El librito que aquí se presenta es, propiamente, un tratadillo, un manualillo teórico-práctico, y como tal, perfectamente habría podido alinearse al lado de un Diccionarillo de los vinateros de Borgoña, y de un Manual del floricultor: textos, en definitiva, nacidos de una larga y afectuosa asiduidad con la materia, compilados con diligente pietas por estudiosos de provincia, sociables misántropos, mansamente fanáticos y abstractos; y secretamente dedicados a las almas fraternas, con más exactitud a los capciosos divulgadores, a los visionarios botánicos o, como en este caso, a los raros pero constantes estudiosos de la levitación descenditiva. El autor, humilde pedagogo, ambiciona la didáctica gloria de haber, si no colmado, al menos indicado una laguna de la reciente manualística práctica, pareciéndole sin duda extravagante que, entre tantos completos y deleitosos do it yourself, ese precisamente se haya descuidado, cuando tiene atingencia con la propia muerte, variamente entendida. Como es avezadura, y no sin hesitosa compunción, se apuntan aquí ciertas modestas valías del volumencillo, que acaso lo diferencien de otros pariguales tratados, más solemnes incluso: la definición de conceptos dados demasiado a menudo por notos, como balística externa e interna, angustiástico, hadesdestinado; el haber propuesto una nueva, y en nuestra opinión, práctica y manejable clasificación de las angustias; enriquecida, además, por una Inserción acerca de los adioses que nos parece no ínfima novedad de esta obrucha; la inclusión en el discurso de ciervos y amebas, como para subrayar el carácter más que simplemente humanístico del planteamiento; y, sobre todo, haber recogido y presentado cierta diligente y no exigua documentación, no sin un esbozo de comentario, que consentirá el verificar la enunciación de la parte teorética; ya que el libro se divide precisamente en dos partes, que podríamos denominar Morfología y Ejercicios. Y si hay quien pueda considerar semejantes documentos desarmónicos y absolutamente notariales, no olvide que su virtud ha de buscarse en la minuciosa, empecinada fidelidad a la verdad; y que por lo tanto aparecen propuestos aquí como ejemplos de ese realismo, moral y socialmente significativo, del que el compilador aspira a ser obsequioso partidario.

Giorgio Manganelli

[Este texto del autor acompañaba, en forma de anónimo marcapáginas, la primera edición de Hilarotragoedia, aparecida en 1964.]