¡Gracias fueran dadas a Té, aquél era un gran año para las babosas gigantes!
Purtsinigelee Vientremoteado cloqueó satisfecho mientras alzaba la tapa de corteza de la última batea de cerveza rancia. Estaba coronaba de rollizos moluscos, ámbar con manchas grises. Cada babosa tenía casi el tamaño de los plátanos que cultivaban los Inferiores en las plantaciones allá abajo en Var-Mesk… y mucho más suculentas y nutritivas. Cada batea de la línea de trampas había amanecido aquella mañana llena de criaturas. Atraídas por el seductor aroma del lúpulo, reptaban por el suelo del bosque tropical del valle alpino y trepaban por los musgosos soportes sobre los que descansaban las bateas. Tras beber en un bendito estupor, las babosas caían en la cerveza y se ahogaban. Era una muerte fácil, y Purtsinigelee, que era un pacífico enano, reflexionaba a menudo filosóficamente sobre ello mientras efectuaba su diaria recolección en el valle Gresson. Más tarde, después de recogerlas y almacenarlas en pequeños barrilitos, las babosas no solamente proporcionarían comida rica en proteínas para su familia cuando las tormentas invernales soplaran desde las Helvétides, sino que también constituirían un valioso artículo de intercambio. Los más sofisticados Firvulag en el occidental Famorel pagaban un alto precio por los moluscos primerizos y de final de estación como aquellos. La exquisitez podía hallar incluso su camino hasta la mesa de banquetes del Rey Sharn y la Reina Ayfa en el Gran Torneo de aquel año. Purtsinigelee esperaba que ocurriera eso; era de carácter hogareño, pero resultaba agradable pensar que algunas de sus babosas podían ser saboreadas en los más altos círculos sociales…
Tarareando una alegre canción, transfirió la última criatura a la bolsa de piel que llevaba al hombro. Escurrió el líquido de la bolsa a la batea, acabó de llenar ésta con más cerveza rancia, y volvió a colocar con cuidado la tapa. Luego echó a andar hacia su casa y la comida, caminando a grandes zancadas por el empinado sendero con la bruma retorciéndose en torno a los verdes y chorreantes rododendros y los pájaros y antropoides oreopitecos organizando un gran escándalo allá abajo en el río.
Al cabo de un tiempo emergió de la densamente boscosa garganta a una región más abierta y rocosa. La bruma fue disolviéndose mientras el sol ascendía, y se inició una fría y espléndida mañana de setiembre. Las praderas estaban salpicadas de flores, el cielo era tan intensamente azul que hacía que dolieran los ojos, y a lo largo del horizonte septentrional el impresionante frente de montañas de los Alpes Peninos se alzaba en sorprendente majestad. Los Firvulag de Famorel las llamaban las Montañas de la Diosa… no solamente por su belleza, sino también porque algunos Primeros Llegados decían que los picos recubiertos de nieve se parecían al territorio ancestral de la Pequeña Gente en el perdido Duat. Las montañas de la Tierra del plioceno eran más elevadas.
El hogar de Purtsinigelee, como el de muchos otros Firvulag aislados que vivían en terrenos desprovistos de cuevas, estaba situado en una altura que dominaba los alrededores. Se asentaba justo detrás de la loma que separaba el valle Gresson del del río Ysez al este. Haciendo una breve pausa en el camino, espió la pequeña y confortable cabaña, construida como una colmena de piedra, anidada entre robles y pinos retorcidos por el viento al borde de un pequeño lago. Y agrupadas a su alrededor…
Gimió desanimado, y se ocultó tras el abrigo de un gran peñasco. ¡Máquinas! Piadosa Té… ¡había alguna especie de abominaciones alienígenas rodeando su hogar! Extendió cautelosamente su visión a distancia y detectó también un elevado número de gente. ¡Horror sobre horror! ¡El enemigo estaba sobre él! Gimió en voz alta y dejó que el saco de babosas se deslizara blandamente hasta el suelo.
—Mi pobre Hobbino… ¡y los niños! ¡La Diosa los proteja!
Con el corazón latiendo fuertemente, se arrastró de detrás de la roca, manteniéndose oculto por un matorral de juníperos. Parecía haber siete máquinas, vehículos parecidos a carretas con ocho gruesas ruedas a cada lado. Estaban llenas con multitud de apéndices de insondable función y tenían muchas sucias ventanillas que brillaban apagadamente a la luz del sol. Tendrían un poco más de dos veces su altura y eran quizá cuatro veces más largas. A su alrededor se veían no sólo caballeros Tanu con armaduras de cristal sino también Inferiores torcados y cuellodesnudos, entrando y salieron por la puerta abierta de su casita y yendo por los alrededores como si aquel lugar les perteneciera, los viles infieles. Sólo Té sabía qué atrocidades habían perpetrado.
Apelando a sus paralizados nervios, aventuró a llamar el nombre de su esposa en modo íntimo. Como había temido, no hubo respuesta. Las paredes de la casa eran gruesas, a prueba contra todo menos la más extraordinaria penetración telepática. Pensó en llamar a los niños, pero sus dos hijos y tres hijas tenían todos menos de diez años y no poseían ninguna habilidad en proteger sus mentes. Seguramente traicionarían su presencia al enemigo.
