Basil Wimborne y su grupo de Bribones llegaron de nuevo a la ciudadela de Calamosk, que habían visitado hacía algún tiempo aquel mismo año en circunstancias muy diferentes. Luego, durante lo peor de la estación de las lluvias, Basil había actuado como uno de los líderes del ejército de refugiados que se retiraba de la península de Aven devastada por la Inundación. El pequeño cuadro que más tarde se convertiría en los Bribones había formado un improvisado estado mayor a las órdenes de él, del Jefe Burke, de la hermana Amerie y de Elizabeth. Después de que la multitud de desplazados hubiera sido alejada de Afaliah por el implacable Celadeyr, se habían acercado a la pequeña ciudad anticipando una peor recepción aún por parte de su arribista jefe Humano, Sullivan-Tonn. En vez de ello, se habían encontrado con que Sullivan y su joven prometida Tanu habían sido recientemente desalojados por Aluteyn el Maestro Artesano y una escoria de caballeros renegados de la Gran Retorta. Calamosk se hallaba en malas condiciones y escasa de recursos tras el asedio, pero Aluteyn había proporcionado a los refugiados todo lo que le fue posible antes de aconsejarles que se apresuraran hacia el norte en busca de regiones más prósperas.
Entrando en Calamosk detrás de Ochal el Arpista, Basil y sus Bribones observaron algunos cambios. Las deslucidas cabañas de troncos que antes habían abrigado a los Humanos cuellodesnudos de la ciudad estaban ahora casi vacías. La maleza crecía entre las piedras de las calles, y había abundante polvo por todas partes, así como olvidados montones de excrementos de animales por todas partes. Los planteles y los jardines públicos estaban desatendidos, y sufrían de la sequía estival.
Debido a que en su tiempo había llevado un torque de oro, tan sólo Basil entre el contingente de rescatados de la celda tenía la experiencia suficiente en el uso del amplificador mental como para hablar telepáticamente en modo Tanu. Le preguntó a Ochal:
¿Qué ha ocurrido? La ciudad parece tan deteriorada tan distinta de todas las demás ciudades Tanu que he visto desde la Inundación.
Ochal dijo: Los ramas. Aquellos que no han muerto han huido a la selva. Es un resultado de la refriega mental que dio como resultado el que el Maestro Artesano se apoderara de la ciudad. Los ramas son criaturas pacíficas con mentes sensibles y frágiles. Al llevar torques, reaccionan a las manifestaciones de extrema emotividad en formas adversas, huyendo de las vibraciones etéricas malignas cuando pueden y sufriendo agudos desórdenes psicosomáticos si son retenidos. No solamente Calamosk, sino mi querida y lamentada Bardelask e incluso la propia Goriah han sufrido esta huida de ramas. El Rey Soberano ha ordenado naturalmente que sean enviados antropoides de reemplazo a la capital. Pero Calamosk va a tener que iniciar un programa completo de educación.
Basil dijo: Mala suerte para los nobles locales que necesiten domésticos.
Ochal dijo: Muchos humanos torques grises se sienten aún fieles, incluso ansiosos por servir… e incluso un cierto número de cuellodesnudos.
Basil: Aquellos que eran demasiado tímidos o demasiado prudentes como para seguir la ruta de los Inferiores… ¡o demasiado listos para correr hacia Goriah con la esperanza de que el Rey les concediera torques de oro!
Ochal: [Risas.] Eso ha sido un problema en más ciudades que Calamosk. El Rey Aiken-Lugonn ha tenido que desviarse mucho de sus esperanzas originales de ofrecer la ciudadanía instantánea a todos los Humanos que se la solicitaran.
Basil: Hummm. Sus instintos eran generosos…
Ochal: Pero afortunadamente para el buen orden del Reino Soberano se vieron superados por su innato pragmatismo. ¡Ah!… Ya llegamos.
La caravana penetró en el patio delantero de la ciudadela central, donde había numerosos Humanos torcados de todos los rangos, así como civiles y Tanu completamente armados. Ninguna de las negligencias evidentes en los suburbios de la ciudad afectaba a los alrededores del castillo. Los servidores Humanos corrieron a ayudar a desmontar a los recién llegados, y Basil y sus Bribones fueron atendidos tan solícitamente como su escolta. La Guardia de Élite de Humanos oros permanecía firme, sin embargo, con sus armas del Medio preparadas.
