y eficiente contrafuerza de Aiken. Pero si aparece Marc prometiendo reorganizar el metaconcierto Firvulag a cambio de su ayuda para penetrar las defensas del Castillo del Portal…
—Eso es lo que teme el Rey —dijo Minanonn—. Todo lo que necesita el Adversario es esperar su oportunidad. Hacer ahora su oferta. Sugerir formas en que la pareja real puede trabajar con él manteniendo al mismo tiempo su independencia. Aguardar a que los inevitables fallos en la cooperación mental Firvulag se manifiesten por sí mismos. A su debido tiempo, Sharn y Ayfa hallarán su tentación irresistible.
—Irresistible —repitió Elizabeth. Se miró las manos, el pequeño anillo diamantino que había sido el símbolo de su profesión allá en el Medio. Lawrence había llevado el otro anillo gemelo. Ahora la piedra resplandecía solitaria a la luz de la linterna.
—¿Qué podemos hacer? —preguntó Dionket.
—Huir —dijo llanamente Minanonn.
—¿Al Medio? —rió Elizabeth—. La confabulación de Marc con esas ochenta mil mentes Firvulag dará al traste con esa opción, os lo aseguro. Ni siquiera necesitará a la Pequeña Gente en el escenario del Castillo del Portal. Puede canalizar la psicoenergía a distancia, desde Nionel, tal como lo hizo cuando destruyó Gibraltar y abatió a Felice.
—No contemplaba la huida a través de la puerta del tiempo, Elizabeth —dijo el Herético—. Le pedí al Rey, en nombre de la Facción de Paz, la gran nave Kyllikki. Aceptó entregárnosla, una vez retirada la mayor parte de su armamento. Una tripulación escogida de Tanu y Humanos armados la están trayendo a toda velocidad desde el Sena. Será aprovisionada en Goriah para un viaje de regreso cruzando el océano hasta las Islas Benditas. Los norteamericanos sobrevivientes han afirmado que cooperarán completamente y aceptarán el mando de la Facción de Paz.
Elizabeth no dijo nada.
Dionket alzó lentamente amabas manos.
—¡Las Islas! Por supuesto. El santuario de nuestras antiguas leyendas… ¡el País de la Juventud! ¡Podemos completar el trabajo con los niños torques negros en la semana que queda antes del Torneo, y llevarlos con nosotros!
—Nuestra Facción de Paz puede ser desviada de Nionel a Goriah —dijo Minanonn—, viajando por el Camino Occidental y luego embarcando Laar abajo. Aún hay tiempo. Pediré al Rey una máquina voladora para aquellos confinados en los Pirineos por las nevadas. Y los de aquí el Risco Negro…
—Podemos deslizamos discretamente —terminó con ironía Elizabeth— mientras Aiken lucha en la Guerra del Crepúsculo y Marc Remillard destruye a sus propios hijos.
—El Rey consideró que el plan era excelente —protestó Minanonn—. Me dijo que se sentiría aliviado sabiendo que tú y los niños y la Gente de Paz quedaríais al margen de la caída de la Noche. Si hay alguien que pueda salvar a esta pobre Tierra Multicolor, es él. Pero quiere pagar lo que considera que es su deuda hacia nosotros tres, en gratitud por haber salvado su vida en el río Genil y su cordura en la Cueva del Mercurio.
—No voy a ir con vosotros en la Kyllikki —dijo Elizabeth.
—¡Pero debes! —exclamó Dionket—. Necesitaremos tu ayuda para elevar a los nuevos jóvenes operantes a todo su potencial.
La mujer se había cerrado, retirándose de ellos.
