La esfera protectora de fuerza psicocreativa que envolvía al Rey y al químico colgaba encima de la espumosa masa que había brotado de la zona subterránea de almacenamiento y llenado parcialmente el hueco de la escalera. Encerrados en la pegajosa materia había incontables paquetes de plast sellados y contenedores herméticos.
—Parece como un diabólico pudín de frutas —observó el químico. En su iniciación como torque de plata, los Tanu le habían adjudicado el nombre de Wex-Velitokal, que era sólo ligeramente menos horrible que su nombre original de Ethelbert Anketell Milledge-Wexler, pero la costumbre exótica de los apodos había acudido al rescate, y ahora era conocido por todo el mundo como Bert el Hombre de los Dulces, y así se había presentado al Rey sin el menor asomo de azaramiento.
—La Reina Mercy-Rosmar creó toda esta porquería a partir del aislamiento de las paredes —dijo Aiken—. Su finalidad era impedirme que usara ninguna de esas armas o equipo contrabandeado del Medio contra Nodonn y sus invasores… pero sin arruinar el material más allá de una posible recuperación. Tuvo un completo éxito en su primer empeño. Las burbujas de esta pegajosa espuma están llenas de gas venenoso. Cualquier Humano normal que trastee en ella está perdido instantáneamente. Un Tanu no protegido por su creatividad se convierte en un candidato a seis semanas en la Piel.
—¿Puedes recoger una muestra para mí y meterla ahí dentro? —Bert el Hombre de los Dulces tendió un aparato del tamaño de una grabadora audio-video, con una pequeña tolva en su parte superior—. Esto analizará por nosotros los elementos constituyentes en medio segundo.
Aiken asintió. Una pequeña burbuja se materializó encima de la espuma mortal y recogió una porción. Pasó a través de la superficie de la gran esfera que envolvía a los dos hombres y desapareció en el analizador. Bert cerró la tolva y estudió el diminuto display.
—Abominablemente ingenioso por parte de Su Difunta Majestad. Simplemente descompuso una molécula de poliuretano mas bien estándar. Escindió el material aislante original en sus constituyentes, el diisocianato de tolileno y el poli(oxipropileno)triol. Calentó esa hedionda mezcla y le inyectó aguas fecales de los sumideros del castillo, luego trasteó un poco más con el isocianato para generar gas de cianuro de hidrógeno.
—¿Cómo podemos librarnos de ello?
—Bueno, un creador metapsíquico de talento podría simplemente invertir el proceso…
El rostro del Rey era inexpresivo.
—¿De qué otra forma?
—El disolvente más adecuado sería la acetona. Efectivo, e inofensivo para el termoplástico al fluorocarbono de los envoltorios del equipo. Supongo que no dispondrás de unos cuantos miles de litros almacenados por ahí en algún lugar.
Aiken se echó a reír con amargura.
—Probablemente debe haber algún artilugio enterrado ahí dentro que podría fabricar tanto como necesitásemos en menos de cinco minutos… si pudiéramos identificarlo. Pero la Reina destruyó el ordenador de control del inventario, de modo que ahora habrá que identificarlo todo de nuevo. Yo personalmente no sería capaz de distinguir un sintetizador de acetona de un robot camarero, si me pusieran los dos delante.
—Oh. Bueno. Podemos fabricar acetona de todos modos, por supuesto. No es particularmente difícil. Nada comparable con mi último proyecto… perfeccionar un proceso de adobo que proporcione un sabor de pacana a las nueces que utilizamos en los chocolates extra a la crema…
Aiken parpadeó. El químico interrumpió su disgresión como si alguien hubiera hecho restallar un látigo delante de su nariz.
—Fabricas ácido piroleñoso destilando madera… astillas y restos de las serrerías, por ejemplo. Lo tratas con cal viva. Tus albañiles disponen de ella en grandes cantidades. Luego destilas la lechada para obtener acetato de calcio. Un poco de calentamiento posterior da la acetona por destilación fraccionada. Una operación industrial directa y sencilla.
Los dos hombres estaban ascendiendo, flotando en su burbuja.
