Conforme Ángela y Bronson avanzaban con la traducción, más fácil les resultaba y, aunque les había llevado más de una hora desentrañar la primera línea, consiguieron acabar toda la inscripción en poco menos de tres horas. A Ángela le pareció que no estaba nada mal, a pesar de que seguía habiendo tres palabras que se resistían a revelar su significado.
Para recompensar su esfuerzo, decidieron tomarse un par de bebidas del minibar antes de empezar con la fase más complicada de la operación, intentar descifrar el significado real del texto en arameo. Tal y como había hecho en las ocasiones anteriores, Bronson anotó todas las palabras que habían traducido en el orden en que aparecían en la tablilla de barro:
tierra cavidad describe de el cobre de cuatro tablillas Ir-Izadok coger representar creencia sur de de nosotros de seguro anchura ------------------------ el tener a v nosotros el el v el codo altar lugar rollos el |
A continuación, invirtió el orden para que se pudieran leer en la secuencia correcta:
cobre el de describe cavidad tierra representar coger Ir-Tzadok tablillas cuatro de de nosotros de de sur creencia tener el ---------------------------------------- anchura seguro y el el nosotros y a el rollos lugar altar codo el |
Bronson observó lo que había escrito y luego volvió a hojear los folios que tenía delante.
—De acuerdo —dijo—. Ahora incorporaré estas palabras al resto de la traducción y tal vez podamos empezar a ver el bosque en lugar de solo los árboles.
Trabajó durante unos minutos y luego pasó a Ángela la versión definitiva, o al menos la definitiva con la información disponible:
por ------------ ben ---- represntar el -------------- misión de el --------------------- tener completado -------- y ahora el último ------ el rollo de cobre --------------------- coger de nosotros tenemos la cueva --------------- el lugar rollos de ---------- el asentamiento Ir-Tzadok B'Succaca ---------- rollo de plata ---------- nosotros la cisterna -------- lugar de ---------- final de días las tablillas de ------------------- templo de Jerusalén el ------------- nosotros escondidos ---------------- altar de describe un -- cuatro piedras ---- la cara sur una anchura de ------------------------ y altura --------- codo a cavidad dentro desde nuestra ---------- creencia ahora ------------------ seguro nosotros ---- a nuestro ---- los invasores ------------ nuestra tierra |
—Probablemente podría rellenar un par de huecos con palabras que no hemos conseguido descifrar —dijo Ángela señalando la tercera y la cuarta línea—. Creo que en este fragmento pone «el asentamiento conocido como Ir-Tzadok B’Succaca». Lástima que no tengamos algunas más…
Su voz se fue apagando mientras contemplaba la página y Bronson la miró de repente.
—¿Qué pasa? —le preguntó.
—Las líneas justo antes —dijo—. Por el tono de la traducción, ¿cómo describirías a la persona que lo escribió?
—No te sigo.
—A ver si me explico, ¿crees que era una especie de sacerdote? ¿O quizá un guerrero?
Bronson releyó el texto y se quedó pensativo.
—No hay mucho en qué basarse a parte del último fragmento, donde parece como si estuviera justificándose por luchar contra los invasores. De manera que, si tuviera que intentar adivinar, diría que probablemente se trata de un guerrero, tal vez un miembro de la resistencia judía o lo que fuera que existiera en aquella época.
—Exactamente. Ahora mira esta parte, desde donde dice «el rollo de cobre» hasta «la cueva». Recuerda que alrededor del inicio del primer milenio los judíos no tenían un ejército. No estaban organizados del mismo modo que los romanos, en unidades militares con carácter formal. Eran más bien cuadrillas de guerreros que, cuando les venía bien, se unían para combatir al invasor. El resto del tiempo luchaban entre sí, cuando no se dedicaban a asaltar asentamientos para robar comida, dinero y armas.
—¿Como las guerrillas? —sugirió Bronson.
—Exacto. Teniendo en cuenta este hecho, creo que podemos dar algo más de sentido a esta parte del texto. Si ponemos las palabras «que nosotros» delante de «cogimos de», podríamos encontrarnos ante la descripción de un asalto. Atacaron algún asentamiento y una de las cosas que se llevaron fue un rollo de cobre.
