11

Encadenado con grilletes de cristal, mustio pero resignado, Tony Wayland permanecía de pie al lado de Kuhal el Sacudidor de Tierras en el balcón del palacio del lord de la ciudad de Roniah y se dirigía a la imagen del Rey, que parecía estar sentado con las piernas cruzadas en mitad del claro aire de la tarde justo al otro lado de la balaustrada.

—Bien, Vuestra Majestad, para empezar, tienes que trabajar el niobio en una atmósfera de argón. Ésta es la parte principal de tu problema. En cuanto a alearlo con el disprosio, me temo que no tengo ni la más remota idea.

—¿Pero puedes experimentar? —Aiken se inclinó hacia adelante ansiosamente, las manos apoyadas sobre las rodillas de su traje dorado lleno de bolsillos.

—Oh, supongo que sí. —Los modales de Tony eran apenas educados—. Siempre que disponga de cantidades suficientes del material para trabajar con él. Pero dices que no tienes ni un gramo del elemento puro. ¿Te das cuenta de lo difícil que va a ser extraer el disp de las menas? Quiero decir que aunque consigas extraer el complejo de itrio libre de impurezas, vas a perder una maldita cantidad de tiempo separando el disp en cualquier tipo de estado puro. Supongo que no podrás sustituirlo por alguna otra sustancia paramagnética.

—No —dijo Aiken—. De todos modos, tenemos un dispositivo llamado concentrador de iones que quizá ayude en tu problema de refinado.

—Quizá pueda —dijo secamente Tony—. Pero el problema es tuyo, no mío.

Kuhal el Sacudidor de Tierras dio al metalúrgico un ligero manotazo mental, enviándolo de rodillas.

—¡Recuerda con quién estás hablando, Inferior! ¡Tu supervivencia pende de un hilo!

Tony se limitó a reír. Su torque de oro y su relativamente frágil psique lo protegían contra las más sutiles manifestaciones de violencia mental… como sabía muy bien de sus años en Finiah.

—¡Sigue adelante, golpéame! —se burló—. ¡Te voy a servir de mucho si estropeas mi corteza cerebral!

Aiken asintió aprobadoramente.

—Fue siempre la amistosa persuasión lo que te mantuvo en la mina de bario, ¿no es cierto, Tony?

—Condenadamente cierto.

—Yo también quiero ser tu amigo —dijo voluntariosamente el Rey—. No voy a hacer que Lord Kuhal reemplace tu torque de oro por un gris o un plata si me das tu palabra de honor de trabajar con nosotros en un espíritu de buena voluntad. Me temo que vas a tener que ser mantenido bajo arresto domiciliario durante toda la duración del proyecto, pero eso es más por tu propia seguridad que por cualquier otra cosa. Tendrás libre acceso a todas las dependencias del Castillo de Cristal fuera de las horas de trabajo, y todos los caprichos que se te antojen. Cuando el dispositivo de Guderian sea operativo, podrás pedir la recompensa que desees.

—Todo lo que quiero —dijo Tony desoladamente— es volver a casa con mi esposa en Nionel.

El Rey descruzó las piernas, se puso en pie y se desperezó.

—Ayúdanos a conseguir ese estúpido cable que necesitamos, y podrás mirarte en sus encantadores ojos cuando empiece el Gran Torneo.

—Su ojo —le corrigió Tony—. Oh… muy bien. Haré todo lo posible. Tienes mi palabra.

—Envíalo esta misma noche con el convoy —ordenó Aiken a Kuhal, y desapareció.

El Sacudidor de Tierras condujo a Tony hacia la escalera.

—Dejaremos los grilletes en bien de la seguridad —indicó—. No son demasiado incómodos. Yo mismo los llevé durante un tiempo.

