4

La tormenta los tragó; pero antes de que Hagen y Cloud pudieran articular un solo pensamiento, la mente del Rey habló irresistiblemente:

Dormid. Echadlo todo a un lado ahora. Todos los miedos todas las ansiedades todas las decisiones. Solamente están la oscuridad y el agua y el viento. El mundo duerme invisible abajo y vosotros aquí en lo alto estáis seguros y protegidos. Dormid…

Despertaron totalmente recuperados, sentados uno al lado del otro en un banco de cristal en un jardín iluminado por la luz de las estrellas. El débil tintinear de las diminutas campanillas en los árboles y el parcial atisbo de una torre silueteada por chispas amarillas y violetas les dijeron que estaban de vuelta en Goriah, en los terrenos del castillo.

Hagen echó hacia atrás su capucha y miró el cronómetro en su muñeca. Era solamente un poco después de la una de la madrugada.

—Dios mío, ese Tanu, Minanonn, necesitó casi cuatro horas para llevarnos al Risco Negro. ¡El Rey nos ha traído de vuelta en menos de noventa minutos!

—Con un desvío a Roniah —dijo una profunda voz exótica desde las sombras.

Cloud estaba de pie, forzando sus metasentidos.

—Kuhal —susurró.

El Segundo Lord Psicocinético avanzó por el plateado césped. Había una mujer Humana con él.

Desconcertado, Hagen consiguió decir:

—¿Eres tú, Diane?

—El Rey nos trajo a los dos —dijo la hija de Alexis Manion—. Dijo, cito textualmente: «Ha pasado mucho tiempo desde que tuvisteis por última vez un rato de esparcimiento. Id a la ciudad y divertíos. Mañana podéis volver al castillo y discutiremos el futuro.»

—¿Te dijo… te dijo dónde habíamos estado? —preguntó Hagen.

—Nos lo contó todo —dijo Kuhal—. Dijo que tenía sus razones.

Cloud asintió, y habló como para sí misma:

—No se nos permite mantenerlo en secreto.

Empezó a soplar viento en la dirección de la Feria de Comercio, arrastrando consigo los fantasmagóricos sones de una gaita electrónica. Kuhal llevó a Cloud a un lado.

—Puede que el Rey no se haya dado cuenta, cuando arregló este encuentro, de que tú y yo habíamos llegado al acuerdo de establecer un muro entre nosotros. Sabía que seguíamos hablando telepáticamente por encima de las leguas que nos separaban y que compartíamos nuestros problemas íntimos. Vio que éramos amigos…

—Y lo confundió con amor —dijo ella.

—Siempre ha seguido siendo así, por mi parte.

Cloud se apartó de su contacto.

—Y por eso has sido traído aquí, para influenciar mi decisión. Y Diane para inclinar la de Hagen.

—Creo que juzgas profundamente mal a Aiken. Sus motivos fueron amistad, no maquinación.

—Tal vez tengas razón.

Caminaron siguiendo el sendero bordeado de matorrales, dejando a la otra pareja detrás, en el estanque de los lirios. Lámparas de cristal con forma de seta iluminaban el camino hasta una oscura puerta en la pared del jardín que se abría al cinturón verde de la ciudad. Cloud mantenía su mente velada. Llevaba todavía la capucha de su impermeable cubriendo su pelo, y la recia piel hacía que su esbelta figura pareciera casi asexuada, un destello blanco avanzando junto a un semidiós con el bárbaro atuendo de la Alta Mesa.

—Durante todo el torbellino del último mes —dijo el hombre— hablaste telepáticamente conmigo desde este mismo jardín.

—Papá nos observaba —murmuró ella—. Dice que no escuchó.

—¿Y qué importa si lo hizo? El sentimiento de culpabilidad por la Inundación es tan suyo como vuestro. Puede que haya ganado profundidad de pensamiento, como tú.

Cloud se echó a reír, un sonido triste y suave.

—Papá tiene bastante culpabilidad sobre sus espaldas como para que las muertes de la Inundación parezcan irrelevantes. Dudo que piense siquiera en el suceso desde un punto de vista moral. Nosotros los chicos le pedimos que nos ayudara, y condescendió a hacerlo. Pero el crimen fue nuestro.

—Lo lamentas —dijo Kuhal.

—La mayoría de nosotros lo lamentamos ahora —admitió ella—. Ahora que os vemos a vosotros como gente real en vez de como abstracciones molestas erguidas en el camino de nuestra gran empresa. Sí, lo lamentamos… pero los remordimientos no son suficientes, ¿verdad? El rumiar estérilmente sobre los errores que hemos cometido no nos ayuda. No cuando el error fue tan enorme.

