Mientras se hundía en las profundidades de la gran grieta, los pensamientos de Basil mantuvieron su habitual tono lacónico:
Cayendo. Todo el mundo quieto.
Chazz, que era el número 2 en la cuerda, gritó una obscenidad. Cayó de cara, con el hacha para el hielo colgando impotentemente al extremo de su sujeción, y fue arrastrado por la dura y granulosa nieve con brazos y piernas agitándose. Derek, el número 3, clavó su hacha en el duro y blanco hielo simultáneamente con Nirupam, el hombre de cola, justo en el momento en que Chazz alcanzaba el borde de la grieta. La cuerda se tensó con un ahogado ¡tung!
Nirupan dijo: ¿Cómo estás Baz?
Basil dijo: Colgando cabeza abajo como una liebre en una trampa. Un momento mientras me suelto la mochila… oh. Bueno, ya está. Cielos, ha faltado un palmo para estrellarme contra un reborde de lo más malo. Ha sido una buena parada, aunque un poco tardía. ¿Está también Chazz en el agujero?
Chazz dijo: Colgando del mismo maldito borde.
Nirupam dijo: Por favor que nadie se mueva. Derek ¿estás bien amarrado?
Derek dijo: No apostaría demasiado.
Un gemido que creó multitud de ecos brotó de la boca de Chazz, y gritó en voz alta:
—¡La maldita cuerda se está cortando con el borde de la grieta como queso bajo la acción de un cuchillo! Voy a ir…
Basil dijo: Tengo que cortar mi cuerda para aliviar la tensión.
—¡No lo hagas, Baz, no lo hagas! —gritó el hombre de más arriba. La imagen del cuerpo de Basil cayendo en un abismo azul cristal sin fondo fluyó de su mente y fue radiado a los otros por el torque gris.
Basil dijo: Tranquilo muchacho. Os dije que estaba justo encima de un reborde. Ya está. Ya estoy en él.
Nirupam dijo: Estupendo. Todos quietos y tranquilos mientras suelto mi ancla. Tan pronto como haya desempaquetado lo necesario pondremos en marcha la operación de rescate de Baz y Chazz los Desafiadores de la Muerte.
Abajo en su techado cañón de hielo azul, Basil avanzó cautelosamente unos metros a lo largo del reborde a fin de no seguir estando directamente debajo de la cortada cuerda, a la que permanecía unida su mochila mediante otra cuerda más ligera. Una lluvia de suave nieve caía constantemente de arriba mientras Chazz era devuelto lentamente a la seguridad. Luego, de pronto, una masa de nieve tan grande como un módulo de los TT se partió de arriba y cayó sobre el reborde, desintegrándose en una nube como de azúcar.
Basil dijo: Tranquilos. Creo que intentaré salir de aquí andando.
Los demás exclamaron: ¿Qué?
Basil dijo: El reborde asciende y la grieta se cierra a medida que avanzo hacia el norte. Hola. El hielo se curva aquí arriba y la cobertura de nieve se hace muy delgada. Creo que… ¿podéis verme?
Lanzó sus brazos hacia arriba a través de la costra de nieve y los agitó. Un momento más tarde toda la parte superior de su cuerpo estaba en la superficie. Se echó a reír al ver las expresiones de los otros mientras volvía dando un rodeo hasta el manubrio que había efectuado el rescate.
—¿Lo veis? —exclamó Derek—. Frío como el proverbial pepinillo. Dios mío… ¡cuando te vi desaparecer de la vista y a Chazz ir deslizándose detrás de ti, pensé que ambos ibais a reuniros con el pobre Phillipe en el Valhalla!
La mochila de Basil apareció deslizándose sobre la nieve, arrastrada por el manubrio accionado por energía solar. El profesor de clásicas y los tres técnicos se acuclillaron para celebrarlo con una taza de té y una pastilla de chocolate de algiprote.
—Las grietas no tienen por qué ser fatales —dijo Basil— siempre que uno no resulte herido en la caída… o, como en el caso de Phillipe, se ahogue en el agua de la nieve fundida. Él fue también tan desgraciado como para caer en un pozo vertical, una especie de grieta que forma como una tubería de drenaje en el deteriorado hielo de la embocadura del glaciar. Con la naturaleza tortuosa de la fisura y el rápido movimiento del agua, no había forma en que poder ayudarle… ni siquiera con la psicocinesis de Lord Bleyn.