—Lord Sanador, no tengo el valor necesario para empezarlo todo de nuevo en vuestras Islas Afortunadas. Ya he tenido suficiente exilio. Os enseñaré a ti y a Creyn todo el material preceptivo que me sea posible… los atajos educativos, las técnicas especiales de expansión mental que no podéis inferir o deducir por vosotros mismos. Los chicos no crecerán adeptos al Medio, pero se las arreglarán bien. Y con la adaptación de Marc al programa de Brendan, seréis capaces de modificar el cerebro de todos los bebés recién nacidos de tal modo que los torques no vuelvan a ser necesarios.
—¡Pero te necesitamos a ti! —exclamó Dionket.
—No —respondió ella—. ¿Por qué no comprendéis? ¿Es porque os negáis a comprender? ¿Debo mostraros mi yo desnudo antes de que aceptéis lo que os digo y me dejéis?
—¡Elizabeth, te amamos y te queremos con nosotros! —dijo Minanonn.
—También Aiken —dijo ella—. He decidido quedarme con él, darle toda la ayuda que me sea posible en la guerra.
—Él no te ha pedido esto —dijo Dionket—. Esta búsqueda de destino tuya es fruto de la desesperación, no del aprecio hacia un amigo.
—¿Y qué si es así? —contraatacó ella—. Es mi vida, ¿no? He intentado hacer todo lo posible por todos vosotros… Dios lo sabe bien. ¡Pero no puedo soportarlo más! Deseo ayudar a Aiken precisamente porque no me lo ha suplicado. El sabe que no soy ninguna abstracción materna, ninguna sabia personificación de vuestra Diosa enviada para iluminar y guardar y gobernar y dirigir. Soy simplemente su amiga. Y voy a sentarme a su lado en los juegos y a olvidarme del Crepúsculo por unos cuantos días, ¡y a no pensar en nada excepto en mí misma!
—Elizabeth, reconsidera —le suplicó Minanonn—. Puedes ser de una ayuda tan grande para nosotros. Sería un trabajo satisfactorio…
—¿Oh, sí? —dijo ella suavemente; y antes de que se dieran cuenta de lo que estaba ocurriendo sus barreras habían descendido para mostrar el capullo de fuego—. He intentado eso, amigos. He hecho realmente todo lo posible… tal como os prometí cuando abandoné la Casa de Redacción en Muriah tras la Inundación. Algo de lo que conseguí me elevó, pero el fuego siguió estando ahí, justo en el borde, aguardando a que el péndulo oscilara de nuevo hacia el lado del fracaso. Deseabais que yo fuera Brede, pero solamente era una inadaptada… tan fuera de lugar aquí en la Tierra Multicolor como Marc Remillard en el Medio Galáctico. —Y como yo él pudo haber hecho tanto bien su sueño su poder su inmortalidad todo desperdiciado por qué no fue él Jack por qué yo fui separada de Lawrence por qué soy tan débil sola por qué él está tan decidido a ser fuerte solo por qué si Dios vive deja que las mentes inadaptadas sufran sin comprenderse a sí mismas rechazando el contacto rechazando el amor por qué tuve miedo incluso sabiendo que él lo lamentaba tendiéndose agradecido hacia el lazo de unión Brendan por qué no le toqué le dije al final la respuestas su auténtico trabajo (¡Creyn lo sabía!) le había ayudado a encontrarlo pese al temor ahora es demasiado tarde él está perdido yo estoy perdida dejemos que pase dejemos que todo pase dejadme ir amigos si os importo algo dejadme ir lejos lejos…
—¡No lo hagas! —gritaron ambos. Pero ella había echado a correr por el sendero del jardín hacia la noche y su advertencia mental de que no la siguieran pareció colgar en el aire, escrita en angustia.
—Así que Creyn tenía razón después de todo —dijo Minanonn—. Qué singular.
Dionket suspiró.
—He tenido un día duro, y mañana será aún peor cuando tenga que entrar en fase contigo y con el resto de los coercedores. No te preocupes por Elizabeth. No hará nada irremediable esta noche. Me voy a la cama. Acepta mi consejo y haz lo mismo.
Los dos regresaron al refugio. En algún lugar sonaba una flauta.