Permaneció allí durante un cierto tiempo, sintiendo que sus sentidos vacilaban, aferrando el saco de babosas en angustiada desesperación. Luego hizo un esfuerzo por recobrarse. ¿Qué estaba haciendo allí el Enemigo? Los Tanu nunca se aventuraban hasta el remoto Famorel. Alguna vez, muy de tanto en tanto, algún patético Humano fuera de la ley podía perderse más arriba de Var-Mesk, pero ninguno de ellos se quedaba mucho tiempo. ¡No con gente como Tatsol Escupellamas y Ryfa el Insaciable merodeando por los Alpes Marítimos! Puesto que la región siempre había sido segura, la Pequeña Gente no tenía guarniciones. Los únicos luchadores entrenados vivían cerca de la vicerreal capital, la ciudad de Famorel, a seis días de viaje hacia el sudoeste.
Purtsinigelee meditaba como nunca antes lo había hecho. ¡Podía haber en juego allí más que la supervivencia de su preciosa familia! Por lo que podía ver, las fuerzas expedicionarias estaban compuestas al menos por cincuenta personas. Algunas de ellas llevaban consigo artilugios que se parecían demasiado a las futuristas armas de los Inferiores de las que hablaba todo el mundo. Era necesario —¡obligatorio!— que transmitiera aquella información hasta lo más lejos posible.
Con las máximas precauciones, retrocedió siguiendo el camino por el que había venido. Necesitaba tan sólo recorrer unos pocos centenares de metros para quedar por debajo de la línea de visión de la casa. Una vez estuvo fuera de su vista echó a correr. Alcanzó una bifurcación del camino y dobló al sur, siguiendo paralelamente la cadena montañosa y el río, hasta que hubo situado la masa a prueba de captación telepática del Forúnculo entre él y su invadido hogar.
Se dejó caer al suelo y recuperó el aliento. Su vecino más próximo era Tamlin el Mefítico, un fabricante de aceite de musgo que vivía a un día de camino hacia el oeste. Debido a la naturaleza solitaria de su comercio, era el más dedicado charlatán telepático de todas aquellas montañas. El viejo Tam haría que el gran héroe Mimee en persona supiera de aquel ultraje. Reuniendo todos sus recursos mentales, Purtsinigelee hizo la llamada. Cuando terminó, recogió el saco de babosas y regresó resueltamente a su casa sin hacer ningún esfuerzo por ocultarse.
Llegó para descubrir que los invasores se habían ido. El único rastro de ellos era una imprecisa nubecilla a lo largo de la cresta norte de las montañas. Su esposa e hijos estaban completamente a salvo, sentados en torno a la mesa de la cocina.
—¿Qué ha ocurrido? —exclamó.
—Dijeron que iban a escalar la Gran Diosa —le respondió Hobbino—. No nos hicieron ningún daño. Deseaban comprar provisiones antes de meterse en las tierras altas. —Empezó a reír casi histéricamente, luego rebuscó en el bolsillo de su falda y extrajo una bolsa de gamuza—. ¡Mira! —Desató los cordones y dejó caer un montoncito de resplandecientes piedras preciosas sobre el mantel de confección casera—. ¡Más de lo que ganamos en cinco años!
—Vaciaron la despensa —dijo el chico mayor—. Se llevaron hasta el último barrilito.
—Pero papi… —añadió solemnemente la niña más pequeña—, tendrías que haber oído las cosas feas que dijeron cuando abrieron el primer barrilito y vieron lo que habían comprado.
VEIKKO: Hagen.
HAGEN: Aquí, chico. Espera un segundo mientras acabo mi bebida.
VEIKKO: Tonto afortunado. El único licor que nos queda aquí está etiquetado como medicinal.
HAGEN: Dedícate solamente al té de hierbas o terminarás como tu viejo.
VEIKKO: Mejor como el mío que como el tuyo, tonto del culo.
HAGEN: De acuerdo, de acuerdo, tú ganas ésta. Ahora enfríate e informa. Ha pasado mucho tiempo.
VEIKKO: [Revisión de lo ocurrido.]
HAGEN: [Risas.] Espero que Irena se acuerde aún de la receta de los escargots.
VEIKKO: Escucha, entre la posibilidad de escalar esa montaña o quedarse aquí en el campamento base comiendo caracoles sin cascara, yo me quedo con los ojos cerrados con las mierdas à la mode. ¡Deberías echarle una ojeada a ese monstruo del Monte Rosa! No es un pico aislado, es toda una maldita cordillera… como la pared del borde del mundo, chorreando glaciares. ¿Quién hubiera llegado a pensar que habría tanta nieve en el plioceno? Y emerge así sin más de las llanuras del valle del Po: Alpes instantáneos… de debajo del nivel del mar a nueve mil metros de altura en menos de sesenta kilómetros.
HAGEN: Dame la posición exacta de vuestro campamento.