—No me digas —murmuró Tony indiferentemente. Los eslabones de cristal se extendían partiendo de cada muñeca hasta un anillo cerrado en torno a su torque. Las cadenas eran más simbólicas que restrictivas; sin embargo, el cociente de humillación era apreciable. Rumió acerca de ello mientras bajaban a las regiones inferiores del palacio y se dirigían al patio, donde aguardaban los chalikos para llevarles a los muelles de Roniah—. Pero al menos estoy libre de esa pandilla de cortacuellos Inferiores que me atraparon en los pantanos —observó mientras se acomodaba en la silla—. Supongo que habrán sido recompensados con el favor real.

—El Rey Soberano se sintió complacido de concederles lo que pedían. Solicitaban un pasaje gratuito de vuelta a través de la puerta del tiempo, en caso de que fuera reabierta, y la oportunidad de llevarse con ellos a tantos de sus compañeros como desearan volver a la Vieja Tierra.

—¡Buf! —Tony se mostró despectivo—. Diría que me libré con bien.

Kuhal le dirigió una repentina sonrisa.

—Creo que el Rey Soberano comparte tus sentimientos, Hermano Creativo.

Una punzada de recuerdo atravesó el corazón del metalúrgico. Hermano Creativo… los Tanu en Finiah le habían llamado así, y ahora este miembro de la Alta Mesa reafirmaba imperturbablemente esa adopción. Tony pensó: ¡Puedo haber estado temporalmente desclasado, pero al final tengo grandes expectativas!

—Realmente decía lo que pensaba cuando afirmé que cooperaría —dijo en voz baja.

—Lo sé. —Kuhal se mostraba completamente amistoso ahora—. Y saberlo me alegra. Yo mismo soy uno de aquellos que pasarían por la puerta del tiempo al Medio Galáctico.

—¡Tú! —exclamó Tony, incrédulo.

—Si haces tu trabajo bien y rápido, mucha gente te deberá gratitud. Hay portentosos acontecimientos en perspectiva de los que tú no sabes nada, y tu destino puede ser crucial para el de miles.

Tony se sintió impresionado. Cabalgaron fuera de los terrenos de palacio y a través del barrio Tanu de Roniah. La ciudad estaba gobernada ahora por Condateyr el Fulminador desde la muerte de Bormol en la Gran Inundación, y la población había resultado algo disminuida. Pero en su mayor parte, Roniah apenas había sido alcanzada por los trastornos que habían afectado a muchas otras partes de la región. Los ramas iban de un lado para otro llevando cosas, barriendo las empedradas calles y atendiendo los jardines. Las fuentes derramaban sus aguas en los plateados estanques de las frescas plazas adornadas con árboles. Roniah no era tan barrocamente magnífica como lo había sido la Ciudad de las Luces, pero era espléndida, con sus arcos de filigrana y su mármol blanco jaspeado, sus deslumbrantes edificios con las ventanas de cristales emplomados y los techos de tejas oro y azul puntuados por delicadas espiras.

Tony y Kuhal descendieron hasta la explanada. A todo su alrededor transitaban los habitantes Tanu y Humanos de la ciudad, yendo y viniendo de sus quehaceres en el sofocante calor del atardecer.

—Había olvidado lo hermosa que puede llegar a ser una ciudad Tanu —dijo el metalúrgico—. Después de la caída de Finiah, los Inferiores me tuvieron atrapado en el norte, en los Poblados del Hierro. Dios, aquello era sórdido. Escapé.

—¿Y fuiste a Nionel? —inquirió el Sacudidor de Tierras.

Tony sonrió.

—A tiempo para el Gran Amor. Nunca esperé casarme. Después, no pude soportar el seguir allí, pese a que amaba a Rowane. Habían cortado mi torque de plata y… bueno, ya sabes. Pero después de irme y pasar por todo tipo de dificultades, me di cuenta de que debía volver junto a Rowane. Simplemente debía hacerlo. Es muy extraño, lo sé. Teníamos tan poco en común. Rowane es una Aulladora. —Proyectó su sorprendente imagen mental, toda ella envuelta en un ligero halo, y estudió las riendas de su chaliko—. Es algo extraño el amor. Uno no lo elije nunca.