La mente de Kuhal se tendió empáticamente, sólo para golpear contra la barrera mental.

—Mientras volábamos al Risco Negro —dijo ella—, hablé mentalmente con Minanonn el Herético con una cierta extensión, preguntándole cómo había hallado la paz tras darse cuenta de la futilidad de la religión de batalla. Me dijo que un cambio de los sentimientos no es una expiación suficiente para un gran pecado. Tiene que verse afirmado por algún tipo de acción de arrepentimiento o la mente no puede purgar la culpabilidad, y si intentamos negarla, entonces el alma encuentra su propia penitencia, como papá ha intentado hacer. Pero en su caso, al rechazar la expiación, nunca encontrará una auténtica paz… Hagen y yo y los demás no rechazamos la idea de una expiación, como hace papá. Pero no sabemos cómo expiar lo que le hicimos a tu gente.

—Tu padre te ha ofrecido un posible rumbo de acción —dijo Kuhal—. El Hombre Mental puede ser una fuerza hacia la sabiduría y la bondad en esta galaxia.

El velo mental de Cloud se abrió brevemente, dejando escapar algo de ironía.

—Podría ser así… si papá y Hagen no formaran parte del esquema. Pero conozco a mi padre mejor que nadie. Dice que Hagen y yo seríamos los administradores… pero nunca nos dejará serlo. No mientras él viva. Y si mi hermano lo matara… como terminaría ocurriendo, inevitablemente… el Hombre Mental llevaría sobre sí la marca de Caín, exactamente igual que el resto de la raza humana.

—Y yo —dijo Kuhal.

La mente de Cloud destelló una sonrisa.

—Lo comprendes.

—Nos comprendemos el uno al otro, Cloud. Y creo que ahora hablas de esto solamente para reforzar tu valor, porque sabes muy bien lo que tienes que hacer, qué decisión debes tomar… y convencer a tu hermano de que la comparta.

—Hagen está terriblemente asustado, Kuhal. Allá en Ocala, cuando Alexis Manion empezó a hablarnos de la Unidad como una alternativa al plan de papá, Hagen se sintió casi paralizado ante la sola noción de desafiarle. Al igual que temía a papá y deseaba escapar, el solo pensamiento de enfrentarse a la Mente Galáctica en el Medio, de pasar a formar parte de ella… lo asusta aún más. Los Remillard somos un grupo centrado en nosotros mismos. Celoso de su individualidad.

—¡Como si yo no lo supiera! —El anhelo le llegó a Cloud de forma imperfecta. La necesidad—. Y amar significa renunciar a parte de la soberanía del corazón. Pero no significa subordinación, Cloud. No el auténtico amor. Y no en esa Unidad que todos debemos alcanzar tampoco, si es lo que la mente de Elizabeth muestra que es. El rechazo de tu padre de la Unidad forma parte de su rechazo más grande del amor en favor del poder.

—¡Estás equivocado! Papá nos ama. Y amaba a mamá hasta el punto de la sinrazón. Está apasionadamente preocupado por el bienestar de la raza Humana…

—En abstracto, quizá. Pero no la sucia y sangrienta realidad de la gente real.

Ella se negó a responder a aquello.

—Comprendo muy bien por qué tu padre fue llamado el Ángel del Abismo —dijo Kuhal—. La Diosa conduce y enseña a sus hijos, intentando llevarlos a la madurez, y llora sobre su estupidez. Pero Abaddón fuerza a su progenie a la perfección.

La mente de Cloud sonrió.

—No sabes lo afortunados que sois los Tanu de haber percibido la deidad como una diosa. Las madres se muestran mucho más inclinadas a dejar que sus hijos crezcan a su propio ritmo.

Llegaron a la puerta del jardín. Las luces de la ciudad parpadeaban a través del terreno boscoso, y podían oírse los ruidos de la multitud. El sonido de la música era mucho más intenso, con las flautas tocando una interminable melodía de caza.

—¿Crees que vas a tener muchos problemas en convencer a Hagen? —preguntó Kuhal.