VEIKKO: 40-50-31 norte, 7-48-13 este, 4322’3 metros de altura. Debemos estar a unos seis kilómetros del pico principal en línea recta. Lástima que no seamos pájaros. Estoy jadeando como una marsopa varada en una playa a causa de la altitud. André ha perdido el conocimiento tres veces esta tarde, y a algunos de los tipos del Rey parece como si les gustara. Supongo que sus torques los mantienen. Los Tanu parecen soportarlo bien, y los Bribones de Basil tienen también un aspecto bastante animado. Wimborne llama a este lugar el Campamento Bettaforca. Hay nieve, pero estamos bastante bien en los refugios de decamolec excepto por la anoxia. El matasanos de los Bribones dice que probablemente nos aclimataremos en unos pocos días.
HAGEN: ¿Alguna información nueva sobre los planes de escalada?
VEIKKO: La gran conferencia es mañana. El equipo escalador no tiene que subir realmente hasta la cima del jodido monte, ¿sabes? Solamente trazar una especie de círculo hasta el otro lado, donde se hallan aparcadas las aeronaves. La idea es fundir el hielo y liberar una, volar de vuelta aquí, subir al resto de los tipos, coger las otras y salir pitando hacia Goriah. No creo que sea demasiado difícil poner a los pájaros de nuevo en estado operativo. Después de todo, no han estado tanto tiempo en la montaña… solamente desde finales de julio. Lo difícil es alcanzar las aeronaves con el primer grupo de asalto. Wimborne utilizará una especie de operación por etapas con grupos de apoyo para realizar el asalto principal hasta arriba.
HAGEN: Ninguno de los nuestros participa en la ascensión, ¿verdad?
VEIKKO: Bueno, Buckmaster y Collins se ofrecieron voluntarios. Ya los conoces.
HAGEN: ¡Malditos medias mierdas! ¡Diles que lo olviden! Ninguno de los nuestros arriesgará su vida a menos que no haya otra alternativa.
VEIKKO: Amén.
HAGEN: ¿Quiénes hay previstos para el grupo del asalto principal?
VEIKKO: No es seguro. Pero serán todos los Bribones excepto el jefe Tanu, Bleyn, y uno de sus lugartenientes exóticos. Ése va a ir, por supuesto, para asegurarse de que los Bribones no echan sus pezuñas sobre los pájaros. Hubieras debido ver las lágrimas que derramó ese tipo Nirupam cuando se enteró de que era él el designado para acompañarles: ¡hubiéramos podido hervir un pollo en ellas! Dios, me gustaría que tuviéramos algunos pollos…
HAGEN: Durante la ascensión, ¿el resto de vosotros simplemente os quedaréis aquí y esperaréis?
VEIKKO: Así parece.
HAGEN: [Duda.] Escucha, Veik. Tengo un mal presentimiento acerca de esos Firvulag con los que entrasteis en contacto en vuestro camino hasta aquí. Aquéllos a los que les comprasteis esas cosas viscosas.
VEIKKO: Ajá. Piensas que pueden habernos traicionado al Cuartel General de los fantasmones. Pero se supone que Elizabeth está vigilando para que la Pequeña Gente no nos haga una trastada, y hasta ahora no ha informado de ningún movimiento…
HAGEN: Yo no confiaría mucho en ella. Durante estos últimos días tiene cosas mucho más interesante que hacer que el cambiar nuestros pañales. ¡La dama ha estado recibiendo a papá en su refugio!
VEIKKO: ¡¿?!
HAGEN: Se lo dijo al Rey, así, sencillamente. Dice que está ansiosa por reconociliar a Marc con todos nosotros…
VEIKKO: ¡Como si hubiera alguna esperanza! ¿Se ha visto alguna otra vez a tu viejo por Goriah?
HAGEN: No desde que el Rey lo descubrió echándole un vistazo a la vida nocturna de la ciudad hará una semana. Pero estamos preparados por si intenta atacar al proyecto. Las mazmorras del castillo están excavadas en roca viva, de modo que no puede saltar dentro de ellas, y todos los puntos de acceso están envueltos en sigmas y vigilados por tropas armadas. Cloudie tiene las identidades mentales de todas las personas autorizadas a entrar en la zona restringida y comprueba todas las entradas y salidas en el ordenador del castillo. Papá no conseguirá salirse con bien con una simple mascarada. Los trabajadores realmente irremplazables están siendo custodiados tan cuidadosamente como el almacén de los componentes, de modo que no puede atacarnos por ese lado.
VEIKKO: ¿Cómo va la búsqueda de los materiales?
HAGEN: Hemos conseguido reunir una buena cantidad de materias de lo más variado. Pero parece que lo único que sirve es lo que habíamos anticipado desde un principio… el cable de disprosio-niobio para el microensamblado de la trama del generador tau. El Pequeño Rey envió un grupo explorador al norte en busca de menas, pero eso puede tomar meses. Necesitamos esas aeronaves, Veik. Y no solamente para hallar los minerales… Intenté hablarle al Rey de volar por encima del océano y hacer estallar la Kyllikki en medio del agua con sus maravillosos poderes psicocreativos. Pero rechazó de plano la sugerencia. No hubo forma de convencerle. ¡Sabía que hubo algún truco en la forma en que nos disparó a nosotros!
VEIKKO: ¿Sigue avanzando a buen ritmo la Kyllikki?