—Te comprendo. Hermano. Más de lo que imaginas.

—Supongo que no… —Tony vaciló, luego dijo—: ¿Autorizaría el Rey a Rowane a venir a Roniah? Quiero decir, si ella me perdonara por haberla abandonado.

El hermoso y melancólico rostro del Tanu estaba lleno de pesar.

—Tiene que haber un incentivo para las grandes tareas, Hermano. El Rey diría que Rowane es cosa tuya. Pero seguro que podrás comunicarte libremente con ella. Mediante tu torque de oro, vuestros corazones pueden unirse a través de las leguas.

—Lo he intentado —dijo Tony miserablemente—. Pero yo no estaba torcado cuando estábamos juntos, y sospecho que simplemente no estoy sintonizado al modo Firvulag de habla mental. Realmente no soy muy bueno en ello, ni siquiera con mi propia gente, a largas distancias.

—Entonces puedes pedir ayuda a Lady Katlinel.

Los ojos de Tony se iluminaron.

—¿Me proporcionarías tú su firma?

—Con mucho gusto —dijo el Tanu. Y proyectó la imagen mientras Tony se esforzaba en retenerla en su memoria, prometiéndose establecer contacto con la Lady de Nionel aquella misma noche.

Siguieron cabalgando a lo largo del río en un talante de amistosa camaradería, por un parque lleno de sauces y arbustos en flor. Estaba lleno de mujeres Humanas y exóticas con sus niños con torques de oro, y un anciano cuellodesnudo se paseaba por entre ellos con un mono vestido atado a una cadena. La boca de Tony se frunció a la vista del cautivo animal, pero el pensamiento de Kuhal se deslizó en su mente:

Tu única y auténtica libertad se halla con tu pueblo adoptivo. Pronto te serán quitados los grilletes y todo será mejor que antes. Simplemente ayúdales a construir el generador de la puerta del tiempo.

¡Realmente debes estar ansioso por ir!

Ella irá y yo debo seguirla.

Oh. Bien es un lugar curioso el Medio. Pero buena suerte.

Estaban acercándose a la zona del muelle principal, repleta de trabajadores. Carros llenos de productos y caravanas de hellads se añadían a la congestión de los muelles. Los embarcaderos estaban casi todos ocupados por embarcaciones neumáticas que estaban siendo descargadas.

—Provisiones para el Gran Torneo —explicó Kuhal—. Afortunadamente, las plantaciones del Ródano superior se han salvado de la depredación Firvulag. Quizá la Pequeña Gente sea más lista de lo que creemos y no haya querido correr el riesgo de una carestía de provisiones en los juegos.

—Entonces, es cierto que el Rey abolió realmente el Combate.

—Seguirá habiendo una ardiente competición, y sin duda algunas pérdidas de vidas. Pero la puntuación ya no se basará en las cabezas cortadas. —Suspiró—. La Facción de Paz se siente enormemente satisfecha y ha declarado su intención de participar. Quizá los eventos no sean tan insípidos como temen algunos tradicionalistas si Minanonn el Herético entra en las justas.

Llegaron a un amplio malecón que había sido acordonado para aislarlo de los demás. Una veintena de grandes navíos estaban siendo cargados por estibadores con torques grises en vez de por ramas. Algunos caballeros Tanu con una panoplia completa de cristal y llevando armas del Medio montaban guardia en los barcos y cerca de los montones de cajas selladas que aún quedaban en el muelle. Pelotones de grises con medias armaduras de bronce patrullaban el perímetro, echando a los transeúntes curiosos.

—Navegaréis Ródano abajo, luego seguiréis por tierra a Sasaran y al río Baar —dijo Kuhal—. Puede que te interese saber que acompañas a una carga que quizá sea la más valiosa que jamás haya sido embarcada desde esta ciudad. El propio Lord de Sasaran te escoltará.

—Oh. ¿Un tesoro?

El Sacudidor de Tierras agitó su dorada cabeza.