—¿Cuánto se tardará en fabricar la que necesitamos? —preguntó Aiken. Sus pies tocaron piedra, y la esfera de fuerza mental se aplastó mientras empujaba el invisible gas al otro lado de la puerta que se cerraba herméticamente.
—Dame carta blanca en materias primas y personal, y tendré listo el disolvente en tres semanas. La operación de descontaminación en sí puede que tome algo más de tiempo, a menos que dispongas de trajes protectores con aparatos de oxígeno para los trabajadores. La acetona eliminará la espuma, pero aún hay que tener en cuenta el cianuro.
El hombrecillo con el impermeable de piel amarilla y el químico vestido con las elegantes ropas turquesa de la Liga de Creadores emergieron a la saludable atmósfera del gran salón del castillo. La puerta de la mortal zona de almacenamiento se cerró con un seco chasquido.
—No estás pensando como un metapsíquico, Hombre de los Dulces —ironizó el Rey—, pero eso no es sorprendente, puesto que tus talentos se inclinan más hacia lo intelectual que hacia lo físico. —Caminaron rápidamente por un corredor, y Aiken prosiguió—: Tendrás a tu servicio, y con ello quiero decir dispuestos para hacer cualquier trabajo sucio que requiera esta sucia operación, un cuadro de ayudantes muy especiales. Utilizarán sus poderes mentales para construir tu aparato, para preparar las materias primas, para acelerar las cosas de cualquier modo que tú ordenes. Se protegerán mentalmente mientras trastean con esa materia contaminada, contenedor a contenedor, paquete a paquete… de modo que no tienes que preocuparte por la seguridad. Pueden protegerte a ti tanto como a sí mismos. Más aún, trabajarán sin dormir durante toda una semana. Es fácil, si eres un Tanu fuerte.
Aiken abrió la puerta de una pequeña antesala. Varias docenas de Tanu llevando ropas de corte caballeresco aguardaban allí. Cuando el Rey entró se levantaron y llevaron sus manos derechas a los torques de oro, en un gesto de fidelidad. Sus barreras mentales protectoras estaban bajadas. Todos ellos eran creadores o psicocinéticos, y su status era tal que el químico Humano retrocedió, asombrado, y se hubiera inclinado respetuosamente a la manera de los torques de plata si el Rey no le hubiera retenido subliminalmente.
Una ligera sonrisa curvó los labios de Aiken mientras hacía las presentaciones.
—Son Kuhal el Sacudidor de Tierras y Celadeyr de Afaliah y algunos de sus seguidores. Serán tus principales ayudantes en el trabajo, pero puedes disponer de tantos más como creas que necesitas.
Pero el Hombre de los Dulces no podía hacer otra cosa más que asentir silenciosamente mientras los antiguos miembros de la Alta Mesa y los demás nobles Tanu le presentaban mentalmente su humilde obediencia. Y entonces el Rey pareció mirar dentro de su alma con unos devoradores ojos negros, y el torque en su garganta pareció calentarse y cambió… y por los susurros mentales de los exóticos Bert supo que se había transformado en oro.
—Tienes siete días para producir ese disolvente y descontaminar las armas del Medio y el resto del material —dijo Aiken—. Trabaja como si el destino de la Tierra Multicolor dependiera de ti.
—¿Depende? —preguntó el impresionado químico, y las perplejas mentes de los Tanu parecieron resonar con un eco de su pregunta, junto con otras muchas.
Pero aquellos ardientes ojos radiaron una advertencia, y los Tanu vacilaron, y un momento más tarde el Rey se había ido.
AIKEN: ¡Ochal! ¿Cómo van las cosas?
OCHAL EL ARPISTA: Muy bien, Rey Soberano. La vanguardia acabamos de cruzar el río Galegaar, y alcanzaremos Calamosk dentro de poco. Apretaremos en el sprint final. Deberemos llegar a Afaliah antes de diez horas.
AIKEN: Caleidoscópico. Tu partida de cabeza debería llegar allí con la suficiente antelación a los norteamericanos… Pero aquí vienen las malas noticias. Ayer tuvieron un intenso viento de popa en el Mar Nuevo, y Morna-Ia ha visto telepáticamente los TT de Hagen acercándose al Cuello de Aven justo antes de medianoche.