Ochal le dijo a Basil:
—Eso es un gran honor para vosotros… el Lord de la Ciudad baja personalmente a daros la bienvenida.
Basil inclinó respetuosamente la cabeza cuando un creador Tanu llevando una corta túnica y una media armadura aguamarina apareció rápidamente.
—Parthol el Pie Rápido —dijo a modo de presentación. Golpeó brevemente los circuitos de placer de los torques grises de los Bribones, precipitando una sorprendida reacción entre aquellos no sofisticados metapsíquicamente—. ¡Mis felicitaciones personales! El Rey está terriblemente ansioso de conoceros.
—Y nosotros a él —dijo Basil. Calma, advirtió a sus amigos. ¡Mantened la calma!
—¿Qué os parece si primero nos adecentamos un poco? —Parthol les guiñó un ojo—. Las mazmorras del viejo Celo… no son exactamente un complejo turístico.
Basil consiguió lanzar una seca risa.
—Eres muy considerado, Lord Parthol.
—¡Seguidme! ¡Os aguarda una hermosa sorpresa! —Y el Tanu echó a andar, con Basil y los demás siguiéndole a duras penas (porque un Tanu podía cubrir fácilmente un par de metros de una sola zancada). Fue señalando las notables mejoras en las defensas de la ciudadela instituidas por su predecesor, el difunto Aluteyn, mientras los conducía cruzando la barbacana, atravesando el patio interior, y subiendo una adornada rampa de mármol blanco hacia el magnífico torreón.
—¿Tú eres… uno de los compañeros de adversidad del Maestro Artesano? —preguntó Basil, sin aliento.
Parthol se echó a reír.
—Compañero de celda, quieres decir. Exacto. El viejo Thagdal me metió en la Retorta por asesinato. Decapité a mi suegra, Coventone Petrifactrix, en una Caza Real allá en las Montañas Oscuras. Nadie creyó que la confundí con un Firvulag. No puedo comprender por qué.
Descendieron una serie de escaleras de mármol hasta las entrañas del castillo, donde una serie de antorchas en peanas de plata iluminaban corredores pavimentados con losas rosas y negras. Una cierta ansiedad irradió de Basil y los Bribones mientras descendían.
—¡No las mazmorras esta vez! —les tranquilizó Parthol. Llegaron ante una enorme puerta negra con incrustaciones de plata, guardada por estatuescas mujeres Humanas con armadura de plata mate. Sonriendo expectante, el Lord de la ciudad de Calamosk hizo un gesto, haciendo que la puerta se abriera, e indicó a los visitantes que le siguieran al interior.
Los Bribones empezaron a susurrar entre sí y a darse codazos. Alguien dejó escapar un silbido de incredulidad. Habían llegado a un complejo de cámaras abovedadas y con columnas conectadas entre sí que parecían combinar los rasgos de unos suntuosos baños turcos con la decoración de un prostíbulo húngaro de fin de siglo. Había candelabros de cristal, barrocos divanes en alcobas cubiertas con velos, y una fantástica sauna oro y jaspe cuyas paredes estaban adornadas con mosaicos paganos.
—Divertido, ¿no? —observó Parthol a Basil—. Vuestro llorado compatriota Sullivan-Tonn lo hizo instalar durante su breve reinado, y decidimos conservarlo. Ingeniosa raza, vosotros los Humanos… si esas pinturas son ejemplos reales de las costumbres sexuales de vuestro Viejo Mundo.
Basil carraspeó incómodo.
—Algunos de los mosaicos tienen… esto… derivaciones folklóricas. Los centauros y las sirenas, por ejemplo, y los individuos… esto… más heroicamente dotados.
—¿Oh? Qué lástima. Sin embargo, me pregunto por qué nunca nos ha llegado ninguno de ellos a través de la puerta del tiempo. —Radió una breve orden en modo de mando, y una pareja de espléndidas polinesias vestidas con floreadas lavalavas entraron cargando bandejas llenas de claveles reventones. Llevaban torques de plata, y mientras entregaban las flores a los absortos Bribones parecían irradiar una confortable seguridad.
