26

Era una noche cálida y las calles seguían relativamente animadas mientras Bronson y Angela caminaban por Ealing Broadway.

—Has dicho que habías encontrado dos cosas. Está claro que una era el grimorio, así que ¿cuál es la otra? —preguntó Bronson.

—La otra es la caja de papeles que encontramos bajo ese asqueroso zorro disecado. Ya los he revisado todos. En su mayoría son notas de las expediciones fracasadas de Bartholomew, pero también contienen sus reflexiones y conclusiones. En la última expedición a Egipto escribe que ahora está seguro de que sigue el rastro de la sakina y que alguien a quien se refiere como «Sc» la ha llevado a Sinat.

—¿Y qué significa eso exactamente? —preguntó Bronson.

—Bueno, está claro que no quería escribir sus pensamientos en un lenguaje simple —dijo Angela—. A lo mejor le preocupaba que alguien lo leyera y se le adelantara. «Sc» es casi seguro su propia abreviatura para «Sisac», el único faraón que se me ocurre cuyo nombre empieza y termina por esas letras.

—¿Y qué pasa con «Sinat»?

—Verás —dijo Angela, tomándole la mano—, creo que Bartholomew aquí empleó un código muy simple. La palabra «Sinat» es Tanis escrita al revés, y ahí es donde el faraón Sisac tenía su capital, así que si se hizo con algún botín o tesoro, lo habría llevado allí obviamente.

—¿Y la sakina?

—Es una palabra árabe que deriva de sakoon y que significa «paz» o «tranquilidad». Pero tiene un segundo significado menos conocido, «el cofre donde reside la tranquilidad del Señor». En otras palabras, esa frase dice que Sisac se hizo con el Arca de la Alianza y se la llevó a su capital, en Tanis.

—Y los dos sabemos de cuando estuvimos juntos en Israel que el Arca de la Alianza y las tablas de piedra que protegía existieron de verdad —dijo Bronson lentamente.

—Completamente. Según una historia de la Biblia, Sisac se hizo con el Arca alrededor del año 920 a. C. Según otra fuente, el Arca fue robada del Primer Templo, también conocido como el Templo de Salomón, en Jerusalén, en el 586 a. C., por el rey Nabucodonosor y su ejército. Pero nadie lo sabe con seguridad, y no hay nada en los archivos históricos que sustente o niegue esas elucubraciones. —Se detuvo—. Sin embargo, yo tengo mi propia teoría.

Doblaron la esquina hacia el parque Common y al instante vieron el bloque de Angela.

—Creo que tenemos que descubrir qué decía el texto persa original antes de seguir adelante —dijo Bronson—. Y, a menos que lo hayas encontrado en esa caja de Carfax Hall, no tengo ni idea de por dónde podríamos empezar a buscar.

—No estaba ahí, Chris. Si lo hubiera estado, ya te lo habría dicho. Pero sí que había algo que indicaba dónde podríamos empezar a buscar.

Angela se detuvo de pronto, como sobresaltada.

—¿Qué pasa? —preguntó Bronson poniéndole la mano en el hombro.

—Creo que hay alguien en mi piso.