—Mi memoria aún retiene sus últimos gritos mentales —dijo suavemente Nirupam—. Qué irónico morir en el primer día de nuestra operación de apoyo.
Chazz estaba untando su erosionado rostro con ungüento.
—Ahora comprendo por qué nos enseñasteis al resto de nosotros los soldados rasos a ir siempre pegados a vuestras colas… incluso para ir a echar una meada. Lo que me sorprende es la forma en que tú y Basil y Ookpik podéis decir dónde se ocultan las grietas debajo de la nieve.
—A veces calculamos mal —observó el ex catedrático. Tomó un pequeño monocular de su anorak y estudió la cresta de la Púa Central hacia la que se habían estado dirigiendo.
—¿Nos has encontrado alguna ruta más rápida? —preguntó Nirupam—. El tiempo se nos está haciendo corto. Tendremos desprendimientos en las hondonadas a medida que sol caliente las heladas rocas, y esa cresta tiene algunos pequeños campos de nieve de aspecto más bien feo que pueden estar pensando en desencadenar una avalancha antes de la hora de cenar.
—Hay un camino practicable más bien recto a través del resto de esa lengua del glaciar —dijo Basil, tendiendo el aparato—. Hasta esa especie de foso allá donde el hielo se separa de la pared de la cresta. Luego deberemos elegir entre los pasadizos para la ascensión. Yo me inclinaría por el más oscuro, enmarcado por esa segunda prominencia. Promete resistir más que los otros.
Nirupam frunció sus rasgos mongoloides.
—Sí, seguro que resiste. ¡Parece como si no hubiera recibido nada de sol desde el mioceno! Áspero y profundo y probablemente hielo duro desde la punta hasta el fondo, como creta curada. Nuestras hachas para el hielo rebotarán en él. A menos que fundamos peldaños con el desintegrador, podemos pasarnos cinco horas para alcanzar la parte superior de la cresta. Me inclino por una de las caídas más abiertas. Podemos permanecer en el lado más en sombra y mantenernos alertas. El tercer pasadizo al norte de tu belleza negra es lo suficientemente empinado como para producir avalanchas regulares. No puede tener mucha nieve acumulada. Yo intentaría primero ése. —Devolvió el monocular a Basil y aguardó mientras el ex catedrático consideraba la sugerencia—. ¿Y bien? ¿Te gusta?
Basil suspiró.
—Muy bien. Lo bautizo Canal Darjeeling en tu honor, si me disculpas el… esto… uso ecuménico.
Terminaron su té, volvieron a guardar todo el equipo, se ataron las cuerdas, y reanudaron su camino.
Aprovechando una luminosa luna menguante y un tiempo claro, habían iniciado la caminata del día a las tres de la madrugada, partiendo del depósito de suministros en la base de la Cascada de Hielo Gresson, cuando aquel inestable montón de seracs estaba en su momento más tranquilo. Basil y el experimentado montañero indio llevaban cada uno cuarenta kilos, y Chazz y Derek se hicieron cargo de veintiocho, y la mayor parte de ellos fueron dejados en el campamento 1, establecido a 5.585 metros. Al amanecer habían emprendido nuevamente la marcha para efectuar un reconocimiento de la ruta hasta el campamento 2, llevando consigo banderines de señalización, un kit de vivac, el manubrio, y gran cantidad de cuerda. En condiciones ideales, después de alcanzar la cresta de la Púa Central vía un barranco u otro, examinarían los alrededores hasta que localizaran un buen lugar para fijar el manubrio. Una vez la maquinaria y las cuerdas estuvieran emplazadas de modo permanente, otros alpinistas podrían simplemente sujetarse a ellas, hacer la señal, y ser izados hasta el reborde rocoso con un mínimo de esfuerzo.
El equipo pionero, de todos modos, tenía que hacerlo por la vía difícil.