—Tendré a la mayoría de los demás a mi lado, con la principal excepción de Nial Keogh, que es un pequeño y vicioso hambriento de poder. Algunos de ellos, como Diane Manion, se sienten simplemente tímidos de ir al Medio, y más inclinados a aceptar el mal que conocemos que el mal que nos es desconocido. Pero pienso que seré capaz de manejar las cosas. Tú me ayudarás, ¿verdad? Gracias a tus consejos fui capaz de hacer un trabajo bastante bueno apaciguando las cosas después de ese estúpido ataque contra la vida del Rey en la fundición. Estoy convencida de que serás capaz de sugerir algunos planes para enfrentarse también con esta situación.

—Politiqueo —dijo él caprichosamente—. ¿Por qué no debería conocer yo el juego? He estado metido en él durante cuatrocientos años.

Ella se sobresaltó, luego se echó a reír.

—Sí. Lo has hecho, es cierto. Vosotros los Tanu vivís tanto tiempo. ¿Cuántos años vivís, Kuhal?

—Se dice que raras veces vemos transcurrir tres milenios, dados los peligros a los que se enfrenta la compañía de batalla y la escasez de expertos en la Piel. Yo fui muy afortunado de tenerte a ti como redactora.

—Fue entonces cuando empezaste a amarme —le acusó ella—. Eso es lo que hizo tan efectiva tu curación. Boduragol lo dijo.

—Fue algo mutuo.

—¡No lo fue! Simplemente poseemos una afinidad mental. Estamos muy cerca el uno del otro, pero eso no es lo mismo que el amor.

—Es un comienzo —sugirió él.

—Siempre serás mi amigo más querido. Pero…

—¿No deseas que te siga a través de la puerta del tiempo? ¿Mi presciencia sería embarazosa para ti?… Muy bien. Me quedaré aquí.

—¡No! —exclamó ella. Por primera vez dejó que sus barreras bajaran—. En realidad no te quiero… ¿pero qué haría sin ti?

La mente de Kuhal respondió con una inarticulada exclamación, humana en su alegría nacida de la desolación. Tomó las dos manos de ella, y Cloud sintió la eléctrica calidez de su fuerza vital fluir a través de sus engarfiados dedos y hacer vibrar cada uno de los nervios de su cuerpo. Unidos en una sola aura, las dos figuras, la una alta y llameantemente vestida, la otra pequeña y envuelta en una túnica blanca, llenaron el oscuro rincón del jardín con una luz rosa dorada. Duró solamente un instante. Luego echaron a andar, cogidos de la mano, cruzando la puerta.

—Pero esto lo resuelve todo, querido… ¿no lo ves? —Diane Manion estaba desesperadamente ansiosa—. De esta forma no habrá ninguna preocupación acerca del Medio tratándonos como a unos criminales, ningún temor acerca de ser castigados o posiblemente marginados debido a lo que somos… Dices que Marc te mintió. ¡Pero solamente sobre cosas insignificantes! El asunto realmente importante… el que todos nosotros los chicos debemos compartir la creación de una nueva y gran raza de ultrametapsíquicos… ¡eso era cierto! Es lo que Marc ha estado diciendo siempre. Lo que aprendimos de Falemoana y el doctor Curtis y Trudi cuando éramos pequeños. Pero ahora el sueño de tu padre ya no está muy lejos en el futuro, ni depende de ninguna raza altruista que pueda venir a recogernos y sacarnos de este maldito planeta. ¡Es ahora! ¡Podemos abandonarlo ahora y empezar el trabajo! ¡Tú y yo podemos tener un ejército de super Cachorros propios, Hagen! No importa lo otro. Quiero decir, ya sé que será todo tubos de ensayo y alimentación artificial, exactamente igual que los no nacidos en las colonias del Medio, así que no puedo sentirme celosa. ¡Me sentiré orgullosa! Querido… ¡ eres la clave de toda esta idea gloriosa, no Cloud! Si lo que dices es cierto, entonces tu hermana solamente tiene un ovario. Quizá un centenar de miles de gametos si se demuestra que todos son viables, lo cual no es muy probable. Pero tú…

—Afortunado de mí. —Hagen rió suavemente—. Soy un macho, y puedo engendrar a millones y millones. Con mi esperma conservada y un poco de cultivo de tejido, el Hombre Mental puede propagarse a lo largo de eones aunque yo muera. Accidentalmente.

Él estaba de pie al borde del estanque del jardín, sin mirarla. Los lirios de agua en flor despedían una fragancia de pino. Diane casi no se había dado cuenta de su estado de ánimo, tan densa había sido su pantalla mental. Simplemente había confirmado el informe que Aiken había transmitido a Diane acerca de la reunión con Marc, luego le había pedido su opinión. Ahora la tenía.