—Salote y Malietoa cuidarán de vuestra comodidad —dijo Parthol—. Estamos un poco cortos de manos, así que tendréis que frotaros las espaldas los unos a los otros, pero creo que disfrutaréis de vuestras abluciones. ¡Probad el baño de burbujas! Ese Sullivan había pensado en las cosas más condenadas. Y cuando hayáis terminado, recibiréis ropas limpias. Me siento orgulloso de decir que Calamosk alardea de poseer un moduplex de confección de primer orden… un Halston 2100. Hace cualquier tipo de vestido que uno le pida.
Míster Betsy, que había estado oliendo sus claveles reventones, dejó escapar un gran suspiro extasiado.
Parthol miró radiante al isabelino en su ajado traje de época.
—Andamos un poco escasos de telas del Medio desde que se cerró la puerta del tiempo… no hay mucha selección en nebulin o dacolite o repelvel… pero encontrarás algunos linos adecuados y algodones finos; estoy completamente seguro de que habrá al menos veinte anas de brocado de seda turmalina, y puedes encontrar también un hermoso encaje de plata para ese cuello tuyo.
Phronsie Gillis esbozó una irónica sonrisa.
—¡Y yo podré hacerme algunas bragas de seda con lo que sobre! —Betsy la ignoró.
Parthol el Pie Rápido le dijo a Basil:
—Vendré a buscaros dentro de un par de horas. No intentéis escapar, ocultaros o alguna otra cosa tediosa como esas, por favor. No quisiera insistir demasiado sobre ello, pero… todos lleváis torques grises. Podemos rastrearos fácilmente. Al menos aguardad hasta oír lo que tiene que deciros el Rey Soberano antes de empezar a confabular y planear.
—Muy bien —dijo Basil—. Esperaremos.
Mientras los Bribones terminaban el té del Rey Aiken-Lugonn, las charlas intrascendentes fueron muriendo por sí mismas, y todos los ojos se volvieron hacia la pequeña figura del monarca. Estaba sentado delante del apagado fuego de la chimenea de la sala de audiencias en un trono de roble dorado; sus invitados habían tenido que conformarse con almohadones en el suelo y la mayoría permanecían recostados en ellos, excepto unos pocos suspicazmente recalcitrantes y Míster Betsy, que permanecían de pie. El Rey llevaba su impermeable dorado sin la capucha; un simple aro de cristal negro ceñía su pelo rojo oscuro. Bebía té con menta helado en una jarra Waterford, masticando los cubitos de hielo mientras la inquietud iba aumentando y los Bribones miraban.
—¿A cuántos de vosotros os gustaría volver a través de la puerta del tiempo al Medio Galáctico? —preguntó finalmente el Rey.
Pandemónium.
Aiken sonrió y alzó una mano. Un potente impacto coercitivo atontó todas las mentes.
—Lamento esto, pero no tenemos mucho tiempo que perder. Dentro de muy poco llegarán más invitados para unirse a nuestra pequeña fiesta. Entre ellos estará la dama que os encerró a todos en Afaliah tras haber ayudado a robar nuestras aeronaves… Cloud Remillard.
—¡Remillard! —exclamaron las mentes y las voces de los Bribones.
—Veo que ha sonado una campana —observó el Rey. Su sonrisa era ceñuda—. Sí, es su hija. Marc Remillard y sus ex Rebeldes han estado viviendo en Norteamérica durante veintisiete años, dedicándose la mayor parte de ellos a sus propios asuntos. Pero ahora ya no. Parece que los Rebeldes tuvieron hijos, y que los chicos decidieron que ya tenían bastante de la dominación de los viejos, de modo que hicieron las maletas, se largaron de casa y vinieron aquí. Cloud fue la primera, con un puñado de otros. Luego le siguió su hermano Hagen con todo el resto de la segunda generación.
—Buen Dios —dijo Basil—. ¡Es increíble! Se decía que Marc Remillard había muerto en la Rebelión, junto con todos sus confederados.
Aiken se alzó de hombros.
—Madame Guderian hubiera podido contaros mucho al respecto. No sé si les dejó cruzar la puerta voluntariamente o ejercieron coerción sobre ella. Probablemente lo último. Trajeron consigo un buen puñado de contrabando.
—¡Oh, Vuestra Majestad, eso no importa! —exclamó apasionadamente la pequeña señorita Wang—. Cuéntanos más acerca de reabrir la puerta del tiempo… ¡y volver!
—No es posible —le dijo Dimitri Anastos a la mujer—. Es un bucle de un solo sentido. Del Medio al plioceno.