—Es mejor que no lo sepas. Pero ten la seguridad de que tanto tú como la carga sois extremadamente preciosos para el Rey Aiken-Lugonn.

Kuhal se dirigió a un capitán de la guardia de crestado casco azul y lo saludó colocando su puño sobre el contracuartelado emblema del rostro de Jano en su túnica rosa dorado.

—Mis saludos al Muy Exaltado Lord Neyal el Joven, y dile que acuda a recoger a su pasajero.

—A tu servicio. Exaltado Lord —dijo el capitán—. Su equipaje ha llegado ya y ha sido subido a bordo. —Ayudó a Tony a desmontar, y el metalúrgico se quedó allí de pie, inseguro.

—Bien, nos despediremos aquí… —empezó.

Un resonante saludo, tanto vocal como telepático, llegó desde el extremo más alejado del malecón. Agitando una tablilla con sujetapapeles y radiando oleadas de cordialidad avanzaba hacia ellos el Lord de la ciudad de Sasaran, sin casco pero enfundado en una armadura zafiro coercedor incrustada con oro y circones ámbar. Neyal era tan alto y delgado que solamente podía ser calificado como larguirucho. Su pelo era como los rastrojos del trigo.

—¡Sacudidor! ¡Tenía intención de venir a verte cuando llegó la caravana, pero me pusieron de inmediato a trabajar en esos barcos que Tana maldiga!

Neyal intercambió saludos con su colega de la Alta Mesa, irradió hacia Tony como el Espíritu de las Cosechas, y tendió una mano recubierta por un guantelete.

Tony la aceptó con cierto nerviosismo, pero el saludo resultó discreto.

—Quiero presentarte a nuestro Hermano Creativo Wayland-Velkonn —dijo Kuhal—, que lleva los símbolos de la paz de Tana solamente hasta que sea entregado a la custodia del Rey Soberano.

De nuevo experimentó Tony una sensación de déjà vu. Nadie se había referido a él con el honorífico de Velkonn desde que la Ciudad de las Luces había estallado en llamas hacía tanto tiempo… ¿o no era tanto tiempo?

—Hoy hace un año —dijo Neyal, y su rostro se ensombreció—. Y como algunos piensan, el preludio del Crepúsculo.

Los opacos ojos azules de Kuhal lanzaron una advertencia.

—Aquellos que creen eso deberían mantener sus pensamientos para sí mismos.

Neyal se alzó de hombros.

—Sube a bordo con nosotros y tómate una jarra —invitó a Kuhal. Pero este último declinó la invitación, diciendo que tenía que volver inmediatamente al Castillo del Portal.

—Fui llamado a Roniah solamente para actuar como negociador del Rey en asegurarnos los servicios de Lord Wayland-Velkonn —dijo el Sacudidor de Tierras—. Con la Tregua encima nuestro, debo asegurarme de que la plataforma para la puerta del tiempo quede completada dentro del Castillo del Portal antes de que los aficionados a los deportes inicien su éxodo hacia el norte para el Torneo. Además, en estos momentos hay todo tipo de espías pululando por el lugar, y el Rey quiere tener las cosas seguras y por la mano.

Tony pareció sorprendido.

—Pero seguramente construiréis el dispositivo de Guderian fuera del castillo, allá donde se abre el lado de aquí del bucle correspondiente al Medio…

—Yo también lo pensaba así —dijo Kuhal—. Pero el Rey nos envió a un tal Dimitri Anastos… uno de los miembros del grupo de fueras de la ley llamados los Bribones de Basil. Parece que su trabajo en el Medio era diseñar equipos de campos upsilon, y presumiblemente sabe algo también acerca de la teoría del doblamiento temporal. En cualquier caso, nos advirtió que nuestro dispositivo no funcionaría a menos que no existiera ninguna posibilidad de interferencia con el dispositivo del Medio. Nuestra puerta debía desembocar en un espacio vacío en la Vieja Tierra.

Tony consideró el asunto.