—Eso no es como si no tuviéramos hijos propios —protestó ella.

—¿Y cómo te sentirás cuando llegue el momento de desechar los cuerpos de los bebés?

—¿Desechar… los cuerpos de los bebés?

Hagen se volvió en redondo, sujetándola por los brazos, apretándolos a través de la ligera tela de sus ropas Tanu.

—¡Eso forma parte de ello, pequeña estúpida! No solamente para los niños engendrados artificialmente… ¡para todos ellos! Tienen que ser incorpóreos, como mi santificado tío Jack, para obligarlos a utilizar todo su potencial mental. ¡Cerebros desnudos que conjuren disfraces psicocreativos que ocultar su inhumanidad! Pero mejores que Jack… ¡oh, Marc se encargará de eso! Serán inmortales, y capaces de conectarse por sí mismos a intensificadores cerebroenergéticos cuando quieran, sin verse lastrados por primitivos apéndices tales como una armadura o piernas o corazones o entrañas. ¡Cerebros sin rostros! Sin labios para besar ni manos para tocarse. ¡Cerebros limpios y eficientes con agujas de electrodos en ellos, resplandeciendo al rojo blanco con grandes pensamientos! ¿Qué es lo que pensarán, Diane? ¿Acaso soñarán? ¿Hallarán cosas con las que reírse? ¿Se amarán entre sí? ¿Nos amarán y nos darán las gracias por haberlos hecho así? ¿Lo harán, Diane?

Su mente se abrió, mostrando una cosa negra de forma burdamente humanoide, autónoma, protegida contra el mundo, divorciada de su cuerpo innecesario, con sus ultrasentidos sondeando la galaxia en una interminable búsqueda de otras mentes como ella misma… y al no encontrar ninguna, resuelta a crearlas por sí misma. No llores, Hagen. No tengas miedo. Sólo es papá

—Ha traído la armadura de reserva en la Kyllikki, lista para mí —dijo Hagen.

Diane gritó.

Él la rodeó con sus brazos y la apretó contra su pecho. La piel blanca de antílope del impermeable era suave, calentada por la carne viva que contenía, con un débil olor a cera y a los productos del curtido y a sudor humano. El rostro que la miraba desde arriba era ojeroso, húmedo de lágrimas, necesitaba un afeitado, su mandíbula temblaba con la tensión y estaba desgarrada aún en su lado izquierdo por el estigma psicosomático del arpón. Un rostro que era casi el de Marc.

—No nos dejará ir —susurró Diane, aterrada.

—Con Aiken Drum de nuestro lado, podemos ponerle las cosas realmente difíciles —dijo Hagen—. Y si el viejo lobo se acerca demasiado al trineo volante… bien, siempre puedo enviarle a Marc el presente del otro testículo. Entonces él tendrá su Hombre Mental y nosotros nos veremos libres de él para siempre.

Ella estalló en lágrimas, y luego estaba riendo con él, y luego la risa se empañó con sus besos.

—Ven, querida —dijo él, y la condujo a las sombras de una adelfa en flor. Después de la unión, permanecieron tendidos de costado, cara contra cara y cuerpo contra cuerpo, aferrados el uno al otro. La hierba estaba húmeda de rocío y no demasiado blanda, y una helada brisa soplaba sobre el estanque, pero siguieron unidos, compartiendo calor y aliento.

—Desearía que hubiéramos podido crear al Hombre Mental esta noche —dijo Hagen—. Maldito sea ese implante.

—Le pediré a Becky Kramer que lo retire mañana.

—El chico nacerá en el Medio —dijo Hagen—, o simplemente huiremos, cariño. Los tres. ¿De acuerdo?

—Sí.

Se apretaron más fuertemente el uno contra el otro, y dejaron que las imágenes mentales derivaran de una a otra mente. Temores. El aliento tranquilizador de Elizabeth. Peligros. El posible fallo del Proyecto Guderian. La persistente seguridad de Alexis Manion el pasado invierno en Ocala de que solamente hallarían su realización en la Unidad… lo mismo que sus hijos.

—Y serán inmortales, como tú —susurró trémulamente Diane.

—Capaces de autorrejuvenecerse —corrigió Hagen—. Y en caso de que temas perder tus jóvenes y cautivadores atractivos, déjame recordarte que algunos de los viajeros temporales que hay en nuestro laboratorio pasaron por cuatro procesos de rejuvenecimiento en los tanques allá en el Medio, y posiblemente hubieran podido mantener indefinidamente su buen aspecto si no hubieran preferido la vida primitiva aquí en el plioceno.

