—Tiene que prepararse —dijo Tembla al entrar en la sala de reuniones. Llevaba un mono de vuelo y un cinturón de supervivencia que incluía una pistola enfundada—. Bronson y Lewis están adentrándose en el valle a pie.
Killian se acercó a la mesa y miró el mapa.
—Están aquí, cerca de estas ruinas —añadió—, no lejos de esta carretera que va por el este desde Arann. Parece que están dirigiéndose hacia el centro del valle.
Fuera del edificio, Killian oía el sonido del motor de un jet arrancando y se apreciaba un ligero olor a queroseno quemado.
—¿Cuándo nos marchamos?
—Aún no. En cuanto volemos dentro del valle, todos sabrán que estamos ahí. Hasta que estemos seguros de que han encontrado algo, es mejor ver lo que pasa por la cámara del Searcher. Pero he ordenado que los pilotos estén ya en los helicópteros y que arranquen los motores para poder salir en cualquier momento.
Killian asintió con cierta reticencia.
—¿Puedo ver las imágenes?
—Por supuesto. Sígame.
Unos minutos más tarde, Killian estaba sentado en una sala adyacente mirando una pequeña pantalla. En ella había una imagen que se movía ligeramente mientras el Searcher maniobraba en el aire, aunque la zona mostrada se veía bastante bien.
—Este es el Jeep —dijo Tembla señalando en la esquina inferior derecha de la pantalla una forma rectangular que, más o menos en el centro, tenía un pequeño círculo de color, la marca que el hombre de Tembla había pintado en el techo del vehículo—. Bronson y Lewis están aquí, junto a estas ruinas. Pero me temo que si creen que lo que están buscando está en el interior de ese edificio, se van a quedar muy decepcionados.
Bronson bordeó la roca saliente. Después se giró a la derecha y paró.
—¿Qué cojones es este sitio?
La estructura que tenían delante era claramente antigua, pero al mismo tiempo tenía un aspecto extrañamente moderno, con paredes de piedra rectas marrones grisáceas carentes de decoración. Se elevaba desde una zona llana del suelo, tenía unos cuarenta metros cuadrados y dos pisos coronados por un tejado plano que, en gran parte, parecía haberse hundido dentro del edificio. Todas las ventanas y las dos puertas que veían no eran más que aberturas en los muros, solo eso. Podían ver el interior del edificio a través de una de las puertas, donde escombros y tierra se esparcían por el suelo de piedra.
—Sé a qué se parece —dijo Angela sacando el mapa.
—¿A un monasterio abandonado? —sugirió Bronson—. ¿Uno pequeño?
—Has dado en el blanco. Sí. Es, o al menos era, un monasterio. Es más, hasta está marcado en el mapa.
—Justo ahí. Es ese símbolo y la nota que tiene al lado.
Bronson leyó las palabras en alto.
—Hay una especie de símbolo de un castillo con las palabras «Namdis Gompa» al lado. Me sorprende un poco que esté desierto. No es de extrañar que algún cabrero errante se hubiera apropiado de un lugar así para su uso.
—Los habitantes de esta zona son muy supersticiosos. Esto fue un monasterio, un lugar sagrado, y eso lo respetarían. Jamás se les ocurriría ocuparlo.
—¿Crees que podría ser aquí? —preguntó Bronson mirando el viejo edificio—. El texto dice algo sobre oscuridad hecha por la mano del hombre, que podría significar que dentro hay una habitación oculta.
—Ojalá fuera así de fácil, Chris, pero no hemos pasado la grieta de la roca de ahí arriba, la que el texto describe como «pilares».
—A lo mejor el escritor se refería a las rocas que hay a cada lado del barranco, junto a la carretera.
—Sin embargo, las fechas no encajan. No sé exactamente cuándo se construyó este monasterio, pero parece que la mayor parte de ellos se construyó entre trescientos y quinientos años atrás. Aunque seamos generosos con las fechas, y supongamos que este se construyó hace medio milenio, lo que estamos buscando se había ocultado mil quinientos años antes. No tiene ningún sentido mirar aquí.
—Vale —dijo Bronson mirando hacia la pendiente—. Pues en marcha y para arriba.
El barranco que Bronson y Angela estaban explorando empezaba como poco más que una fractura en la pared de roca. Justo al norte de ahí había una zona de terreno en pendiente a cuyo lado, y detrás de una roca saliente, se había construido el monasterio de Namdis Gompa. Más adelante estaba la grieta en las rocas que había visto Angela. En el lado norte y noreste del valle había una zona más empinada y ancha salpicada de pequeñas mesetas donde matorrales enanos y demás maleza se habían afianzado precariamente.
Nick Masters, tumbado boca abajo cerca de la cima de una de las colinas que lo bordeaba, lo veía todo muy claro. Estaba mirando por unos prismáticos la escena que se desarrollaba bajo él mientras a unos cuarenta y cinco metros por detrás el resto de los hombres que lo habían acompañado estaban o sentados o tumbados en el suelo con las armas en sus manos, aburridos y a la espera de órdenes. La excepción era Donovan, que estaba caminado de un lado a otro claramente nervioso… y furioso.
Masters tuvo la precaución de situarse en la sombra de una roca porque lo último que quería era que un rayo del sol de la tarde se reflejara en el cristal de sus prismáticos y alertara a Bronson de su presencia. Se mantuvo lo más agachado y quieto que pudo, tal y como lo habían entrenado.
