Killian se despertó antes del amanecer y caminó de un lado a otro de su pequeña habitación mientras esperaba ansioso a recibir noticias de los vigilantes de Tembla situados a varios kilómetros, en dirección a Leh. Al final, cuando ya no podía esperar más, bajó a la sala de reuniones donde había estado la tarde anterior y se sirvió una taza de café.
Tembla entró unos treinta minutos después; lo saludó y se sirvió otra taza.
—¿Y bien? —preguntó Killian.
—Ya se han puesto en camino —respondió Tembla.
—¿Qué? —Se levantó—. Tengo que llegar hasta allí.
—Paciencia, padre. De madrugada hemos enviado un Searcher; es un vehículo aéreo no tripulado y está programado para merodear sobre Leh. Ha localizado a Bronson y a Lewis en cuanto han salido del hostal y desde entonces ha estado siguiendo su vehículo. Los está siguiendo visualmente mediante una cámara de alta definición y está recibiendo la señal electrónica del rastreador, así que sabemos exactamente dónde están. He recibido el último informe justo antes de entrar aquí, y en este momento están subiendo por la carretera que se dirige al desfiladero de Khardung La.
Tembla desplegó un mapa de la zona y lo extendió sobre uno de los escritorios.
—Nosotros estamos aquí —dijo señalando el asentamiento marcado como Karu en el mapa—. Leh está justo aquí, y Khardung La está hacia el norte del pueblo. Al otro extremo del desfiladero se encuentran el río Shyok y los pueblos de Khalsar y Diskit. Esta zona, el valle de Nubra, en un principio se llamaba Ldumra y es lo que mejor encaja con el «valle de las flores», como usted lo ha llamado. Pero yo conozco ese valle y allí no hay mucho, solo un puñado de viejas edificaciones en un extremo, así que ¿cómo de seguro está de que esa información es correcta?
—Todo lo seguro que puedo estar y, en cualquier caso, tengo que llegar allí lo antes posible. ¿Puede conseguirme un Jeep o algo?
Tembla negó con la cabeza.
—De nada sirve marcharse hasta que Bronson y Lewis se detengan, y aún les queda un largo camino antes de llegar a Khalsar. Como mucho estarán avanzando a cincuenta kilómetros por hora. Cuando paren, utilizaremos helicópteros que pueden llegar hasta ellos en cuestión de minutos.
—¿Y las armas? Donovan estará siguiéndolos también e irá armado.
Tembla sonrió ligeramente.
—Eso no será ningún problema. Usted puede volar en el Dhruv hasta el valle de Nubra, pero yo tengo un par de Hinds también y enviaré uno con usted.
—¿Hind?
—Un helicóptero de combate construido en Rusia. Puede derribar un tanque, así que independientemente de cuántos mercenarios o qué tipo de armas haya reunido Donovan, puedo prometerle que el Hind los sobrepasará en potencia de fuego.