OCHAL: ¡Por los dientes de Tana, qué podrida suerte! Los carromatos de provisiones y el grueso de nuestras fuerzas no podrán alcanzar Afaliah hasta cuarenta horas después que nosotros. ¡Si los vehículos futuristas de los norteamericanos se abren camino hacia la ciudad siguiendo el Camino Viejo de Aven, estamos fritos!
AIKEN: Es muy posible. No creo que podamos confiar en que Cloud Remillard haga honor a su promesa… no si es respaldada por su hermano y los suyos, armados hasta los dientes con armas del Medio. Ella dice que el grupo de jóvenes rebeldes no tiene ambiciones de apoderarse de la Tierra Multicolor, pero no hay ninguna forma en que yo pueda saber que esto es verdad hasta que no haya escrutado en persona los cerebros de todos ellos.
OCHAL: ¿Qué debemos hacer entonces, Rey Soberano?
AIKEN: Tu partida de vanguardia es demasiado pequeña y está demasiado poco armada para arriesgarse a hacerse fuertes en Afaliah. Sigue adelante tal como habíamos planeado… sé el cortés diplomático hasta que Cloud te lleve junto a Wimborne y los demás prisioneros. Entonces dile que te los llevas a Calamosk… y corre. Sin su hermano para respaldarla, y con Kuhal el Sacudidor de Tierras aún en mis manos, Cloud no se atreverá a utilizar su redacción agresiva contigo.
OCHAL: ¿Harás que los refuerzos se reúnan con nosotros en Calamosk?
AIKEN: Creo que los tiempos encajan. Es muy probable que Hagen Remillard se sienta tentado a seguirte, y no dudo de que tiene ventaja en potencia de fuego. Pero me inclino a pensar que esos chicos norteamericanos reconocerán el punto muerto y se retirarán antes que arriesgarse a matar el grupo de Wimborne en un ataque directo a Calamosk. ¡Ésa será mi oportunidad de intentar razonar con ellos!
OCHAL: ¿Traerás tu Caza Aérea a Koneyn, Rey Soberano?
AIKEN: A su debido tiempo. Pero cuenta con verme en Calamosk dentro de dos o tres días. Simplemente recuerda que confío en ti, Arpista. No permitas que les ocurra nada a los Bribones de Basil.
¡SHARN!
¡Aikenmuchachochico! ¿Cómo ESTÁS? ¡Cuántotiemposinsabernadadeti!
Malditojodidobastardo ¿quéestáshaciendo con BARDELASK?
Vamosvamosvamos… VirreyMimeeFamorel actúaporsucuenta AltoVrazellejos másalládeMicontrol haviolado Armisticio tenía viejascuentaspendientes con ArmidalaFormidable (descanseenlapazdeTana) ha quebrantado la políticareal esperaaque Ayfa&yo leechemoslamanoencima…
MIERDA DE MURCIÉLAGO.
¡Aiken! ¡Muchacho! ¿De veras crees que nosotros animamos incursiones fuera de la ley contra Ti? ¿Rompiendo Nuestra palabra Real?
Apuesto tuscojones a que sí.
… Juro por Mi Honor como Monarca de las Alturas y las Profundidades Padre de Todos los Firvulag…
¡Oh, ya calla! Sé muybien lo que vale tupalabra respecto a los seres Humanos. [Colorista imagen obscena.] ¡Y no creas que soy tanestúpido que nosé que vendiste a los Inferiores&aeronaves a Nodonn!
Bueno muchachodemicorazón aquí me has dejado frío… Fui tentado másalládemisfuerzas con el cebo delaESPADA caí comofrutamadura en la trampa del locoMaestrodeBatalla…
Másbiencreo que todo fue ideatuya. Bien hasempezadomal ReyEscorpiónBarrigaBrillante y lahasjodido de una realforma. Había planeado una amistosasorpresa para el GranTorneo pero ahora…
¡No! ¡No serás capaz! ¡Oh Té portodoslosprofundosabismos!
