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—¡Ya lo tengo! —masculló Tony Baverstock mientras sus ojos repasaban la hoja de papel que tenía delante.

Los tres hombres estaban sentados en su habitación en el hotel Tel Aviv. Desde su llegada a Israel, Baverstock había estado enfrascado en la traducción de los textos en arameo que había copiado de las tablillas de barro.

—¿Has conseguido descifrarlo? —preguntó Charlie Hoxton colocando sobre la mesa una botella de cerveza Dancing Camel que había comprado esa misma tarde. A continuación, se dirigió hacia la mesa donde Baverstock había estado trabajando.

—Al principio, me preguntaba si en vez de una tablilla, nos faltaban tres pero, en ese caso, las líneas de las esquinas no hubieran tenido sentido.

Entonces intenté unir las tablillas formando un cuadrado y volver a examinar la inscripción. La solución era tan sencilla que hasta un niño podría haberla descubierto. Hay que empezar por la primera palabra de la derecha de la primera línea de la primera tablilla que, por supuesto, es la que nos falta.

Baverstock indicó con la barbilla los papeles desperdigados por la mesa. Había preparado cuatro hojas tamaño folio y, en tres de ellas, había escrito las versiones en inglés de las inscripciones en arameo que había conseguido traducir, y luego las había colocado en posición. El cuarto folio, el que estaba en la parte superior derecha, estaba prácticamente vacío, a excepción de una pequeña raya en la parte inferior izquierda que coincidía con otras líneas similares dibujadas en las otras tres páginas.

—A continuación —prosiguió Baverstock—, hay que leer la palabra que se encuentra en la misma posición en el resto de tablillas siguiendo, por supuesto, la dirección de las agujas del reloj. De esta manera, tenemos «por Elazar ben», por lo tanto la primera palabra, la que falta, probablemente será «seleccionó», «ordenó» o algo similar. La siguiente palabra de la tablilla que no tenemos es, casi con toda seguridad, «Yair», lo que completaría el nombre del líder de los sicarios de Masada. Sin embargo, esa palabra no aparece en la primera línea de la inscripción. En vez de eso, hay que coger la primera palabra de la línea inferior, y repetir el proceso con cada una de las tablillas. Es un sistema muy elemental, pero increíblemente ingenioso.

—Vale, creo que lo he pillado —masculló Hoxton con impaciencia—. Muy ingenioso. Pero a mí lo que me interesa es saber qué narices dicen las malditas tablillas.

—Ya sé lo que dicen —dijo Baverstock bruscamente, entregándole otro folio.

Hoxton leyó detenidamente lo que el experto en lenguas arcaicas había escrito en letras mayúsculas.

—Impresionante, Tony —concluyó Hoxton asintiendo con la cabeza—. Y ahora explícame de qué va todo esto. ¿Qué es exactamente lo que estamos buscando?

—Hubiera jurado que está bastante claro a qué se refiere la inscripción —replicó Baverstock con acritud—. El texto codificado menciona explícitamente el «rollo de cobre» y «el rollo de plata perdido».

—Pero, a menos que haya dos rollos de cobre, esa reliquia ya ha sido encontrada —dijo Dexter.

Baverstock resopló.

—Por eso mismo. Si miras la inscripción, verás que el descubrimiento del rollo de cobre en Qumrán confirma lo que está escrito en estas tablillas. Esa reliquia se encontró en la cueva 3 en 1952, porque la gente que preparó estas tablillas la puso allí. Lo dice aquí.

Baverstock subrayó el pasaje relevante con un lápiz.

—Déjame completar algunos de los espacios en blanco con algunas de mis mejores conjeturas —dijo garabateando algunas palabras en el folio—. De acuerdo. Más o menos quedaría así: «El rollo de cobre que cogimos de Ein-Gedi lo hemos escondido en la cueva de Hammad, el lugar de los rollos de…». Nos falta la siguiente palabra porque está en la cuarta tablilla. Luego el texto continúa: «… junto al asentamiento conocido como Ir-Tzadok B’Succaca». Es la afirmación más clara que jamás encontrarás sobre dónde se escondió el rollo de cobre.

»Desconozco cual es esta palabra de aquí, la que se encuentra entre «de» y «junto a», pero lo más probable es que se refiera a un lugar o a una persona. Tal vez se trate de Jericó o de Jerusalén, o quizá de la persona o la tribu que poseía los otros rollos. Es una lástima que no lo sepamos —reflexionó Baverstock—, porque nos revelaría de una vez por todas quién escribió realmente los manuscritos del mar Muerto. A pesar de todo, resulta muy interesante que la inscripción indique expresamente que el rollo de cobre provenía de Ein-Gedi.

—¿Y dónde está eso?

—Ein-Gedi era un importante asentamiento judío construido alrededor de un oasis cercano a la costa oeste del mar Muerto. De hecho, está muy cerca de Qumrán. Y eso nos da otra pista, o más bien la confirmación de que la gente que preparó estas tablillas pertenecía a la secta de los sicarios. Según la información que he encontrado en internet, el único asalto significativo a Ein-Gedi se produjo en el año 72 o 73 después de Cristo, y lo llevó a cabo un destacamento de sicarios de Masada. Eso concuerda a la perfección con las primeras palabras de la inscripción, porque en aquella época su líder era Elazar ben Yair. En la masacre murieron cerca de setecientos habitantes de Ein-Gedi y los asaltantes se apoderaron de todo lo que cayó en sus manos. Por lo visto, entre los objetos que encontraron estaban los rollos de cobre y plata.

Mientras Baverstock exponía su teoría, Hoxton y Dexter estudiaban la inscripción.

—¿Y qué me dices de estas «tablas del Templo»? —inquirió Hoxton—. ¿También procedían de Ein-Gedi? ¿Y qué son, exactamente?

Baverstock sacudió la cabeza.

—La inscripción no dice que formara parte del botín de los sicarios, de manera que, tal vez, se encontraban ya en su poder. La frase completa probablemente sea «las tablas del Templo de Jerusalén». Quizá se refiera a algún tipo de placa decorativa o, tal vez, eran unas tablillas en las que había grabada alguna plegaria o algo similar. Independientemente de lo que sean, a nosotros no nos interesan. Nuestro objetivo es el rollo de plata.

—Y, por supuesto, la cuestión principal —intervino Hoxton— es dónde empezar a buscar. Esta inscripción dice que el rollo de cobre estaba escondido en Qumrán. ¿Significa eso que también pusieron allí el rollo de plata?

—No —dijo Baverstock—. El texto se refiere a las dos reliquias por separado. El rollo de cobre fue depositado en la cueva Qumrán, pero el otro lo escondieron en una cisterna en algún otro lugar. De momento no estoy muy seguro de a qué se refiere la inscripción cuando habla de «el lugar del nosequé fin de los días». La interpretación más simple sería «el lugar del fin de los días», pero necesito investigar algo más antes de darte una respuesta definitiva. Mientras tanto, será mejor que empecéis a buscar el equipamiento necesario. Una vez nos pongamos en marcha, lo más probable es que tengamos que actuar con rapidez.