44

—Tengo algo para ti —dijo Bronson entrando en el salón de su pequeña casa en Tunbridge Wells.

—¿Qué es? —preguntó Ángela, cogiendo el paquete que le entregaba.

Entonces echó un vistazo a los sellos desconocidos que cubrían uno de los extremos mientras lo giraba en sus manos.

—Marruecos —masculló.

A continuación rompió el sobre, examinó el interior, sacó un pequeño objeto envuelto en plástico de burbujas, y lo desenvolvió.

—¡Dios mío, Chris! ¡La has encontrado! —exclamó levantando la voz, presa de la emoción.

—Espero que sea eso —dijo Bronson tomando asiento frente a ella y observando con curiosidad la reliquia. Era mucho menos impresionante de lo que esperaba, un simple pedazo de barro quemado y mugriento de color marrón grisáceo que tenía una de las superficies cubierta de marcas y garabatos que carecían de sentido para él.

Ángela sacó un par de guantes de látex de su bolso antes de tocar la tablilla directamente. Luego la levantó y la examinó con cuidado, casi con reverencia, con la mirada chispeante.

—Tenías razón —dijo observando la dirección del sobre—. Los O’Connor se lo enviaron a sí mismos.

—Sí. Y yo acabo de sustraerlo de la escena de un crimen.

—Pues no sabes cuánto me alegro de que lo hicieras, siempre que no te acarree algún problema.

—No tiene por qué pasarme nada —dijo Bronson encogiéndose de hombros—. Nadie me vio cogerlo y los únicos que conocen su existencia probablemente piensen que sigue en Marruecos. Me juego mi pensión a que, en lo que respecta al resto del mundo, este objeto simplemente ha desaparecido. Mientras nadie sepa que lo tenemos, no corremos ningún peligro. Y, en teoría, tampoco tendría que peligrar mi mísera pensión.

Ángela extendió una toalla sobre la mesa de centro y, con mucho tacto, colocó la tablilla sobre ella.

—No parece gran cosa —dijo Bronson.

—Estoy de acuerdo —contestó Ángela—, pero ten en cuenta que lo importante no es la reliquia en sí, sino el significado de la inscripción. —Las yemas de sus dedos cubiertas de látex se deslizaron suavemente por encima de las incisiones de la superficie de la tablilla, y luego levantó la vista y miró a su ex marido—. No te olvides que ya han muerto varias personas: el mercader, los O’Connor, probablemente Kirsty Philips e incluso Yacoub y sus matones. La razón por la que están muertos es algo que tiene que ver con este sucio pedazo de barro cocido de dos milenios de antigüedad.

Bronson asintió.

—Dicho así, suena muy diferente. ¿Y ahora?

Ángela volvió a mirar la tablilla.

—Esta podría suponer un giro radical en mi carrera profesional, Chris. Si Yacoub estaba en lo cierto, esta inscripción podría conducirnos al lugar donde se esconden el rollo de plata y la alianza mosaica. Aunque existiera solo una mínima posibilidad de encontrar cualquiera de las dos reliquias, estoy decidida a seguir las pistas, me lleven adonde me lleven.

—¿Y qué has pensado hacer? ¿Vas a proponer al museo que monte una expedición?

—Ni hablar —respondió Ángela con rotundidad—. No te olvides que soy una de las empleadas más jóvenes y con menos experiencia. Si me presento allí y le cuento a Roger Halliwell lo que he descubierto, se mostrará absolutamente encantado y, sin duda, me felicitará. Luego me apartará a un lado cortésmente y, en un par de semanas, la expedición Halliwell-Baverstock llegará a Israel para seguir el rastro de las reliquias perdidas. Si, por casualidades de la vida, consiguiera meter baza, lo más que obtendría es que me dejaran examinar algún resto de cerámica que encontraran.

Bronson la miró con expresión ligeramente socarrona.

—Yo creía que en el mundo académico erais todos hermanos y hermanas de armas y que luchabais juntos en aras del saber y en pos de una mejor compresión de la historia de la humanidad.

—Pues estabas equivocado. Apenas alguien olfatea la posibilidad de un descubrimiento trascendental, cada uno piensa solo en sí mismo y se abre paso con uñas y dientes por ser la persona a cuyo nombre se atribuya el hallazgo. Todo ese apoyo fraternal se desvanece y el asunto se acaba convirtiendo en una pelea de gallos de alto nivel. Lo sé de sobra. Lo he visto con mis propios ojos. Me limitaré a decirle a Roger que me tomo unos días de permiso para ir a Israel a estudiar unos textos en arameo.

Ángela señaló con la barbilla la tablilla de barro que estaba en la mesa de centro delante de ella.

—Ahora tenemos esta tablilla, lo que significa que podemos leer más de la mitad del texto original. Eso nos dará una oportunidad de oro para averiguar el significado de todo el texto. Me deben más o menos una semana de vacaciones y no se me ocurre ninguna razón por la que no pueda pasarla en Israel, ¿no te parece?

—Supongo que tienes razón, pero ¿estás segura de que Israel es el lugar idóneo para empezar a buscar?

—Sí, por la referencia a Qumrán. Después de todo, ¿quién sabe?

—De acuerdo —concluyó Bronson—. Entonces voy contigo.

—No puedes, Chris. Estás en mitad de una investigación por asesinato.

—No. Ya he redactado el informe sobre lo que sucedió en Marruecos, no tengo nada que ver con el caso de Kirsty Philips y a mí también me deben diez días de vacaciones. Probablemente a Dickie Byrd no le hará ninguna gracia, pero me da lo mismo. —En aquel momento Bronson alargó el brazo por encima de la mesa y cogió la mano de Ángela—. Mira, no me gusta que te largues a Israel tú sola. Quiero estar lo suficientemente cerca para cuidar de ti.

Ángela le apretó la mano con dulzura.

—¿Estás seguro? Eso sería maravilloso, Chris. En realidad, no me apetecía nada seguir investigando por mi cuenta. Y hacemos un buen equipo, ¿no crees?

Bronson la sonrió.

—Y que lo digas —dijo. Y no solo como entusiastas buscadores de tesoros, pensó. Pero sabía que no podía precipitar las cosas…

—De acuerdo —dijo Ángela con brío—. Miraré en internet a ver si encuentro vuelos a Tel Aviv. Cuando los tenga, seguiré estudiando un poco mejor la tablilla. Con el texto completo en arameo y los fragmentos que tenemos de las demás, estoy segura de que podremos averiguar adonde conducen las pistas. Necesitamos tener más información que ningún otro sobre estas reliquias. Solo así podremos entrar a matar.

—Espero que se trate solo de una forma de hablar —respondió Bronson.