… ahora antes dejaré que me descuarticen&arrastrenloschalikos&mefríanconcebolla antes que dejar que pongas tuspérfidasgarras sobre la Espada.
Muchacho… ReyAikenLugonn… HermanoSoberano… todo eso no fue más que un terrible MALENTENDIDO.
[Risa misericordiosa.]
¡No, de veras! ¡Lo probaré! Las fuerzas de Mimee se retirarán de Bardelask…
Malditoseas Sharn RealTontodelCulo ¿retirarás también las humeantes ruinas Armida&suscaballeros muertos todoeldaño causado?
Bien… reparaciones entonces.
Roniah.
¿?
Roniah capullohipócrita. Déjala enpaz.
¿¿??
Aborta tu planeado golpe contra Roniah con los regulares del AltoVrazel previsto para laúltimasemana de setiembre.
Té es testigo de que…
DE ACUERDO LA CAZA VUELA ESTA NOCHE.
No espera lo comprobaré quizá Medor o Betularn o Fafnor han conspirado por encima de mi autoridad…
Salva tumalditacara como quieras ¡pero deja tus manos fuera de Roniah!
De acuerdo. Estáte tranquilo.
[Risa apenada.]
¿¿¿??? (¡!) Aiken podemos ser amigos. La TierraMulticolor es bastante grande para todos. Y en cuanto a la Espada… Sabes que es sagrada paramigente. Perteneció a mipropio santo tatarabuelo SharnelAtroz. Devuélvenosla Aiken. Mantendremos la paz. Lo juro.
Ninguna decisiónfinal hasta despuésdelTorneo. Considera la Espada como garantía de buencomportamiento.
¡De acuerdo! ¡Sabía que serías razonable muchacho! ¡Usaré tupromesa de regalodelaEspada para mantener a los vehementes a raya para que guarden susenergías para el Torneo! ¡Gran idea! Espera a ver la maravillosa PiedraCantante…
[Cansancio.] Buenas noches Sharn.
Buenas noches Aiken.
Buenas noches…
Por primera vez en casi una semana, Aiken se dirigió a sus reales apartamentos.
Las puertas doradas habían sido vueltas a montar sobre sus goznes, y no quedaban huellas de los daños causados por los invasores. Había ordenado que todas las cosas que habían pertenecido a la Reina Mercy-Rosmar fueran retiradas. Y ahora, mientras cruzaba el silencioso saloncito con su balcón que miraba al mar iluminado por la luna, observó que algunas pinturas y esculturas y macetas con plantas no estaban, así como el telar en el que ella había tejido suaves chales con la lana de las ovejas que ella misma había traído al plioceno, y el plato del agua de la gran perra blanca, y el gabinete de madera tallada donde guardaba los frascos con hierbas especiales, y una alfombra azul en particular, y los almohadones bordados de las sillas de mimbre. En su vestidor los armarios estaban abiertos y vacíos. Los jarrones no tenían flores. Sus joyeros habían desaparecido, y sus cosméticos, e incluso el aroma de su perfume. Su sillón con su lámpara de lectura estilo Medio habían sido retirados, y las cajas con sus libros de páginas y de placa y las grabaciones audiovisuales de las representaciones medievales y las óperas y las obras teatrales y los documentales de viajes por la Vieja Tierra que había compartido con él, un inexperto muchacho de un planeta colonial, durante las noches del último invierno cuando las lluvias azotaban el Castillo de Cristal y planeaban juntos cómo manejaría él el trono…
Ella no estaba. Pero seguía allí. Y el otro también.
De pie en el vacío vestidor, tuvo la impresión de estar rodeado por los ecos de su risa. Ardía. Su cerebro y su cuerpo parecían horriblemente hinchados, tensando las costuras del dorado impermeable que había insistido en seguir llevando pese a que la Niebla de Verano hacía mucho ya que había desaparecido. Se descubrió a sí mismo diciendo: ¡Si tan sólo me hubieras amado! ¡O si yo no lo hubiera hecho! Y recordando: Cuando yo haya desaparecido, no encontrarás a otra. ¡Fatal estúpido! ¿Cómo lo harás, Adamán-na-Briona?
