—Ya estamos aquí —dijo Angela doblando el mapa y guardándolo en la guantera—. Ahí arriba en la colina está El Hiba.
Delante de ellos, una amplia zona de muros de barro derruidos y otras estructuras se extendían desde el río Nilo a su derecha hasta la colina, dorada con el brillante sol de la tarde. La carretera subía hasta la aldea y atravesaba una zona de edificios en ruinas.
—No parece para tanto —dijo Bronson decepcionado.
—Ahora no es para tanto, pero en su apogeo fue un lugar concurrido y populoso. Varios miles de personas vivían aquí, pero ahora habrá solo un puñado. Vamos a encontrar algún sitio para aparcar y después echaremos un vistazo.
La aldea no estaba tan desierta como parecía. Había unos cuantos egipcios caminando por allí con su ropa blanca teñida por el polvo que se arremolinaba cada vez que un vehículo cruzaba el asentamiento. Algunos estaban sentados junto a la carretera, fuera de un pequeño establecimiento, fumando pipas o bebiendo café solo en unos diminutos vasos. No fue difícil encontrar sitio para aparcar. Bronson paró en un terreno baldío.
—Me esperaba que fuera mucho más grande y que estuviera más concurrido —murmuró al cerrar el coche.
—No está entre los itinerarios turísticos más populares. Es más, no creo que aparezca en ninguna guía, así que además de los locales, los únicos que podrían andar por aquí son arqueólogos y ni siquiera veo a ninguno. En alguna parte leí que un equipo norteamericano vino hace cinco o seis años a excavar este yacimiento, pero no he oído nada más desde entonces. Este es uno de los pocos lugares históricamente importantes de Egipto que aún no ha sido estudiado a fondo por los arqueólogos.
—Supongo que estaban excavando el templo de Sheshonq.
—Probablemente no solo el templo. Este lugar era una fortaleza y también una necrópolis. En alguna parte de por aquí hay miles de tumbas que tienen alrededor de cuatro milenios. Supongo que el equipo habrá estudiado el yacimiento, y no solo una zona.
—¿Entonces nadie ha estudiado este sitio antes que ellos?
—La verdad es que no, aunque se ha informado de uno o dos hallazgos espectaculares aquí. El ejemplo de escritura demótica más antigua se encontró aquí, en un fragmento de papiro, y data de alrededor del 660 a. C. Pero como El Hiba es un lugar tan antiguo y ha recibido tantas influencias como la egipcia, la griega, la romana y otras más, cualquier excavación que se llevara a cabo aquí tendría que ser larga y de gran alcance.
Siguieron caminando en dirección a una zona abierta en lo más alto del asentamiento, desde donde imaginaban que tendrían buenas vistas.
—Espectacular —dijo Bronson cuando pararon y miraron a su alrededor.
Bajo ellos, las ruinas de los muros marrones rojizos de ladrillo de barro descendían en gradas hacia la llanura que los rodeaba y hacia la orilla este del Nilo con su lento fluir.
—¡Vaya sitio! —apuntó Angela—. El terreno alto les habría dado a los defensores una ventaja significativa en cualquier conflicto y estar tan cerca del río significaba que estaban protegidos de los ataques por cada lado. Bueno, ahora vamos a buscar el templo.
En el extremo más alejado de El Hiba, J. J. Donovan observaba a sus objetivos con unos prismáticos junto a una parte de los viejos muros de la ciudad.
A unos cien metros, Bronson y Angela estaban de espaldas a él y parecían estar mirando algo. Después, de pronto, se giraron hacia él y durante un breve e inquietante instante, le pareció que estaban viéndolo; sus rostros aumentados se veían claramente por las lentes de los prismáticos.
Al momento vio a Angela gesticular, se dieron la vuelta y empezaron a bajar la colina lentamente, alejándose de él.
Los muros eran enormes. No solo de varios centímetros de grosor, sino de metros, y aún se veían intactos.
—Debían de ser las defensas de la vieja ciudad —dijo Angela—. No se encuentran en mal estado teniendo en cuenta lo antiguos que son. Datan de la dinastía XXI, alrededor del año 1000 a. C., así que llevan en pie tres milenios.
Bronson miró a su alrededor. La aldea estaba abrigada por un palmeral (tan cerca del Nilo el suelo era bastante fértil, claro) y más palmeras tachonaban el lugar. Pero la carretera principal estaba muy concurrida, coches y camiones pasaban por delante de ellos a intervalos regulares, y tenían que tener la precaución de mantenerse lejos de ella.