—Correcto. Ya veo. Del mismo modo que este extremo hace que te materialices a medio metro o así por encima de la explanada rocosa que mira al Castillo del Portal.

—Parece ser —añadió Kuhal— que el campo tau funcionará más o menos bien en cualquier lugar dentro de los alrededores de una ciudad futurista del valle del Ródano. La máquina original fue incluso trasladada de un lado para otro por su inventor. Pero si uno selecciona un emplazamiento en el cual la… esto… carga se materialice dentro de una masa de materia ya existente, entonces el aparato de Guderian simplemente no funcionará.

—Un dispositivo de seguridad —observó Tony—. Sería deprimente emerger del bucle dentro de sólida roca. O incluso parcialmente encajado en la pared de una casita provinciana francesa.

—Este Anastos eligió un lugar conveniente dentro del Castillo del Portal —dijo Kuhal—. Estamos construyendo una plataforma en él, para tener en cuenta la forma en que esta región se ha elevado ligeramente en los seis millones de años transcurridos entre ahora y entonces.

—Supongo que acudirás a los juegos, ¿verdad, Sacudidor? —preguntó Neyal—. Nuestros muchachos de Sasaran están dispuestos a dar un buen espectáculo, pero necesitan que los animen.

—Estaré allí —dijo Kuhal—, a menos que nuestro amigo aquí presente haga su trabajo muy rápido, en cuyo caso tengo un compromiso anterior.

Neyal se echó a reír, sin comprender.

—Bien, nos veremos allí entonces. Ven conmigo, Velkonn. Partimos inmediatamente. —Golpeó con su puño la estrella de nueve puntas de su coraza como un saludo de despedida, e hizo un signo a Tony para que le siguiera.

—Yo… haré todo lo posible —dijo de nuevo el metalúrgico a Kuhal—. Buena suerte a ti y a tu dama. —Se dio la vuelta y caminó lentamente por el malecón, abriéndose camino entre ajetreados trabajadores. Lord Neyal estaba discutiendo con un truculento capataz plata, agitando su tablilla, y parecía haber olvidado completamente a su pasajero. Tony se sentó unos momentos en una de las misteriosas cajas, sin ser molestado y sin que nadie reparara en él. Finalmente el capitán de la guardia le dijo que iba a ser alojado en el barco de cola, de modo que subió a bordo. La cabina con su equipaje era minúscula y deprimente, así que salió al aire libre por la parte de popa, que se proyectaba hacia la corriente del Ródano. El material hinchable formaba un cómodo banco, y se sentó agradecido al sol mientras observaba el resto del tráfico fluvial. La promesa de Lord Neyal de una inminente partida resultó ser un exponente más del típico optimismo Tanu. Pasó una hora, luego dos. Tony se quedó dormido.

Lo despertó una irónica voz telepática:

¡Hey si es nuestra bienaventurada pieza de cambalache!

Miró a su alrededor, aún medio adormilado. Al principio no vio nada excepto el ancho río, estriado de ocre y rojo oscuro por el atardecer, y las parpadeantes lámparas a lo largo de la curva explanada, y las grandes antorchas llameando al crepúsculo en la cabecera del malecón.

¡Hey! ¡Ahí en el agua! A unos ochenta metros corriente arriba.

Tony se tensó para enfocar sus metasentidos. Sus ojos captaron una masa oscura e imprecisa, algún tipo de barco fluvial. Su visión mental, aún atontada por el sueño, localizó una voluminosa y tosca figura inclinada sobre la borda y observándole.

Tony dijo: Jefe Burke.

Burke dijo: El mismo. Pensé que a estas alturas ya estarías vendido río abajo.

Tony dijo fríamente: En cualquier momento a partir de ahora. Esos tipos son casi tan eficientes como vosotros los Inferiores.

Burke dijo: Touché muchacho. Pero no tienes nada de lo que preocuparte. Me aseguré bien de que Aiken Drum te trataría correctamente antes de aceptar traerte a Roniah. Lo cual no podría decir del resto de mi gente.