—No —dijo Aiken—, si construyes un segundo generador de campo tau de Guderian aquí. Que es lo que los hijos de Marc Remillard y sus amigos se proponen hacer.
—¡Volver a casa! —exclamó la señorita Wang—. ¡Remediar el terrible error! Abandonar este horrible lugar y vivir de nuevo en la tranquilidad del Medio…
—Oh, yo paso —dijo Phronsie Gillis, con aire de duda—. Este exilio tiene sus momentos peliagudos, pero en general me gusta. ¿Tú te sientes con ganas de volver, Bets?
Míster Betsy dejó escapar una risa hueca.
—Bromeas, seguro.
—¡El Medio es un despotismo benévolo! ¡Al infierno con él! —dijo Caragresiva.
—Habla por ti mismo, chistoso —dijo Chazz—. Yo estaré el primero de la cola para el billete de regreso.
—¿Cuántos de vosotros volveríais? —preguntó Aiken.
Se alzaron once manos… y luego una doceava de un hombre con nariz de águila, que dijo:
—Yo también, Rey… si tú y el condenado Ángel del Abismo estáis planeando una pequeña guerra.
Phronsie Gillis le dirigió un terrible fruncimiento de cejas.
—¡Cualquier guerra que implique al viejo Marc el Supremo Gran Maestro de los Asnos no será pequeña, Nazir! Lo más probable es que sea el fin de la Tierra del plioceno, ¡y el fin también de un Medio que no llegará a nacer nunca!
—No, eso no puede ocurrir —intervino Dimitri con pedantesca insistencia—. Contrariamente a la superstición popular, los llamados universos alternativos o tramas espaciotemporales paralelas son imposibles. ¡Uno no mata a su propio abuelo y como resultado de ello desaparece! Ninguna acción aquí en el plioceno puede alterar la realidad primaria de la que el Medio, y todos los acontecimientos futuros que conducen a él por supuesto, es una manifestación. Según la teoría del campo universal…
—Ya basta, Dimitri —dijo Míster Betsy.
Se inició una trifulca, que Aiken cortó con otra palmada coercitiva.
—Aquellos de vosotros que volveríais. ¿Cuántos sois capaces de pilotar las aeronaves Tanu?
La señorita Wang, Phillipe, Bengt Sandvik, Farhat, Pongo Warburton y Clifford alzaron sus manos.
—¿Cuántos pilotos se quedarían aquí?
Levantaron sus manos Míster Betsy, Taffy Evans, Thongsa, Caragresiva y Stan Dziekonski.
El Rey clavó un ojo pensativo en Míster Betsy.
—¿Qué es lo que hacías tú exactamente en el Medio Galáctico?
Betsy adoptó una actitud de testaruda arrogancia. Basil dijo rápidamente:
—El doctor Hudspeth era un investigador y un piloto de pruebas en la División Comercial Rho de la Boeing.
—Que me aspen —murmuró el Rey Nonato. Su rostro vagó por el resto de los reunidos, y los aventureros se envararon, sintiendo las sondas redactoras invadir sus memorias, intentando en vano cerrar las ventanas mentales que los torques grises habían abierto en sus cerebros.
—Un catedrático de Oxford que escala montañas —murmuró pensativamente Aiken—. Un tercer ingeniero en un carguero de servicio irregular… un cirujano que hizo una operación de microtomía de más… un diseñador de generadores de campo upsilon para la G-Dyn Cumberland… un mecánico de mantenimiento de autobuses huevo… un ingeniero electrónico esquimal… lástima que no haya ningún metalúrgico…
Cuando el Rey retiró su escrutinio, Basil dijo:
—Señor, se nos ha dicho que no guardas ninguna animosidad hacia nosotros. Tu representante, Ochal el Arpista, te describió como un gobernante justo y respetable… teniendo en cuenta algunas excentricidades Humanas.
Aiken se echó a reír.
Basil, persistente, prosiguió:
—Nos has tentado con visiones de un regreso al Medio y nos has asustado con sugerencias de que el plioceno podría ser el escenario de una nueva Rebelión Metapsíquica. Has hurgado en nuestros cerebros de una forma inconexa, y presumo que nos interrogarás más a fondo a su debido tiempo, a fin de saber la localización de las otras máquinas voladoras exóticas…
—Oh, sé eso —dijo Aiken—. Cloud Remillard me lo dijo.