—No tenemos ni una guía ni nada —dijo Angela—, así que tendremos que movernos por aquí hasta que encontremos lo que quede del templo que construyó Sheshonq. Lo único que sé es que está dentro de los antiguos muros, razón por la que se me ocurrió empezar a buscar por aquí.
Lentamente empezaron a volver sobre sus pasos, fijándose con atención en todas las estructuras por las que pasaban. En un par de ocasiones a Angela le pareció haberlo visto, pero se equivocaba. Después miró al frente y murmuró algo en voz muy baja.
—No me lo puedo creer.
—¿Qué? —Bronson miró hacia donde señalaba.
—Creo que los idiotas de los egipcios han hecho pasar la jodida carretera por el templo. Mira, por allí se ve el mismo tipo de muros de piedra a ambos lados.
Bronson no lo veía tan claro.
—Puede que tengas razón, aunque a lo mejor los ingenieros no tuvieron otra opción. Tal vez no tenían otro sitio donde construir la carretera.
—¿Así que han demolido la mitad de un templo irremplazable para plantar una franja de asfalto? En estas situaciones siempre existe una alternativa, Chris. Esto es vandalismo arqueológico motivado por la pura desidia. Podrían haber desviado la carretera alrededor de la colina bajando por el valle. Solo le habría añadido unos cuantos metros de longitud e incluso habría sido más sencillo de hacer.
—Sí, pero cuando se construyó esta carretera tal vez el gobierno no se dio cuenta de que era un lugar tan importante. Creía que la mayoría de las excavaciones de por aquí las llevaron a cabo arqueólogos extranjeros. Básicamente, Egipto ha sido excavado por británicos, franceses y norteamericanos, no por los propios egipcios. Probablemente ellos no vieron más que un puñado de viejas piedras y pensaron que les vendrían muy bien como base para la carretera. No creo que sea la primera vez que haya pasado algo así.
Angela asintió lentamente.
—Es una valoración muy acertada, la verdad, y tienes razón, ha sido algo muy común. Mucha gente no sabe que cuando se estaba construyendo la Basílica de San Pedro, en Roma, muchas de las piedras que se utilizaron las tomaron del Coliseo y esa es una de las razones por las que ahora se encuentra en ese estado. Hasta mucho después, los italianos no se dieron cuenta de que el Coliseo era un importante yacimiento arqueológico, al menos tan importante como San Pedro, o quizá incluso más, y empezaron a movilizarse para darle la protección que merecía.
Bronson le echó una reconfortante mano sobre el hombro.
—Vamos a ver qué queda del templo.
Subieron la pendiente hacia la estructura que quedaba en pie junto a la carretera. Los muros eran muy bajos y la mayoría eran poco más que pilas de escombros. Angela se agachó junto a uno de ellos y señaló la talla de un pie y la parte baja de una pierna. El resto de la estatua habría desaparecido cuando el muro se derrumbó, o lo demolieron, pero aún quedaban algunos caracteres jeroglíficos visibles a un lado.
—¿Hay algo útil por aquí? —preguntó Bronson agachándose junto a ella.
—No mucho. La talla podría haber sido de Sheshonq o incluso del dios Amón, pero no hay forma de saberlo ahora. —Se agachó y miró con más detenimiento los caracteres donde se podía ver una incisión curvada en el extremo de una línea vertical de símbolos—. Eso parece el borde superior de un cartucho, así que esta inscripción puede que esté relacionada con un faraón.
—¿Un cartucho? ¿Eso es la especie de borde que dibujaban alrededor de un nombre importante, no?
—Sí. Los nombres de los faraones siempre estaban metidos dentro de un cartucho. Es más, estos tres símbolos que hay encima confirman que la inscripción habla de un faraón.
Bronson miró los caracteres que estaba señalando. Podía ver lo que parecía el símbolo de un cayado con dos líneas curvadas que salían a cada lado de su extremo inferior, una forma de media luna y una línea ondulante.
—¿Eso es una palabra, no? ¿Qué significa el cayado?
Angela asintió.
—En realidad es un junco y se utiliza como determinativo. Las letras deletreadas son «n», «s» y «w» y eso significa «nesu» o «rey». La única palabra que podría seguirla sería el nombre del faraón y, ya que este templo lo construyó Sheshonq en honor al dios Amón, el cartucho casi seguro contendría su nombre.