HAGEN: Con buen viento del oeste, a medio camino entre las Bermudas y las Azores. Estará aquí dentro de noventa días lo más pronto.
VEIKKO: [Miedo.] Con los desintegradores X cargados y a punto. Será mejor que traigamos los pájaros a Goriah antes que eso.
HAGEN: Tienes toda la razón. Están mostrándose más esenciales a cada día que pasa. Por ejemplo… con papá suelto, ¿cómo podemos esperar transportar el dispositivo de Guderian hasta el emplazamiento de la puerta sin transporte aéreo?
VEIKKO: A decir verdad, me sorprendió que no construyeras directamente el cachivache en el Castillo del Portal.
HAGEN: Lo intenté, pero el Rey lo vetó. Desea tener todo el asunto bajo su pulgar, por supuesto. Y Goriah es un lugar de construcción mucho mejor desde el punto de vista logístico y de seguridad, aparte el estar demasiado cerca del mar. El auténtico problema con el Castillo del Portal es que ha estado prácticamente abandonado desde la Inundación. El invierno pasado un grupo incursor Firvulag se cargó a la escasa guardia que aún había allí y causó una gran cantidad de daños. El lugar está siendo reacondicionado en estos momentos, ostensiblemente como una especie de hospedería para viajeros que se encaminen al Torneo que se está preparando en el norte a primeros de noviembre. El Rey envió al amiguito Tanu de Cloud la semana pasada para supervisar la rehabilitación del Castillo del Portal.
VEIKKO: Lo siento por ella.
HAGEN: Hum. Ella dice que ella y Kuhal han terminado. Pero observo que siguen viéndose regularmente. Aunque supongo que no paran de discutir acerca del significado de la vida y otras idioteces parecidas.
VEIKKO: ¿Cómo está Diane?
HAGEN: Sin parar de incordiarme, si es que quieres saberlo. De pronto ha empezado a sentir terribles temores acerca del tipo de recibimiento que vamos a encontrar en el Medio. Debido a Gibraltar. Debido a… quiénes somos. Está medio convencida de que sería mejor que nos quedáramos aquí.
VEIKKO: ¡Dios! ¿Después de todo lo que hemos pasado?
HAGEN: Y lo que nos falta todavía…
VEIKKO: Debe estar preocupada por su padre.
HAGEN: Alex puede cuidar de sí mismo. Ahora que papá ha empezado con los saltos-D, necesita a Manion más que nunca. De todos modos… ¿has intentado hablar telepáticamente con Walter en la Kyllikki en los últimos días?
VEIKKO: No hubiera servido de mucho, acampando como hemos estado cada noche en valles para mantenernos fuera del alcance telepático de los Firvulag. ¿Crees que puedo intentar contactar con Walter cuando apenas consigo alcanzarte a ti?
HAGEN: Bueno, hazlo. Ahora que estáis estacionados a medio camino en la ladera de la montaña más alta de la Tierra, puede que tengas una oportunidad de establecer contacto.
VEIKKO: De acuerdo. Siempre que mis células cerebrales no estén atontadas por falta de oxígeno. ¿Hay algo específico que quieras saber?
HAGEN: Las condiciones morales a bordo del barco. Si los magnates están aún a favor de eliminarnos. Si papá sigue decantándose hacia la política del puño de hierro en guante de terciopelo. Indicios acerca de cómo planea utilizar los láseres X. Sus itinerarios en los saltos-D y su forma de maniobrar con el Rey y Elizabeth… ¿Te dirá Walter la verdad acerca de todo eso?
VEIKKO: Jesús, Hagen, no lo sé. Desea que nos salgamos con bien de ésta tanto como Alex. Pero…
HAGEN: Sí. Me sentiría más inclinado a confiar en él si no estuviera conduciendo su goleta tan eficientemente.
VEIKKO: Intentaré ponerme en contacto telepático con él esta noche. A primera hora de la madrugada. En los viejos días solía hacer la guardia de medianoche. Pero no confíes mucho en ello. No soy el telépata que era Vaughn Jarrow.
HAGEN: Pero tampoco eres el jodido idiota que era Waughn. Haz lo que puedas.
VEIKKO: Una cosa más.
HAGEN: ¿?
VEIKKO: Ahora que estamos acampados en una posición expuesta, podemos ser descubiertos por alguien más que por los Firvulag. Hagen… ¿y si Marc se presenta aquí arriba? Sé que no puede llevar armas consigo. Pero puede que no las necesite. Si pilla a esos alpinistas en pleno ascenso en un lugar comprometido, un ligero empujón…
HAGEN: Dios, sí. En esa conferencia de mañana, advierte a Basil y a los otros de la posibilidad.
VEIKKO: ¿Y?
HAGEN: Que no corran ningún riesgo. Si papá se presenta en esa montaña, que lo maten a primera vista.
