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Levi Barak contempló con satisfacción las notas que había garabateado mientras se comunicaba por radio con los diversos observadores. Los dos grupos de sospechosos se dirigían exactamente al mismo lugar, en el norte del país. Bronson y Lewis iban a la cabeza y en ese momento se encontraban a las afueras de Haifa, tras una breve escala en la ciudad.

—Bronson se dirige al sureste —informó uno de los agentes del servicio de vigilancia. El altavoz hacía que su voz fuera acompañada de un leve chisporroteo—. Ha cogido la carretera que lleva a Afula, o tal vez va camino de Nazaret.

—No lo pierdas de vista —ordenó Barak— y asegúrate de que no te vean. No quiero que se asusten precisamente ahora. Me reuniré contigo en breve.

—¿Vas a venir para aquí? —El hombre parecía sorprendido.

—Sí. En cuanto se detengan, házmelo saber. Aunque solo sea para tomar algo.

—Entendido.

Barak se apartó del micrófono y agarró el teléfono interno.

—Aquí Barak —dijo—. Quiero que me consigas el número directo del comandante en jefe del Sayeret Matkal. Y luego mándame un helicóptero militar. Tiene que estar aquí en treinta minutos, con dos pilotos y el depósito lleno. Si se puede, me gustaría que estuviera dotado de escáner de infrarrojos y cámara de visión nocturna. —A continuación miró su reloj y echó un vistazo por la ventana, calculando el tiempo y las distancias—. Y asegúrate de que no se retrasa. El juego está a punto de terminar.