—¿Y?
—Pues que obviamente se percataron de que no era un simple rollo de cobre, porque, según parece, decidieron esconderlo en una cueva, y que probablemente esta se encontraba en Qumrán, ya que la referencia a Ir-Tzadok B’Succaca aparece muy poco después. —Ángela hizo una pausa y miró a Bronson—. ¿Qué sabes de Qumrán? —preguntó.
—No mucho. Sé que allí se encontraron los manuscritos del mar Muerto y, por lo que tengo entendido, los escribió una tribu conocida como los esenios, que los escondió en las cuevas cercanas.
Ángela asintió con la cabeza.
—Esa es una de las teorías, pero lo más probable es que sea errónea. Es cierto que existía una comunidad en Qumrán, y también que los manuscritos del mar Muerto se encontraron en once cuevas situadas justo al oeste del asentamiento. Estos contienen múltiples copias de los libros del Antiguo Testamento e incluyen todos los libros de la Biblia hebrea a excepción del libro de Ester. Alrededor de un ochenta por ciento fueron escritos en pergamino y el resto, con una excepción, en papiro. Esos son los hechos, el resto no son más que meras conjeturas.
»Uno de los problemas es que el arqueólogo que excavó por primera vez en Qumrán en 1949, el fraile dominico Roland De Vaux, de la École Biblique de Jerusalén, que partió de las cuevas y los rollos, dio por sentado que la comunidad de Qumrán los había preparado y utilizó esto como base para sus deducciones sobre los habitantes de la comunidad. En cierto modo es como si, dentro de mil años, alguien excavara los restos de la biblioteca Bodleiana y, tras encontrar tan solo algunos de los antiguos textos romanos que allí se conservan, diera por sentado que la gente de Oxford hablaba latín y que eran aficionados a las luchas de gladiadores.
—A decir verdad, mucha gente en Oxford habla latín —señaló Bronson—, y no me extrañaría que algunos de ellos también se dedicaran a jugar a los gladiadores.
Ángela sonrió.
—No te digo que no, pero sabes perfectamente adonde quiero llegar. El hecho es que el padre De Vaux dio por sentado que, ya que los rollos habían sido escondidos cerca de la comunidad de Qumrán, tenían que haberlos escrito los miembros de la comunidad, a pesar de que no existía ni la más mínima prueba empírica que apoyara esta hipótesis. Además, si los esenios hubieran escrito los manuscritos, ¿por qué eligieron esconderlos tan cerca del lugar donde residían? Como método de ocultación, no tiene desperdicio. Sin embargo, una vez que De Vaux se fijó esta idea en mente, esta condicionó su opinión sobre todas y cada una de las pruebas que con las que se topaba.
»Llegó a la conclusión de que las gentes de Qumrán eran miembros de una secta judía llamada los esenios, un grupo muy religioso. Cuando, finalmente, empezó a investigar el asentamiento en sí, afirmó que había identificado un scriptorium (el lugar donde los monjes o escribas habrían copiado o preparado los manuscritos), basándose simplemente en el descubrimiento de un banco, dos tinteros y un puñado de utensilios para escribir.
»No obstante, existen muchas otras posibles interpretaciones. Podía haberse tratado de una escuela, o una oficina comercial o militar, por ejemplo. Además, nunca se ha encontrado ni el más ínfimo fragmento de rollo en el supuesto scriptorium, lo que es sencillamente ridículo porque, si realmente se hubiera tratado de una sala que se usaba solo para ese propósito, hubiera estado llena de herramientas y materiales propios de los escribas. Como mínimo, cabía esperar que en las ruinas se encontrara algún pedacito de papiro sin escribir o los restos de algún rollo.
»Para apoyar su creencia de que los esenios eran una especie de congregación religiosa, también identificó varias cisternas del lugar como espacios donde se realizaban baños rituales judíos o miqva’ot. Si hubiera estudiado Qumrán de forma aislada, sin conocimiento de los rollos, probablemente habría asumido que se trataba de simples depósitos de agua, que hubiera sido la deducción obvia y lógica. Asimismo, De Vaux ignoró muchos otros vestigios que fueron recuperados en el lugar. No olvides que los arqueólogos son expertos en hacer caso omiso de los hechos que no se ajustan a sus necesidades. Llevan años y años de práctica.