Eran casi las nueve y media cuando alcanzaron el lugar parecido a un foso que era el reborde occidental del Glaciar Púa. Más adelantado el día, el pasadizo mitad roca, mitad hielo sería peligroso a causa del agua de la nieve fundida. Pero ahora estaba sólidamente helado y era casi como una escalera para sus pies calzados con botas claveteadas. Ascendieron fácilmente hasta la base del Canal Darjeeling, cruzaron el bergschrund en miniatura donde la cascada de nieve se unía con el glaciar principal, y empezaron a trepar por la ladera de sesenta grados de inclinación de cegadora nieve. Avanzaron tan a la izquierda como les fue posible a fin de evitar el mortal efecto calentador del sol, desencadenador de avalanchas y desprendimientos de rocas. Había unos 900 metros hasta la parte superior. Durante la mayor parte de esa distancia el pasadizo era un suelo constantemente cambiante de nieve endurecida y hielo opaco y quebradizo formado por el ciclo diario de fundido y congelado, duro «hielo vivo» que se resistía a los colmillos de cristal de los tacos de los zapatos y las hachas para el hielo, y escasos tramos de nieve en polvo.
Al principio avanzaron rápidamente, pero al cabo de una hora o así Chazz y Derek se debilitaron. No eran más que alpinistas aficionados, tenían que utilizar la fácil de aprender pero agotadora técnica llamada de apuntalado frontal… clavando los tacos delanteros de sus botas en el hielo mientras izaban sus cuerpos con ayuda de sus hachas. Basil y Nirupam, utilizando la más eficiente técnica de pies planos, vieron que tenían que frenar drásticamente su ritmo… luego empezar a tirar de sus cansados compañeros de cordada e incluso acortar camino por los peores tramos de hielo vivo.
El sol ascendió en el cielo, y el barranco se convirtió en una trampa de calor. Todos llevaban gafas de sol, pero la luz era cegadora. Trozos de quebradizo hielo empezaron a caer desde arriba. No eran grandes y los montañeros llevaban sombreros duros, pero el efecto psicológico era importante.
Más allá de media ascensión la ladera se hacía menos empinada, y los dos aficionados recuperaron los ánimos. La comida fue tomada apresuradamente en una pequeña hendidura de roca que partía la nevada ladera. El erosionado rostro de Chazz se veía agravado por la intensa luz solar, y la piel en torno a sus ojos estaba hinchada y enrojecida. Pero tenía tanto calor que el pensamiento de incluso un ligero vendaje-mascarilla de seda resultaba intolerable, de modo que simplemente se untó más crema antiséptica.
Llevaban ascendiendo de nuevo más de media hora cuando la voz telepática de Basil marcó un alto justo encima de un estrecho reborde.
Dijo: Niru muchacho no me gusta demasiado el aspecto de ese buzamiento.
Nirupam dijo: Ha recibido últimamente bastante nieve como para ser traidor.
Basil dijo: Podría ser.
Nirupam dijo: El camino alternativo asciende por el rocoso lado sur. El ir por allí nos tomará el doble de tiempo mientras que por aquí podemos haber dejado atrás el canal antes de las catorce.
Basil dijo: Pero es arriesgado.
Nirupam dijo: Tú eres el jefe. Pero lo que le pasó a Chazz allá atrás en la grieta puede que le produzca un shock retardado además de su dolorido rostro & el hecho de que está medio ciego.
Basil dijo: Chazz muchacho vamos a trasladarte al número 3 de la cuerda. Será más seguro para todos en el caso de que a mí me ocurra alguna caída yendo el primero.
Chazz dijo: Lamento ser el torpe del grupo chicos.
Derek dijo: Ahórrate las lamentaciones. Simplemente cámbiate conmigo. ¿Tenemos todos atados las cuerdas de seguridad? Estupendo. ¡Adelante! ¡Como me pises con tus botas claveteadas van a oír mi grito en el campamento base!
Basil dijo: Por favor estaos todos muy quietos… aunque os piséis. Las consecuencias de un ruido repentino en este lugar pueden ser lamentables.
Chazz dijo: Quiere decir que puedes provocar una avalancha con tu bocaza, Derek.
Derek dijo: O tus torpes pies.