Irena O’Malley sacó un nuevo lote de humeantes bandejas de la tienda cocina, las colocó sobre la mesa, comprobó la jarra del café, luego decidió hacer una pequeña pausa en sus tareas para ver cómo se las arreglaba Veikko. Trepó la ladera encima del campamento hasta donde estaba sentado el joven, a solas en una roca plana a la luz del sol, entre dispersos restos de nieve vieja. Estaba aún emparedado en sufrimiento, con su delgado cuerpo inclinado en una imperfecta posición del loto mientras parecía contemplar la escarpada ladera que se alzaba ante ellos y por encima de ellos como una petrificada ola tsunami crestada con colgantes glaciares. Hacia el este se alzaba la cascada de hielo del glaciar Gresson; y más allá de ella, la cima emplumada de nubes del Monte Rosa.
—¿Sigue tan malo el dolor de cabeza, cariño? —preguntó Irena. Veikko respondió con una pálida sonrisa. Ella hizo un gesto hacia su desayuno, casi sin tocar—. No has comido nada.
—Estaba bueno, Rena. De veras. Pero no tengo hambre. Quizá la altitud.
Ella se arrodilló al lado de él entre empenachadas plantas alpinas, una mujer alta y robusta de lustroso pelo negro peinado con unas incongruentes coletas. Apoyando una mano solícita sobre su hombro, intentó deslizar su redacción en la mente del joven, sólo para chocar con la misma barrera de misterioso pesar que había frustrado su anterior intento de llevarle confort.
—¡Si me dejaras entrar, podría ayudarte! ¿Qué te ocurre esta mañana? Y no intentes hacerme callar con tonterías acerca del mal de las alturas.
Él se mordió los labios y evitó cruzar sus ojos con los de ella. Mientras la muchacha lo rodeaba con sus brazos, él intentó sujetar firmemente los últimos vestigios de autocontrol, luchando como un animal salvaje atrapado en una trampa.
—Dímelo —insistió ella.
Él había cerrado los ojos, y las lágrimas asomaron ahora bajo sus temblorosos párpados.
—Lo siento. Lo siento. Pero tendrás que saberlo más pronto o más tarde. ¡Todos ellos tendrán que saberlo!
—Veikko, dímelo.
—Esta noche pasada conseguí comunicarme telepáticamente con Walter en la Kyllikki. Me dijo… que había ocurrido algo terrible. Helayne Strangford enloqueció. Se volvió violenta. Hace diez días, ella… ella… Marc estaba efectuando un salto-D, y ninguno de los demás a bordo sospechaba nada. Ya sabes lo buena que es con sus pantallas. Y… mató a gente.
Los dedos de Irena se clavaron en los hombros de Veikko.
—¿A quiénes?
—Al padre de Barry Dalembert. Y a los dos Keogh… ¡aunque a Nial no va a importarle nada, el muy cerdo impasible!
—Shhh… ¿a quién más?
Veikko hundió la cabeza en el pecho de ella mientras su mente le daba la lista de las bajas: Frieda Singer-Dow, la madre de Chee-Wu Chan; Claire Shaunavon, la madre de Matiwilda; Audrey Truax, la madre de Margaret y Rebecca Kramer; Isobel Layton y Alonzo Jarrow, los padres de Vaughn Jarrow; John Horvath, el padre de Imre; Abdulkadir Al-Mahmoud y Olivia Wylie, los padres de Jasmin Wylie; Eva Smuts, la comadre de Kané Fox-Laroche; Ronald Inman; Everett Garrison; Gary Evans; y…
Ahora estaba llorando.
—Lo siento, Rena. Arky también. Fue uno de los heridos. Steinbrenner hizo todo lo que pudo, pero no es tan hábil en cirugía como lo eran los Keogh, y no hay ningún tanque de regeneración en la Kyllikki. Arky murió hace tres días.
Su mente se abrió al fin y ella penetró, derramando bálsamo psíquico sobre su supersensible estructura emocional, acunándola mientras el sol equinoccial calentaba el lado sur de la montaña.
—Es extraño —dijo ella—. Soñé en papá… entonces. Fue un lago sueño, lleno de detalles. Probablemente una recapitulación de las historias que solía contarme cuando yo era pequeña, y de los libros y cassettes tridi que compartíamos. En el sueño, viajábamos por todo el Medio. Visitamos primero las colonias Humanas de Volhynia e Hibernia para ver cómo nuestros parientes étnicos se las arreglaban en ambientes hostiles, y luego descansamos en el mundo cosmop de Riviera, un lugar de vacaciones. A partir de allí hicimos la ronda de los planetas exóticos. Visitamos a los pequeños y divertidos poltroyanos, y a las repulsivas entidades que chorrean verde, y a los altos hermafroditas con enormes ojos amarillos… todos ellos metapsíquicamente unidos, pese a su extraña apariencia. Vimos a los krondaku, que no son tan horribles en persona como lo parecen en los holos; y tuvimos una especie de sesión con los lylmiks, y aprendimos que su raza es tan antigua que es posible que date del universo anterior. Finalmente regresamos a casa a la Vieja Tierra, a New Hampshire en América, donde los O’Malley y los Petrovich trabajaban en los molinos de papel y tenían pequeñas granjas a principios del siglo XX. Vimos el Monte Washington, donde se inició la Intervención, y la antigua casa de Remillard en Hanover. Arky y yo lo vimos todo juntos: el hogar de nuestros abuelos, y las escuelas e iglesias y almacenes y restaurantes y otros lugares del mundo real… Era un encantador viejo gruñón, Weikko. Y tú le gustabas también, aunque intentaba por todos los medios no demostrarlo. No dejaba de preguntar cuándo íbamos a tener un hijo.