—Pero yo creía que la arqueología era una ciencia —dijo Bronson—. ¿Qué fue del método científico, el proceso de revisión contrastado por sus pares, la datación por carbono y todo lo demás?
—Sigue soñando. Como le sucede a la mayoría de la gente, los arqueólogos son famosos por manipular los resultados o pasar por alto todo aquello que no encaja. En fin, el caso es que, si la teoría del padre De Vaux fuera acertada, los esenios deberían haber llevado una vida austera, en la más pura miseria, pero excavaciones posteriores en el yacimiento recuperaron dinero, cristalería, piezas de cerámica, utensilios de metal, ornamentos y un sinnúmero de reliquias similares, que parecían indicar que los habitantes del lugar eran laicos y llevaban una existencia acomodada.
—Pero si Qumrán no era un emplazamiento religioso, ¿qué era?
—Existen diversas teorías mucho más fiables. Algunos estudiosos sugieren que se trataba de una próspera finca agrícola, otros que debía de ser la residencia principal de una importante familia local o incluso su segunda casa, y también se ha hablado de una supuesta posada para los fieles que peregrinaban a Jerusalén, una fábrica de alfarería, una fortaleza militar o una especie de mercado fortificado.
»Otra de las cosas que hizo De Vaux, fue impedir el acceso a los rollos a todo aquel que no perteneciera a su selecto grupo de investigadores, e incluso impidió la distribución de fotografías. Al menos en lo que respecta a los que se encontraron en la cueva 4, que representan aproximadamente el cuarenta por ciento de todo el material recuperado.
—Pero imagino que se publicarían detalles de algunos de ellos, ¿no?
—Sí, pero solo de los objetos menos importantes. Los textos encontrados en la cueva uno vieron la luz entre 1950 y 1956. Posteriormente, en 1963, se publicaron en un único volumen los escritos de otras ocho cuevas, y dos años más tarde se empezaron a conocerlos detalles del llamado «rollo de los salmos», encontrado en la cueva 11. Y, por supuesto, estudiosos de todo el mundo se apresuraron a realizar traducciones de todos estos textos.
»No obstante, el material encontrado en la cueva 4 no se publicó hasta 1968 y, aun así, se trataba solo de una pequeña parte. Por aquel entonces parecía como si la última voluntad del padre De Vaux hubiera sido negar el acceso a los rollos a todos los demás investigadores e imponer una estricto secretismo que permitía que trabajaran en ellos solo los miembros de su equipo original o las personas designadas por él. De Vaux murió en 1971, pero su muerte no cambió nada: los expertos seguían sin tener acceso al material de la cueva 4, ni tan siquiera a las fotografías de los rollos. Esta situación se prolongó hasta 1991, es decir, hasta medio siglo después de su descubrimiento, cuando, casi accidentalmente, se encontró un set completo de fotografías de los materiales de la cueva 4 en una biblioteca de San Marino, en California, que posteriormente fue publicado.
—Pero si los esenios, o quienesquiera que vivieran en Qumrán, no escribieron los manuscritos, ¿quién lo hizo? —preguntó Bronson.
—Nadie lo sabe. La explicación más probable es que los elaborara alguna secta religiosa de Jerusalén y que un grupo de judíos, que huía de las tropas romanas durante uno de los frecuentes periodos de agitación política, los depositara en las cuevas de Qumrán.
—¿Y qué contienen exactamente? —preguntó Bronson.
—La mayor parte de ellos son copias manuscritas de conocidos textos literarios, principalmente material bíblico del Antiguo Testamento, pero, obviamente, se trata de modelos anteriores a los que existían hasta aquel momento. Por ejemplo, hay treinta y tantas copias del Deuteronomio. También se encontraron muchos textos seculares, la mayoría de ellos desconocidos, que arrojaban nueva luz sobre la forma de judaísmo que se practicaba durante lo que se conoce como el periodo del Segundo Templo. Este se corresponde con la época en que se reconstruyó el templo de Jerusalén a imagen del original, el templo de Salomón, que fue destruido en el año 516 antes de Cristo. El periodo del Segundo Templo se extendió desde entonces hasta el año 70 después de Cristo, cuando los romanos saquearon Jerusalén, destruyeron el templo y acabaron con la gran revuelta judía que había empezado cuatro años antes.