Basil observó a los dos, que habían soltado sus arneses de la cuerda principal. Ambos hombres estaban maniobrando cuidadosamente en el delgado reborde de nieve compactada. Chazz se unió a Derek con una ligera cuerda de seguridad, y Derek se preparó para volver a unirse los dos a la cuerda principal tan pronto como el cambio de posiciones hubiera sido realizado. Nirupam, el último hombre, observaba cuidadosamente a los dos aficionados, ofreciendo sus consejos y sus ánimos. Y luego hubo un distante sonido crujiente. Nirupam captó un atisbo de un pequeño soplo blanco en la parte superior del campo de hielo. Una quebrada línea azul se destacó cruzando la alta cara del tobogán y se abrió como una boca llena de colmillos antes de desaparecer tras una espumosa nube de nieve.
—¡Está bajando! —aulló Nirupam—. ¡Sujetaos! ¡Sujetaos!
Sus gritos fueron ahogados por un retumbar musical, como si alguien hubiera pulsado los pedales de un gran órgano. Una cascada de delgada costra rota llegó cencerreando y silbando como preludio del deslizamiento. Los montañeros se encogieron, apretándose contra la ladera y hundiendo sus cabezas entre los hombros. Basil extrajo el piolet de su funda y clavó la segunda herramienta en el hielo con su mano izquierda, aferrándose a hacha y piolet con todas sus fuerzas mientras la avalancha rodaba por encima de ellos.
Dijo: ¡Sujetaos muchachos sujetaos!
La mente de Chazz fue la primera que habló, incrédula, negándose a admitir que estaba dando volteretas a través de un opaco aire blanco en vez de aferrado a una ladera por las puntas de los dedos de sus pies y una inseguramente anclada hacha. Derek fue arrancado gritando de su lugar por una losa de nieve de cuarenta kilos que golpeó contra él como un deslizante trozo de cemento de una acera. Agitó desesperadamente su hacha en un fútil intento de detenerse, y al hacerlo cortó la cuerda que unía a Nirupam con Basil. El montañero indio, golpeado por el cuerpo de Derek, se vio impotentemente arrastrado mientras la cuerda de seguridad de su caída hacha para el hielo golpeaba contra sus tobillos. La herramienta seguía unida a su arnés, pero no podía recuperarla porque se había roto el cuello y los nervios motores de sus brazos se negaban a funcionar.
La avalancha de nieve pasó junto a Basil. Se atrevió a alzar la cabeza y miró hacia abajo, a tiempo para ver la avalancha alcanzar la base del pasadizo y lanzar resplandecientes nubes de nieve en polvo mientras sepultaba el bergshrund. Chazz lanzó una última maldición telepática y Derek dijo simplemente: Adiós. Nirupam estaba recitando serenamente una plegaria budista mientras expiraba a causa de su seccionada médula espiral. Basil pronunció telepáticamente los nombres de sus tres compañeros, y luego otra vez en voz alta, y luego se quedó colgando allí cara al hielo y dejó que las lágrimas descendieran incontenibles por sus curtidas mejillas. El sol brillaba intensamente y todo estaba muy tranquilo.
Al cabo de un momento apeló a la facultad de largo alcance de su telepatía y llamó a Bleyn el Campeón en el Campamento Bettaforca. No, dijo, no iba a regresar. Puesto que todavía llevaba el manubrio y el cable, completaría la ascensión por la ladera ahora libre de avalanchas e instalaría el aparato, de modo que el campamento 2 pudiera ser alcanzado fácilmente por el siguiente equipo de apoyo. Le resultaría fácil regresar al campamento 1 a la caída de la noche dejándose caer con el cable y luego siguiendo la ruta señalada a través del Glaciar Púa.
Reluctante, Bleyn dio su conformidad. Y durante algún tiempo observó al Humano seguir su ascensión, y oyó con el oído de su mente las palabras que giraban de forma interminable por la mente de Basil y eran radiadas inadvertidamente al éter:
I, demens, et saevas curre per Alpes,
ut pueris placeas et declamatio fias.
El Tanu sabía que Basil estaba citando de nuevo a un poeta Humano, como había hecho cuando había pronunciado su discurso orientativo al principio de la ascensión. Los versos de Kiping habían atraído la bravura nativa de Bleyn; pero éstos, sorprendentemente, parecían brotar del propio inconsciente de Basil:
Ve, loco, y apresúrate sobre los crueles Alpes,
para que puedas deleitar a los niños pequeños
e inspirar fútil adulación.
Los Humanos, pensó Bleyn el Campeón, eran una gente paradójica.