—Entonces dinos lo que tienes intención de hacer con nosotros —pidió el ex catedrático—. ¿Vamos a permanecer esclavizados? ¿Somos meros peones en tus tratos con los jóvenes Rebeldes?
Aiken se reclinó en el trono de intrincadamente tallada y dorada madera. Era un trofeo, robado hacía siglos a los Firvulag por alguna Caza Tanu, y el respaldo estaba coronado por un resplandeciente león custodio con crisoberilos como ojos. Ignorando las preguntas de Basil, el Rey señaló a un hombre que permanecía apartado del resto, cuyo rostro soñador estaba enmarcado por una barba color jengibre y que llevaba unas ropas carmesí de caballero sobre una chaquetilla de cota de malla.
—Tú no eres uno de los Bribones de Basil —dijo Aiken—. ¿Quién eres?
—Solamente un loco —dijo Dougal—, buscando a su salvador.
—Dougal es completamente inofensivo —dijo Basil.
—¿Loco? —El Rey pareció desconcertado—. ¿Es por eso por lo que no puedo sondear tu cerebro?
—Quizá —dijo Dougal—. O puede existir alguna otra razón.
Aiken alzó una ceja.
—¿Y te gustaría volver a tu casa del Medio Galáctico, Sir Dougal el Loco?
—Sire… como tú, me hallo en la guerra «lo quiera o no lo quiera».
—Ah —dijo el Rey. Se alzó del trono y se dirigió hacia la larga mesa donde había alineada comida y bebida. Se sirvió más té helado de una tetera de cristal facetado y empezó a rebuscar entre los platos de pastas, galletas y bocadillos pequeños. Dijo—: Los hijos adultos de los Rebeldes de Marc Remillard han desafiado la autoridad paterna viniendo a Europa. Sus mayores están de camino en un bergantín, con la intención de impedir que los chicos construyan el dispositivo de Guderian.
—Si fuera hecho cuando es hecho —dijo Dougal—, entonces estaría bien que fuera hecho rápidamente.
Aiken lo miró parpadeando, luego dijo:
—Cloud y Hagen pretendían originalmente hacer un pacto con Nodonn. Ahora, por supuesto, han puesto sus miradas en Mí. Desean no sólo los aparatos exóticos, sino también a vosotros para que los manejéis y los mantengáis. La flota sería usada para llevarlos a él y a su equipo de un lado para otro mientas reúnen los materiales para el bucle temporal. Tengo entendido que algunos de los elementos más raros tienen que ser localizados mediante exploraciones aéreas, luego extraídos y refinados sobre la marcha.
—Y tú tienes intención de cooperar —dijo Basil.
Aiken tomó una tortita cuadrada de mantequilla y se la metió en la boca, y masticó cuidadosamente.
—Tengo razones estratégicas para hacerlo. Y deseo que me ayudéis a ayudar a esos jóvenes Rebeldes.
—¡Nos ofreces la elección de Hobson —se quejó Tabby—, con el dogal de esos jodidos torques!
Aiken sorbió su té con la cabeza inclinada.
—Bien, amigos míos… aquí me enfrento con un cierto dilema. Intentad comprender mi posición. Deseo que esa puerta temporal se construya, y lo mismo deseáis más o menos la mitad de vosotros… o al menos eso decís. ¿Pero y si esos que no desean volver al Medio se cansan del esquema de construcción de la puerta y se marchan… o peor aún huyen con alguno de los voladores? Eso podría poner en peligro toda la operación. Tenemos ya demasiado pocos pilotos y tripulaciones de tierra, y odiaría perder a alguno de vosotros. —Sonrió con una sonrisa vencedora.
—Entonces tienes intención de mantenernos torcados —dijo Basil.
—Hasta que la puerta del tiempo esté terminada. Pero prometo que no se ejercerá coerción sobre vosotros, ni seréis castigados a través de los torques si os comportáis razonablemente. Ahora, ¿qué os parece la idea?
—¡Vamos a terminar teniendo que luchar con ese monstruo, Marc Remillard! —exclamó Míster Betsy—. ¡Cuando llegue con su pandilla de criminales metapsíquicos, aquellos de nosotros que pilotemos las aeronaves deberemos enfrentarnos a Dios saben qué tipo de ataques mecánicos y mentales!
—Tendremos nuestras propias armas, y disponemos también de algunos sigmas que pueden ser instalados en las naves —dijo Aiken—. Y existen cosas como las pantallas mentales contra los golpes mentales.