—No aquí.
—Intenté explicárselo. Por qué no podíamos seguir creyendo en Marc ni en su búsqueda estelar. Pero él se negó a comprender. Ahora está muerto, y también todos esos otros.
Veikko se secó el rostro con la manga, encontró un peine y se lo pasó por su recio pelo. Su rostro estaba pensativo.
—Ahora ya no le queda tanta gente a Marc que poder manipular, ¿no? Vamos. Seis magnates, sin contar a Manion. Ésas son las mentes que deben preocuparnos. Solamente quedan vivos con chicos Kramer y Warshaw, y la vieja dama ha dejado bien sentada su postura respecto a su lealtad a Marc. No estoy tan seguro con Kramer. Puede llegar a oponerse si se trata de desintegrar a Marge y Becky con el resto de nosotros. Grandes maestros mentales secundarios… dieciocho. Quinn Fitzpatrick y Allison Sherwoode son débiles, pero los demás son buenos en concierto. Y ese energúmeno de Boom-Boom Laroche vale por una mente y media para quien lo tenga en sus filas.
—Pero seguro que Walter no…
Por favor todo el mundo reúnase inmediatamente en la gran tienda.
—La conferencia. —Veikko se puso en pie. Mientras regresaban al pequeño poblado de tiendas y vehículos aparcados, dijo:
—No te engañes respecto a mi padre, Rena. Walter es como casi todos los demás ex Rebeldes. Cuando se halla fuera del aura de Marc y piensa por sí mismo puede comprender nuestra posición y sentir simpatía hacia nosotros. Pero ponlo de nuevo bajo el radio de acción coercitiva del Ángel del Abismo, y se verá atrapado por el viejo conjuro… como todos nosotros hasta que Alexis Manion nos enseñó cómo escapar.
—Y pagó por ello —añadió llena. Al cabo de un minuto preguntó—: ¿Vas a hablarles a los otros de las muertes?
—No hasta que consiga el visto bueno de Hagen. Quizá ni siquiera entonces. Démosles las noticias una vez estemos seguros en Goriah. Si llegamos a estarlo alguna vez.
Ocuparon sus lugares en los bancos de decamolec frente a una improvisada tribuna, donde Basil Wimborne aguardó pacientemente hasta que se sentaron los últimos rezagados. Inevitablemente, el grupo era tripartito: los diez norteamericanos, los veinte Bribones, y los hombres del Rey… doce Tanu y veinte oros Humanos… reunidos en grupos distintos. Solamente Basil y el pequeño y alegre factótum de los Bribones, Nirupam, habían circulado con toda libertad durante el viaje desde el valle del Ródano.
Ahora el antiguo catedrático de Oxford golpeó tres veces la mesa y reclamó la atención de la audiencia con una experta mirada de profesor. Los murmullos de pensamientos y voces murieron.
—Hemos completado con éxito la primera etapa de la expedición —empezó Basil—. Gracias a la habilidad de nuestros conductores y a los buenos oficios de la Gran Maestra Elizabeth, que vigiló nuestro camino, hemos conseguido atravesar los cuatrocientos noventa y seis kilómetros entre Darask y el Campamento Bettaforca sin problemas. Nuestro viaje nos ha tomado catorce días, un ritmo más que recomendable bajo las circunstancias. El Lord Psicocinético Delegado, Bleyn el Campeón, me ha pedido que os transmita las más calurosas felicitaciones del Rey Aiken-Lugonn, que nos ha mantenido a todos constantemente en su corazón y en su ojo telepático. Su Majestad confía plenamente en que la segunda fase de nuestra operación se realice con tanto éxito como la primera.
Aquellas palabras fueron pronunciadas con un tono decididamente irónico. La mayor parte de los Bribones respondieron con socarronas sonrisas, mientas Bleyn y los Tanu mantenían una inexpresiva solemnidad.
—El asalto real al Monte Rosa implica, como sabéis la mayoría de vosotros, a mi propio equipo de… esto… Bribones. Los miembros de la expedición que se quede en el campamento tendrán sin embargo otros asuntos con los que ocupar su atención. Lord Bleyn ha sido avisado por Elizabeth a primera hora de esta mañana de que una fuerza de aproximadamente doscientos ogros y enanos ha salido de la ciudad de Famorel y está avanzando hacia el norte por el valle del Ysaar. Solamente podemos suponer que van a seguir el río hacia el este, cruzar por el paso del Pequeño San Bernardo y penetrar en el valle del proto-Augusta, con la intención de atacarnos desde allí.
Brotaron algunas exclamaciones de sorpresa y desánimo. Lusk Collins, el joven norteamericano jefe de conductores de los TT, dijo:
—Os advertí que liquidáramos a esos Firvulag de los que conseguimos las babosas.
—Perdonarles la vida fue un riesgo calculado —dijo severamente Basil—. Aparte las consideraciones humanas, debo recordarte que recibimos instrucciones de evitar el derramamiento de sangre. Técnicamente, existe un estado de armisticio entre los reinos Tanu y Firvulag.