Había actuado según sus instintos, tomándolos a los dos en un acceso de miedo y de envidia y de terrible amor, saciándose del ansiado poder, de la vitalidad.
Era la única forma, gritó su mente.
Se descubrió de pie en el baño real, reflejado en los espejos de las paredes, un maniquí de brillante piel dorada, duplicado al infinito. Apretó ambas manos contra sus orejas, presionando fuertemente la capucha del impermeable contra su cráneo con toda su fuerza sobrehumana. La cruda agonía era un pantano de angustia. Gritó:
—¡Me pertenecéis a Mí!
Y todo estuvo bien.
Un hombrecillo mirándose a sí mismo en un espejo enjoyado. El familiar baño de ónice y oro, con la pequeña fuente jugueteando en el fresco rincón de la gran bañera empotrada y el cálido chorro humeando invitadoramente. Cestos de aromáticas orquídeas amarillas. Una deforme luna espiándole desde el luminoso cielo. Montones de toallas púrpura y su bata amarilla y sus zapatillas adornadas con amatistas. Una jarra de aguamiel helado y un vaso de cristal, tal como habían indicado sus órdenes telepáticas a los servidores plata.
Todo estaba bien.
Estudió su rostro reflejado, pálido y afligido en la crestada capucha. Los labios estaban firmemente apretados en reacción a su involuntario grito, la nariz cruelmente afilada. Había pensado que la fiebre iba a manifestarse físicamente. Había seguido llevando el grueso disfraz del impermeable para ocultar su condición a los demás: la hinchazón, la incandescencia. Sabía que cuando se lo quitara, las consecuencias de su glotonería y su lujuria se pondrían vergonzosamente de manifiesto.
Pero todo parecía estar bien.
Deshizo los cordones de su capucha, la echó hacia atrás. Su cabeza estaba empapada de sudor, su oscuro pelo castaño rojizo era casi tan negro como sus ojos. Se quitó las botas con un par de patadas, soltó los cierres de las muñecas y los tobillos, retiró el cinturón, finalmente corrió la cremallera del impermeable desde el cuello hasta la ingle y se lo quitó. Su cuerpo era fibroso, con los músculos marcándose, sin apenas vello. Había débiles señales de la presión de las costuras del apretado traje, pero excepto eso era un cuerpo normal, tranquilo. Todo aquello que tanto había temido encontrar había desaparecido. No había existido nunca.
Lanzó una estruendosa carcajada y se echó de cabeza en la humeante bañera que era casi una piscina.
Todo estaba bien.
Más tarde, mientras permanecía sentado en el balcón bebiendo aguamiel y observando a los búhos, llegó Olone. Era alta como un árbol joven, con el rubio pelo flotando suelto a la brisa del mar, y lanzó tentativas emanaciones coercitivas hacia su mente, caricias de plumas rozando sus centros eróticos.
—No —dijo él.
—Lo siento, mi Rey. —Llevaba una ropa translúcida sin cinturón que caía de sus hombros como plateada agua—. Pensaba solamente ayudarte en tu necesidad.
—¿Y qué más? —preguntó suavemente. Su propia sonda coercitiva-redactora penetró en ella tan sutilmente que la mujer ni siquiera se dio cuenta, atenta a su artera maniobra.
—Deseaba decirte lo feliz que me siento. De que ganaras. De que los dos traidores estén muertos… ¡Y Tonn con ellos! Soy tuya para siempre, si me deseas.
Aiken rió muy gentilmente.
Ella se detuvo de pie, orgullosa, ante él, una mano apoyada sobre su abdomen.
—Y he concebido a tu hijo.
—Al igual que otras sesenta y siete mujeres Tanu. Soy el Rey.
—¡Creí que te gustaría saberlo! —exclamó ella.
Él dio un sorbo a su bebida, la mirada velada, la mente inspeccionando el joven y orgulloso ego de ella.