—Estoy seguro de que yo no sabría —replicó el ingeniero de naves rho.
Aiken sonrió.
—Sigo olvidándolo. Todavía no Me conocéis muy bien. —Depositó la jarra de té y regresó al trono, donde adoptó una pose—. Dejadme ofreceros una pequeña demostración de lo que significa ser Rey de la Tierra Multicolor.
Permaneció inmóvil por un momento, con los ojos cerrados. Luego sus párpados se alzaron y su fuego mental pareció mirarles a través de unas profundas órbitas. Su pelo se puso de punta, iluminado por danzantes chispas, y la corona de cristal brilló con una fluorescencia interna. Una especie de red de sinuosos rayos violeta y ámbar brotó de sus hombros hasta sus pies, enfundando su cuerpo como si se hubiera convertido en un electrodo viviente. La red se fundió en un resplandeciente nimbo, y en torno a su cabeza había una auténtica melena de llamas doradas, reflejando la talla de madera dorada del león que remataba el trono. Alzó ambas manos y sostuvo dos soles en miniatura, y pareció crecer hasta alzarse en una imponente incandescencia contra las vigas del techo y amenazar con prender fuego a los trofeos de los estandartes Firvulag colgados allí. Oleadas de fuerza coercitiva y psicocreativa oscilaron en la habitación. Las mentes de los Bribones parecieron llenarse de retumbantes sonoridades. Estaban alucinados, arrastrados por la apoteosis.
Solamente Dougal retuvo el poder de movimiento. Echó a correr y se arrojó a sus pies. Su rostro estaba contorsionado por el dolor y la alegría, y las lágrimas rodaban abundantes por sus mejillas.
—¡Eres tú! —exclamó—. ¡Eres tu!
El breve destello de misterioso poder desapareció como si hubiera sido manifestado de forma inadvertida. El hombrecillo con el impermeable de piel dorada permanecía allí, reclinado casualmente en el trono, con un aspecto completamente normal.
—No es para alardear —dijo Aiken—, pero Marc Remillard puede encontrarse con una sorpresa desagradable si intenta invadir este continente. Recordad que sus poderes durante la Rebelión Metapsíquica residían en una enorme unión de mentes, que él dirigía en un metaconcierto agresivo. Aquí en el plioceno se halla privado de este recurso. Una parte de sus viejos compinches están quemados. En otros no puede confiar… o sus metafunciones no son ofensivas. Parece muy probable que, si viene contra Mí, lo haga solo. Su gente intentará ayudarle, pero sus esfuerzos resultarán triviales comparados con el tipo de lucha que se desarrolló durante la Rebelión. Podemos barrerlos… ¡y podemos construir la puerta! El trabajo será más fácil si vosotros ayudáis. ¿Lo haréis?
Dougal tenía ambas manos apretadas contra el emblema leonino bordado en su nuevo atuendo. Aún sollozando, habló en una voz muy baja:
—Antes, con tu gloria enmascarada, no te reconocí. Ninguno de nosotros lo hizo. Pero ahora te veo claramente, Aslan, has acudido a salvar Narnia como yo te rogué. No nos abandonarás para cruzar el temible portal. No dejarás que muera el sueño…
—Estáte quieto —dijo secamente el Rey; y aunque contuvo su poder coercitivo, el loco medievalista retrocedió, echándose de bruces en el suelo de mármol. Aiken lo rodeó para dirigirse a los otros.
—¿Me ayudaréis voluntariamente? —preguntó, y su voz era extrañamente opaca.
Hubo una breve pausa.
—Sí —dijo finalmente Basil—. Aquellos que nosotros que quieran quedarse en el plioceno cooperarán en beneficio de nuestros amigos que deseen irse.
Aiken suspiró.
—Gracias. —Tras los Bribones, las puertas del gran salón se abrieron. Parthol el Pie Rápido estaba allí de pie, esta vez vestido con una armadura completa que resplandecía azul verdosa en la penumbra. A su lado estaba Ochal el Arpista. Sus mentes dijeron:
Nos has llamado Rey Soberano.
—Esos amigos serán conducidos a habitaciones donde puedan descansar —dijo Aiken en voz alta. Se volvió a Basil—. Mañana celebraremos una conferencia sobre la expedición de rescate de las aeronaves a los Alpes. Mi delegado y Lord Psicocinético, Bleyn el Campeón, os dirigirá. Marcharéis tan pronto como sea posible.