Ya había identificado la posición de su Jeep y ahora se centró en los dos objetivos. A juzgar por sus gestos, parecían estar hablando del edificio derruido que tenían enfrente, y por un momento se preguntó si podría ser el fin de la operación, si esa vieja ruina era el lugar de descanso de la reliquia que Donovan estaba tan desesperado por recuperar. Pero entonces vio a la mujer sacudir la cabeza con rotundidad y señalar más arriba de la colina. Un momento después, se habían girado y estaban empezando a ascender por la pendiente.
—No me esperaba esto —murmuró Bronson al atravesar la grieta en la pared. Delante tenían una extensión de rocas y afelpada hierba—. Podríamos tardar días en registrar bien toda la zona. ¿Hay alguna información que pudiera ayudar a estrechar la búsqueda?
Angela sacudió la cabeza en un gesto de impotencia; después sacó su cuaderno y volvió a leer los versos del texto.
—Dice: «entre los pilares y más allá de sus sombras/y se sumieron en el silencio y en la oscuridad hecha por el hombre». Hemos pasado entre los pilares. —Señaló el hueco dentado en las rocas unos metros tras ellos—. Lo siguiente significa o que caminaron hacia el norte o que tenían sus sombras delante, o tal vez que tuvieron que ir un poco más allá de donde se proyectaban sus sombras junto a las rocas que forman esos pilares. Cualquier significado valdría, supongo.
—Ya —dijo Bronson—, pero ninguno nos ayuda de verdad. Es como buscar una aguja en un pajar.
—No seas tan negativo, Chris.
—Estoy siendo realista. —Sacudió la mano señalando el valle que tenían ante ellos—. Esto debe de cubrir entre seis y ocho kilómetros cuadrados y durante los últimos dos milenios, cientos, e incluso miles de personas, deben de haber caminado por aquí. Si aún hubiera algo que encontrar, seguro que lo habrían encontrado ya.
Angela asintió.
—Pero nadie lo ha hecho. Cuando se escondió esta reliquia, está claro que la gente implicada la ocultó muy bien.
—De acuerdo. —Bronson se puso derecho—. Vamos a verlo desde un punto de vista lógico. Estamos en una ladera rocosa e inclinada. Las dos únicas posibilidades, por lo que veo, son que el tesoro esté o en alguna especie de edificio u oculto dentro de una cueva. —Se giró hacia Angela—. Vamos a separarnos. Así podremos cubrir más terreno.
Masters vio desde arriba cómo las dos personas que estaban en el valle se separaban y se movían en direcciones distintas. Los observó durante unos minutos más y después se apartó del borde del precipicio y fue hasta donde esperaban sus hombres.
—Están subiendo más, así que podéis moveros en paralelo a ellos. —Señaló unas rocas salientes a unos cuatrocientos metros al noreste de donde se encontraban—. Id allí sin hacer ruido y aseguraos de que no os vean. Tened el teléfono satélite encendido, pero en silencio, y esperad hasta que os dé la orden. Tú quédate conmigo, J. J.
Cuando sus hombres cogieron sus armas y se movieron, Masters volvió a tumbarse en el punto estratégico que había elegido y siguió observando el valle.
—¡Chris! —gritó Angela, agitando el brazo—. Ven aquí.
Con el constante aullido del viento, Bronson estaba demasiado lejos como para oír su grito, pero la vio haciéndole señas y corrió hacia ella.
—¿Recuerdas el texto? —le preguntó cuando se detuvo a su lado.
—Casi todo, sí.
—¿Has visto algo?
Bronson miró a su alrededor.
—No.
—La verdad es que no es que yo haya visto algo, más bien lo he oído. Escucha.
Durante unos segundos Bronson escuchó con atención. Después sacudió la cabeza.
—Lo siento. No puedo oír nada.
—A eso me refiero —dijo Angela—. En esta zona no se oye el viento y no sé por qué. Supongo que tendrá que ver con la forma del valle.
Bronson se dio cuenta de que tenía razón. Se había acostumbrado tanto al constante gemido del viento que su subconsciente había dejado de captarlo. Pero ahora su cerebro no estaba filtrando nada; se encontraban en un silencio absoluto.
—El texto dice «entre los pilares y más allá de sus sombras/ y se sumieron en el silencio». Hemos atravesado los pilares e ido al norte, hemos caminado más allá de sus sombras, y creo que acabamos de «sumirnos en el silencio».
Bronson dio un paso hacia ella y la abrazó.
—¿Te he dicho alguna vez lo increíble que eres?
Angela sonrió.
—Aún no hemos llegado —dijo apartándolo—. Y esta zona de «silencio» es bastante grande. Podría cubrir una gran parte de este lado del valle. —Señaló hacia la pared del valle que daba al oeste—. Lo más probable es que sea ese acantilado el que desvíe el viento. Seguro que está soplando sobre nuestras cabezas.
—Pero debemos de estar cerca —dijo Bronson—. Vamos a seguir buscando.
Siguieron avanzando por el suelo del valle, comprobando allí por donde pasaban, buscando lo que fuera que pudiera encajar con la segunda mitad del penúltimo verso del texto que los había hecho recorrer medio mundo: «y en la oscuridad hecha por el hombre». Resumiendo, algo fabricado por seres humanos en lugar de un producto de la naturaleza.
Bronson lo vio primero. En una meseta a su izquierda había una pequeña estructura cuadrada. Se detuvo en seco.