—Sé lo que piensas, Oly. Lo que piensas. Cuando creí que Mercy estaba muerta, cuando me sentí vaciado y debilitado tras mi lucha con Felice, tú me proporcionaste un gran consuelo y me ayudaste a sanar. Me siento agradecido por ello, y soy feliz de que lleves uno de mis hijos. Pero nunca pienses que puedes manipularme, Hermana Coercitiva.
Frenéticas barreras mentales se instalaron en sus lugares. Retrocedió hasta apoyarse en la puerta del balcón.
—Mi Rey, perdóname…
—Pobre Oly. Tu ambición es fútil, y mortalmente peligrosa. Ya he tenido suficiente de reinas por ahora.
—Yo… he sido estúpida y presuntuosa. ¡No me hagas daño!
El tono de él era tranquilizador.
—No si aceptas que he cambiado.
Ella vaciló. Su miedo se disipó y su aspecto se ablandó al darse cuenta de que él no estaba furioso sino divertido, y dijo:
—¿Debo abandonar Goriah, entonces?
—Por supuesto que no. Y sólo por el hecho de que no compartamos una cama, no pienses que he perdido mi cariño hacia ti. Eres una joven Tanu maravillosamente sensual, y compartiremos más adelante otros muchos momentos dulces. Aunque no ahora. ¡Pero puedes darme un beso, de todos modos!
Ella lanzó una carcajada y echó a correr hacia él, y le besó, primero con precaución, luego con toda pasión. Y él la apretó fuertemente mientras ella se rendía a un extático alivio, y su mente se confesaba, y él perdonaba. Más tarde, ella se sentó en el suelo a sus pies y dijo:
—¿Es cierto? ¿Que has devorado las mentes de Nodonn y de la Reina a la manera de los legendarios héroes de nuestro perdido mundo de Duat? ¿Y que si ahora te acostaras conmigo, con el fuego conquistador aún llenando tu mente, entonces yo sería devorada también?
Él intentó explicarlo.
—Elizabeth dice que lo que yo hice, y tienes que comprender que fue hecho sin mi volición consciente, fue subsumir los atributos metapsíquicos de Mercy y Nodonn. No sé nada acerca de vuestras leyendas de Duat. Evidentemente no devoré vivas a dos personas, y no drené sus almas y las aprisioné dentro de mi cabeza…
—… pese a lo cual sentiste miedo de lo que habías hecho —susurró Olone.
—Querida Oly. No eres ninguna estúpida. ¿Es mi real indisposición el tema de las habladurías en el castillo?
—Sabemos que no duermes. Que estás profundamente turbado.
—¿No crees que tengo razones para estarlo? Sabes la forma en que los Firvulag han roto los acuerdos de paz.
—¿Significará eso la guerra? —Tenía ambas manos fuertemente apretadas contra su vientre.
—Si hay alguna guerra, yo la ganaré.
La ansiedad de ella era desesperada.
—Entonces… ¿la subsunción te ha hecho realmente muy fuerte? ¿Tan fuerte que Sharn y Ayfa no se atreverán a ir contra ti?
¿Lo había hecho? ¿Estaban los poderes que había robado a su disposición para ser utilizados?
¡Ése era el problema! Todavía no, estaba seguro de ello. La subsunción había sido un trauma asombroso; no se había atrevido a revelarle a nadie la extensión completa de su disfunción, excepto a Elizabeth. Únicamente ella sabía que tan sólo podía realizar las más simples operaciones metapsíquicas con una cierta competencia… que apenas era capaz de volar, que no podía empezar a generar la energía psicocinética necesaria para levitar a sus 400 jinetes montados de la Caza, que ya no podía conjurar poderosas bolas de energía mental o crear una pantalla mental deflectora de los rayos láser. Los nuevos poderes que había tomado de Nodonn y Mercy estaban allí en su interior, apiñados, causando una disrupción en sus propias metafunciones. Pero era incapaz de energizarlos con eficiencia. Los senderos neurales existentes eran inadecuados. Tendría que formar otros nuevos capaces de soportar la incrementada carga, del mismo modo que había modificado otros aspectos de su operativa cortical tras el asunto de Felice, incorporando el programa del metaconcierto y las nuevas técnicas agresivas concedidas por Abaddón. Eso había tomado tiempo. También lo tomaría el adaptarse a la subsunción… si no se volvía loco en el proceso, como le había advertido Elizabeth que podía ocurrir. Mientras tanto, tendría que engañar y alardear y engatusar y embaucar. Y llegar rápido a las armas del Medio y apoderarse de aquellas antiguas máquinas voladoras que Basil Wimborne y su grupo habían escondido allí en los Alpes…
—Nunca revelaré tu secreto, mi Rey. Confía en mí.