—Como quieras, señor. —Basil inclinó ligeramente la cabeza y envió una breve imagen telepática a los demás. Aquéllos que aún estaban sentados se levantaron. Los Bribones empezaron a dirigirse hacia la puerta.
Dougal pareció despertarse y saltó en pie. Extrajo un pañuelo de lino de una manga enmallada y se sonó la nariz. Su mirada soñadora había desaparecido cuando miró al Rey y dijo:
Si planeas construir el Mirador de Guderian a partir de la nada, Aslan, acepta mi consejo y recurre a mi antiguo dueño, Tony Wayland. Quiero decir, si deseas extruir ese maldito cable de niobio-disprosio para el generador tau, necesitarás a alguien de primera clase, sin hablar de refinar las materias primas a partir de las menas. Tony llevaba la mina de bario de Finiah… conoce realmente su trabajo el viejo Tony.
Aiken se mostró impaciente.
—¿Dónde está ahora?
Dougal hizo girar sus ojos hacia el cielo.
—¡Ah! ¡Fue atrapado por malignos enanos en los bosques de los Vosgos, y solamente yo escapé para poder contar la historia!
Aiken lanzó una instrucción telepática a Parthol, que acudió rápidamente, apoyó una suave mano coercitiva en el hombro de Dougal y sugirió:
—¿Por qué no vienes conmigo y me cuentas un poco más acerca de esto?
Dougal se dejó conducir hacia la puerta, pero cuando ésta ya estaba cerrándose dijo por encima del hombro:
—Y tú, Aslan, en cuya mano sostienes el poder de anular su cautividad… es un intercambio arriesgado, pero necesario, creo. —Y dicho esto desapareció.
Aiken agitó la cabeza, y la expresión que mostró a Ochal era casi de impotencia.
—Supongo que Parthol pondrá algo de sentido en él. La ingeniosidad creadora… pero maldita sea, Occy, hay algo extraño en ese gran simplón.
—Yo también lo he captado, Rey Soberano. —Una ansiedad ligeramente velada flotó tras su pantalla social—. ¿Estás listo ya? Podemos hacer esperar un poco más a los norteamericanos…
—No. No hay tiempo. Dougal tenía razón… estaría bien que fuera hecho rápidamente.
—Han seguido nuestras instrucciones con completa docilidad y aguardan tu venia. ¿Creerás que han traído a cinco niños pequeños con ellos?
—Estoy dispuesto a creer casi cualquier cosa estos días —observó Aiken—. ¿Habéis cogido el gran sigma de Hagen Remillard sin problemas?
—Yoshi está supervisando su instalación arriba en la galería en estos mismos momentos, Rey Soberano.
—Estupendo. —Aiken se dirigió a largas zancadas al trono y se dejó caer en él—. Queremos estar malditamente seguros de que ninguna parte no autorizada escuchará esta pequeña confabulación nuestra.
—¿Tienes alguna otra orden?
Aiken agitó una mano.
—Simplemente haz venir aquí algunos grises para dar un poco de elegancia a la mesa del té, y luego trae a los Hijos de la Rebelión.
Ochal saludó e iba a retirarse, pero de pronto el Rey dijo:
—¿Recuerdas la noche que llegué por primera vez a Muriah… el loco festín del Rey Thagdal y las demostraciones que tuvimos que hacer los recién llegados para que vosotros pudierais pujar por nuestros servicios?
—Lo recuerdo, Rey Soberano. —La boca de Ochal se crispó—. ¡Qué asunto más absurdo fue ése! Y ahora veo que allí hiciste tu primer movimiento en el gran juego.
Aiken parecía estar mirando a una gran distancia.
—Había una pequeña redactora Humana, una plata, que cantó. ¿La recuerdas?
—La oigo aún en mi memoria, Oh Brillante.
Por favor, dijo Aiken.
Y más tarde, cuando los norteamericanos entraron aprensivamente en el salón protegido por el sigma para enfrentarse al terrible Rey de la Tierra Multicolor, vieron a un hombrecillo sentado en un amplio trono rematado por un león, y a sus pies un fantástico caballero armado de amatista, cantando y tocando la canción «A lo largo de toda la noche» en una enjoyada arpa.