Diane rió suavemente.

—¿Puedes imaginar la consternación entre todas aquellas personas sensibles que permanecen tranquilamente seguras en el Medio cuando aparezcamos de pronto por la puerta del tiempo y les digamos que llevamos en nosotros el embrión del nieto del Hombre Mental?

Hagen emitió un ruido poco delicado.

—Ése será el primer shock. Si eso funciona, seremos afortunados si toda la población del Exilio no viene con nosotros. Con Cloud y su príncipe de cuento de hadas los primeros.

Diane permaneció inmóvil durante un largo momento.

—Hagen… ella no se quedará, ¿verdad? Dice que no ama a Kuhal. No se sentirá tentada a sacrificarse por el resto de nosotros, ¿verdad?

—¿Por papá, quieres decir? ¡No bromees! En primer lugar, tenías toda la razón cuando apuntaste que en el juego del Hombre Mental, el macho de la especie posee ventajas naturales sobre la hembra. Papá me quiere a mí. ¿Por qué crees que dejó a Cloud ir a Europa con Elaby y los demás, pero me retuvo a mí en Ocala? Yo soy quien debe ocupar su lugar.

—Cloud tiene los genes —insistió Diane—. Marc podría utilizarla.

—¡Ella desea la Unidad más que cualquiera de nosotros! Cloud y Elaby fueron los primeros en ser convencidos por Alex de que lo mejor era la rebelión.

—Pero Elaby está muerto, Hagen, y Cloud dice que nunca volverá a enamorarse de nadie y arriesgarse a sufrir el dolor de…

—Mi cerebral hermana no reconocería el amor ni aunque le mordisqueara los tobillos. No importa lo que diga, ella y Kuhal seguirán adelante con el resto de nosotros… y si piensas que nuestra descendencia va a agitar los cimientos del Medio, ¿qué crees que ocurrirá con el cruce Tanu-Remillard?

—Nosotros los Manion también tenemos nuestras maravillas ocultas. Déjame mostrarte una.

Siguió una gran cantidad de risas y otras bromas. Pero las estrellas empezaron a palidecer y a desaparecer tras las nubes demasiado pronto. Cuando las primeras gotas de lluvia de la siguiente tormenta cayeron sobre ellos, se ayudaron a vestir el uno al otro y se dieron un último beso. Luego Hagen desplegó un pequeño paraguas psicocreativo y echaron a andar bajo él hacia el Castillo de Cristal, con la intención de comunicarle su decisión al Rey.

Aiken no estaba allí.

Ni tampoco estaba el laboratorio del Proyecto Guderian, su personal, el gigantesco generador sigma, o las veintiuna aeronaves que se hallaban aparcadas en el patio del castillo.

Hubo el dolor de la traslación, y luego flotó en el limbo gris, no por un instante subjetivo como durante sus anteriores saltos-D, sino durante un terrible cuarto de hora, puesto que estaba transportando experimentalmente tres toneladas de materia inerte además de su habitual armadura. Resistió mientras la testaruda trama del espacio se doblaba ante su orden mental y la catenaria hiperespacial era ejecutada: una no línea trazada a través de una región no dimensional por una no fuerza.

Prisionero dentro del refrigerado y ultrapresurizado dispositivo CE, el supercargado cerebro estaba privado de toda recepción normal y metasensorial. El hiperespacio era informe y vacío. Era completamente consciente y dueño de sí mismo dentro de su matriz, casi como si condujera una astronave superlumínica; pero ahí terminaba la analogía. Si hubiera estado en una nave hubiera podido dormir o leer o realizar un ligero ejercicio o comer o distraerse en una gran multitud de formas, confiando en la tripulación y la maquinaria de la nave para que lo trasladara cruzando más de 14.000 años luz de espacio interestelar.

En cambio, él era la nave.

No disponía de ningún sistema artificial de guía, ningún rastreador de rumbo computerizado como el que estaba a disposición de cualquier capitán de astronave, ningún motor accionado por la fusión de los núcleos para energizar su paso. El equipo conectado a su cerebro servía únicamente para ayudarle a puntuar las superficies. Le permitía entrar en el hiperespacio via un portal de campo upsilon; pero una vez estaba dentro del limbo gris, solamente disponía del programa mental para proporcionarle dirección e impulso. Era un programa maravilloso, adquirido a gran precio, y su utilización no era para los débiles de corazón. Con la sensación de moverse a lo largo de un invisible cable tendido entre dos mundos, el que efectuaba un salto-D no se atrevía a relajar su concentración ni por un instante. Su atención no podía fallar, no debía dejar que ni un simple pensamiento ocioso lo distrajera de su objetivo. Sólo el objetivo era la vida. Si su mente se tambaleaba aunque fuera solamente por la millonésima parte de un segundo, estaría perdido.