»Además, el rollo de cobre no encaja con nada de lo que se encontró en Qumrán. En 1952 una expedición financiada por el departamento de Antigüedades de Jordania, que trabajaba en la cueva 3, encontró un objeto único en su género denominado 3Q15, que simplemente indica que es la reliquia número 15 encontrada en la cueva 3 de Qumrán. Se trataba de una delgada lámina, de unos dos metros de largo, compuesta casi exclusivamente de cobre y que, aparentemente, se partió en dos durante su preparación. Como era de esperar, después de dos mil años en la cueva, presentaba altos niveles de oxidación, estaba muy deteriorada y era increíblemente frágil. Evidentemente, todo esto hacía que no se pudiera desenrollar así como así. Por lo demás, era diferente de cualquier otro rollo jamás encontrado, tanto en Qumrán como en cualquier otro yacimiento arqueológico, ya fuera por su tamaño (era la pieza más grande de texto arcaico grabado en metal jamás conocida), como por su contenido.
»El problema al que se enfrentaron los arqueólogos era decidir la forma más adecuada de abrirlo. Tras pasar casi cinco años estudiándolo, finalmente tomaron la decisión menos adecuada. Lo enviaron a la facultad de Tecnología de la universidad de Manchester para que lo cortaran en secciones longitudinales utilizando una cuchilla extremadamente delgada. Esto permitió abrir el rollo completamente y dar a los investigadores una serie de tiras de cobre curvadas que podrían ser estudiadas. Desgraciadamente, los expertos de Manchester (y casi todo el mundo) pasaron por alto dos cosas sobre el rollo: cuando lo diseccionaron, se descubrió que los espacios entre las láminas de cobre enrollado estaban llenos de un material compacto similar al barro cocido. En un principio se dio por hecho que no eran más que restos de polvo y otros detritos que se habían ido acumulando a lo largo de los siglos, pero no era así. A nadie se le ocurrió analizar las condiciones de la cueva de Qumrán donde fue encontrado. Si lo hubieran hecho, habrían descubierto que la tierra de aquellas cuevas era muy fina, casi polvo, y que carecía del silicio necesario para solidificarse. Incluso si se humedece, esta tierra vuelve a convertirse en polvo apenas se seca. Quienquiera que escribiera el rollo, cubrió una de sus caras con una capa de arcilla antes de enrollarlo y, seguidamente, lo coció en un horno para endurecerla.
—¿Para qué? ¿Para proteger el cobre?
—Por extraño que parezca, lo más probable es que pretendiera precisamente lo contrario. Hoy en día la mayor parte de los investigadores opina que los autores del rollo de cobre esperaban que el metal se corroyera y que el texto del rollo quedara impreso en la arcilla. Esa es la otra cosa de la que el equipo de Manchester no se percató.
»El texto estaba escrito principalmente en hebreo misnaico, acompañado de un puñado de letras griegas cuya finalidad y significado todavía se desconocen. De hecho, en el rollo aparecen catorce letras griegas y, de ellas, las diez primeras corresponden al nombre de «Akenatón». Era un faraón que reinó en Egipto alrededor del año 1350 antes de Cristo que, entre otras razones, pasó a la posteridad por fundar la que probablemente fue la primera religión monoteísta de la historia. Sin embargo, el rollo de cobre se realizó al menos un milenio más tarde, por lo que la presencia de su nombre se considera un misterio.
—¿Y por qué se tomaron tantas molestias los autores del rollo?
—Probablemente —explicó Ángela—, debido a su contenido. Da la sensación de que quisieran asegurarse de que el documento sobreviviera el mayor tiempo posible, por ejemplo, mucho más de lo que lo hubiera hecho un rollo de papiro. Y la razón era que casi todo lo que hay en el rollo es una lista de un tesoro, probablemente el del Primer Templo de Jerusalén. Si las cantidades listadas son correctas, su valor actual ascendería a más de dos billones de euros.