—¡Recuérdaselo a los fantasmones de Famorel, no a nosotros! —exclamó Phronsie Gillis—. Así que lucharemos. ¡Qué demonios! ¿Cuánto tardarán en llegar aquí los pequeños colibríes?
—Elizabeth estima que unos seis días —dijo Basil—. Todos estamos armados, y hay tiempo suficiente para… esto… cavar trincheras y asegurar la posición. Lord Ochal el Arpista coordinará las medidas defensivas, que no discutiremos más por ahora. Mi preocupación es la montaña, y creo que ella, y no los Firvulag de Famorel, va a ser nuestro más formidable oponente.
—Oigamos, oigamos —dijo Míster Betsy.
Basil rebuscó en el bolsillo de su camisa y extrajo un trozo pequeño de papel, examinándolo antes de proseguir:
—El objetivo primario de esta expedición es recuperar los veintisiete vehículos rho situados en el otro lado del Monte Rosa y entregarlos al Rey en Goriah. He recibido instrucciones de ser extremadamente juicioso con el riesgo a nuestro personal… especialmente a los pilotos. Pero el riesgo es algo… esto… inherente a la conquista de un pico como éste, especialmente puesto que somos tan pocos los alpinistas experimentados y disponemos únicamente de un equipo improvisado. No es necesario decir que pienso ocupar un papel fundamental en la operación. Antes de venir al plioceno arreglé las cosas para que mi cuerpo fuera especialmente modificado para… esto… aventuras montañeras a gran altitud. Y puesto que fue idea mía el que los aparatos fueran aparcados en el Monte Rosa, es de justicia que yo participe en la fase más peligrosa de la recuperación. Desgraciadamente, no soy piloto ni poseo la experiencia técnica para… esto… poner en marcha los motores de un aparato que ha permanecido durante dos meses en un ambiente tan helado como éste. Debéis comprender también que escalar una gran montaña como es el Rosa es un esfuerzo necesariamente de equipo. Se precisan grupos de apoyo para establecer campamentos intermedios con el equipo necesario, de modo que el asalto definitivo pueda ser un simple salto a la cima. Yo mandaré los equipos tanto de apoyo como de asalto.
—Y disfrutarás de cada uno de los miserables minutos de la operación —dijo Míster Betsy arrastrando las palabras. Parecía más anacrónico que nunca con su corpiño de muletón y el gorro balaclava rematando su elaborado peinado isabelino.
Basil prosiguió:
—A petición mía, la caravana de Lord Bleyn trajo de Goriah algunos artículos tales como manubrios eléctricos, cuerdas y cables, martillos y picos de alpinista de vitredur, artículos médicos y ropas de abrigo. Tenemos un número suficiente de las excelentes mochilas proporcionadas por el albergue con sus refugios y escaleras de decamolec, estufas y artículos de cocina, más una reserva adecuada de comida concentrada. Nirupam ha trabajado mucho fabricando garfios de trepar de vitredur, así como pitones, clavijas para el hielo y otro… esto… material. No disponemos de equipo de oxígeno; pero creo que podemos realizar el trabajo sin él, puesto que solamente vamos a subir los más fuertes de nosotros.
Se volvió para señalar la resplandeciente ladera de la montaña a sus espaldas.
—El Monte Rosa se eleva 9.082 metros por encima del nivel del mar. Afortunadamente, no vamos a necesitar escalarlo hasta la cima… aunque yo, personalmente, vendería mi alma para que se me permitiera intentarlo.
Los Bribones sonrieron comprensivamente, mientras el resto de la expedición contemplaba a Basil con fascinado horror.
—Lo que haremos será cruzar el Puerto Occidental, esa región en forma de silla de montar a la izquierda del pico. Se halla a una altura aproximada de 7.800 metros. Elizabeth ha estudiado las rutas potenciales con su aguda telepatía y me ha transmitido imágenes mentales a partir de las cuales he diseñado en líneas generales nuestra ascensión. Partiendo del Campamento Bettaforca, cruzaremos primero esa extensión helada que veis inmediatamente encima vuestro, que he denominado Glaciar Gresson. El hielo es viejo, sucio y quebradizo; tendremos que ser muy cuidadosos. Cuando alcancemos la escarpadura con sus glaciares colgantes, deberemos elegir qué cascada de hielo seguir. Desgraciadamente, nos enfrentamos a la elección de Hobson. Las tres cascadas a nuestra izquierda y la cascada más oriental son casi verticales, como lo son las paredes rocosas. Nos queda pues la llamada Cascada de Hielo Gresson, que asciende en unos relativamente cómodos cincuenta grados. Digo relativamente. El camino ascendente por esa enorme masa irregular es probablemente el tramo más peligroso de nuestra ascensión. Una vez arriba, empezaremos a avanzar hacia el oeste. Observad esas tres enormes crestas, como las púas de un monstruoso tenedor, sobre el flanco sudoccidental de la montaña. Debemos cruzar la Púa Central y la Púa Occidental, y los prístinos glaciares cubiertos de nieve entre ellas, a fin de alcanzar el Puerto Occidental. Instalaremos un mínimo de tres campamentos de avanzada a lo largo de la ruta. He seleccionado un equipo de apoyo de nueve personas para actuar como… esto… sherpas. El grupo incluye a Nirupam, que es un genuino miembro de esa etnia, y a Stan, Phillipe, Derek, Cisco, Chazz, Phronsie, Taffy y Clifford. Una vez hayan establecido los campamentos, su trabajo estará hecho y podrán retirarse a un bien merecido descanso aquí en la base.