Bronson miró al otro lado del muro derruido, un espacio que estaba lleno de piedras, ladrillos y escombros.
—Parece que fue un edificio enorme.
Angela sacó una pequeña libreta y la hojeó rápidamente.
—Sí que lo fue. Según los pocos registros que existen, originariamente estaba compuesto de un recinto de ladrillo y dentro estaba el templo propiamente dicho, de casi veinte metros de ancho y treinta de largo. No olvides que Amón fue un importantísimo dios creador de quien se creía que vivía dentro de todo. Podía presentarse como un ganso o un carnero con los cuernos curvados, lo cual demostraba que era un dios de la fertilidad, o más comúnmente como un hombre con cabeza de carnero y a veces incluso como un hombre con dos altos penachos sobre la cabeza. Más tarde se unió al culto de Re o Ra y se formó Amón Ra, el dios sol. Fue muy importante para los antiguos egipcios.
Bronson volvió a mirar el muro derruido.
—¿Hay algo aquí que nos diga si Sisac o Sheshonq verdaderamente se hizo con el Arca de la Alianza?
—No puedo estar segura. Voy a fotografiar lo que hay y lo traduciré después.
Había unas cuantas inscripciones bien conservadas en distintos puntos del muro e incluso en algunas de las piedras que habían caído, y Angela sacó fotos de todas las que encontró comprobando cada imagen en la pantalla de su cámara para asegurarse de que eran claras y válidas antes de pasar a la siguiente.
Al final se guardó la cámara en el bolso y echó un último vistazo al lugar.
—¿Ya está? —preguntó Bronson.
—Sí. Es una pena. Esperaba que aún hubiera en pie muros completos con las inscripciones intactas. No me imaginaba para nada que el templo se encontraría en tan mal estado.
—¿Has visto algo útil?
—La verdad es que no —respondió—. He visto un par de cartuchos con el nombre de Sheshonq en ellos y algunas menciones a Amón, pero no mucho más. Aunque está claro que aún tengo que comprobar las fotos que he sacado.
—¿El nombre de Amón consiste en esos tres símbolos, la pluma, u hoja o lo que sea, y los otros dos dibujos?
—La hoja o caña, un tablero de damas y unas ondas de agua, sí. —Angela suspiró y Chris vio que estaba cansada—. Echaré un vistazo a las fotos de vuelta a Heliópolis, aunque no tengo esperanzas de encontrar nada útil. Tenía pensado hacer el trabajo aquí, pero hay tan poco material que no le veo sentido a intentar hacerlo ahora. Y al menos nuestra habitación tiene aire acondicionado.
Bronson asintió y se dio la vuelta, alejándose de las ruinas en dirección a la carretera. Al hacerlo, vio una figura con una camisa blanca y pantalones claros agachándose detrás de un muro al otro lado de la vía.
Se quedó sorprendido. A diferencia de los ciudadanos de El Cairo, los residentes de El Hiba claramente no veían muchos turistas extranjeros y Angela y él habían sido objeto de su interés desde que habían llegado allí. Pero la mayoría de la gente que habían visto se había limitado a mirarlos con una curiosidad abierta, no hostil. Tal vez ese hombre, porque Bronson estaba seguro de que era un hombre, era tímido, sin más. La otra cosa extraña era que parecía como si tuviera unos prismáticos o quizá una cámara en la mano, estaba claro que sujetaba un objeto pequeño y negro. Y su atuendo occidental no era habitual en un lugar donde la mayoría de la gente parecía vestir los tradicionales caftanes o chilabas egipcios.
—¿Qué pasa? —preguntó Angela.
—Creo que allí hay un hombre observándonos.
—Yo no veo nada.
—Sé lo que he visto. Tú quédate aquí. Voy a mirar.
Pero Angela lo agarró del brazo con las dos manos y lo detuvo.
—No, Chris. Vamos a marcharnos de aquí ahora mismo. Puede que sea ese sacerdote otra vez.
Bronson asintió con reticencia y miró hacia la carretera donde estaba aparcado el coche.
—Empieza a correr. Yo voy detrás.
Angela echó a correr volviendo por el camino por donde habían llegado.
Bronson se quedó mirando hacia el otro lado de la carretera unos segundos más y la siguió.
Dos minutos después, giró el volante del coche alquilado y se alejó de El Hiba levantando una nube de polvo y dirigiéndose a la carretera abierta y a El Cairo.