—¿Qué? —Perdido en su ensoñación, había olvidado a Olone y su pregunta, seguro (creía) tras las defensas mentales que aún retenían la mayor parte de su antigua efectividad. Pero ella se había alzado y ahora estaba de pie ante él, transpirando compasión.
—Nunca lo diré.
Había adivinado. Sensitiva y ansiosa por su hijo aún no nacido, lista y preocupada y temerosa y completamente enamorada de él, Olone sabía.
—Aiken, todo está bien. Encontrarás una forma. Debes hacerlo. Eres nuestro Rey.
—Sí —dijo él desolado, y se reclinó en su silla, y cerró los ojos y la mente, y aguardó hasta que ella se hubo ido.
Más tarde paseó por el parapeto, avanzando de ala en ala del castillo, subiendo a las torres y cruzando los puentes colgantes y penetrando en los parcialmente reparados bastiones… oscuros ahora, con las espaciadas luces apagadas. Saludó a la guardia nocturna mientras rondaba, y le tranquilizaron de que todo estaba bien. Con los demonios interiores cobrando vida en las horas anteriores al amanecer, subió a la gran espiral truncada allá donde el rayo la había golpeado, donde él y Mercy habían contemplado los meteoros, a fin de revisar el trabajo de reconstrucción. Los trabajadores habían alcanzado la penúltima planta, y la rematarían dentro de uno o dos días más. Se detuvo de pie en el nuevo piso de polvorientos bloques de cristal, con el viento agitando la seda de su ropa y silbando entre las estrechas aberturas. Una larga porción de la pared occidental aún no había sido reconstruida, y podía contemplar una vista sorprendente sobre el estrecho de Redón.
¿Dónde estaba él ahora?
¿Había emprendido ya la marcha?
—¿Y puedo captarte telepáticamente? —inquirió con suavidad Aiken. Podía hablar mentalmente sin dificultades a través de varios centenares de kilómetros, y esta misma mañana había contemplado muy claramente la devastación de Bardelask. La telepatía, a diferencia de las metafacultades «musculares», era más un asunto de habilidad que de fuerza. Incluso tenía su propio circuito neural auxiliar integrado con los sentidos físicos, y era mucho menos vulnerable que las facultades que funcionaban holográficamente.
¿Por qué no lanzarle una sonda? Era de noche, un momento óptimo para un esfuerzo a larga distancia, ¡y conocía malditamente bien su firma mental!
Simplemente observaría. No intentaría la comunicación.
Reclinándose en la medio terminada pared, apoyó la cabeza en un alféizar que le proporcionaba la adecuada inclinación. Luego se relajó, dejó que su visión mental se extendiera hacia adelante, siguiendo la curvatura de la Tierra del plioceno, flotando ligeramente sobre las tranquilas aguas del Atlántico en un amplio haz. Ligeramente… difuso y blando, con un mínimo de energía, deslizándose por encima de un incipiente dolor… hacia adelante… hacia adelante… hacia adelante.
Ajá. Norteamérica.
Ahora, muy cautelosamente, acercarse. Estrechar el haz. Barrer hacia el sur a lo largo de las abundantes lagunas de Georgia, cruzar el canal de los Apalaches, y encontrar la isla de Ocala. Ver sus puntos de auras vitales Humanas. Y aquélla…
Dolor. Pero concentra de todos modos el haz, registrando la parte sur de la isla y la gran bahía que Cloud Remillard había dicho que estaba protegida de los peores vientos huracanados por los dispersos atolones de las Bermudas aún en formación. Donde amarraban los barcos.