—Justo a tiempo para la lucha contra los Firvulag —suspiró Stan Dziekonski.
Imperturbable, Basil prosiguió:
—El grupo de asalto de ocho personas será dividido en dos grupos independientes, que avanzarán con una hora de diferencia. Puesto que estarán lastrados con el equipo para fundir el hielo y las herramientas para las aeronaves, utilizarán los manubrios eléctricos y los anclajes preestablecidos, izando su equipo y a ellos mismos allá donde el terreno sea compatible con tales… esto… poco deportivas maniobras. Una vez alcanzado el Puerto Occidental, los grupos de asalto avanzarán ladera bajo hasta el lugar donde están las aeronaves, que se hallan a 5.924 metros de altitud en la Cara Norte.
—¿Por qué dos grupos de asalto? —preguntó Irena O’Malley.
—Agotamiento —dijo el ex catedrático.
Hubo un silencio mortal en la audiencia.
—Cabe esperar —prosiguió Basil— que al menos un equipo completo alcance el objetivo. Este equipo debe incluir un montañero experimentado como jefe, un piloto, un técnico y…
—Un Tanu —intervino Bleyn el Campeón—. Por orden del Rey. —Su tono mental era alegre—. Puesto que tanto Lord Aronn como yo somos psicocinéticos, podemos demostrar incluso nuestra utilidad.
—El grupo de asalto Número Uno —dijo Basil— consistirá en yo mismo, el doctor Hudspeth, Ookpik y Lord Bleyn. El Número Dos incluirá al doctor Thongsa, que es piloto, montañero y médico…
—Todo ello metido en un solo saco, pequeño e insufrible —murmuró Phronsie mirando fijamente al tibetano, que fingió no haber oído nada.
Basil ignoró también la observación.
—Nazir actuará como técnico y Bengt como piloto principal…
—¡Y encargado de hacer cumplir la ley! —añadió Phronsie—. Cualquier tipo de ojos rasgados al que se le ocurra pensar que puede largarse con una de las naves, el viejo Bengt lo enviará directamente de una sola patada en el culo a siete leguas de Shangri La.
—Lord Aronn completará el segundo grupo —dijo Basil—. Bajo condiciones ideales, ambos grupos alcanzarán las aeronaves y dispondremos de tres pilotos, no sólo de uno, para traer de vuelta las naves al Campamento Bettaforca. Nuestro especialista en TT, el señor Collins, me asegura que sus vehículos pueden ser desmontados en sus módulos originales más pequeños para ser cargados en las aeronaves. Esperamos así poder evacuar todo el campamento y transportarlo en conjunto a la Cara Norte. Incluso si… esto… el destino nos es adverso y disponemos solamente de una nave para el transbordo, será capaz de llevar a todo el personal a un lugar seguro en un solo viaje. Una vez las naves dispongan de energía, podrán concentrar y enriquecer la atmósfera en su interior. Los individuos más sensibles residirán a bordo mientras es preparado un número suficiente de naves para el primer viaje a Goriah. En consecuencia, tan sólo el personal técnico y los supervisores Tanu deberán permanecer en la montaña para rescatar los restantes aparatos… La tarea a la que nos enfrentamos es difícil. Algunos de nosotros podemos perder nuestras vidas en el intento de recuperar esas naves. Pero todos sabemos que pueden ser cruciales no sólo para la reapertura de la puerta del tiempo sino también para la defensa de la Tierra Multicolor contra poderosos enemigos. Y aún a riesgo que parecer querer irme por las ramas, terminaré citando unos versos de Kipling peculiarmente adecuados:
Hay algo oculto. Ve y encuéntralo.
Ve y mira detrás de las Montañas…
Hay algo perdido detrás de las Montañas.
Perdido y esperándote. ¡Ve!
»Si hay alguna pregunta, la responderé ahora.
—¿Cuándo planeas que nuestros sherpas empiecen a trabajar? —preguntó Stan.
—Mañana —dijo Basil— Nirupam, Ookpik y yo trazaremos un camino por el Glaciar Gresson hasta la cascada de hielo. Los equipos de apoyo empezarán a transportar el cargamento a un depósito provisional al pie de la cascada de hielo el miércoles veinticuatro.
—¿Y cuánto tiempo pasará antes de que los pájaros lleguen a casa a su percha en Goriah? —inquirió un oro del cuerpo de élite de aspecto preocupado.
—Tenemos diecinueve días —dijo Veikko claramente—, os deis cuenta de ello o no. —Y les habló del tiempo estimado de llegada de la Kyllikki con los desintegradores X, y cuando el tumulto que despertaron sus palabras se calmó, se decidió por fin a mencionar las realmente malas noticias acerca de Marc.