Tony dijo: Espero que hayas obtenido algo más que unos collares de cuentas y un billete de vuelta a Utopía Ltd. a cambio de mi persona.

Burke dijo: Hemos conseguido también ese autobote más todas las armas que podíamos cargar en él. Ahora vamos camino de Nionel donde el resto de nuestra gente de Manantiales Ocultos ha tenido que ir para escapar de las incursiones Firvulag.

Tony dijo: ¿Nionel?

Burke dijo: Ya no quedan muchos Inferiores en los Vosgos. O en ningún otro lugar dentro de las zonas pisoteadas por los Firvulag. Nionel es nuestra única alternativa de estar al tanto de Aiken Drum… hasta que se reabra la puerta del tiempo.

Tony dijo: Bueno hasta otra y no te molestes en escribir.

Burke dijo: ¿Ningún rencor?

Tony dijo: El número 10 en la escala de Moh será suficiente.

Burke dijo: Malo malo. Y yo que estaba intentando ser kemosabe.

Tony dijo: Burke… mi esposa está en Nionel. La abandoné. Fui un asno. Intentaré contactar con ella pero si ocurre algo ¿le dirás que voy a intentar volver como sea? Éste es su aspecto. [Imagen.] Su nombre es Rowane.

Burke dijo: Se lo diré. Parece una damita de mente preciosa. Shalom muchacho. Mantente apartado de los problemas para variar.

Tony no se molestó en responder. Se quedó sentado con la cabeza baja y aislado del mundo, sumido en la dorada soledad de su torque. Pasaron otras dos horas. Los hombres de Lord Neyal, terminada finalmente la carga, se vieron obligados ahora a perseguir a las tripulaciones de los barcos por las tabernas y prostíbulos del puerto. La guardia en el malecón siguió siendo mantenida.

Tony fue despertado de sus ensoñaciones cuando algo puntiagudo le pinchó en el esternón. Abrió los ojos con un grito indignado y vio a un hombre fornido vestido con los harapos de un fuera de la ley al otro extremo de una lanza con punta de hierro.

—Mantén cerrada la boca, Inferior —le llegó el seco susurro—. Si te mueves o intentas comunicarte mentalmente, te atravieso como a una cucaracha.

Había una especie de escalera de abordaje encajada a la barandilla de popa. El rufián acabó de trepar por ella y fue inmediatamente seguido por una docena o así de camaradas. Dos de ellos llevaban carabinas Matsu y el resto armas de hierro.

—¿Cuánta gente hay en esta bañera? —preguntó el que parecía el jefe.

—No he visto a nadie excepto al caballero que guarda la pasarela —respondió Tony. La lanza se alzó hasta su nuez de Adán y presionó ligeramente—. ¡Por el amor de Dios, creedme! Sólo soy un maldito pasajero. ¡Un prisionero! —Alzó las cadenas de cristal—. La mayoría de los soldados habían bajado al muelle cuando yo subí a bordo. Eso fue hace horas.

—Registrad el barco —ordenó el de la lanza.

Se oían suaves chapoteos entre los demás barcos fondeados. La luna no había salido aún y el Ródano, envuelto en bruma, era una masa casi completamente negra a unos pocos metros de la barandilla del barco. Empezaron a llegar sonidos de música y voces de más allá de la zona acordonada, y las luces de Roniah fueron encendidas, bañando los edificios con ámbar y azul. Parecía como si la ciudad estuviera celebrando prematuramente la Tregua, y la partida del convoy hubiera sido pospuesta pese a las reales órdenes de lo contrario.

La mayor parte del grupo de abordaje había desaparecido para investigar las entrañas del barco de Tony.

—Estáis cometiendo un grave error, ¿sabéis? —siseó éste con urgencia—. Vosotros los Inferiores ya no tenéis que ocultaros en las ciudades Tanu. Hay una amnistía. Supongo que vais detrás de armas.