Fuerte dolor. La gran goleta de cuatro palos Kyllikki, esbelta y manejable y utilitaria. Muy hundida en el agua. Cargada. Elizabeth había dicho que habían dispuesto un campo sigma formando paraguas sobre ella en el muelle, pero no había ninguno ahora. Estaba fondeada en cuarenta metros de agua salada, y ningún sigma portable podía resistir tal gasto de energía.
Fortísimo dolor. Ahora búscalo a él. Todos los ex Rebeldes estaban en aquel barco, aguardando el amanecer. Él estaba sentado a solas en la cubierta de proa bajo el cielo de medianoche, llevando unos pantalones de algodón blancos y una camiseta negra.
Marc Remillard sonrió a Aiken Drum. La visión que tenía de él era imprecisa, minúscula. Pero su voz sonó como si estuviera allá en la torre azotada por el viento en Goriah.
—Como puedes ver, estamos listos para zarpar. Es casi un trauma, después de más de veintisiete años de estancia. Algunos nos hemos sentido reluctantes a irnos.
Entonces, ¿por qué?
—¡Oh, lo había olvidado! —La sonrisa se hizo más amplia—. Tú no tienes el cuadro completo, ¿verdad? Lo que nuestros errantes chicos te dijeron… bien, seamos indulgentes con ellos. Pero ya es hora de que sepas la verdad, Rey Aiken-Lugonn. Mi hijo Hagen y mi hija Cloud y el resto de sus contemporáneos han venido a Europa únicamente con un objetivo. Reabrir la puerta del tiempo. Desde el lado del plioceno.
¡No es posible!
La risa de Marc era desconsolada.
—Desde mi punto de vista, me gustaría pensar que tienes razón. Pero me temo que es completamente posible… contando con la construcción de un aparato más bien complicado. Nuestros jóvenes rebeldes se llevaron con ellos un esquema completo del dispositivo de Guderian, junto con algún equipo de construcción y todos los componentes especializados que pudieron encontrar aquí. Esperan convencerte para que les proporciones técnicos entrenados en el Medio y materias primas, así como el acceso al emplazamiento de la puerta del tiempo. Por mi parte, te sugeriría que te abstuvieras de ofrecerles toda tu cooperación hasta que consideres más cuidadosamente las consecuencias.
Abrir… la puerta… REGRESAR…
—Los chicos esperan, tal como dijeron claramente, «regresar al hogar» del Medio. Puedes imaginar cuáles son mis pensamientos al respecto.
El sol estaba asomándose por detrás de las colinas orientales de Armórica. Su rugir generado por el plasma llenaba el éter, haciendo la concentración telepática horriblemente dolorosa para la mente de Aiken. El abismo estaba haciéndose más amplio, la visión perdiéndose más allá de toda recuperación. Sin embargo, oyó claramente la voz hasta el final.
—Piensa en ello, Aiken. Una puerta del tiempo abierta conduciendo de vuelta al Medio Galáctico… y, por supuesto, su concomitante: la reapertura de la puerta original conduciendo del Medio al plioceno. ¿Deseas eso, Rey Aiken-Lugonn? ¿Deseas volver de nuevo a casa?
El viento silbaba en torno a la rota torre. La cabeza de Aiken pulsaba como si estuviera a punto de estallar. Cegado, se dejó caer de rodillas y apretó su frente contra los fríos bloques de cristal.
Cuando el sol hubo salido finalmente y oyó las voces de los trabajadores que se aproximaban abajo en la escalera, hizo un esfuerzo por recuperarse. Una salvadora capa de invisibilidad se hallaba aún dentro de sus poderes. Conjuró la ilusión y se deslizó de vuelta a sus apartamentos. Allí se dirigió al armario donde estaba colgado su viejo traje de muchos bolsillos. Abrió el compartimiento debajo de la rodilla derecha y extrajo un libro-placa que había guardado allí hacía un año y una semana. Se titulaba:
EL GENERADOR DE CAMPO-TAU GUDERIAN
Teoría y aplicaciones prácticas
—¿Deseo volver a casa? —se preguntó a sí mismo.
Se sentó en el borde de la gran cama redonda, iluminada por el sol de la mañana, y empezó a leer la primera página.