Resistió durante los interminables y horribles minutos, sabiendo solamente cuál era su meta. Era una estrella: la G3-1668 en su catálogo, un sol al que nunca se había preocupado de dar un nombre cuando lo había explorado con sus metasentidos hacía más de siete años y rechazado porque la gente era premetapsíquica y aparentemente sin utilidad para sus propósitos. Ahora, sin embargo, de los tres sistemas estelares que eran cunas potenciales para el Hombre Mental, lo consideraba como el más prometedor. Así que llamó al sol Objetivo, y llenó su mente con él a fin de olvidar los acontecimientos que debían estar teniendo lugar allá atrás en la Tierra…

A su debido tiempo alcanzó las superficies terminales. Su cerebro llameaba, sorbiendo ávidamente las reservas de aumento cortical para extraer más energía. Hizo girar el campo upsilon, empujó las tres toneladas de rocas de lastre a través de él, y luego las siguió. Conoció la horrible agonía y emitió un gruñido cósmico. Luego flotó en el espacio, observando la escena con su ojo mental.

Una estrella amarilla iluminaba la mitad de un mundo blanco estriado de azul. Era el cuarto planeta del sistema de Objetivo, hogar de la raza indígena. Lo estudió con sus metasentidos durante varias horas, saboreando el respiro del dolor, luego se encaminó, él y su carga, hacia la superficie. Esta vez el salto-D tomó menos de un parpadeo y causó menos incomodidad que el arrancar de una pestaña. Las rocas teleportadas, por las que había arriesgado su vida, yacían en un confuso montón. Algunas de ellas estaban aún incrustadas con lodo congelado del estuario del Sena.

Marc las olvidó. Emergió de su armadura, se hizo invisible, y caminó entre la confiada gente exótica durante dos días.

Eran bípedos, aproximadamente humanoides en forma y aproximadamente saurianos en derivación. Eran inteligentes, pacíficos, y tenían un índice de nacimientos que probablemente era demasiado bajo para admitir que pudieran llegar a alcanzar alguna vez el «número mágico» de diez mil millones de mentes vivientes, el mínimo normal requerido para la unión. El planeta poseía una avanzada tecnoeconomía que mantenía a su gente próspera y saludable. Su establecimiento biomédico era lo bastante sofisticado como para apoyar el programa de desarrollo del Hombre Mental. Era un mundo atractivo, con una ecología tan congruente a la vida humana como la de cualquier planeta colonial del Medio. La gente formaba un conjunto trabajador y valioso, con un índice psicosocial que sugería una rápida adaptación a un despotismo benévolo.

Era un mundo, pensó, que encajaría perfectamente. Aquí, bajo su égida, el Hombre Mental nacería y florecería y expandiría Su brillante dominio de estrella en estrella a través de los eones futuros, la omniconquistadora e inmortal Mente.

Y en seis millones de años, no quedaría ni una huella de Él.

No podía rezar por el deseado resultado. No existía ni existiría. Se preguntó: ¿Cómo puedo quererlo?

Tras dos días de observación del sistema estelar de Objetivo, deprimido hasta lo más profundo de su ser, Marc dio un nuevo salto-D, esta vez de vuelta a la Kyllikki. Se puso en contacto telepático con Elizabeth en el Risco Negro y dijo:

Cuéntame.

Ella dijo: Los chicos me dieron su respuesta y me pidieron que te la transmitiera.

Muy bien.

[Imagen: Hija e hijo de pie ante el castillo de piedra en la cumbre de la colina fuerte lluvia extensión de hierba bordeada con piedras blancas una superficie de roca plana con un Cuadrado.]