—Es listo el chico, ¿eh, Pingol? —observó el corpulento villano armado con un desintegrador.

—Demasiado listo, maldito sea. —La lanza de hierro trazó un suave semicírculo de una oreja de Tony a la otra, mellando ligeramente su torque de oro en el camino—. Por otra parte, sus poderes metapsíquicos son más bien lamentables, como cualquier idiota puede ver claramente, y en el fondo no es más que un jodido cobarde. Así que ¿por qué lleva el oro? ¿Sin decir nada de las sagradas cadenas de la Diosa?

El alto portador de la Matsu se inclinó hacia delante, con el rostro casi oculto por un gran mechón de grasiento pelo gris. Su aliento provocó una arcada en Tony.

—¿Cuál es tu nombre, chico chillón?

—¡Soy Lord Velkonn!

La punta de la lanza osciló ligeramente a unos pocos centímetros del ojo izquierdo de Tony, y su portador habló con tonos de sedosa amenaza:

—Tu nombre humano.

Las palabras cayeron de los labios de Tony como losas de plomo.

—Tony Wayland. ¡Pero no deberíais hacer esto, os lo repito! El Jefe Burke ha conseguido un buen puñado de armas a cambio de mí. Ha partido para llevarlas a vuestra gente en Nionel. ¡Si seguís adelante con esta incursión, el Rey puede cabrearse tanto que cancele vuestra amnistía! ¡En cuanto a mí, nunca conseguirán construir el dispositivo de Guderian sin mi ayuda, y si me hacéis algún daño, vuestros compañeros Inferiores que desean regresar al Medio se comerán vuestras criadillas bien asadas!

El alto invasor retrocedió unos pasos y exclamó:

—¿Tony Wayland?

—Por el zapateado de Té, ¿de qué demonios está hablando ese mastuerzo? —gruñó el de la lanza a su compañero—. Ensartémoslo de una vez y…

Uno de los fuera de la ley que había ido a proa regresó a toda prisa para informar.

—¡Capitán Pingol! ¡Capitana Fouletot! Grandes noticias. Solamente había un caballero Tanu guardando la nave por la parte de dentro, y ha sucumbido a nuestro metal-sangre. Los otros barcos y este malecón parecen estar igualmente desprotegidos, aunque hay numerosos grises patrullando por la explanada. ¿Debo dar la orden de partida a los otros grupos?

—Transmite la orden en persona —dijo el de la lanza—. Nada de telepatía, no sea que el Enemigo nos oiga. —Sus rasgos resplandecían ahora con una luminosidad fosforescente, y había algo curiosamente insustancial en su forma.

Tony inspiró temblorosamente.

—¡Vosotros no sois Inferiores!

La pareja rió en malévola concordancia.

El enanesco portador de las buenas noticias añadió alegremente:

—Hemos abierto una de las cajas en el compartimiento de carga. ¡Alabada sea Té, es tal como dijeron nuestros espías! ¡La caja estaba llena de armas del Medio!

—Avisa inmediatamente a Lord Betularn Mano Blanca —dijo el de la lanza. Él y su compañero empezaron a cambiar ante los aterrorizados ojos de Tony, desechando su disfraz de Inferiores y recuperando sus formas normales. Uno era un gnomo y el otro una ogresa. Ambos llevaban la armadura de obsidiana de los oficiales de la compañía de batalla del Rey Sharn y la Reina Ayfa.

—Y dile también a Betularn que tenemos en nuestro poder al infame Tony Wayland —dijo la ogresa Fouletot—, el mismo que mató a la Temible Skathe, mi valiente compañera, y al héroe Karbree el Gusano.

El mensajero saludó y se alejó hacia proa, desapareciendo en la oscuridad.

—¿Qué vais a hacer conmigo? —preguntó Tony con un hilo de voz.

—Cambalachearte con el Rey Aiken-Lugonn a cambio de nuestra sagrada Espada —respondió Pingol con una torva sonrisa. Y tras una pausa—: Al final.