Cuando estuvo seguro de que el gobernador torque de plata del castillo y sus secuaces se habían ido, Basil Wimborne fue al balcón de su dormitorio, localizó la estrella polar del plioceno, y se orientó de la mejor manera que pudo. El macizo de las Montañas Llameantes se hallaba entre Calamosk y el Risco Negro, y su habilidad telepática, incluso cuando llevaba oro, era más bien débil. Pero Elizabeth era una Gran Maestra, y había una posibilidad de que oyera su débil llamada gris.
Cerró los ojos, apoyó los dedos en el cálido metal que rodeaba su cuello, y canalizó toda su energía psíquica en la llamada:
ELIZABETH…
¡Basil! Oh querido querido pensamos que habías muerto.
CloudRemillard&Nodonn se apoderaron de los Bribones&todos los aparatos y nos llevaron a Afaliah.
¿Pero estáis bien? ¿Y los otros?
Bien sí por ahora. Con Aiken en Calamosk. ¿Sabes que vienen los HijosdelosRebeldes?
Sí. Y sé que supadre no se halla muy lejos siguiéndoles.
Aiken&Chicos planean utilizarnos a nosotros&lasaeronaves. Hemos aceptado.
Pero Basil… puesto que llevas gris presumo que los otros también y así os habéis visto obligados a cooperar. Hay peligro. Aiken se convertirá en enemigo de Marc aliándose con los Chicos. Podéis veros atrapados en una pelea metapsíquica. Quizá será mejor que yo le pida a Aiken que os deje libres…
Elizabeth ¿no lo sabes?
¿?
¿Por qué los Chicos quieren aliarse con Aiken?
… Para escapar de sus padres flexionar sus músculos mezclarse con otras mentes…
Para abrir la puerta del tiempo desde este lado.
…
¿Elizabeth?… ¿Elizabeth?
Sí Basil. ¿Cómo planean hacer esto?
Construyendo el dispositivodeGuderian. Pueden hacerlo si Aiken les ayuda.
Marc hará todo lo posible por impedirlo.
Los chicos con 5toneladas de armas del Medio + aeronaves esperan vencer. Aiken dice que Marc estádebilitado.
Dios mío.
¿Qué hacer? ¿QUÉ? Si entregamos las aeronaves las esperanzasdelibertad de los Inferiores estarán perdidas… ¡Elizabeth ayúdanos dinos qué hacer!
No lo sé Basil debo considerar tantos factores de momento sé paciente obedece a Aiken por ahora contactaré contigo en modoíntimo después de que haya tenido tiempo de pensar oh Dios ¡la puerta reabierta!
Elizabeth haz una cosa.
¿Sí Basil?
Díselo a PeopeoMoxmoxBurke en ManantialesOcultos.
… muybien. Pero hay pocas esperanzas de que su gente pueda alcanzar las aeronaves ocultas en los Alpes antes que el grupo de Aiken…
Nonono ¡NO le pidas que intente hacer eso! No. Cuéntale lo de abrirlapuerta. Ayúdale a resolver inacción/dilema/miedo.
¿Peo miedo? ¿Peo?
Elizabeth tú meditaste largotiempo en el RiscoNegro mientras nosotros aguardábamos esperando consejo. El plan de las aeronaves parecía laúnicaesperanza de proteger a los Inferiores de la amenaza de los Firvulag&Aiken. Peo esperaba usar las aeronaves para invadir Roniah y conseguir armas del Medio para disuasión. Estábamos casi listos para partir cuando apareció Nodonn. Ahora… ¿ahora qué? ¿Qué esperanzas hay? ¿Puedes aconsejarnos?
Basil no conozco cuáles son los planes de Aiken o de Marc. Los Firvulag seguirán con su esquema de guerradedesgaste al menos hasta la Tregua. No puedo aconsejar a Peo más que a ti. Todavía no.
Cuéntale lo de abrir la puerta.
Abrir la puerta… ¿Crees que Peo regresaría al Medio?
Es posible. Otros seguro que lo harían ahora que las esperanzas de las aeronaves handesaparecido.
Y tú Basilquerido ¿tú volverías?
No he escalado aún mi montaña.
Oh. El Everest del Plioceno. Lo recuerdo.
Peo tiene que saber lo de abrir la puerta. Todos los Humanos deben saberlo. Y decidir. Incluso tú.
…
Perdóname Elizabeth. Aguardaré tullamada. Adiós.
Adiós Basil.