Hagen: Esto es el Castillo del Portal papá. Estamos de pie en el emplazamiento de la puerta del tiempo que conduce del Medio al plioceno. La puerta por la que vinimos. Hemos estado pensando en tu proposición. Los dos. Hemos hablado también con todos los demás chicos y conferenciado con el Rey pero la decisión ha sido nuestra. Hemos decidido volver al Medio Galáctico. Volver al mundo en el que nacimos a la mente familiar que puede ayudarnos a encontrar la paz. Nunca conseguiremos eso contigo. El Hombre Mental nunca podrá ser feliz en la forma que tú lo imaginas. No a menos que cada mente sea un santo como lo fue el tío Jack. ¡Y los santos no son tan abundantes papá! Tú no lo eres y tampoco lo somos Cloud ni yo. Necesitaremos una gran cantidad de ayuda de nuestros amigos para tener éxito en la vida y también nuestros hijos. Eso es lo que es realmente el Hombre Mental papá… nuestros hijos. Van a ser seres humanos como sus padres con cuerpos al mismo tiempo que con mentes. No ángeles. Se sentirán asustados por su inmortalidad del mismo modo que te sientes tú… y nos sentimos nosotros. Pero estarán unidos a miles de millones de otras mentes que les ofrecerán amor y apoyo y buenos consejos. Creemos que eso será suficiente.

Cloud: No podemos seguirte papá. Tu visión es imperfecta. En lo más profundo de tu corazón creo que lo sabes. Hubo tantas veces en que pudiste detenernos obligarnos someternos incluso matarnos y tomar nuestros genes. Y sin embargo no lo hiciste. Encuentra el porqué y quizá seas capaz de resignarte a dejarnos marchar. Mira muy hacia atrás en tu pasado papá. Descubrirás por qué encajaste al Hombre Mental en ese molde inhumano e intentaste forzarte a ti mismo y a tus hijos a conformarse a él. Creo que estamos empezando a ver las razones del porqué. Finalmente seremos capaces de perdonarte y tú debes hacer lo mismo por nosotros. Cuidaremos de tu sueño y veremos que sea alentado en la Unidad donde pertenece. Se hará todo lo posible. Confía en nosotros papá…

[Imagen: Gesto de hijo e hija que se alejan por el sendero cae la lluvia sobre las piedras del castillo la bárbara puerta se abre atisbo del patio interior gente máquinas armas HEMISFERIO PLATEADO BROTA A LA EXISTENCIA envolviendo todo el castillo aparece Maniquí Dorado.]

Aiken: He trasladado todo el Proyecto Guderian de Goriah al Castillo del Portal. Uno de mis leales súbditos ha conectado el gran generador sigma SR-35 a un par de SR-15 que resulta tenía almacenados… y ahora Cloud y Hagen están seguros dentro del campo sigma con todos los demás. El equivalente psicoenergético de las pantallas acumuladas está ahora por encima de los 900. No tienes suficientes vatios para atravesarlas ni siquiera aunque empujes tu creatividad hasta el máximo con el intensificador y pongas a trabajar a todos tus viejos compinches en el metaconcierto. No hay ningún arma en el plioceno que pueda agujerear esa burbuja plateada Marc. Ni siquiera mi Lanza fotónica. ¡Ni siquiera Felice podría resquebrajarla! Y el único que puede activar su compuerta ahora soy Yo… Jaque mate Marc. Tus chicos me dijeron que antes preferían morir que seguir tus esquemas. Pero no van a morir. Los he tomado bajo mi protección. Van a terminar el dispositivo de Guderian y pasarán a través de la puerta del tiempo al Medio. Aquí mismo dentro del Castillo del Portal bajo el paraguas del sigma si es necesario. El dispositivo funcionará aquí. Pregúntaselo a Alexis Manion si no me crees… No quiero luchar contigo Marc. Quiero resolver pacíficamente este asunto si es posible y atender otros problemas urgentes. Pero si insistes en atacar el Proyecto Guderian puedes estar seguro de que lo defenderé… y lo mismo harán las mentes que trabajan en metaconcierto conmigo. Miles de ellas todas hermosamente mezcladas ahora bajo mi mando en el programa que tú mismo me diste allá en el río Genil… Sé que la goleta que lleva la unidad de energía de tu dispositivo CE está en algún lugar en el golfo de Armórica o en el delta del Sena. La has camuflado con algún tipo de embrollador telepático. Pero si intentas luchar conmigo encontraré la Kyllikki de una forma o de otra y la agarraré y te agarraré a ti… ¿Pero no sería eso una forma muy poco elegante de terminar con todo ahora? ¿No sería más acorde con tu estilo, ¡y el mío!, dejar que prevalezca la Tregua? Haz que la Kyllikki siga navegando Sena arriba todo el camino hasta el Campo de Oro… con la bandera blanca alzada y todas las pantallas bajadas. ¡Tú y tus Rebeldes estáis invitados a ser mis huéspedes en el Gran Torneo! Asiste a los juegos luego besa a tus chicos y diles adiós y navega de vuelta a Florida… Piensa en ello Marc. Tienes un montón de cosas en las que pensar. [Imagen desvaneciéndose.]

Elizabeth dijo: Ése es todo el mensaje. Aiken te ha dicho la verdad acerca del Castillo del Portal. Ha trasladado todo el Proyecto hasta allí… en una sola tarde. Ha recuperado sus fuerzas y ha integrado también los poderes de Nodonn y Mercy. No lo desafíes Marc. No conseguirás otra cosa más que destruir la Tierra Multicolor sin ninguna finalidad. Desiste. ¡Por favor!

Marc dijo: Ellos han tomado su decisión. Ahora yo tomaré la mía. Puede que necesite un cierto tiempo.

La voz telepática se disolvió, y todo lo que quedó en el éter fueron reverberaciones de lejanos truenos y un débil ruido de fondo de estática mental.

Elizabeth envió su haz telepático más concentrado a lo largo del sendero de la comunicación de Marc. Pero en el otro extremo solamente había agua agitada por el viento allá donde el gran río se unía con el mar, y una noche sin estrellas.

En la cala de popa de la Kyllikki, Jordan Kramer y Gerrit Van Wyk alzaron el pesado casco de la cabeza de Marc, luego lo ayudaron a salir de la armadura corporal. Los otros magnates supervivientes estaban allí aguardando: Cordelia Warshaw y Ragnar Gathen y Jeff Steinbrenner y Patricia Castellane. En un rincón, sentado en un taburete, con los ojos extrañamente lúcidos pese al docilizador, estaba Alexis Manion. Aguardaron.

—Los chicos han declinado mi oferta —dijo Marc—. Como sabéis ahora, no puede haber Hombre Mental sin ellos. Cloud y Hagen y los demás se hallan en el emplazamiento de la puerta del tiempo en el río Ródano. Aiken Drum ha transferido allí todo el Proyecto Guderian, y lo ha protegido con un sigma de novecientos. Mi hijo e hija han dicho que preferían morir a cooperar conmigo en engendrar al Hombre Mental. Su intención para Él es que quede subordinado al Medio.

Alexis Manion sonrió.

—¡Puedes tomar sus genes! —exclamó Patricia.

—No sé si puedo o no. —Permanecía de pie allí enfundado en el negro traje de presión, empapado con el fluido amniótico del intensificador, con la sangre de las pequeñas heridas de los electrodos resbalando en finísimos regueros por su frente y mejillas—. Por el momento no puedo pensar en ninguna forma de penetrar a través de sus defensas. Ni siquiera estoy convencido de que deba intentarlo. —Un lado de su boca se alzó con suavidad—. Me siento precariamente tentado a la virtud.

—Pero, si renuncias… ¡es el fin de todo! —exclamó Patricia.

Alexis Manion dijo distintamente:

Mon front es rouge encore du baiser de la reine.

J’ai rêvé dans la grotte où nage la sirène…

Marc asintió.

—Y la sirena sigue cantando y manteniendo su promesa, y yo me he convertido en un adicto al beso de la reina-vampira.

—Estás agotado —dijo Patricia—. Deberías dormir un poco. Más tarde puedes tomar en consideración lo que puede hacerse.

Los otros magnates añadieron un murmullo de pensamientos medio expresados. Todos ellos ocultos tras gruesas paredes mentales.

Marc dijo a Ragnar Gathen:

—Navegaremos río arriba. Me han dicho que es navegable durante varios cientos de kilómetros. ¿Cómo funcionan los impulsores solares?

—Muy bien —dijo el antiguo estratega de la flota estelar.

—Entonces haz que Walter nos fije una modesta velocidad de crucero. No tenemos prisa. Mantén el camuflaje… y asegúrate de que sea lo bastante denso como para despistar la vigilancia aérea además del rastreo telepático.

—Estaremos completamente seguros —dijo Gathen— a menos que la gente del Rey nos divise directamente desde las orillas del río.

—Tenemos que asegurarnos de que ningún pensamiento errabundo traicione nuestra posición —dijo Patricia, mirando a Manion.

—Cuento contigo para que te ocupes de eso —dijo Marc.

—¿Tienes alguna otra orden para nosotros? —preguntó Cordelia Warshaw.

—Que os tranquilicéis —les dijo Marc, con su famosa sonrisa sobreponiéndose a la desolación de sus ojos—. Yo mismo tengo intención de ir a pescar.